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Un crimen en tiempos de ira

1 junio, 2020

Amalia Chaverri

El objetivo de este artículo es reseñar la última novela del escritor costarricense Carlos Cortés en la cual incursiona de nuevo en temas históricos y ofrece a los lectores su mas reciente texto, titulado El año de la ira con el -subtítulo (Ensayo sobre un crimen) publicado por la Editorial Alfaguara (2019).


El año de la ira, asesinato de Joaquín Tinoco, Ministro de guerra (1917 – 1019) de Costa Rica

El objetivo de este artículo es reseñar la última novela del escritor costarricense Carlos Cortés en la cual incursiona de nuevo en temas históricos y ofrece a los lectores su mas reciente texto, titulado El año de la ira con el subtítulo (Ensayo sobre un crimen) publicado por la Editorial Alfaguara (2019).

Antecedentes

Es pertinente recordar su primera novela histórica titulada Cruz de olvido (1999)  la cual reseñé como “una hiperbólica y espeluznante metáfora que denuncia, sin tapujos, la estrecha relación poder político/ corrupción/ ambición/ crimen a partir de dos grandes temas: El crimen de La Cruz de Alajuelita, y la relación, encuentro/desencuentro, entre padre e hijo” [1]  Además, siguiendo los postulados de Noé Jitrik [2], Cruz de olvido, al recrear ese espantoso crimen que conmocionó a la sociedad costarricense, califica como Novela histórica catártica en tanto no hay distancia temporal entre el escritor y el momento del acontecimiento.  En otras palabras, cuando la distancia temporal es mínima, es decir, cuando se hace novela histórica con lo inmediato y cuando los dos contextos se mezclan, se podría hablar de una novela histórica «catártica». (Jitrik; 1995:69). Ello, dado que el escritor, siendo periodista de un importante medio informativo, vivió paso a paso toda la historia de ese espeluznante acontecimiento.

En El año de la ira, el escritor incursiona de manera exhaustiva en los acontecimientos que rodearon el asesinato de Joaquín Tinoco, Ministro de guerra (1917 – 1019) y hermano de Federico Tinoco, Ministro de guerra, golpista y presidente constitucional de Costa Rica (1917 – 1919). La concresión de la novela, según comenta el escritor, fue una tarea de titanes que le tomó cinco años de investigaciones.

Volviendo de nuevo al teórico Noe Jitrik (1995) en su propuesta sobre las características de las novelas históricas, estamos, en este caso, ante lo que él define como Novela Histórica Arqueológica; es decir, “el intento estético de hacerse cargo de documentación histórica alejada en el tiempo y desde los medios en que se dispone de ese momento alejado”. (Jitrik, 1995: 68-69).  Es claro que el escritor sintió la necesidad de sacar a la luz un conocimiento incompleto, muchas veces olvidado, de nuestra historia.

Es pertinente acercarse, por lo que aportan a este texto, a lo que dos estudiosos: Leo Hoek, en La marque du titre (1981) y Gerard Genette en Seuils (1987) plantean como los “discursos exteriores al texto”: entendiendo como tal todo lo que antecede al inicio del texto en cuestión; en otras palabras, antes del inicio de la diégesis.  Son estos discursos, entre otros: título y subtítulo, introducciones, epígrafes, dedicatorias[3], considerando que un texto literario es también un objeto simbólico y mercantil.

Título y subtítulo

El título y el subtítulo definen las reglas del juego en tanto funcionan como condensadores de sentido y programadores de lectura. Siguiendo a Hoek, el título El año de la ira, a partir de la binomio año/ira, funciona como un operador temporal,[4] marcando el período determinado en que se “actúa” con ira, esta última como móvil de la siguiente acción según el subtítulo. Todo lo anterior connota violencia, agresión, crueldad y demás. El subtítulo Ensayo sobre un crimen, es un operador de acontecimiento/dinámico que “aclara” a qué condujo la ira. También la palabra Ensayo como “indicación genérica” implica ser un género cuyo valor principal es el de argumentar y reflexionar libremente sobre un tema. Además, hace honor a otra característica esencial del mismo, cual es la calidad literaria, prueba fehaciente del compromiso del escritor con la escritura.

Los epígrafes

La siguiente información que recibe el lector son cinco epígrafes[5].  Son los epigrafes textos intermediarios cuyos contenidos se encuentran“fuera del texto” (exergue) pero que, como citas, su función implica adelantar un comentario congruente con la propuesta textual. Son cinco los epígrafes que cumplen sobradamente con lo expuesto y hablan por sí solos.  Rescato el del siempre certero Jorge Luis Borges: “Así habrán ocurrido los hechos, aunque de un modo más complejo; así puedo soñar que ocurrieron”; de Vicente Sáenz (1920):  “De cada cien personas que pudieran llamarse cultas, concientes, de criterio mas o menos despejado, 95 apoyaron la traición del 27 de enero de 1917”.  El de Federico Tinoco (1928): “Sépase, pues, que no solo no lamento el pasado, sino que si tuviera que recorrer nuevamente el camino no trataría de variarlo un ápice”. Los otros dos son de Lincoln Valentine (1916) y de Leonardo Sciascia.

Dedicatoria [6]

Para Sandra Feer,
quien puso a disposición de un niño
su biblioteca y su corazón
para que pudiera imaginar.

Definen siempre un homenaje a una persona, a un grupo real o ideal, o a una entidad de cualquier orden. Se trata de una pariente cercana y el texto habla por sí solo.

Otros textos introductorios

Con el subtítulo Dramatis Personae se conoce un listado de los involucrados en los acontecimientos, dando los datos necesarios sobre la “función” que cada uno de ellos cumple dentro de la historia. Son ellos: “El círculo íntimo de los Tinoco”, “Los esbirros”, “Las víctimas”, “Los revolucionarios”, “Los testigos del asesinato de Joaquín Tinoco”, “Los presuntos asesinos”, “Los investigadores”. En cada uno de estos grupos, aparece el nombre profesión/función, o cualquier otro dato destacado de las acciones de los mencionados. Terminan los textos introductorios con una detallada Cronología, también bastante exhaustiva, que va de 1914 a 1975.

Todos estos textos introductorios y especialmente por tratarse de un texto histórico, son importantes, diríase que necesarios y esclarecedores, en tanto ordenan, revelan y pueden cotejarse con el orden de los acontecimientos, con quienes estuvieron implicados, con quienes testigos o con quienes esbirros.  Las características de todos ellos benefician a los lectores.

El texto

Por tratarse de una novela histórica y por sus características (suspenso entre otros) desborda nuestros propósitos referirnos en detalle al desarrollo de la acción y al día a día de los acontecimientos.  Valga únicamente lo siguiente.

Justo iniciado el texto surge la pregunta “¿Quién mató a Joaquín Tinoco?” que en adelante se irá repitiendo hasta el fin de la narración, donde en los penúltimos renglones se dice:  “Aun así, ¿qué quiere que le diga?, cuando alguien me pregunta quién mató a Tinoco me dan ganas de decirle que nadie, que sigue vivo.

En adelante desfilaran ante los lectores, las fechas, el día a día, el paso a paso, el hora a hora, e inclusive el minuto a minuto (no exagero) de la cadena de acontecimientos que construyen una historia que golpeó a Costa Rica durante la segunda mitad del siglo XX.

Con minucia y detallados con sobrado rigor se conocerán: conspiraciones, sobornos, traiciones, intervenciones, envidias, odios, duelos, espionajes, represiones, martirios, crímenes, todo lo cual colmó esos tiempos muy lamentables para unos, tormentosos para otros y en extremo violentos para muchos.  No podían faltar las descripciones macabras de crímenes, muertes, cadáveres y demás.

El texto también detalla, con ironía, sobre costumbres de la vida doméstica y del diario vivir: desaires amorosos, celos, vestimentas, uniformes, casacas, botas federicas, peinados, espadas, comidas, chismografías. De igual manera los detalles y lo insólito de la huída de la familia Tinoco a Europa donde se afincó y no regresó nunca al país.

Como lo ha hecho Cortés en otras ocasiones, especialmente en Cruz de olvido, la ciudad de San José vive a través de la mención de gran cantidad de espacios urbanos.

Y, hay un juego de narradores de los cuales llama la atención la presencia, en alguna ocasión, del narrador en primera persona; por su tono, ello da respiros cuando la narración se perfila abigarrada.

El texto se cierra con unas fotografías de las honras fúnebres de Joaquín Tinoco, tomadas por Gomez Miralles, reconocido fotógrafo de la época.

Tal y como lo mencioné en relación con el género ensayístico, el texto argumenta y reflexiona libremente sobre un tema. El estilo es cuidado y “limpio” en extremo, difícil tarea en un texto con tal cantidad de información, ordenada asímismo en temáticas que giran alrededor del eje principal. De igual manera están bien “organizadas y distribuidas” las secuencias cronólogicas, propio de un texto histórico contemplado en todas su variables.

Todas las características mencionadas enriquecen la calidad literaria del texto.  No cabe duda que El año de la ira será de interés tanto para historiadores como para lectores entusiastas por los temas históricos.  Su lectura los hará incursionar, tal y como lo expresé, en momentos lamentables, tormentosos y violentos de la historia costarricense.


BIBLIOGRAFÍA

Chaverri, Amalia. Cruz de olvido: Historia, ficción y catársis. Ixquic, Revista Hispánica Internacional de Análisis y Creación, Monash University, Número 3, Diciembre de 2001. Melbourne, Australia. 2001.

Cortés, Carlos. Cruz de olvido. Editorial Alfaguara, México. 1999.

El año de la ira. (Ensayo sobre un crimen), Editorial Alfaguara, México. 2019.

Genette, Gérard. Seuils. Éditions du Seuil, 27, rue Jacob, París VIª, France. 1987.

Hoek, Leo H. La marque du titre. Dispositifs sémiotiques d’une pratique textuelle. Mouton Éditeur, La Haye. 1981.

Jitric, Noe. Historia e Imaginación literaria. Las posibilidades de un género. Editorial Biblos. 1995.

https://concepto.de/ensayo-literario/#ixzz6CRif9bQl

[1] Un artículo sobre esta novela titulado Cruz de olvido: ficción/historia/catarsis, apareció en la Revista Ixquic, Revista de la Universidad de Monash, Melbourne, Australia. 2001.

[2] Noé Jitrik. Historia e Imaginación Literaria. Las posibilidades de un género. Editorial Biblos, Argentina 1995.

[3] Son también discursos exteriores al texto, el nombre del autor, la portada y contraportada, la editorial, entre otros.

[4] La nomenclatura por “operadores” es de Leo H. Hoek (1981) según el texto que aparece en la Bibliografía.

[5] La práctica de los epígrafes se remonta al Siglo XVIII, encabezando grandes obras. (Genette, 1987:137)

[6] Las dedicatorias se remontan a la Roma antigua.

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Magister Literarium Literatura Latinoamericana por la Universidad de Costa Rica. Profesora asociada de la Escuela de Estudios Generales de esa Universidad. Ha publicado en las revistas: Káñina: Revista de Artes y Letras; en la Revista de Filología, Lingüística y Literatura; en Escena, y en Herencia, todas publicaciones de la Universidad de Costa Rica, así como en En Comunicación del Instituto Tecnológico de Costa Rica.