Acerca del Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua
26 marzo, 2018
Del 12 al 18 de febrero del año en curso, se celebró en Granada, Nicaragua, la XIV edición del FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA de ese país. Invitado por la dirección de la revista cultural WANI, en la persona del poeta Álvaro Rivas, quien, con amabilidad extrema e inolvidable hospitalidad, fungiera como inmejorable anfitrión, tuve la oportunidad de tomarle el pulso, “desde afuera”, a tan relevante evento.
El Festival Internacional de Poesía de Granada, con inusitado suceso, tuvo su primera edición en el año 2005. Todavía recuerdo la amena conversa con Francisco de Asís (“Chichí») Fernández durante el III Encuentro Centroamericano de Escritores celebrado en Managua bajo el auspicio del Centro Nicaragüense de Escritores y la Alcaldía de Managua bajo la conducción del finado Herty Lewites. (Dicho Encuentro, originado en Costa Rica como un Encuentro Nica-Tico, luego fue centroamericano y se proyectaba que fuese rotativo; la cuarta edición no logró concretarse en El Salvador). En una elegante residencia de una poeta local, de Asís Fernández me dejó entrever lo bello que sería organizar un festival de ese tipo en Nicaragua. Ciertamente lo logró. Y con creces.
El festival se celebra desde entonces cada año durante el mes de febrero en la ciudad de Granada. Reúne, durante una semana, a decenas de reconocidos poetas provenientes de todo el mundo. Se desarrolla en lugares emblemáticos de la ciudad tales como parques y plazas públicas, atrios de iglesias y conventos, colegios, calles, mercados y el malecón a orillas del Gran Lago de Nicaragua. Desde su inicio se planteó contribuir con el embellecimiento de la ciudad impulsando el turismo cultural. Con la colaboración de la municipalidad, se nombró a uno de sus parques principales como Parque de la Poesía. Cada año, en ese parque, se develaban nuevas esculturas dedicadas a los más relevantes poetas nicaragüenses. El joven escultor austríaco, Johannes Kranz, es el autor de una serie de originales esculturas. Escribimos “develaban” porque hace varias ediciones no se estrenan nuevas figuras. Por otra parte, es tradicional el “funeral” que, a modo de carnaval poético (en su primera edición se enterraba a la ignorancia, en la XIV jornada a la discriminación) toma las principales calles de la ciudad con danza y música folclórica y, claro está, con poesía, cual viacrucis cultural.
Ciertamente existe una gran expectativa y un enorme entusiasmo en el país por el hecho de que el Festival, durante catorce años en sus sucesivas ediciones, se haya convertido, sin duda, en el evento cultural más importante de Nicaragua y de la región centroamericana en el ámbito literario. Por demás, en uno de los más más significativos de América Latina. No obstante, algunas voces críticas señalan ciertas falencias que el mismo ha venido mostrando. Consultados varios de los participantes, nacionales y extranjeros, resumimos que dos de los problemas subrayados son la cantidad de poetas que repiten año tras año y el hecho de que el festival no haya logrado salir del enconchamiento granadino, aunque lo haya intentado. Se subraya la importancia de que los poetas roten por otras ciudades y localidades del país.
En su página de Facebook, el poeta y periodista nicaragüense Erick Aguirre Aragón, escribe: “Es innegable que el festival tiene una gran importancia para Nicaragua, pero esa importancia resulta en última instancia más valedera para el fomento del turismo y la economía de la ciudad. En menor medida atañe al desarrollo de la literatura o de la poesía. Claro que es una plataforma importante para los escritores y poetas, especialmente para los jóvenes; pero es también una plataforma que favorece cierta red de relaciones complejas que algunos protagonismos o protagonistas particulares establecen en el ámbito del poder”.
Como se ve, Aguirre Aragón alude al énfasis turístico del evento y al protagonismo de algunos vates o figuras literarias. No obstante, cierra su escrito de la siguiente manera: “(…) el festival de Granada ya cuenta con un importante reconocimiento internacional, y como dije antes, pese a las insuficiencias y a cierta complejidad hegemónica de su naturaleza, es una importante plataforma que tiende a seguir creciendo, o si no, al menos a sostenerse. Pero aparte del turismo cultural y todo eso, a lo que hay que poner atención y dar un seguimiento estructurado y responsable es a los frutos colaterales, estrictamente literarios, que sea capaz de producir esa plataforma”. Es decir, el poeta está preocupado, además, por el necesario impacto del festival en la literatura y cultura nicaragüenses, en especial en las jóvenes generaciones.
Por otra parte, algunos de los poetas nicas expresan sus temores y preocupaciones por el escaso apoyo del gobierno local a un evento de esta envergadura. El también poeta y periodista jubilado Luis Rocha Urtecho, opinó: “creo que es una empresa cultural única en Centroamérica y por ello pienso que su más grande apoyo debe provenir de nosotros los centroamericanos. Como no hay profeta en su tierra, es de lamentar el poco interés que sigue demostrando la Alcaldía de Granada, en especial su titular Julia Mena. Pero cada año los poetas asistentes dan una lección mundial de fraternidad. Eso es lo importante”.
Deseo finalizar esta breve crónica con una imagen que me impactó sobremanera: mientras departíamos en uno de los tantos restaurantes/bares de la ciudad, cerca del Convento San Francisco, en el cruce de la calle que lleva el nombre de algunos de mis antepasados, la calle Corrales; de repente se nos aparece un muchacho espetándonos la siguiente pregunta: ¿quieren que les lea un poema? Nos quedamos atónitos por largos segundos y yo le respondí que sí, claro que sí. Y el joven bardo procedió a leernos uno de sus poemas con lenguaje riguroso y factura clásica. Se trataba cómo no, (lo había conocido en San Isidro de El General, Pérez Zeledón, Costa Rica) de un poeta costarricense, Ranzeth Gómez Navarro, quien, con su compañera y en un plan de mochileada poética, sufragaban su viaje festivalero vendiendo pequeños dossiers de su poesía a dólar por ejemplar. Entonces pensé que acciones poéticas de esa índole podrían implementarse durante el festival. ¿Por qué no coordinar con los principales establecimientos de la trama turístico/comercial de la ciudad para que cada noche hayan lecturas de poetas invitados o que, además del soporífero “micrófono abierto”, las jóvenes promesas lean a los transeúntes cual auténticos happenings poéticos?
En fin, rumiando esas y otras posibilidades, Granada nos despidió con un sol ardiente, un cielo límpido y con la bulliciosa alegría y cordialidad popular de sus habitantes. Pero, sobre todo, reitero, con la generosa hospitalidad de mi buen amigo el poeta Álvaro Rivas, representante digno de esa llaneza granadina y de sus potentes creadores con quienes pude departir casi una semana. Con ese sabor, además de los que ofrece su amplio espectro culinario, y con cientos de imágenes en mi cámara fotográfica y en mi congestionada cabeza, abordé el autobús de regreso desmenuzando todas las gratas experiencias, conversas, debates, lecturas y posibilidades que encierra un festival de esta naturaleza, abanderado insigne de la paz, la belleza y la armonía entre los pueblos.
Venecia de San Carlos, Costa Rica, 1958.
Sus últimas publicaciones incluyen los siguientes títulos: Leningrad/Puerto de Arenas (Poesía, BBB Producciones, 2020); Poemas para Nicaragua (Poesía, BBB Producciones, 2020); Los ojos del antifaz (Novela, BBB Producciones, 2020, Quinta edición); Lina (Novela, Editorial Arlekín, 2021, segunda edición); Dulce San José, Editorial Arlekín 2021, segunda edición). Fue profesor catedrático e investigador del Instituto Tecnológico de Costa Rica donde dirigió la revista FRONTERAS y el Encuentro Internacional de Escritores, coordinó la Cátedra de Estudios Culturales Luis Ferrero Acosta y el programa Miércoles de Poesía, así como el taller literario y la revista del mismo nombre.