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» Homenaje a Francisco: Somos y no somos

1 febrero, 2011

Cada cuatro años a la muerte
se le irritan los ojos,
sabemos que ha llorado, lo sabemos,
pero callamos,
sabemos también que busca algún vientre
y como ella no tiene el privilegio de la carne materna
aferra entonces sus fríos y delgados dedos
en el primer ombligo que encuentra…
         
Poema: Cada cuatro años nace una poeta suicida.

 Francisco Ruiz Udiel

El pasado 14 de diciembre 2010, mi muy apreciado Udiel, me enviaste un correo electrónico titulado ¿Vas a venir a Nicaragua? en el cual me preguntabas, según propias palabras: “Querido Corea, hermano, ¿vas a estar por estas fechas en Nicaragua? Sería muy lindo que nos viéramos todo el equipo de Carátula”. Te contesté que lamentaba no poder hacerlo porque me detenían aquí en Puebla una serie de asuntos pendientes de resolver que demandaban mi presencia. Por supuesto, “sería muy lindo” -agregué, atendiendo a tu literal expresión- reunirnos quienes elaboramos la revista para compartir opiniones, conversar sobre nuestra experiencia editorial, refrescar estrategias en la consecusión de nuevos colaboradores, y por qué no, conjeturar futuros proyectos escriturales. Fue el último intercambio epistolar que tuve contigo, porque ese animal despiadado, que merodea al borde de nuestras vidas apareció sorpresivo, como lo demanda su naturaleza y segó tu humanidad, estimado Francisco, dejándonos con tu ausencia y un dolor profundo incrustado hasta en los huesos.

Desconozco los nubarrones que cruzaban por tu mente, querido poeta, cuando elegiste caminar por esos rumbos, las veleidades de la razón inoportunan, a la vez que envuelven en nebulosas ambiguas y complejas los pensamientos de los seres humanos para las decisiones de vida que cada quien toma, tú por lo visto, guardabas en las interioridades abismos donde te despeñabas sin que por las ventanas de los ojos se observara acaso, un atisbo de ellas, el tránsito, tu tránsito, es posible ya lo tuvieras delineado por una brújula mortal, orientándote al otro lado del río.

Desde lejos, sin oír tu voz, comunicados solo por el hilo virtual, ensimismados en la construcción e integración de la revista, en atender las distintas invitaciones de otros tantos escritores a los que prestabas voz en esa comprometida labor de relaciones públicas, de pronto, poeta, me parecías un ser henchido de luces y entusiasmo, nada me hacía reparar en dudas existenciales, mucho menos en territorios inhóspitos, abruptos, que pisabas en tus búsquedas personales.

La internet intima, pareciera que acerca, pero es una sensación muy rara, dado que con la persona con la que te comunicas está tan arrimado a sus ojos que necesariamente sientes esa pulsión por conversar y platicar cuitas, aunque a la vez sabes de su lejanía y entonces se combina una simbiosis de intimaciones, de desplazamientos, de fronteras insalvables, pareciera que estás ahí, pero no, realmente estás allá. Es la de hoy una interacción distinta de la que se tenía apenas unos veinte años, que acostumbrarse conlleva distracciones en donde uno no atisba esas profundidades del alma en el rostro del otro con quien se “chatea” o se “mailea”.

A quince días de tu partida hago acopio de algunas actitudes tuyas, mi estimado Francisco, que siento, te marcaban, poseías esa cualidad de insistir para persuadir, embarcarte en tu galeón de velas desplegadas y trasladarte a tus itacas, al menos así me lo parecía, porque el entusiasmo mostrado ante cada proyecto a realizar lo transmitías cálidamente, como si con ello garantizaras que dicha aventura se realizaría en los mejores términos, como que para ti todo era asequible pese a los muchos obstáculos que se presentaran; supongo que quienes hayan estado más próximos a tu alrededor tendrán más referencias sobre esas actitudes que colmaban tu espíritu emprendedor.

Y ya sabes las comparaciones son naturales, hasta lógicas, añadiría: tu vida me remite de inmediato a Rimbaud, poeta también desaparecido prematuramente, él a los 37 años y tú a los 33, es decir los dos en la treintena de edad, pero el paralelismo de sino biográfico y autoral, va más allá de esa coincidencia al morir mi querido Udiel, porque el parangón surge claro, no hay que ir tan lejos para mostrarlo, el francés sale de su hogar en Charleville para recalar en París buscando su propia voz y el refrendo a su idea: el poeta tiene que ser “vidente”, para lo cual es necesario recorrer un “largo, inmenso y racional desarreglo de todos los sentidos”. Tú sales de Estelí a Managua con similares objetivos, ambos ya están tocados por irremediables conflictos internos, asimismo cargando dosis exacerbadas de rebeldía, ambos además arañan el periodismo a temprana edad, pero su destino está lacrado por la poesía. Tanto Rimbaud como tú, desaparecen en la primavera de la vida, dejando con un palmo de narices a quienes seguimos sus versos.

Yo, posiblemente llegaría a calificarte poeta Udiel, de hiperactivo, porque fue esa imagen la que logré captar de tu personalidad con un poco más de detenimiento, cuando ese diciembre del 2009 te conocí personalmente, mientras se efectuaba la ceremonia de presentación de los libros galardonados del certamen de publicación convocado por el Centro Nicaragüense de Escritores, y la Asociación Noruega de Escritores, en el que salí beneficiado con mi libro de poesía ahora que ha llovido, que por cierto elogiaste con cierta cautela, con lo cual, obvio es reconocerlo, te ganaste de antemano mi gratitud, en tanto tomabas fotografías para registrar el evento, recibías a los invitados, establecías vínculos entre escritores que no se conocían, y tantas otras cosas que te convertían de facto en un elemento ubicuo, participando de la mayoría de las conversaciones, auxiliando a Luz Marina Acosta en los menesteres de la fiesta, sirviendo como báculo físico de Ernesto Cardenal y el Dr. Tünnermann, o de puente entre Mario Urtecho con Luis Rocha mientras preparaban el itinerario de la ceremonia, es decir, tu energía y don de gente te procuraban una campechanía natural que a la mayoría de gente te la ganabas sin tanto reparo, y de inmediato, como en el caso mío, te granjeabas la amistad de todos. Posterior al acto pudimos vernos dos o tres veces más en esa Managua llena de bolsas plásticas, que revolotean al son del viento y platicamos con más intimidad de nuestros planes de creación, al amparo de la sombra protectora del Centro, con los consabidos intercambios de direcciones electrónicas, a partir de ese momento comenzamos un cruce epistolar muy fructífero en cuanto a nuestras necesidades de creación literaria y del que, claro estoy agradecido.

Nunca, en ningún momento vislumbré la tragedia que se incubaba en las estribaciones del espacio vital de tu entorno, en nuestras constantes conversaciones virtuales te mostrabas como un alguien que se quería comer el mundo a puños, subvertir, soliviantar, alebrestar los espíritus, estrujar los universos creativos a través de tu poesía como lo significa el proyecto poético convertido ya en libro, ahora titulado:  Memorias del agua (a presentarse el próximo 3 de febrero 2011, quién lo hubiera imaginado sin tu presencia), así te percibía, pero los demonios del infierno interior reventaron las cadenas, a dentelladas te masticaban el alma y te hicieron presa de su hambre.

Ahora para exorcizar tu pérdida, parafraseando al poeta mexicano Hugo Gutiérrez Vega: para que tu poesía luche contra el olvido y, en medio de la desolación, pida que alguien la recuerde, pues somos en los otros; no queda más que adueñarnos de tus poemas en los libros Alguien me ve llorar en un sueñoRetrato de poeta con joven errante y el ahora póstumo Memorias del agua, en los que se columbran el virtuosismo de la palabra y del lenguaje representados en la eficiencia, en la sugerencia, en el barrunto de que algo sucederá y la calidad, combinados para obtener aquello que tenías por decir, extraigo este fragmento:

“…Habría que sembrar girasoles de pesadumbre,/ de tallos largos que sostengan/ la gravedad del hombre,/ sembrarlos a lo largo del camino,/ plantarlos en los techos de las casas,/ en todas partes, con su luminosa forma… (Francisco Ruiz Udiel, Poema: Habría que sembrar girasoles),

para divulgarlo, leerlo a los amigos y familiares diciéndoles: Estos son los versos de un rapsoda nicaragüense quien se nos adelantó tempranamente en el viaje sin retorno, que se llamaba Francisco, se apellidaba Ruiz y se amigaba Udiel.

Hasta donde estés, mi estimado poeta Udiel, que estas palabras te persigan.
Un abrazo y hasta pronto. Fraternalmente, Corea Torres.

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).