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Recordando a Roque Dalton

1 junio, 2020

Carmen González Huguet

Con el fin de conmemorar el LXXXV aniversario del nacimiento del poeta salvadoreño Roque Dalton, y el XLV de su asesinato, los cuales se cumplirán, respectivamente, el 14 y el 10 de mayo de este mes, les hago llegar dos textos de análisis literario sobre dos poemas de ese autor.


Roque Dalton

I

Análisis de la obra Poema de amor de Roque Dalton:
Temática, contenido, métrica y figuras literarias

La temática de este poema se refiere a la situación de muchos salvadoreños en la época en que el texto se gestó (años sesenta del siglo XX, ya que la primera edición del libro donde aparece el poema, Las historias prohibidas del Pulgarcito, es de 1974 y fue publicada en la ciudad de México, D. F.). se trata de un poema de madurez, si se puede hablar de ello en un hombre que fue muerto cuatro días antes de cumplir cuarenta años. En 1974 Roque Dalton cumplió treinta y nueve años y fue asesinado el 10 de mayo de 1975.

El poema que vamos a analizar está formado, como la mayoría de los del autor, por versos libres. Esto es: sin rima, sin medida homogénea y sin esquemas rítmicos constantes. La temática que aborda es una representación de la marginación, o más bien, de los marginados, ya que las imágenes que nos va planteando nos dibujan el retrato de una nación de hombres y mujeres excluidos, sin acceso a ninguna forma de representación política, ni a la propiedad de los medios de producción, tal como era el caso de la mayoría de los habitantes de El Salvador en aquella época e, incluso, hoy en día.

La estructura del poema se asemeja a la de un decreto. La prolongada enumeración, que constituye la mayor parte del cuerpo del texto, son los “considerandos” de este decreto poético. Dicha enumeración, que describe una serie de hechos de explotación muy concretos, acumula un “crecendo” que se resuelve en los dos últimos versos. Ahí, donde el autor dice: “mis compatriotas,/ mis hermanos”, encontramos el verdadero epifonema.

Si bien el lenguaje, en la mayor parte del poema, es fundamentalmente denotativo, aquí y allá hay destellos de cierta connotatividad. Veamos la enumeración: 

  1. Los que ampliaron el Canal de Panamá/ “y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”). Acá conviene explicar que en 1904, cuando el gobierno de los Estados Unidos recibió las obras del Canal de Panamá de manos de los inversionistas franceses, esta mega obra de ingeniería estaba llena de problemas de todo tipo. Uno de los mayores era conseguir suficiente mano de obra, especialmente calificada, para continuar los trabajos. Además, la región era azotada por muy adversas condiciones climatológicas, topográficas y, especialmente, de salubridad. El paludismo y la fiebre amarilla diezmaban las filas de trabajadores y técnicos. En aquella época, y aún ahora, los funcionarios estadounidenses eran racistas. De modo que “clasificaron” a los trabajadores en dos grandes categorías: había un escalafón llamado “gold roll” para los trabajadores “blancos”, y otro llamado “silver roll” para los de origen amerindio, afrodescendiente o asiático. La paga y las prestaciones eran muy diferentes en cada bloque.[1] Es, pues, una expresión de la inequidad, la discriminación, la marginación y la explotación sufrida por los trabajadores solo por el hecho de no ser “blancos” estadounidenses.
  2. Los que repararon la flota del Pacífico/ en las bases de California. A partir del 7 de diciembre de 1941, a raíz del ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor en Hawaii, los Estados Unidos entraron a la Segunda Guerra Mundial para luchar en el bando de los Aliados contra las potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón. De manera masiva, los hombres estadounidenses fueron llamados a filas, creando un vacío en las filas de los trabajadores, que fue llenada por las mujeres y por inmigrantes llegados del resto del hemisferio. Por cierto, una hermana de mi madre, María Julia Huguet Cañas, fue empleada para soldar planchas metálicas destinadas a dicha flota, y ella realizó ese trabajo en un lugar llamado Presidio, en la ciudad de San Francisco, California, aunque dicho lugar no era ninguna prisión.
  3. Los que se pudrieron en las cárceles de Guatemala,/ México, Honduras, Nicaragua/ por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,/ por hambrientos… Acá el autor enfatiza la criminalización de la pobreza, fenómeno social que tanto golpea a los emigrantes, aún ahora. Acá el verbo pudrieron tiene un claro sentido connotativo. Igual sucede en el verso siguiente: los siempre sospechosos de todo. Y a continuación cita de manera supuestamente textual una nota judicial: (“me permito remitirle al interfecto/por esquinero sospechoso/ y con el agravante de ser salvadoreño”). Esta frase recalca de manera violentamente irónica la exclusión y la discriminación en razón del origen y de la nacionalidad. El término interfecto significa, según el Diccionario de la Lengua Española: “Dicho de una persona; Muerta violentamente, en especial si ha sido víctima de una acción delictiva”. Esto significa que el pobre hombre en cuestión fue presuntamente muerto por la policía, o por el representante de alguna otra autoridad competente, sin que probablemente se siguiera investigación o indagatoria alguna.
  4. Las que llenaron los bares y los burdeles/ de todos los puertos y las capitales de la zona. Alude acá al ejercicio de la prostitución y de la llamada “trata de blancas”, de la cual han sido, y desgraciadamente todavía son, víctimas innumerables mujeres que ayer y ahora caen en las garras del crimen organizado. Y a continuación menciona los nombres, reales o supuestos, de los lupanares donde dichas mujeres son explotadas.
  5. Los sembradores de maíz en plena selva extranjera. Esta es una posible alusión a las bananeras, en la costa norte de Honduras, adonde muchos salvadoreños emigraron durante buena parte del siglo XX, hasta que en 1969, a raíz de una reforma agraria impulsada por el gobierno hondureño, fueron expulsados violentamente de ese país y retornados a la fuerza a El Salvador, en un incidente internacional que dio lugar a la mal llamada “Guerra del Fútbol”.
  6. Los reyes de la página roja. Alude a la antedicha criminalización de la pobreza, con o sin fundamento real.
  7. Los que nadie sabe nadie de dónde son. Tan insignificante era hasta hace unos años El Salvador, que casi nadie sabía su ubicación geográfica. Hoy, a raíz de tantos hechos de violencia que se han suscitado en nuestro territorio nacional, esto ha comenzado a cambiar. Ahora no solo muchos ya saben, o tienen una idea aproximada, de dónde queda El Salvador, sino que empezamos, por el hecho de ser salvadoreños, a llevar cierto estigma sangriento y doloroso.
  8. Los mejores artesanos del mundo. Creo que al respecto sobran los comentarios.
  9. Los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera. A diferencia de los mexicanos, que son cosidos a balazos “solo” al cruzar una frontera: la que divide a México de los Estados Unidos, los inmigrantes salvadoreños tienen que cruzar tres fronteras: la de El Salvador hacia Guatemala, la de este país hacia México, y la de México a los Estados Unidos. En realidad, no importa de qué frontera se trate: en todas los inmigrantes salvadoreños (y otro tanto les sucede ahora a los hondureños) no son bienvenidos.
  10. Los que murieron de paludismo/ o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla/ en el infierno de las bananeras. De nuevo, estos versos aluden a las difíciles condiciones de trabajo, tanto en el Canal de Panamá (paludismo), como en la costa norte de Honduras. La barba amarilla (su nombre científico es Bothrops atrox) es una de las serpientes más venenosas de América Central.
  11. Los que lloraron borrachos por el himno nacional/ bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte. La nostalgia es un fenómeno común a todos los migrantes. Creo que este verso no precisa explicación.
  12. Los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,/los guanacos hijos de la gran puta… Este verso tampoco precisa mayor explicación. Sigue la enumeración de los excluidos. Guanacos es el término por el que son conocidos, coloquialmente, los salvadoreños, así como los guatemaltecos son llamados chapines, los hondureños reciben el nombre de catrachos, a los nicaragüenses se les dice chochos o nicas, y a los costarricenses, ticos.
  13. Los que apenitas pudieron regresar,/ los que tuvieron un poco más de suerte,/ los eternos indocumentados… Pocos sueños y deseos son tan recurrentes, también, para los migrantes que el del regreso. Ojalá, con éxito y con plata.
  14. Los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo… en estas construcciones idiomáticas, verdaderos neologismos, el autor concentra el sentido de lo que la pobreza y la exclusión obliga a hacer a los oprimidos.
  15. Los primeros en sacar el cuchillo. En general, las personas que han vivido carentes de casi todo tienen poca tolerancia a la frustración. Las respuestas violentas son aprendidas muy pronto en una sociedad que no se distingue por acoger solidariamente a nadie, mucho menos a los desposeídos.
  16. Los tristes más tristes del mundo. Por esta y otras razones, nada más frecuente que una actitud desesperanzada y deprimida ante un horizonte vital que ofrece tan pocas posibilidades de alcanzar la realización personal y la felicidad.[2]
  17. Mis compatriotas,/ mis hermanos. En estos dos versos, que constituyen, como dijimos, el epifonema, encontramos una conclusión golpeante e impactante no solo porque es el cierre justo de tanta acumulación de sentido, sino porque en estas cuatro palabras el autor se identifica plenamente con aquellos que ha venido describiendo de una manera pseudo-desapasionada.

Cuando Dalton asume no solo la identidad sino, sobre todo, el origen y el destino de los hombres y mujeres retratados en este poema, está planteando una opción de vida, pero también toda una ética que se convierte, en el caso de este autor, en una praxis política. Como él mismo dijo en otro poema: “Poesía/ Perdóname por haberte ayudado a comprender/ que no estás hecha solo de palabras”. Lo cual, por no hablar, por hoy, del contenido, es una verdadera imagen poética, porque no fue él quien le ayudó a comprender a la poesía tal cosa, sino al revés.

O, quizás, fue la misma realidad salvadoreña, tan monstruosa y desmesurada, la que le enseñó al poeta todo: la necesidad de una praxis política que alimentaba, y se alimentaba a su vez y simultáneamente, a y de su praxis literaria. Para cuando el libro Las historias prohibidas del Pulgarcito sale publicado, a su autor le quedan solo unos pocos meses de vida. Y cada una de las palabras en ese libro expresadas, como todas las del resto de su obra, las sostendrá, hasta su último respiro, con su propia vida.


BIBLIOGRAFÍA

[1] Ver: https://www.panamaviejaescuela.com/gold-roll-silver-roll/, consultado el 21 de mayo de 2019.

[2] Ver: Martín-Baró, Ignacio (1985). Acción e ideología. San Salvador, UCA Editores, segunda edición. ISBN 84-8405-051-3. El artículo, aparecido en 1973 en la revista ECA, fue publicado como un apéndice del libro. Hay versión digital: http://www.uca.edu.sv/coleccion-digital-IMB/wp-content/uploads/2015/10/1973Psicolog%C3%ADadelcampesinosalvadore%C3%B1oECA1973-28-297_298-476_495.pdf, consultado el 15 de abril de 2019.


II

Análisis del poema Por qué escribimos de Roque Dalton

Este poema que analizaremos es una composición en verso libre que pertenece al tercer poemario que Roque Dalton publicó en vida. Después de su obra debut: Dos puños por la tierra, publicada en San Salvador, en 1955, en coautoría con el poeta y revolucionario guatemalteco Otto René Castillo, y del poemario titulado Mía junto a los pájaros (San Salvador, 1958), Roque Dalton publicó otro poemario: La ventana en el rostro, en la ciudad de México, en 1961, con prólogo del escritor y militante de izquierda salvadoreño Mauricio de la Selva. La ventana en el rostro es una obra de juventud, ya que en 1961 el autor cumplió veintiséis años. Pero hay que matizar: a los veintiséis años Roque Dalton ya había pasado al menos dos veces por la cárcel, había luchado con éxito por derrocar al gobierno militar de José María Lemus, estuvo por primera vez en Chile, donde conoció a Diego Rivera, y en Moscú, en donde tomó contacto por primera vez con el llamado “socialismo real”. A pesar de sus pocos años, el autor ya tenía cierta andadura vital, política y literaria.

La temática de este poema es un verdadero Ars poetica, o Arte poético, esto es, una declaración de los principios en que se basa el trabajo literario del autor.[1] Nos entrega, explícitas, las razones por las cuales escribe. Y para explicarlas, recurre a una de las figuras literarias que le son más queridas, habida cuenta de las numerosas ocasiones en que echó mano de ella: la enumeración. De esta manera, construye una acumulación de hechos, cosas y gentes que van amplificando, como los círculos concéntricos en un estanque cuando alguien arroja una piedra, el sentido y la emoción en un “crescendo” que se resuelve al final, casi siempre en un epifonema lapidario[2].

De esta manera progresiva el autor va construyendo un tono emocional dentro de una serie de sintagmas verbales, que nada tiene de azarosa, ni de espontánea. No hay nada de improvisado ni de “natural” en este poema de Dalton. Por el contrario, cada término está colocado por una razón. Todo el primer párrafo gira en torno a un verbo principal: “Uno hace versos y ama”. El subrayado es nuestro. A ese verso corresponden tres complementos directos:

  1. La extraña risa de los niños. Este sintagma podría ser una metáfora de la infancia.
  2. El subsuelo del hombre/ que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda. Posible metáfora del proletariado urbano.
  3. La instauración de la alegría/ que profetiza el humo de las fábricas. Acá encontramos una posible metáfora de la revolución y alude nuevamente al proletariado urbano.

Aquí conviene hacer una nota al margen: cuando La ventana en el rostro fue publicado en México, en 1961, en El Salvador estaba formándose un sector industrial manufacturero de cierta pujanza gracias a la construcción de la primera presa hidroeléctrica con la que contó el país: la 5 de noviembre, conocida popularmente como “la Chorrera del Guayabo”, inaugurada el 21 de junio de 1954[3], durante el gobierno de Óscar Osorio (1910-1969), antecesor de José María Lemus. Fue este proyecto de infraestructura el que dotó al país de la energía necesaria para la electrificación de los principales núcleos urbanos y para el funcionamiento de las nacientes fábricas. Este fue el detonante para la aparición o, al menos, para el crecimiento a niveles masivos, de un importante proletariado urbano proveniente del éxodo del campo a la ciudad, proletariado que vino a asentarse en las nacientes “villas miseria” o cinturones de pobreza que comenzaron a surgir en los alrededores de la capital y municipios aledaños. Es a esta realidad a la que Dalton hace referencia. En el siguiente párrafo, el autor echa mano, una vez más, a la enumeración. Afirma: “Uno tiene en las manos..:

  1. Un pequeño país. Alude aquí, ¿qué duda cabe?, a la pequeñez territorial de El Salvador.
  2. Horribles fechas. Ya entonces, y más hoy en día, nuestra historia está llena de fechas nefastas. Podría ser una alusión velada a los sucesos de 1932.
  3. Muertos como cuchillos exigentes. El sentido es obvio.
  4. Obispos venenosos. Alude aquí al sector ultraconservador de la Iglesia Católica, plegado a los intereses de los poderosos.
  5. Inmensos jóvenes de pie/sin más edad que la esperanza. Al leer esto pienso en Víctor Manuel Marín, uno de los héroes, hoy olvidados, del levantamiento militar del 2 de abril de 1944, a quien Oswaldo Escobar Velado mencionó en un poema.[4]
  6. Rebeldes panaderas con más poder que un lirio. ¿Hay aquí una velada alusión a Salvador Cayetano Carpio, líder sindical del sector de panificadores?
  7. Sastres como la vida. Esta es una posible alusión al líder de izquierda Miguel Mármol, de oficio sastre.
  8. Páginas
  9. Novias
  10. Esporádico pan. Esta imagen, con su poderoso epíteto, aluden a la pobreza. En buen salvadoreño remite al refrán: Coyol quebrado, coyol comido.
  11. Hijos enfermos. Otra alusión, esta vez aún más violenta, a la pobreza.
  12. Abogados traidores/nietos de la sentencia y lo que fueron/bodas desperdiciadas de impotente varón. Convendría aquí trazar un vínculo de intertextualidad con el poema Vida, pasión y muerte del antihombre, de Pedro Geoffroy Rivas.[5]
  13. Madre,
  14. Pupilas, (Aquí la ambigüedad no está despejada: ¿se refiere a las pupilas de los ojos? En El Salvador se les llamaba, y todavía se llama así, “pupilas” a las señoritas que viven en habitaciones de alquiler. Con frecuencia se trata de jóvenes estudiantes que vienen a la capital a seguir estudios universitarios).
  15. Puentes,
  16. Rotas fotografías y programas…

Aquí conviene hacer otra nota al margen para señalar la poderosa selección de epítetos.[6] Para Roque Dalton, la risa de los niños es “extraña”, las ciudades son “ácidas”, tal vez por lo que tiene de corrosivo el paisaje urbano. En su poesía, la violencia queda retratada en esos “muertos como cuchillos exigentes”. Exigentes porque nos pedirán cuentas, en el sentido evangélico del término, y aquí el texto nos remite al pasaje de Mateo 25: 35-45: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer, etc.”. Y otro tanto sucede con los obispos “venenosos”.

Roque Dalton no alcanzó a presenciar el breve período durante el cual monseñor Óscar Arnulfo Romero fue arzobispo de San Salvador. El primer santo salvadoreño hubo de soportar la incomprensión, y virulenta oposición en algunos casos, de varios miembros de la Conferencia Episcopal salvadoreña, por no hablar de la campaña de difamación de la que lo hizo víctima un sector oscurantista del gran capital, que llegó a acuñar la ominosa frase: “Haga patria: mate a un cura”, a fines de los años setenta y primeros ochenta del siglo XX. Sería tema de otro trabajo explorar la posición de este poeta hacia una iglesia que, al menos en ciertos sectores, estaba cambiando en lo que se refiere a su papel social.

Hay una tercera enumeración, iniciada con el pronombre indefinido usado en un sentido impersonal, como en el famoso tango[7]: Uno se va a morir,/ mañana,/ un año, un mes sin pétalos dormidos,/ disperso va a quedar bajo la tierra/ y vendrán nuevos hombres/ pidiendo panoramas”. El sentido no puede ser más claro: la muerte, esa realidad ineludible que nos alcanzará a todos, tarde o temprano, va a suprimir a los testigos de esta época. La poesía es aquí, pues, testimonio de un tiempo concreto, de unos hechos históricos, de las acciones y omisiones de nuestros coetáneos.

La cuarta enumeración: “Preguntarán qué fuimos,/ quienes con llamas puras les antecedieron,/ a quiénes maldecir con el recuerdo”. La historia encarna, aquí, para Dalton, el juicio inapelable dictado por los marginados, por los desposeídos, por los excluidos, por los ofendidos (no en balde uno de sus libros posteriores se habrá de titular El turno del ofendido), por los olvidados, usando el término de la famosa película de Buñuel, contra los privilegiados, los sectores económica y políticamente poderosos, los usufructuarios de la riqueza de la nación, que debería ser para todos y no solo para unos pocos.

El epifonema no podría ser más contundente y se concentra en los tres últimos versos: “Bien./ Eso hacemos: custodiamos para ellos el tiempo que nos toca”. En la poesía de Dalton no hay vocablos colocados “porque sí” o antojadizamente. Cada palabra ha sido escogida con cuidado infinito. El verbo es claro: custodiamos. Según el Diccionario de la Lengua Española, custodiar significa, en primera instancia, “guardar algo con cuidado y vigilancia”, y en su segunda acepción: “vigilar a alguien, generalmente a un detenido, para evitar que escape”.

De esta manera, Roque Dalton nos está diciendo que, desde su concepción de la poesía, y del “deber ser” del poeta, este es el depositario de los hechos históricos de su tiempo, legado que debe guardar “con cuidado y vigilancia”, pero también que dicha historia es rehén de este custodio, en la figura del poeta, como representante de los desposeídos, de los excluidos, de los ofendidos y olvidados. En una palabra: de aquel que, como el profeta, es la “voz de los sin voz”. La doble significación del verbo custodiar nos indica que su selección y uso no fueron casuales: el poeta guarda, pero también vigila, para que no se tuerza la recta interpretación de la historia. En una palabra: la ortodoxia al estudiar y comprender los hechos de ese “tiempo que nos toca”.

Y ese “tiempo que nos toca” también juega con la ambigüedad del verbo “tocar”: a) Nos toca: es decir, nos atañe, nos corresponde, y b) Nos toca literalmente. Esto es: posa su mano sobre nosotros, nos percibe (y lo percibimos a la vez) a través del tacto, entramos en contacto con él, lo asimos, o nos toma con sus manos, y tiene, además, por esa cercanía innegable, la posibilidad de vulnerarnos, de golpearnos, de herirnos. El tiempo constantemente nos erosiona, nos desgasta, nos muele con los invisibles dientes de los años, los meses, los días, las horas, los minutos y los segundos.

No en balde la esgrima se considera “el arte de tocar sin ser tocado”. Y la poesía no deja de ser una forma superior de esgrima verbal. Nadie comprendió como Roque Dalton que la lucha ideológica se libraba, y se libraría, sobre todo en el lenguaje. Y de manera aún más especial en la poesía política. Al menos, tal como él la concebía.


NOTAS

[1] Acerca de lo que es un Arte poética, me permito citar a Mario Zetino () quien, en su artículo La poesía de David Escobar Galindo: Un viaje por sus textos esenciales, en la página 13, afirma que el arte poética, y se refiere a David Escobar Galindo, es: la declaración de principios poéticos, y también de principios vitales, del autor. Ver: Revista Akademos. Antiguo Cuscatlán, Universidad “Dr. José Matías Delgado”. Año 11 Vol. 2, n.º 29 Julio-diciembre 2017. ISSN: 1995-4743. Hay versión en línea: https://www.lamjol.info/index.php/akademos/article/view/6318/6046

[2] Figura retórica. El Diccionario de la Lengua Española define el término de la siguiente manera: 1. m. Ret. Exclamación referida a lo que anteriormente se ha dicho, con la cual se cierra oconcluye el pensamiento a que pertenece. Era u. t. c. f.

[3] Ver: https://www.cel.gob.sv/central-hidroelectrica-5-de-noviembre/, consultado el 20 de mayo de 2019.

[4] Ver: https://marcialteniarazon.org/galeria/relatos/aurora-del-2-abril-1944, visitado el 20 de mayo de 2019.

[5] Geoffroy Rivas dice, en la parte V de Vida, pasión y muerte del antihombre: “Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno./ Espermatozoide de abogado con clientela./ Oruga de terrateniente con grandes cafetales y millares de esclavos./ Embrión de gran señor, violador de mengalas y de morenas siervas campesinas…”. El subrayado es mío. Roque Dalton con seguridad conocía este poema de Pedro Geoffroy Rivas, con quien tuvo intensas semejanzas y diferencias. No en balde el verso: Pobrecito poeta que era yo le sirvió posteriormente a Dalton para titular la novela en que nos deja constancia de las andanzas juveniles de su generación.

[6] El diccionario antes citado define epíteto como:

  1. m. Gram. Adjetivo que denota una cualidad prototípica del sustantivo al que modifica yque no ejerce función restrictiva. En la blanca nieve,blanca es un epíteto. 2. m. Palabra o sintagma fijo que tienen una función caracterizadora de personas o cosas. El Cruel fue el epíteto de Pedro I. 3. m. Expresión calificativa usada como elogio o, más frecuentemente, como insulto. En ladiscusión se oyeron los más variados epítetos.

[7] El tango titulado Uno fue compuesto en 1943 por el argentino Enrique Santos Discépolo, con letra del también argentino Mariano Mores. Sus primeros versos afirman: “Uno busca lleno de esperanzas/ el camino que los sueños prometieron a sus ansias. / Sabe que la lucha es cruel y es mucha, / pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina…”

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San Salvador, El Salvador, 1958.
Estudió un año de Ingeniería Química en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), de San Salvador, y de 1978 a 1980 estudió Química y Farmacia en la Universidad de El Salvador, estudios que no concluyó porque el ejército salvadoreño invadió el campus el 26 de junio de 1980 y la universidad permaneció cerrada varios años en lo que fue la segunda intervención de las fuerzas armadas en dicho centro de estudios.

Se graduó como profesora de Educación Media con especialidad en Literatura en 1991 y al año siguiente obtuvo la licenciatura en Letras por la UCA. En 1991 hizo un curso de radio en el Instituto Costarricense de Enseñanza Radiofónica. Durante dos años trabajó como productora de programas educativos en la desaparecida Radio Cadena Horizonte.

Fue Directora de Publicaciones e Impresos, de la editorial cultural del Estado salvadoreño, de 1994 a 1996, siendo la primera mujer en ocupar este cargo al frente de una de las instituciones culturales más antiguas del país. De 1997 a 1999 trabajó en la Dirección de Investigaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, hoy Secretaría de Cultura de la Presidencia de El Salvador, donde formó parte del equipo que formuló y realizó las investigaciones para dotar de nuevos contenidos al Museo Nacional de Antropología “David Joaquín Guzmán”, reinaugurado en 2001.

Ha ganado en dos ocasiones (1999 y 2010) los Juegos Florales de Quetzaltenango en la rama de poesía. Ese último año ganó el Premio “Rafaela Contreras” que concede ANIDE, la Asociación Nicaragüense de Escritoras. En 2005 ganó el Premio “Rogelio Sinán” que concede la Universidad Tecnológica de Panamá. En 2012 se convirtió en miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua, correspondiente a la Real Academia de la Lengua Española.
En 1997 empezó a trabajar a tiempo parcial en la Universidad “José Matías Delgado”, a cuyo cuerpo de docentes e investigadores se integró plenamente a partir de 1999, institución donde sigue laborando hasta la fecha. Se ha desempeñado como docente en la UCA, en la Escuela de Comunicación “Mónica Herrera”, en la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN) y en la Universidad “José Matías Delgado”.

Ha publicado los poemarios, narrativa: Las sombras y la luz, Taller de Letras número 118, San Salvador, UCA Editores, 1986. El revés del espejo, Taller de Letras, San Salvador, UCA Editores, No. 121, enero-febrero de 1988. En edición electrónica está en www.artepoetica.com. Testimonio, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 1994. Mar inútil. Ars, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 1996. Finalista certamen Wang Interdata 1987. Locuramor, Certamen Hispanoamericano, Quetzaltenango, Guatemala, 1999, publicado en el volumen de los ganadores. Sin ISBN. Oficio de mujer, colección “Juntas llegamos a la palabra”, San Salvador, Universidad Tecnológica, 2002. ISBN 9992321075. Palabra de diosa, Panamá, Universidad Tecnológica, 2005. Premio “Rogelio Sinán”. ISBN: 9962-646-17-0. Había una edición electrónica en la página: www.palabravirtual.com. Y también hay una edición para El Salvador: San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos. 2010. ISBN: 99923-0-022-1. Glosas, San Salvador, Editorial Delgado, 2009. ISBN 9-789923-837801. Bitácora, poesía. Quetzaltenango, Guatemala, Certamen Hispanoamericano de Literatura. Sin ISBN. Placeres, Managua, ANIDE, 2010. Ganador del certamen “Rafaela Contreras” que convoca la Asociación Nicaragüense de Escritoras.

Narrativa: El rostro en el espejo. San Salvador, Editorial Rubén H. Dimas, 2005. ISBN: 9992386606, 9789992386606. Hay una segunda edición de 2010. ISBN. 9789992390634.
Dramaturgia: Jimmy Hendrix toca mientras cae la lluvia. San Salvador, Editorial Rubén H. Dimas. Tiene tres ediciones como libro independiente: dos en 2004 y la más reciente en 2012. ISBN de la segunda edición: 978-99923-806-6-6. Fue publicado como cuento en la antología Puertos abiertos, compilada por Sergio Ramírez Mercado y publicada por el Fondo de Cultura Económica, México, 2011. ISBN: 978-607-16-0807-9.