Verbos por dentelladas (10 poemas)

26 marzo, 2018

«En 2016 Noelia Illán(Cartagena, España, 1983) publicó su segundo poemario, Verbos por dentelladas (RavensWood Books, 2016). La codirectora de la revista La Galla Ciencia utiliza en sus poemas un estilo claro, directo, evocador y nunca recargado, con algunos toques de los “novísimos” en los que homenajea a José María Álvarez y evoca la nostalgia de un pasado idealizado, en el que la cultura (con amplias referencias clásicas tanto en los versos como en las citas introductorias, pero igualmente en el sentido más amplio de la palabra) es un punto de referencia indispensable y vital». (Miguel Angel Leal, Letralia, Tierra de Letras).


Noelia Illán

 

DESCONCIERTO

Hombre astuto
que erró mucho tiempo…
Homero

Reconozco a veces mi vida en algunos sitios.
El café, un cigarro, una terraza agradable.
Las Mezquitas me tuvieron dentro,
me perdí en las calles del Bazar.
En Nueva York tengo ropa en la tintorería,
veo caras conocidas en el barrio de Termini,
tratos familiares en Alexander Platz.
A veces, perfecta realidad. Otras, abismo.
Otras veces, sólo soy real en Cartagena.
Y esa sensación me asfixia.

 

VOLADURA CEREBRAL

Me mostró a lo lejos,
gracias a un hermoso claro de luna,
los restos de varias ciudades.
Stendhal

En Budapest está atardeciendo,
como en Túnez luego o en Alejandría,
dorando las playas, tejidos y chabolas.
En Nueva York se desperezan las avenidas,
todo es ruido y humo
y los taxis pitan aquí y allí.
En Venezia suben las aguas
al rezumar de las campanas en San Marcos.
En Fez cantan los jóvenes
y las mesas se llenan de té y miel.
En San Petersburgo las viejas calles
se queman con el frío vodka.
Palermo se enfurece al paso del tráfico.
Maldita sea:
tú sigues aquí,
en un pasillo infinito,
en un mundo sin alma,
donde lo mejor sería volarse la cabeza.

 

DESDE RIALTO

Suplico al tribunal con todo mi corazón
que tenga a bien dictar su fallo.
De El Mercader de Venecia

Me fascina esta vista desde Rialto.
Los pies se me han congelado,
pero ahora qué más da.
Estoy sola, en Venecia,
desolada por el tiempo,
adornada de fina purpurina
como el rastro de un caracol.
Admiro tus calles, tus curvas, tu humedad tangible.
Sabed que aquí,
en este preciso momento
-en este punto exacto de la ciudad-,
se vertebra toda mi existencia.

 

LAS ESTATUAS DE RODIN

Hay tanta soledad en ese oro.
Borges

El avión asciende y miro,
como Baudelaire,
el mundo desde arriba.
La vieja París se aleja:
las rudas calles y sus iglesias,
los muros que tanto han visto.
Veo las palabras cayendo,
mezclarse silenciosas con la ciudad que duerme,
con esa ciudad eterna.
Pero desde aquí todo es distinto.
Ya no se lee, y ¿qué es la música?
Sólo se come,
se engulle el alimento zafio y maloliente
vendido al peso.
Ya nadie observa.
Ya nadie mira las estatuas de Rodin.

Qué previsibles somos a veces,
y a veces cómo sobramos.

 

ÁLVAREZ BEBIENDO AL CLARO DE LUNA

Esta noche me espera
el amor
en tus labios.
Héroes del Silencio

Sé tú misma.
Propercio

Sírveme, Lucita, otro ron con miel.
Deja que huela tus caderas al pasar entre las mesas.
Quizá esta noche aquí sólo merezca eso la pena.
Y luego, cuando acabe tu turno,
baja conmigo a la playa de San Juan,
y ahoguémonos juntos
en esa mar que no cesa.

 

ULTIMA NOCHE DE MMXI

Disculpa esta torpeza
de andar siempre buscando
cerezas en el olmo.
Katy Parra

I
A veces la reflexión espera solidez.
Estás hundido en un Hades profundo
y oscuro como la piel de la pantera,
lejano como el sonido de la piedra
al tocar el fondo del pozo.
Si al menos hubiera un solo papel
en blanco donde escribir…

II
El reloj avanza hacia la media noche
despacio.
El vino de Sauvignon fluye como la sangre.
Notre Dame palpita y sufre el amasijo de carne
sedienta de noche.
Miro por la ventana y sólo hay un triste patio de luces
que parece llamarme al vacío.

 

CASILLERO DEL DIABLO

Y luego, en otoño, el aire seco y vibrante,
cargado de áspera electricidad estática,
que inflama el cuerpo bajo la ropa liviana.
Durrell

La vida puede ser hermosa
con esos pequeños gestos mundanos,
o cuando escuchas un disco de los Dire Straits,
o con un paseo otoñal en esa mar nuestra
que nos vio nacer y nos nace siempre.
Con una boca carente de pudor y soberbia
cuando muerdes la manzana podrida
del deseo,
y caes torbellino abajo
al fondo más oscuro de la mente,
donde hay unas bragas
y esperma y sangre y tú luces como nunca.
O con las viejas fotografías de mi abuela,
dichosa sobre su moto azul,
donde siempre me parece estar ahí,
retratándola.
Cuando esos crepúsculos
que no son ya rojos, sino dorados y eternos,
clavados para siempre en tu retina,
a fuego en Istanbul, en Buda tatuados.
Con el blanco y negro de algunos filmes,
el grito de ¡Marcello! en la Fontana,
las risas de esas chicas que se abren al mundo.
La copa de vino que empapa tus venas,
el verso que arrastra y araña,
que embruja -oh, sí, esas lecturas
de noches adolescentes-.
Con una conversación, quizá;
una cena en Roma bajo aquellas farolas
amarillas, como las de Pérgamo,
y ese cubata agrio que nos hizo reír en Atenas.
Pero luego,
¿qué hay detrás de todo aquello?
¿comprenderemos algo al final del trecho?
Somos objetos vacíos
que alguien guarda en una caja
por si el futuro.


CARTA DE DESAJUSTES

Mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado
lleva en sí el negro sol de la Melancolía.
Nerval

Enciendes un cigarro y miras a tientas;
archivas uno a uno los detalles del naufragio,
el porqué de este silencio atronador
que no explica nada. Todos
se han marchado en apenas un susurro,
sin una despedida en condiciones.
Alguien se ha dejado unos guantes
y ves un zapato de tacón que no reconoces.
Vagabundeas por la casa con restos de alcohol
en ropa, boca y manos.
La mesa que dejasteis sigue donde antes,
con los vasos medio vacíos o llenos de colillas,
y algún trozo de pan ya duro.
Hay manchas en el mantel de vino,
cáscaras y bolitas de aluminio
hechas a conciencia por la rubia silenciosa
que no dejaba de mirarte.
No ha perdido la casa el olor a noche cerrada,
la mezcla súbita de ginebra y ron.
Es tarde. O temprano.
Cuando te levantes dentro de unas horas
y vuelvas a ser tú, el lúcido diurno,
quizá alguien haya limpiado la casa,
haya recogido botellas, ropa y drogas,
pero la sensación será la misma,
y desearás meterte de nuevo en tu cueva.


LO NECESARIO EN ESTE PRECISO MOMENTO

No voy a abrir el telón para alegrar al público
con un juego de palabras.
Federico García Lorca

Sentir
Como decía el Poeta que sentía
La cornada de la Poesía en la obscuridad.
Alfredo Rodríguez

Qué más da,
si se trata de sentir en la carne una palabra,
una imagen o una nota,
sea la que sea, con los recursos que sean.
Es hacer tuyo algo tatuado por otro
y beberlo hasta saciarte.
No es la hipálage o la rima,
ni el adjetivo preciso siquiera o la melodía.
Es el fogonazo, la chispa que atraviesa.
La sangre del rasguño.
Quizá no haga falta nada más:
o Lou Reed al micrófono para mí,
o las ondas hipnóticas del agua
con el verde de la menta y el rojo del geranio.
El cigarro como autómata en mi mano,
algo de Biedma o Stevenson.
Y es suficiente.
Quizá ya no merezca la pena el presente,
ni siquiera rezar a dios -uno o los que sean-.
Sólo observar el deterioro del mundo
y la caza de un pasado
que nunca volverá.


ARRÊT D´URGENCE

Después de la agonía en lugares de piedra.
T.S. Eliot

Qué se ha de hacer en uno u otro momento
lo sabe cada uno -si lo sabe-.
Los cuándo y porqué. Los cómo.
Momentos estrechos como embudos,
el pasillo turbio donde no se oculta el miedo,
el frío de las seis de la mañana en los párpados,
el disparo hueco a media tarde en la sien,
el yo más cercano desvaneciéndose
como la casa que ya no tiene techo ni marcos.
Cada uno sabe cuándo abortar la misión,
cuándo elegir entre agua o vino,
cuándo leer a Pound o Tácito,
dejar lo que estorba, lo que sobra.
Ir a lo seguro.
Seguir tu propia intuición en la huida
y buscar la salida de emergencia cuanto antes.

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