Ceguera: figura poética o alegoría
1 junio, 2020
Ileana Rodríguez
–Un paquete llega a nuestra puerta, y el rastro del otro que lo dejó allí es invisible. Al levantarlo y llevarlo adentro, uno tiene contacto con ese rastro, y con muchos otros que no conocemos…. si nos preguntamos por la forma general del rastro que lleva el paquete, también nos estamos preguntando sobre las condiciones de vida y muerte que definen la organización social del trabajo (Butler)1.
Un paquete llega a nuestra puerta, y el rastro del otro que lo dejó allí es invisible. Al levantarlo y llevarlo adentro, uno tiene contacto con ese rastro, y con muchos otros que no conocemos…. si nos preguntamos por la forma general del rastro que lleva el paquete, también nos estamos preguntando sobre las condiciones de vida y muerte que definen la organización social del trabajo (Butler)1.
Alejandro Eduarte me pregunta: ¿qué tal este libro? Estupendo, le contesto. Es el Ensayo sobre la Ceguera de José Saramago (1997).[i] Como él lo está leyendo, me dispongo a leerlo yo también, por fin, a casi un cuarto de siglo de su publicación. El libro abre con un incidente cualquiera, un hombre que repentinamente queda ciego. Pronto, sin embargo, el texto se convierte en la historia de una pandemia de ceguera. Le pregunto a Alejandro por qué página va en su lectura y me dice que la suspendió debido a las circunstancias. Reflexiono. Pregunto a dos amigas si han leído ese texto y ambas contestan que empezaron a leerlo cuando recién se publicó y lo dejaron, una porque se aburrió y la otra porque lo encontró devastador.
Estamos en el mes de abril del año 2020. La casi totalidad de la población mundial está encerrada; las calles de las principales ciudades del mundo, desiertas; la gente, debidamente resguardada en su casa habitación. ¡Toque de queda! Pesadilla. Lo incierto. Se aconseja quedarse en casa, guardar la distancia social de dos metros, lavarse las manos asiduamente, no tocarse la cara. Esta es una nueva forma de vida, de existir. No sabemos cuánto durará, su fecha tope, su deadline. Nada hay in sight.
Bajo estas circunstancias, intento leer a Saramago como metáfora de lo social. Me digo que es un visionario; que su intento al escribir su novela era hacer un comentario preventivo sobre la ceguera social; una advertencia a las sociedades carentes de visión. Empero, la lectura se me empieza a hacer cuesta arriba y el texto se me impone como alegoría. Ensayo sobre la ceguera, libro difícil de leer en esta temporada, es también un libro difícil de escribir—imaginación apocalíptica que hilvana la idea de un mundo donde todos somos ciegos, la llena de sentidos, la puebla de incidentes. ¿Cómo puede un ciego, ya no digamos una multitud de ciegos, protagonizar un libro de casi trescientas páginas?
En el tiempo muerto que impone el encierro empiezan a llegarme otras lecturas. Sopa de Wuhan, por ejemplo, de título y portada desafortunadas, es una recopilación de artículos breves donde los intelectuales europeos, considerados públicos, sienten la necesitad de hacer llegar su punto de vista sobre lo que ocurre.[ii] En La Fiebre, llegan otros que citan a los que desconozco, los epidemiólogos.[iii] Leo incrédula sobre la industria alimenticia, la crianza intensiva de animales, su hacinamiento, que he visto con mis propios ojos en las granjas y en los camiones que los transportan. Aprendo estupefacta sobre la nutrición inadecuada que les dan, el uso de antibióticos y hormonas, el estrés sufrido por las condiciones de vida en jaulas o cubículos estrechísimo en los que carecen de toda movilidad—como nosotres ahora. Empiezo a comprender de otra manera la desforestación, no menos terrible por eso, pero que, enfocada en los animales significa, como en las comunidades indígenas, la destrucción de su hábitat, sus nichos ecológicos que causan migraciones obligadas por el desmonte, la erosión de los suelos. Algunos artículos ofrecen hipótesis explicativas aceptables, por ejemplo, que todo eso, cabeza de hidra, genera enfermedades virulentas, esto es, por virus, que saltan en busca de huéspedes de la especie animal a la humana—spillover, la llaman, porque rebasa y sobrepasa. Como el fracking y las industrias extractivistas, la agroindustria de alimentos es altamente entrópica, puede producir patógenos que maten millones de personas. Busco en YouTube las charlas de los epidemiólogos que algunos autores citan, Rob Wallace y David Quamment. Magníficas, pero ¿qué tiene que ver todo esto con la ceguera y el libro de Saramago? Tiene que ver precisamente con que, por su valor alegórico, éste no es el mejor libro para leer en esta temporada. Es justamente el peor, el que debemos dejar de lado por su asunto. Pero es su asunto el que despierta interés y curiosidad: imaginar un mundo tal cual el que estamos viviendo como ceguera de otro tipo. Porque eso que nos concierne hoy es justamente el nudo ciego, lo microscópico incorpóreo que no podemos ver.
El virus circula ciego en el ambiente y rinde la atmósfera irrespirable. Para administrarlo se metaforiza como guerra; se constituye la pandemia en el enemigo invisible que ataca por sorpresa, no sabemos quién es, dónde está, y menos cómo nos resignifica. La responsabilidad recae sobre nosotres mismes, que tenemos que cumplir con todas las medidas: no tocarse, menos abrazarse, guardar la distancia social, lavarse las manos ad infinitum. ¡La vida toda pendiente de una barra de jabón! Mientras, la agroindustria prioriza las ganancias por encima de todo.
Cristina Rivera Garza advierte que ahora nos damos cuenta que tenemos cuerpo, manos que manufacturan el mundo en que vivimos; manos con la capacidad transformativa y apropiativa que humaniza todo lo que es. La metafísica manufacturera se apropia de todo lo viviente. Antropomorfización es la manera teórica de decirlo. Judith Butler los describe como rastros humanos en las superficies porosas del mundo, visivilización de lo que la mercancía no permite ver.
Como sucede hoy, en la novela también ocurre lo insólito: una persona que va conduciendo un automóvil un día cualquiera, de repente, al llegar a un semáforo queda absolutamente ciega y empieza a gritar que no ve. Ahí empieza la metáfora del ver y el no ver, la capacidad o incapacidad de visión y pre-visión. ¿Cómo puede tal pandemia ocurrir? Puede, porque eso mismo insólito nos acaba de ocurrir a nosotres; nos ocurre de otra manera, si, o peor, porque la ceguera es visible a la vista de los que vemos—una de esas paradojas con las que juega mucho la novela. El virus no. Tampoco es visible la invasión y aniquilación de ecosistemas para plantar esos monocultivos a escala industrial que nos alimentan basura y agrotóxicos y destruyen hábitats de especies silvestres. No obstante, la expansión de la frontera agropecuaria y crecimiento descontrolado del área urbana, a la vista de todos está. Ni ambientalistas ni epidemiólogos exageran. Los virus son resultado de la relación depredadora instaurada entre capitalismo y naturaleza—ceguera epistémica y modelo de sociedad propio del capitalismo neoliberal a través de la expansión de las fronteras de explotación, intensificación de circuitos de intercambio con animales silvestres que proviene de ecosistemas devastados. ¡Si señora! Lo que presenta la virulencia es un gran desafío al que no sabemos como responderá el capital, si en términos multiescalares—global, nacional, local—y geopolíticos, con un multilateralismo norte-sur semejante a la que guarda la única vidente del libro de José Saramago, Ensayo sobre la ceguera, o si con la temida vigilancia digital del modelo asiático, sociedad de control y paraíso biopolítico quizás ya en la agenda del GAFAM—google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft—quienes capitalizan a mares el momento. Veremos.
Mientras tanto, algunos saberes si están en orden: ¿Sabían acaso que la expansión agropecuaria industrial destina 75% de la tierra agrícola del planeta a sembrar forrajes para la cría masiva de animales, todos confinados, hacinados e inmunodeprimidos y estresados, mantenidos continuamente con antibióticos y ocasionalmente antivirales, expuestos en ambiente y alimentación a diversos plaguicidas? ¿A que no? ¿Sabían que más del 70% de los antibióticos a nivel global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales con el resultado de producir resistencia a los antibióticos y estimular el crecimiento de animales sanos? ¿Sabían que tal sistema alimentario es responsable de cerca de la mitad de los gases de efecto invernadero que produce el cambio climático y el 72% de las muertes por enfermedades no trasmisibles, varias ligadas al sistema alimentario agroindustrial—enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, cánceres digestivos, en el contexto de obesidad y malnutrición; no solo COVI-19? No lo sabían, aseguro, pero todo está a la vista; todo está documentado. Aprender sobre esta realidad sobrepasa en mucho obras de ficción como el Ensayo sobre la ceguera. El salto zoonótico—vocablo nuevo añadido a mi haber lingüístico—la mutación acelerada de virus, las cepas infecciosas descontroladas que pasan de las áreas rurales a las urbanas por el aumento del consumo de carne de animales silvestres (orangutanes, pangolines, serpientes, murciélagos—y pollos, pescados, ganado) es propia de una zoología delirante, jamás imaginada ni siquiera por Jorge Luis Borges en el Manual de zoología fantástica. [iv] Ni siquiera él hubiese podido imaginar un tráfico de animales por las mismas arterias del contrabando, rutas del narcotráfico, venta de armas e hileras de inmigrantes que mueven miles de millones de dólares. ¡Wet markets, les llaman!
Claro, en comparación a la pandemia actual, la novela sobre la ceguera se empequeñece—o agiganta. En ella, el personaje que rescata al primero que enceguece y lo lleva a su casa es un depredador: le roba el auto pero luego, con justicia poética, enceguece él y su mujer. Y pronto, tenemos la formación del grupo al que se añade un oftalmólogo, algunos de sus pacientes, y luego el universo humano entero—todes menos una, la mujer del doctor. En medio de la pandemia actual, toda proporción guardada, la lectura alegórica nos cautiva: “nos está pasando lo mismo,” nos decimos acongojados e incrédulos, aunque, a decir verdad, no es lo mismo: es lo mismo solo alegóricamente. No obstante, como en la novela, pensamos en ideales ciudadanos, paradigmas relacionales que implican reconocimiento y respecto del otro, como el de la mujer vidente esposa del doctor, porque la sobrevivencia nos incumbe e involucra a todes los seres vivientes. Nos obliga también a repensar el vínculo humano-no-humano e instalar palabras como interdependencia, reciprocidad, complementariedad en la vida del común, a juntarnos, protegernos, aconsejarnos, perdonarnos, como en la novela, mientras otros aprovechan la ocasión y literalmente enmierdan el mundo.
Somos todes animales que vivimos en y de la naturaleza y nos urge abandonar la lógica mercantilista y manufacturera, redireccionar las inversiones, repensar el Estado en las tareas de cuidado y asistencia, reconocer la inextricable relación entre salud y ambiente de cara al colapso que nos aguarda en pandemias, contaminaciones pre-vistas y anunciadas. Abandonar debemos el imaginario del crecimiento económico, el ideal de la industrialización, el agronegocio, la minería a cielo abierto y dar crédito a las sabidurías de las resistencias locales, movimientos ecoterritoriales del que hablan indígenas, campesinos, multiculturalistas, jóvenes y hasta niños. La justicia climática, la narrativa político-ambiental está asociada al buen vivir, postdesarrollo, posextrativismo, una transición socioecológica, social y ambiental. Es decir, una revolución: ¿no es cierto?
Nosotres, videntes, ya no sabemos ver nada. Estamos encerrados en lo incierto como los ciegos del relato de Saramago. Como ellos, pasamos muchas horas del día y de la noche pensando en las posibilidades negativas y cunde no sólo el desasosiego sino el pánico al no poder pre-ver el futuro. El tiempo del aislamiento social preventivo es un tiempo detenido, agenciado en términos estrictos de necesidad y preservación. Toda pre-visión perdida en la umbría de los tiempos por venir. Así nos vamos alejando o acercando a José Saramago; empezamos a admirar el sentido de construcción de un mundo a partir de los que no ven, de lo que no se ve, novela larga, de casi trescientas páginas, donde de lo único que se habla es de cómo vivir sin ver y qué sucede socialmente cuando todes, menos una, somos ciegos.
En la novela de Saramago, ningún personaje tiene nombre propio: son identificados por rasgos: el que perdió la vista, su mujer, el oftalmólogo, la joven de anteojos oscuros, el hombre del parche en el ojo, el niño con un guiño en el ojo, el perro de las lágrimas. Son seres distinguidos por algo que solo ven los que pueden ver. Pero eso da lugar a la construcción del personaje desde dentro: quien es cada cual; cómo nos distinguimos unes de otros. En este caso, qué tipo de fortaleza interna nos sostiene y permite relacionarnos unes con otres. En ellos resalta la mujer del doctor, única vidente que rehúsa el ejercicio del poder cuando bien puede tomar el mando porque sabe que el poder pesa, y elige empoderarse en el servicio a los demás. Este es un valor ético a subrayar: empoderarse a través de servir.
Y en esto, el contraste: cómo construye Saramago el relato de la ceguera y cómo los medios de comunicación el relato de la pandemia. Saramago elige primero transformar una epidemia en pandemia y luego figura las políticas públicas para manejarla. Decide mostrar cómo los poderes del estado encierran a los ciegos y están dispuestos a disparar contra ellos a fin de defenderse del contagio. Pronto introduce el elemento de corrupción en el lugar de reclusión y llega a ingeniar la utilización de las mujeres como moneda de cambio para obtener comida y satisfacción sexual a la vez. Por último, resalta la capacidad de defensa y solidaridad de las mujeres que no vacilan en matar para defenderse. Todo el relato se articula a partir del puro ingenio biológico, la afamada nuda vida de Giorgio Agamben. Los ciegos actúan porque tienen hambre; el gobierno responde porque tiene miedo del contagio; la sociedad se desbarata ante la agresividad implacable e incontrolable de lo biológico. Biopoder, dicen mis colegas ansiosos de citar a Michel Foucault, pero a mí me interesa más que el biopoder, el espíritu democrático y universal de lo biológico aún si se cumple diferencialmente en un orden de desigualdades. Tal es la pandemia de la ceguera y la del COVI-19, instancias de la tan preciada universalidad pues todos somos biológicamente vulnerados.
La metáfora central del relato de Saramago es la ceguera; también lo es el asunto biopolítico. En el texto cunde el comentario cuando aparecen las frases idiomáticas usando el verbo ver transformadas en aporías. Dichas metáforas prestan un servicio a la filosofía del relato. Siempre indican la capacidad de no ver. Cada vez que aparece el verbo ver, la ironía se instala en la discapacidad del que no ve—física o metafóricamente en la novela y en la realidad. ¿Pero qué sucede exactamente cuando no vemos? Sucede que nos pueden encerrar en un refugio, hospital, cárcel, campo de concentración—o casa habitación: sucede que sufrimos abusos, humillaciones, explotación, y hasta la muerte. Pero antes, podemos morir de hambre, como en la novela, y vivir en la absoluta incertidumbre, a merced de todo y todes, vivir entre la suciedad y el total desamparo en calles plagadas de mendigos ciegos y hambrientos y llena literalmente de mierda. Pero Saramago, don José, nos deja una salida: una mujer vidente. ¿Cuál es la nuestra?
Revolución social o Leviatán. Específicamente, la salud planetaria, el bienestar de todo lo viviente, la preservación de medioambientes y bosques tropicales, la conservación de la biodiversidad, y la atención a líderes comunitarios locales. Las enfermedades zoonóticas (trasmitidas de animales a humanos, muchas vinculadas al consumo de carne—triquinosis, brucelosis, parasitarismos diversos—ahora añadimos COVI-19) están inextricablemente unidas al medioambiente. Lo patógeno cruza todo tipo de fronteras y es de origen animal. Nosotres somos responsables de destruir las barreras que dividían las especies y producir las enfermedades infecciosas que los sistemas de salud no pueden contener. El Estado falla en sus planes y poderes de mitigación ya no digamos de contención de pandemias. Urge reformular las políticas económicas, repensar las relaciones Norte-Sur dentro de marcos del liberalismo democrático radical y la creación de estados nacionales donde lo social-ambiental, y lo económico aparezcan al centro de la agenda de lo salubre. Se necesita justicia social, ambiental, racial y un pacto ecosocial económico. Algunos, advierte Butler, piensan que las desigualdades serán intensificadas; otros, prestan atención a dar nueva forma al potencial de genuina ética del cuidado, una globalización más democrática y una liberación cognitiva.
Lo peor después de esta pandemia sería volver a lo mismo: prolongar la concentración de la riqueza en menos del uno por ciento de la población y acentuar la crisis ecológica y de sanidad. La nueva universalidad requiere otra visión. Porque los dueños de la tierra si ven y lo que han visto es la posibilidad de un flujo de mercancías, dinero y virus imparable; han visto el ordenamiento de cuerpos y tiempo sin trabajo y con salario; han visto que podemos ver la vida parasitaria que sobrellevan para extraer la plusvalía; han visto que lo que hacemos a diario puede ser superfluo; han visto la posibilidad del ocio al mismo tiempo de cómo el teletrabajo es un laboratorio de modos virtuales, circuitos de gestión, roce incorporal que puede abrir las posibilidades de intensificación laboral y cierre del espacio público, activismo político, sociabilidad paseandera. ¿Volveremos entonces a tocarnos, abrazarnos, acariciarnos, o seremos electrónicodependientes, viéndonos solo en las redes y agradecidos de una sociabilidad, ciudadanía y nacionalidad zoom(ista)?
Epílogo: Nicaragua, pueblo huérfano
Viniendo de Paris vía Costa Rica, justo días antes de que se cerrasen las fronteras, principios de marzo, pero ya con el aire de preocupación de la contaminación en todas partes, aterricé en Nicaragua. Mi circuito social inmediato es todo clase media educada y diítas después de mi llegada, empezaron a encerrarse por cuenta propio. Como todes tenemos acceso a internet y todes estamos conectades con el exterior, seguimos puntualmente los consejos del estado burgués europeo y nos encerramos en nuestras respectivas casas. Ya todes sabíamos que la pandemia sería un descalabro cuando llegara a Nicaragua. Por eso nos aprovisionamos bien, compramos guantes, mascarillas, alcohol y desinfectante antes que muchos pensaran en hacerlo. Mas, como todes gozamos de buena situación financiera y tenemos empleados domésticos, empezamos a preocuparnos por el contagio que vendría a nuestra casa procedente de la de ellos. Algunas personas mandaron a choferes, jardineres, cuidadores, domesticas a sus casas ‘a descansar’; otres los enguantaron y pusieron el barbijo o tapaboca. Empezó el lavado con agua y jabón de todas las compras antes de entrarlas en las casas, el dejar los zapatos en la puerta, la distancia social de un metro y medio, dos, siempre presente, al menos mentalmente y lavarse las manos a cada rato. Pero nadie nos había dicho absolutamente nada; ninguna orientación o consejo, preocupación de salud autorizada institucionalmente. Todo lo hacíamos miméticamente, copiando lo que hacían las metrópolis y los metropolitanos. Volvimos al espíritu colonial, le comentaba a mis amigues europeos, asombrades de la protección que nos dábamos como huérfanes pues el estado hizo gala de ausencia—o al menos así lo parecía. Mientras los presidentes de Centroamérica, para ya no mencionar los del mundo, informaban a su población—en Costa Rica a diario—en Nicaragua, la prensa internacional dio al presidente Daniel Ortega por muerto y solo así hizo acto de presencia después de más de un mes de que comenzara la pandemia.
Somos un pueblo huérfano. No sabemos a ciencia cierta cuántos contagiados, cuántos curados, cuántos enfermos, cuántas camas de hospital, cuántos respiradores, si hay salas especiales asignadas, si hay hospitales designados en especial para albergar a los contagiados, si se les entierra o no, si se les avisa a la familia o no. En el total desamparo, lo que sabemos viene del correr de boca en boca, de las informaciones desconfiables de los medios sociales y más a ciencia cierta de una grupo de profesionales, el ‘Observatorio Ciudadano COVID-19’, que reúne información y reporta con frecuencia sobre los resultados de una enfermedad que debe permanecer clandestina, una enfermedad que los pobres sienten como estigma y que la ocultan y la niegan a conciencia por miedo al despido. Ofrezco una gráfica de la información brindada por el Observatorio Ciudadano COVID-19 para dar un ejemplo.
Por iniciativa propia, organismos de la sociedad civil como el mencionado, los profesionales de la salud, los exministres de salud, los gremios médicos, los pocos periodistas libres, se empeñan por informar a cuenta y riesgo propio sobre el asunto y piden al gobierno informe sobre lo que está pasando y oriente a la población a que adopte medidas pues, aún en el momento de ascenso de la curva en su fase de trasmisión comunitaria, se dice, es posible tomar medidas mitigantes del impacto de la letalidad. A la fecha, Mayo 19, 2020, por absurdo que parezca en este desamparo, las autoridades sanitarias reconocen solamente 16 casos, con 5 fallecidos.
En Nicaragua nos enteramos de lo que sucede por medio de la cultura oral. El chisme, como dice el historiador Ranajit Guha, es un tipo de conocimiento y gran parte de lo que yo se de cómo el estado maneja el Corona Virus lo se por mi empleada cuya hija trabaja en el Sistema Local de Atención Integral En Salud (SILAI) y aconseja a su madre qué hacer, cómo comportarse, resguardarse, a más de campañas de vacunación contra la neumonía (todos los que caen muertos en las calles y todos los que mueren en los hospitales mueren del corazón o de neumonías galopantes). O sea, que el gobierno tiene un plan pero no lo quiere publicitar y eso nadie lo entiende. El día que salió el presidente a hablar a la nación en una conferencia televisada que todos, aun los que no apoyamos su mandato, esperábamos, lo que dijo a media lengua o con la lengua arrastrada, por enfermedad, medicación o torpeza, es que Nicaragua no podía cerrar el país porque entonces ‘de qué íbamos a comer.’ Naturalmente aprovechó la ocasión para disparatar diciendo que si los países ricos no eran capaces de manejar la situación en sus propios terrenos y con recursos abundante, ¡qué podíamos hacer nosotres, los pobres de la tierra! Morirnos, es la respuesta. Además, sugirió que la infección solo le daba a los ricos, ‘culitos rosados,’ castigo por su explotación capitalista; a los pobres no los tocaba, así de ridículo, y que hablar del COVID era una provocación de la derecha.
Eso fue en esencia lo que dijo en su comparecencia, pero luego habló la vice-presidente, su mujer, para repetir con más énfasis y locura lo que dijo ‘nuestro comandante,’ preocupada y tensa como siempre de que él vaya a decir por equivocación o falta de energía lo que no debe y echarle a perder lo que ella de facto gobierna. Lo que ella hizo fue repetir el exordio se siempre, de corte evangélico, o el exorcismo con que lo mezcla y edulcora, de que la familia nicaragüense era unida, amorosa, cristiana, protegida del cielo y todo el bla, bla, bla que la caracteriza y que, bajo las circunstancias presentes, no hace más que añadir insulto a agravio, sal en la herida de un pueblo huérfano y sin estado. Pues oyéndola hablar, no cabe duda de que lo que la gente repite en la calle es de su producción organizada y comandada, tal la idea de que el virus no hará mella en Nicaragua porque es adverso al calor y al amor. ¡No estoy bromeando! En Nicaragua, gozamos de la protección divina y aquellos que hablan de ello quieren sembrar discordias, desestabilizar el país y dañar la economía. La imagen de un país feliz, tranquilo y seguro se impone a un pueblo huérfano so pretexto que la pandemia es un mal burgués, producto del ocio.
Por tanto, si no se sabe a ciencia cierta cuáles serán los resultados de esta pandemia en el mundo, mucho menos en Nicaragua, aunque sí queda muy claro que aquí se practica, como en Suecia, con las debidas diferencias, la inmunidad del rebaño, plan maltusiano verbatum: que los que se van a contaminar y a morir que se mueran. Esta es una tanatología que otros llamarán genocidio. El plan de Nicaragua, se dice, es el plan contagio, pues se promueven las reuniones masivas, festividades públicas y carnavales CORONAVID-19, donde enfermeras haciendo gala de andar sin máscaras cantan canciones ridiculizando el lavarse las manos. La política es de manicomio, prohibiéndole a médicos y funcionarios no usar mascarillas ni guantes para atender a los pacientes para no asustar a la gente, no sembrar el pánico, o crear alarmas innecesarias.[v] También se advirtió al personal no dar ninguna información sobre la enfermedad, para no crear un estado de histeria colectiva. Y, por si fuera poco, se mantuvieron abiertas las escuelas, los lugares de congregación de gente, playas, ferias, estadios y, en general, la práctica de las políticas del secretismo. Ahora las estadísticas han desbordado ese sigilo.
Ocurre con este secretismo y esta negación de la realidad lo que ocurría con las líneas del partido que debían de permanecer secretas, en silencio, como rezaba el título de aquella magnífica serie de espionaje y contraespionaje cubana titulada En silencio ha tenido que ser, y que, como dice Sergio Ramírez, asemeja al decreto que el dictador Manuel Estrada Cabrera mandó a leer a propósito de la erupción de un volcán asegurándose que era
una conspiración política para desestabilizar el país, dañar la economía y atrasar el progreso…. Pero la lluvia de ceniza ardiente aventada por el volcán…impedía al empleado público a cargo de divulgar el decreto cumplir con su cometido, y…ante la violencia de los temblores, nadie se quedaba a oír su pregón.[vi]
En Nicaragua no conocemos las estadísticas de infestados; las pruebas, hechas sin conocimiento o consentimiento de los pacientes, resultan “indeterminadas”; los enfermos que han fallecido han sido enterrados sin ser velados o acompañamiento familiar y bajo vigilancia policial. Los llaman “entierro exprés”. El diagnóstico es siempre el de “enfermedades respiratorias atípicas”. Mientras crece la desolación ciudadana, hablar del virus puede convertirse en un acto subversivo. Nicaragua traviste enfermos en disidentes y la pandemia en una conspiración burguesa imperialista.
Ofrezco a continuación una instancia de gráfica proporcionada por el “Observatorio Ciudadano COVID-19”. Al 13 de mayo se reporta un acumulado de 1.270 personas afectadas en todos los departamentos y regiones autónomas (en 74 municipios). Se registran unos 505 nuevos casos de personas afectadas lo que representa un 62% de incremento en el período.[vii]
El 18 de mayo del año en curso, 2020, compareció de nuevo el señor presidente Daniel Ortega y reportó un total de defunciones por neumonía, que es el nombre con el que se atenúa el de COVID-19. Haciendo un recuento de las muertes desde mayo del 2015 a mayo 2020, resulta que los muertos son iguales en número al de 2015, 309 en total según sus cifras oficiales, de los cuales él reconoce que algunos dentro de estos han muerdo del COVID-19 y afirmando con la cara dura la forma en de enfrentar esta pandemia y contrarestarla “aunque tenemos lo que es el ciclo normal de fallecimientos por neumonía”. Además afirma que “partiendo de nuestra realidad hemos venido enfrentando esta epidemia y cuidando y defendiendo la vida de los nicaragüenses aplicando los protocolos médicos de otros países y siguiendo la experiencia de otros países porque hay diferentes prácticas para defender la vida de los ciudadanos…. sin bajar la guardia,” pero enfrentando “el problema que tiene que ver con la actividad económica, la educación el comercio para que el país pueda sostenerse”. Y así, invocando el comercio, lanza su acusación al gobierno de Costa Rica cuyas autoridades han parado
el tránsito de alimentos, materia prima, impo-expo que va desde Guatemala a Panamá y vice versa. Ese tránsito se movía con bastante fluidez no siendo afectada la línea de comercio centroamericana y todo marchando sin que nadie planteara un problema, más cuestiones de orden migratorio y seguridad y todo esto, en estos meses se movieron miles de transporte con alimentos, materia prima de sur a norte sin ningún tropiezo…. En los últimos días las autoridades de Costa Rica empezaron a imponer de manera unilateral, tomaron decisiones, que tuvieron como resultado el cierre de la frontera.
Nicaragua, territorio geográfico con una población huérfana, el señor a cargo de gobernarla termina haciendo un listado de 1010 medios de transporte paralizados y afirmando que una pandemia biológica no puede convertirse una pandémica económica. ¡Ave Imperator.Morituri te salutant!
BIBLIOGRAFÍA
[i] José Saramago. Ensayo sobre la ceguera. Alfaguara. Kindle edition.
[ii] Sopa de Wuham. https://www.alunapsicosocial.org/single-post/2020/03/31/Sopa-de-Wuhan
[iii] La fiebre. Editorial: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio): abril 2020.
[iv] Jorge Luis Borges. Manual de zoología fantástica. México: Fondo de Cultura, 1969.
[v] Poet Gioconda Belli. “On Nicaragua In The Time Of COVID-19.” https://www.npr.org/2020/04/27/845322525/poet-gioconda-belli-on-nicaragua-in-the-time-of-covid-19
[vi] Sergio Ramírez. “Prohibido quedarse en casa.” https://elpais.com/opinion/2020-05-11/prohibido-quedarse-en-casa.html
[vii] https://www.google.com/search?q=observatorio+ciudadano+covid-19&rlz=1C5CHFA_enNI716NI716&oq=observa&aqs=chrome.2.0l3j69i57j0l3j69i61.4118j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8
Jinotepe, Nicaragua. Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. BA. Philosophy and Ph.D. en Literatura Hispánica de la Universidad de California, San Diego La Jolla, California,es profesora en The Ohio State University donde ejerce como Humanities Distinguished Professor of Spanish. Sus áreas de especialización son la Literatura y Cultura Latinoamericana, la Teoría Postcolonial, los Estudios Feministas y Subalternos con énfasis en Literatura Centroamericana y del Caribe.
Su último libro publicado se titula Hombres de empresa, saber y poder en Centroamérica: Identidades regionales/Modernidades periféricas: Managua: IHNCA, 2011. Títulos anteriores son:Debates Culturales y Agendas de Campo: Estudios Culturales, Postcoloniales, Subalternos, Transatlánticos, Transoceánicos(Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2011).
Es autora de Liberalism at its Limits: Illegitimacy and Criminality at the Heart of the Latin American Cultural Text.(University of Pittsburgh Press, 2009); Transatlantic Topographies: Island, Highlands, Jungle. (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 2005); Women, Guerrillas, and Love: Understanding War in Central America (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 1996);House/Garden/Nation: Space, Gender, and Ethnicity in Post-Colonia Latin American Literatures by Women (Durham: London: Duke University Press 1994); Registradas en la historia: 10 años del quehacer feminista en Nicaragua (Managua: Editorial Vanguardia, 1990); Primer inventario del invasor (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1984).
Ha editado los volúmenesEstudios Transatlánticos: Narrativas Comando/ Sistemas Mundos: Colonialidad/ Modernidad. With Josebe Martínez. (Barcelona: Anthropos, 2010); Convergencia de tiempos: Estudios Subalternos/Contextos Latinoamericanos—Estado, Cultura, Subalternidad(Amsterdam: Rodopi, 2001); Latin American Subaltern Studies Reader ( Durham: Duke University Press, 2001); Cánones literarios masculinos y relecturas transculturales. Lo trans-femenino/masculino/queer (Barcelona: Anthropos, 2001); Process of Unity in Caribbean Society: Ideologies and Literature (con Marc Zimmerman. Minneapolis: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1983); Nicaragua in Revolution: The Poets Speak. Nicaragua en Revolución: Los poetas hablan (con Bridget Aldaraca, Edward Baker, and Marc Zimmerman. 2nd ed. Minneapolis: Marxist Educational Press, 1981); Marxism and New Left Ideology (con William L. Rowe, Studies in Marxism. 1 Minneapolis: Marxist Educational Press, 1977). En la actualidad trabaja sobre abuso—en particular incesto, pedofilia y violación—tal como estos casos son reportados en los medios de comunicación.