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Terror, horror, política y locura: Fenomenología del miedo

1 febrero, 2019

Leía un texto titulado La muerte del verdugo cuando me llegó la invitación de Patricia Alvarenga a venir a Costa Rica. Publicado por Hispanic Issues on Line, este texto hablaba sobre la verdad, justicia, reparación, estado de derecho, pero también sobre mentiras, artilugios, y robos de discurso, de la entropía que causa el encabalgamiento de soberanía y mercados, del éxodos de poblaciones y creación de pueblos y de soberanías criminales…


Leía un texto titulado La muerte del verdugo cuando me llegó la invitación de Patricia Alvarenga a venir a Costa Rica. Publicado por Hispanic Issues on Line, este texto hablaba sobre la verdad, justicia, reparación, estado de derecho, pero también sobre mentiras, artilugios, y robos de discurso, de la entropía que causa el encabalgamiento de soberanía y mercados, del éxodos de poblaciones y creación de pueblos y de soberanías criminales. Igual hablaba sobre el arte, la imagen, las figuras retóricas que tocan con las manos el cuerpo del tirano. Mas, el asunto germinal de dicho texto era la justicia: unos alegaban que justicia y venganza se daban la mano; otros la circunscribían al plano judicial. Si los primeros expresaban el deseo de ver el cuerpo del verdugo desangrarse en el espacio público, los segundos pensaban que sentarlo en el banquillo de los acusados constituía una retribución más acorde con los derechos humanos. Al mismo tiempo que leía estos ensayos participaba en un grupo de debate sobre memoria, trauma, y narrativa en el que discutíamos esos asuntos con neurólogas, psicoanalistas, filósofas y críticas culturales y, dentro de los argumentos de más interés que encontré en las lecturas estaban, primero, la distinción entre terror y horror y luego la discusión sobre memoria y narrativa relacionada al funcionamiento del cerebro y el trauma.

Leo con incredulidad que en el siglo XX cerca de cien y ciento cincuenta millones de personas han muerto en actos de violencia y que las categorías políticas no bastan para explicar este sinsentido universal. Adriana Cavarero visita la distinción entre terror y horror; Cathy Caruth entrelaza violencia, memoria y trauma; Catherine Malabou explica la plasticidad del cerebro. Esto muestra que, en paralelo a los actos masacrales, un grupo de mujeres profesionales ofrece otra lectura de ‘lo político,’ y realiza una fuerte inversión en registrar el impacto que esa fenomenología del miedo ejerce sobre el cuerpo—vísceras, células, cerebro. En este trabajo sigo dos hilos de tales averiguaciones: la distinción entre terror y horror, y entre guerra y terrorismo. Los espacios de estas prácticas en campos cerrados o abiertos entrelazan trauma y prácticas psicóticas del poder.

La diferencia entre terror y horror reside en un desplazamiento de la mirada: si desde el poder, terror; si desde la víctima, horror. Se trata de dejar de ver el mundo desde el guerrero y empezar a verlo desde el inerme—de esos llamados ‘daños colaterales,’ donde la guerra es total, asimétrica, unilateral a la usanza colonial. En esta modalidad, todos los seres humanos inermes somos vulnerables. Cambio de registro:

Desde la pantalla del televisor veo una hilera de motociclistas esperando la marcha que pronto dará una vuelta de noventa grados y los verá de frente. Los van a atacar, me digo, desde la lejanía que me otorga la realidad virtual. La marcha multitudinaria en honor de los caídos se había organizado para el día de las madres. Entro en suspenso y me repito, los van a atacar, pero recapacito—el evento es masivo, contundente, multitudinario, al aire libre, televisado. Mas dispararon a matar. En la estampida los francotiradores logran mas de una decena de muertos y varias de heridos. No los agredieron de frente, como me temía, sino en sesgue, el rostro cubierto, disfrazados e invisibles, parapetados en el techo de un estadio. Las armas con las que dispararon eran de guerra, de alto calibre: sus nombres empezaron a ser del dominio público. Les tiraron a matar pero no estábamos en guerra. Cambio de registro

Etimológicamente, dice Cavarero, terror comparte la raíz de ter (temblar) y temo o treo (miedo). Físicamente, el terror hace temblar el cuerpo; psíquicamente, lo petrifica. La fenomenología del miedo por un lado impulsa la fuga, mientras, por el otro, la frena. Horror deriva del latín horreo que, como phrisso, en griego, significa poner los pelos de punta: Treo, pheugo y fhobos son imagen de un orden que se rompe—terremoto, trastorno, multitud en estampida, pánico que se trasmite cuerpo a cuerpo, en una adyacencia de carne trémula ante la densidad e intensidad de la amenaza. Pero nosotros no estamos en guerra.

La imagen cultural, en La Iliada, dice Cavarero, es la de Atenea, la hija de Zeus, que entra en la guerra de los dioses “flanqueada en el centro por la horrible cabeza de la Gorgona, rodeada de Fobo (el pánico), Eris (la discordia), Alké (la fuerza defensiva) y el tremendo Ioké (la persecución)” (Cavarero, 31). Cortejo del horror ordenado en un simple sintagma! Imaginemos la densidad e intensidad que experimenta un cuerpo inerme ante tal presencia. Cambio de registro:

Muy pronto, todo escaló. Los encapuchados se tomaron las calles de ciudades y poblados. Metralla en mano, rostro cubierto, avanzan en grupos de 8 o 10 en fondo; o montados en camionetas descubiertas para que los vean. Toman posesión de todo. Al verlos, el cuerpo tiembla. La mirada fija en los encapuchados. ¿Quiénes son; de dónde vienen? ¿Acaso delincuentes sacados de las cárceles, narcos, mareros salvadoreños u hondureños, el ejército? Locura andar fusil en mano disparando; locura andar averiguando. Entramos en schock.

Shock “es el resultado de un golpe, algo que no puede, de ningún modo, anticiparse, repentino, que viene del exterior y nos bota,” (235) pronuncia Catherine Malabou. El trauma presupone un encuentro con nuestro propio destino psíquico; el trauma es una resonacia, despierta dentro de nosotros un fantasma, el de la muerte; luego vendrá el de vida, eros, la erótica del horror, su estetización en espectáculo—terror, horror, locura. El encuentro sorpresivo e inesperado hieren física y psíquicamente y hace de nosotros lo que Malabou llama ‘los nuevos heridos.’ Para ella, el terror impone múltiples versiones de intrusiones externas que trauman. Brutales como son, destruyen la textura simbólica de la identidad del sujeto y rinden toda clase de internalizaciones, reapropiaciones o resubjetivizaciones imposibles porque ciertas regiones del cerebro han sido destruidas. El trauma es una borradura del aparato de pensar. Cambio de registro:

Tratamos de permanecer serenos ante el golpe—tratamos. Tratamos de refugiarnos en los muertos hechos héroes. El léxico diario se militariza—era una Kalashnikov, aka 47, M1, rifles automáticos con miras telescópicas. Y no, no estamos en guerra! Las redes sociales rebosan de reportajes, chats, twits, fotografías, caricaturas. Los organismos internacionales llegan al país y constituyen el soporte o aclaje de la vivencia diaria hasta llegar a tres palabras claves: desaparecidos—como en la Argentina; éxodo—como en las migraciones; locura—como en el de los que combaten en la guerra. Pero no estamos en guerra. La experiencia continental se torna archivo febril: la guerra sucia en patio propio; la verdad histórica, la búsqueda de los hijos desaparecidos, la identificación de los lugares de memoria, la figura materna que vino a representar la lucha feroz contra el olvido y por la retribución de la justicia. Cambio de registro

El horror tiene nombre de mujer: Medusa, hermana fatídica de las Gorgonas cuya arma mortal es la mirada. Para destruirla, Perseo evita verla a los ojos porque paralizan. El cara a cara causa repugnancia porque el crimen ontológico focaliza la vulnerabilidad total. En la mirada, contemplamos la propia desfiguración. Miradas que matan, boca abierta de par en par en alarido sin vibración acústica, gemido inaudible, grito mudo. Verla es un juego especular: uno la ve y uno se ve en ella; uno ve la propia angustia en la del otro. Es un horror que busca destruir la unicidad del cuerpo y juega con la constitutiva vulnerabilidad de la carne que desbarata la unidad simbólica. Su imagen desconcierta por la contiguidad mujer-madre y por lo inerme de la infancia. Esa adyacencia potencia el efecto de la repugnancia. Pero Medusa no es madre; es rostro sin cuerpo, gorgo-neion, mujer sin regazo, contraparte de Pandora cuyo útero era «vasija» de todos los males—cuenta Cavarero. Horripilante y horripilada, encarna el horror en sus efectos, como Coatlique, madre de Huitzilopotchtly, dios de la guerra—seres trans porque cruzan el umbral masculino/femenino, humano/animal; imágenes del poder del mal (en el sentido francés) que lleva a revisar el promptuario de mujeres notables— Medea, la infanticida, Electra, la parricida, Ifigenia, la sacrificada, Malinche, la traidora. Se trata de matar pero antes de matar, asustar. Cambio de registro:

Desde la seguridad de mi aposento en Estados Unidos, veo un video que me mandó una amiga sobre lo que pasaba en un vecindario. Tras el hilo de luz que deja una cortina apenas entreabierta, veo lo que ven los que hablan: un conjunto de hombres encapuchados vestidos de azul. “Ahí van,” dice una voz de hombre. “Shhhh, callate,” dice la voz de una mujer, “te van a oír.” Todo en susurro, conteniendo el aliento: ellos dentro de su cuarto y yo dentro del mío. Las armas que portaban esos hombres, con la ligereza de una bolsita de trapo del mercado, eran de alto calibre—AKA MS, FALC, GALIL, M16, AR15, RPG7. Pero no, no, no, no, no estamos en guerra. El sigilo de afuera y el sigilo de dentro paran el corazón. No estaba viendo una película aunque veía una imagen; estaba siendo testigo de una escena de terror, los que hablaban y yo horrorizados. La vulnerabilidad de aquellos que estaban del otro lado de la pantalla y de los que grababan el instante a cuenta y riesgo propio era también la mía, aun si yo estaba a miles de millas de distancia de ellos. La discordia, persecución, pánico y también la incredulidad, impotencia, deseo de borrar el instante se acumularon con fuerza y su densidad me paralizó. Ellos y yo, en escenas distantes, eramos lo mismo. Cambio de registro.

Hablemos entonces de guerra: la convencional presupone una violencia recíproca, un enemigo real que hay que eliminar físicamente según Carl Schmidt; las de hoy son a la usanza colonial, guerras sin cuartel, ensañadas contra el inerme. Leídas desde el cuerpo de los muertos y del trato a los cuerpos de los muertos, perspectivas y conceptos cambian, pues, cómo hablar de lo que enmudece, del grito sin vibración sonora? Bellum rima con duellum pero nadie piensa al guerrero como duelista y menos como asesino, especialista en homicidios cuerpo a cuerpo y a sangre caliente—asegura Cavarero. Cambiemos de registro.

Alvarito Conrado apenas tenía quince años cuando lo mataron: pedía que no lo dejaran dormirse, por favor, porque si se dormía no podría ya despertarse. En el hospital rehusaron atenderlo. Andaba llevando agua a los estudiantes refugiados en la catedral. Cuando vi su rostro vi el de mi nieto de quince años. Seguramente también podría estar muerto.

La guerra vulnera el estatus ontológico constitutivo del ser humano. Somos esencialmente heribles. En y por la herida, como trauma sufrido, la atención se desplaza hacia el otro y se reconoce la común condición de vulnerabilidad que evidencia la total dependencia con el otro. Se abandona la lógica del sujeto absoluto, auto-suficiente, racional, individuo que se sostiene negando su propia vulnerabilidad y dependencia y se opta, como aconseja Judith Butler, por una ontología de la vinculación, sujeto abierto y expuesto al vulnus primario, el de la dependencia absoluta del neo-nato con su madre. Cambio de registro.

Día a día lo único que hacemos es hablar de política. Nos preguntamos si se irá a componer la situación, si durará una decena, si el país va a colapsar. Seguimos con atención cada una de las palabras pronunciadas en los noticieros; estamos atentos al rumor que nos cuente cualquier persona conocida; tomamos el pulso al país que gira y en el que el léxico es el trazo y la huella, la memoria de lo inalcanzable; estamos atentos a los visitantes. Sospechamos que están negociando, empezamos a oír la palabra reconciliación y en eso alguien pregunta: ¿‘y los muertos?’ Cambio de registro.

Testigo integral, según Primo Levi, es el que ha probado a fondo el horror, visto a la Gorgona a los ojos, los dominados Musel-mann, seres sin sentido de respuesta, reducidos a un manojo de funciones biológicas, incapaces de observar, reflexionar, desear, instancias del mal que ha perdido su objetivo—como decía Hanna Arendt en una de esas frases que enmudecen. Los centros de reclusión son fabricas de desensibilización, regímenes de terror político; son campos de experimentación biológica y social, reducen el ser al instinto—si, dije al instinto. En ese espacio la política no es una posibilidad porque el vínculo humano se ha perdido, como se ha perdido la relación constitutiva con el otro. En el confinamiento solo prevalece el hambre de vida y la anulación de todo sentido de relación. Cambio de registro:

Pregunta el periodista a un miembro de la CIDH: qué es lo que ha podido percibir y ella responde que uno de los últimos comunicados es relativa a la detención de personas que participaron en los tranques y que han sido identificadas. Tenemos una muy seria preocupación, dice, y en ese informe lo manifestamos sobre el deterioro de las condiciones de salud de las personas detenidas que con el paso de las semanas y los meses y la falta de acceso a la medicación para algunas enfermedades crónicas estarían casi en riesgo de vida; también tenemos testimonios de que en el interior también estarían siendo afectados los derechos de algunas comunidades en forma si no masiva por lo menos en un número cuantiosos. Cambio de registro.

Pienso en que “Una lengua se muere a partir de un nudo de silencio. Allí dentro está encerrada una palabra que es una frase, que es una historia agonizando sin poder extinguirse… Ningún idioma es inocente de la historia que lleva a cuestas. La tragedia, pronunciada por decente gente de bien, se torna nudo de silencio, lengua muerta” (Strejilevich, 88).

Memoria, trauma, locura y erotización del horror

Hablemos ahora de dos de las instancias teóricas de articulación entre terror, horror, locura y política. La primera refiere a la relación política y trauma; la segunda, a la seducción de la perversión. La primera sigue la línea represión, repetición, cronología histórica vía examen del inconsciente como archivo; y la segunda, el goce de producir horror mediante el terror, esto es, gozar el espectáculo del cuerpo doliente. Todos los sentidos están involucrados en ese sufrimiento y goce. La primera vuelta se apoya en la teoría psicoanalítica; la segunda en la estética del morbo como espectáculo. Para la primera articulación me acompaña Cathy Caruth y para la segunda, George Bataille.

Memoria, trauma, locura—teoría psicoanalítica: Lo importante del trauma sostiene Caruth es que no solo es una experiencia sobrecogedora, perturbadora e inesperada de eventos repentinos y catastróficos sino también que no la podemos entender y lo que hacemos es repetirla, dilatarla, diferirla. Dicha experiencia es histórica pues ocurre en el espacio de una temporalidad colectiva, política, producto del encuentro con la muerte (nuestra propia vulnerabilidad) o de haberla sobrevivido. Lo importante para nosotros es que pensar el trauma nos posibilita repensar aquello destinado no a eliminar la historia sino a resituarla en nuestro propio entendimiento—entendimiento obstaculizado. Pero qué es lo que precisamente no se puede aprehender en el trauma y qué significa para la historia ser la historia de un trauma? Lo que no se puede aprehender es el evento mismo, la experiencia sobrecogedora. De ella solo se puede aprehender su huella, su inscripción; de ella solo se puede comprender su repetición y constante diferir. Así, por un lado, la memoria graba e inscribe, es un archivo, es el archivo de la memoria histórica, o del archivo del mal (en el sentido francés), y por el otro, el trauma disimula, destruye, prohíbe, la apropiación del evento por el poder que lo retiene y borra. Cambio de registro:

Es 8 de noviembre a eso de las 6 de la tarde, los noticieros de televisión nacional entran en cadena. Es la celebración del aniversario de la muerte de Carlos Fonseca. En la tribuna están el presidente y la vice-presidenta junto a sus invitados, todos miembros del Alba que han decidido reunirse en Managua en solidaridad con el gobierno. Veo las caras de los participantes y la repetición de la prosa de la insurgencia: no ha pasado nada. Solos las canciones sugieren algo de lo ocurrido puesto que hablan de reconciliación y triunfo: “Lo que queremos es trabajo y paz, juntos tiramos reconciliación, somos hermanos nos reconciliamos.” “El pueblo unido jamas sera vencido.” Cambio de registro.

Este archivo del mal marca la historicidad de nuestro siglo, constituida no por eventos que crean su propio recuerdo sino por esos que lo destruyen. Es por eso que el dato no es de inmediato acceso al entendimiento. De ahí la metáfora del psicoanálisis como excavación arqueológica, descubrimiento de eventos que emergen ocasionalmente a mostrar señas de su presencia, no objetos perdidos sino escrituras perdidas. La inscripción del dato invoca la escritura, impresiones escritas en las células madres del cerebro, dirán los neurólogos que estudian las condiciones de estrés post-traumático. El cerebro tiene plasticidad: en su dimensión estética—tiene maleabilidad escultural; en la ética—solicitud, ayuda, reparación; y la política—responsabilidad de dar y recibir. Hablar de la plasticidad del cerebro es hablar de la vida en común. El acto psicoanalítico es maleable: no solo revela lo que es reprimido sino reprime de nuevo lo que ha sido inscrito. Cambio de registro:

Se levantaban dos expedientes, uno con el mal real y otro ficticio para esconder el diagnóstico de bala en la cabeza, cuello y tórax. Las tomografías revelaron que las balas eran de alto impacto, disparadas desde lo alto, a distancia, y procedente de armas como la ametralladora PKM. Tenían la voluntad de matar. El hospital negó la atención, bloqueó la entrada y se usó de cuartel para dispararle a los estudiantes y a los que hacían los tranques. Muchos miembros de Fetsalud atacaron a los manifestantes y llamaron a los paramilitares. A los que lograban llegar al hospital, ya asistidos por otros médicos fuera de él, les quitaban los líquidos, se les substituía el suero por agua. Los paramilitares se metían a los quirófanos donde los heridos se debatían entre la vida y la muerte. Cambio

La memoria archiva su propia historia y así testimonia lo nuevo de la historia o una historia nueva que no asimila sino solo repite. Lo que no es asimilable se sumerge pero deja su huella y constituye la historia como borradura de su propia memoria—es decir, de eso que no es asimilable por chocante. La memoria inscribe y borra y el psicoanálisis, al proponer el inconsciente, viene a constituirse en el mejor testigo de ese régimen de memoria histórica. El trauma es la huída, el estado de fuga, la acción diferida que va dejando la huella. El trauma es la memoria de la desmemoria, substituida por el olvido, huella o trazo, como enigma—como si para recordar lo olvidado u olvidar lo recordado. El trauma instaura la locura como régimen: lucha trabada entre lo que se quiere y no se quiere saber—la huella del pie de una mujer sepultada en un terremoto (Acahualinca), o de un golpe que deja perplejo, cenizas de la historia, archivo guardado pero perdido, historia constituida por la propia borradura de su propia memoria. Lo reprimido es confuso, inaccesible y preservado. Juntar psicoanálisis y archivo abre la posibilidad de la relación entre historia personal y colectiva. El psicoanálisis se piensa así como ciencia del archivo.

Erotización del horror—estética del morbo: La segunda vuelta es la articulación política y locura y la espectacularización del horror. La pregunta dura es, ¿se puede erotizar el horror? ¿Hay goce en el genocidio? George Bataille habla de la coincidencia entre erotismo y sadismo, erotismo y crueldad y hunde su pensamiento en el perverso enredo entre densidades teóricas encabalgadas a complacencias morbosas de carnicerías donde convergen violencia, muerte, asesinato, y erótica. El parte de la distinción entre finito e infinito y hace de lo finito un límite intolerable al hombre soberano (el individuo) quien desea su disolución en la totalidad del infinito. Esta desindividualización es de tipo orgiástico y violento: la facilitan la muerte y eros porque ambas realizan la fusión de cuerpos. La finitud individual viene aparejada estructuralmente a la destrucción y violencia que se ejerce sobre la carne herida. El horror borra la singularidad humana sobre la que opera el terror, violencia frenética de un destructor inmune a toda responsabilidad ética, sentido de lo político hoy.

Insólita es la confluencia entre libido y terror; atrevida la idea de la ruptura de los límites del yo que se experimenta en el frenesí sexual tanto como en la violencia sufrida por nuestros semejantes. Dolor y placer se enroscan en el éxtasis. Solo mediante este retorcimiento y audacia teóricas podemos entender las prácticas de lo político por hombres que ostentan los altos puestos de la administración pública de sus países—ebriedad psicótica, goce del horror. Bataille favorece las representaciones medievales del infierno: cuerpos violentados, destrozados, desmembrados, que rompen los límites y aniquilan la singularidad irremplazable e insustituible de toda persona; también privilegia la experiencia de Gilles de Rais, pedófilo que desahoga su violencia sobre los niños, inermes por antonomasia. Susan Sontag llama a toda imagen de este tipo pornografía, lo repulsivo fascinante. El horror como espectáculo; la apetencia por visualizar degradaciones y mutilaciones, es tendencia de la estética y de lo político contemporáneo; en ambas, no solo miramos, también imaginamos esos cuerpo desmembrados y torturados en los espacios de desensibilización humana en nuevas formas de intimidad en la que los cuerpos al explotar se confunden y funde en la comunidad de la muerte.

El texto que he leído hoy es un texto descoyunturado en el que uso deliberadamente la juxtaposición de registros para interrumpir el flujo narrativo. Del mismo modo he elegido la presentación suelta de imágenes y conceptos que en su desorden hablan de la caoticidad del mundo en cuya urdimbre se ubica la estrecha relación entre terror, horror, locura y política y sus residuos en la memoria y el trauma. La figura emblemática para representar la profunda teorización del afecto es la del cuerpo físico y sus reacciones biológicas articuladas a políticas psicóticas. La Gorgona encarna la universalidad de la condición humana a partir de un mujer decapitada y enloquecida. Los espacios donde se fabrica el espanto, sus características, métodos y rendimientos productivos subrayan el acercamiento de modernidades centrales y periférica en el colapso de la distinción entre guerra regular y guerra colonial. Las imágenes madres son todas de mujeres; los textos que me acompañan, casi también. Esto no es casual sino decisión deliberada por documentar el viraje hacia formas de pensamiento filosófico elaborados desde una sensibilidad de mujer que propone nuevas estrategias de lectura de los acontecimientos presentes sellados por instancias febriles de poder. Mi intención hoy ha sido mostrar las geografías globales asediadas todas por estrategias que se dirían psicóticas en el ejercicio del terror y las vivencias del horror, condición de posibilidad de lo político. Cambio de registro:

Les tiraban con precisión: a matar, en el cuello, el tórax, la cabeza—los querían muertos.


NOTAS

1 La muerte del verdugo. Reflexiones interdisciplinarias sobre el cadáver de los criminales de masa.  Sévane Garibian (ed).  Barcelona: Miño y Dávila Editores, 2016.  Vale la pena incluir parte de la descripción del libro: “La muerte de Jorge Rafael Videla se inscribe en un decenio marcado por el fallecimiento de numerosos criminales de masa. Ésta sigue a las de Slobodan Milosevic, Augusto Pinochet, Saddam Hussein, Osama Bin Laden o Muamar el Gadafi. En todos los casos, las preguntas que abren estas muertes tan singulares son idénticas, aunque se sitúan en contextos diferentes: ¿cuándo y cómo fallecieron esos criminales? ¿Qué hacer con sus restos? ¿Cómo aprehender su herencia, la memoria de su persona y de sus crímenes?” Hispanic Issues Online. Volume edited by Sévane Garibian, Ana Forcinito and Zahira Aragüete-Toribio
2 Dice Cavarero: “Si se observa la escena…desde el punto de vista de las víctimas inermes, en lugar del de los guerreros….el objetivo se desvanece y el medio cobra sustancia. Más que el terror, lo que sobresale es el horror” (15). Adriana Cavarero. Horrorismo. Nombrando la violencia contemporánea. México: Anthropos y universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Iztapalapa: 2009
3 Catherine Malabou. “Post-Trauma. Towards a New Definition?” Telemorphosis: Theory in the Era of Climate Change, Vol. 1 Tom Cohen (Ed). Open Humanities Press, 2012. htpp://hdl.handle.net 2017/spo.10539563.0001.01
4 Golda Meir, Theresa May, Margaret Thatcher, Park Geun-hye, Jiang Qing, Madame Mao, Michel Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, Violeta Chamorro, Rosario Murillo, Angela Merkel, Dilma Rousseff, Aung San Suu Kyi, Nguyen Thai Binh.
5 “Llamado a reconocer los restos de la hija—una joven chechena que se había hecho saltar por los aires con un cinturón cargado de explosivos— un padre declaró: «De mi hija había quedado sólo la cabeza. Tenía los cabellos des- greñados, como si hubiese sido el viento el que se los desarreglase. […] Además de la cabeza habían quedado…un hombro y un dedito con la uña. Puse todo junto en el paquete. De Ajza no quedaban más que unos cinco o seis kilos, no más» Julija Juzik, Le fidanzate di Allah, Manifestolibri, Roma, 2004, p. 29 en Cavarero, 25
6 Entre los supervivientes…había también una mujer que logró coger un tren arrastrando consigo una maleta. La maleta no contenía ni joyas ni ropa, sino el cadáver de un niño, de su hijo…. no se trataba de un caso aislado: «varias mujeres que habían venido en ese transporte de Hamburgo llevaban realmente en su equipaje a sus hijos muertos (Hamburgo, 28 de Julio, 1943) Cavarero, opus cit, 55
7 Carlos Fernando Chamorro. Programa “Esta Semana 4 de Noviembre, 2018.
8 Nora Strejilevich. Un día, allá un día por el fin del mundo.Santiago de Chile: Lom, 2019
9 Cathy Caruth. Literature in the Ashes of History. Baltimore: Johns Hopkings UP., 2013 (origalmente 1955).
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Jinotepe, Nicaragua. Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. BA. Philosophy and Ph.D. en Literatura Hispánica de la Universidad de California, San Diego La Jolla, California,es profesora en The Ohio State University donde ejerce como Humanities Distinguished Professor of Spanish. Sus áreas de especialización son la Literatura y Cultura Latinoamericana, la Teoría Postcolonial, los Estudios Feministas y Subalternos con énfasis en Literatura Centroamericana y del Caribe.
Su último libro publicado se titula Hombres de empresa, saber y poder en Centroamérica: Identidades regionales/Modernidades periféricas: Managua: IHNCA, 2011. Títulos anteriores son:Debates Culturales y Agendas de Campo: Estudios Culturales, Postcoloniales, Subalternos, Transatlánticos, Transoceánicos(Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2011).
Es autora de Liberalism at its Limits: Illegitimacy and Criminality at the Heart of the Latin American Cultural Text.(University of Pittsburgh Press, 2009); Transatlantic Topographies: Island, Highlands, Jungle. (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 2005); Women, Guerrillas, and Love: Understanding War in Central America (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 1996);House/Garden/Nation: Space, Gender, and Ethnicity in Post-Colonia Latin American Literatures by Women (Durham: London: Duke University Press 1994); Registradas en la historia: 10 años del quehacer feminista en Nicaragua (Managua: Editorial Vanguardia, 1990); Primer inventario del invasor (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1984).
Ha editado los volúmenesEstudios Transatlánticos: Narrativas Comando/ Sistemas Mundos: Colonialidad/ Modernidad. With Josebe Martínez. (Barcelona: Anthropos, 2010); Convergencia de tiempos: Estudios Subalternos/Contextos Latinoamericanos—Estado, Cultura, Subalternidad(Amsterdam: Rodopi, 2001); Latin American Subaltern Studies Reader ( Durham: Duke University Press, 2001); Cánones literarios masculinos y relecturas transculturales. Lo trans-femenino/masculino/queer (Barcelona: Anthropos, 2001); Process of Unity in Caribbean Society: Ideologies and Literature (con Marc Zimmerman. Minneapolis: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1983); Nicaragua in Revolution: The Poets Speak. Nicaragua en Revolución: Los poetas hablan (con Bridget Aldaraca, Edward Baker, and Marc Zimmerman. 2nd ed. Minneapolis: Marxist Educational Press, 1981); Marxism and New Left Ideology (con William L. Rowe, Studies in Marxism. 1 Minneapolis: Marxist Educational Press, 1977). En la actualidad trabaja sobre abuso—en particular incesto, pedofilia y violación—tal como estos casos son reportados en los medios de comunicación.