Las mutaciones de Jorge Comensal: una petroficción

1 febrero, 2023

Un exitoso abogado mexicano es diagnosticado con una forma extraña de cáncer infantil en la lengua. La inevitable propagación de la enfermedad lo orilla a someterse a un procedimiento quirúrgico para remover el órgano afectado. La pérdida de la función del habla, aunada al declive en su salud producido por la quimioterapia, llevan al abogado, Ramón, a dejar de ejercer su profesión. Sin un salario habitual y con la rápida acumulación de deudas médicas, el declive económico amenaza la estabilidad de su familia. Agobiado por la enfermedad, el aislamiento social, y la inminente pobreza, el protagonista encuentra un rezago de felicidad en Benito, un loro parlante. Tal es la trama de Las mutaciones (2016), la primera novela del autor mexicano Jorge Comensal. Entre los temas más notables mediante los que se articula la narración, están el exorbitante costo de las quimioterapias, el cambio en la dinámica con su esposa e hijos producido por la enfermedad, la modificación identitaria que surge a partir de la pérdida de la lengua, y los efectos físicos y psicológicos de un cáncer nunca antes visto en el cuerpo de una persona adulta. Sin embargo, de mayor relevancia para este artículo es que la novela entra en diálogo con marcos contemporáneos referentes al daño climático1, los que se hacen presentes debido a la representación de la dependencia al petróleo2. Por lo anterior y como propongo, Las mutaciones puede leerse como una petroficción.

El concepto de la petroficción fue acuñado por Amitav Ghosh en “The Oil Encounter and the Novel” (1992), donde cuestiona cómo es que, pese a la avasallante presencia del petróleo en la vida cotidiana, aparece como apenas un destello en la producción literaria mundial: “very few people anywhere talk about the Oil Encounter” (30). De acuerdo con Ghosh, uno de los motivos detrás de lo que denomina como una suerte de esterilidad narrativa en torno a la representación de la incesante impregnación de productos derivados del petróleo en el planeta, se debe a que la literatura tiende a adherirse a marcos individuales constreñidos por un espacio geográfico delimitado por esferas nacionales, en tanto que: “the experiences associated with oil are lived out within a space that is no place at all, a world that is intrinsically displaced, heterogeneous, and international” (30). Este impedimento tiene que ver con la tendencia de la literatura a anclarse en “distinguishable and distinct civilizations, or recognizable and separate societies” (31), característica a través de la que suele aparecer lo que Ghosh caracteriza como un sentido de lugar que no concuerda con el alcance y la saturación del petróleo y que por lo tanto, no puede representar.

Pensando en el enfoque transnacional propuesto por Ghosh en tanto ángulo central de la petroficción, Stephanie LeMenager sostiene: “the transnational, as the fundamental if elusive space of economic globalization, tends to be most visible in regional sites of capital production” (11).  De tal modo, como Ghosh, LeMenager también rechaza los acercamientos homogéneos muchas veces ofrecidos por marcos nacionales, pero no es precisamente a través del prisma de lo transnacional, sino en un enfoque en la escala regional, que LeMenager advierte que es posible identificar cómo es que se vive al petróleo (13). Partiendo entonces de lo local, es que se hace posible acceder al descubrimiento de los efectos que la adhesión al petróleo puede generar a nivel global. En diálogo con lo anterior, en la novela de Jorge Comensal, el carácter petroficcional se desenvuelve en una escala mucho menor a la transnacional. Ya que como LeMenager señala “the term ‘region’ signifies place at a variety of scales” (13), aquí me enfoco en los territorios domésticos, particularmente en lo que compete al espacio de la casa de la familia del protagonista, que actúan como el microcosmos mediante el que se revelan dinámicas sociales y ecológicas a través de las que la novela refiere a realidades más amplias.

En Las mutaciones, la presencia del petróleo es a primera vista tangencial. Aparece debido a que Ernesto, el hermano de Ramón, tiene una fábrica de poliestireno, un tipo de plástico maleable con el que el negocio manufactura envases de comida desechables. Para Ernesto, el polímero se convierte en un método para salir de una serie de negocios fracasados, y no es hasta que explota al “níveo milagro de la petroquímica que revolucionó el mundo de la comida rápida y las maquetas escolares” (24-25), que alcanza el éxito anhelado. Si bien la representación de este material parece ser mínima y funcionar, principalmente, como el elemento a través del que se establece el poderío económico de Ernesto, su presencia en la narrativa tiene un alcance mayor. El petróleo afirma su dominio al entrar en diálogo con los elementos que conforman al espacio habitado por Ramón, tanto al nivel de la ciudad narrada, como de la casa en la que vive. Ligando tales localidades a la dependencia hacia una economía extractiva, Las mutaciones se une a una serie de productos culturales que participan “in the pursuit of the psychologically ultradeep, the affects and emotions lodged in gasoline fuel, cars, and in the thousands of everyday items made from petroleum feedstock” (LeMenager 13). Esto se logra, principalmente, debido a la influencia que la industria de poliestireno tiene en el desarrollo de la trama, a través de la que la novela enfatiza el rol silencioso, pero imperdible del petróleo en los espacios narrados[3].

La primera novela de Jorge Comensal ha sido poco estudiada. Entre las perspectivas principales a partir de las que se ha examinado está la de la centralidad de la enfermedad para guiar la trama y sacar a relucir los cambios sociales, físicos, y psicológicos que se desatan debido al diagnóstico y subsecuente mutilación de Ramón. Por ejemplo, Sara Carini estudia cómo es que el cáncer del protagonista, y en particular, la pérdida de la lengua que deviene como consecuencia de la enfermedad, moviliza una suerte de declive social en el que participan todos los personajes de la historia, por lo que afirma: “la narración de la enfermedad en Las mutaciones es interesante, ante todo, porque delinea las dinámicas que se establecen dentro del cuerpo social a la hora de enfrentarse con la experiencia del enfermo” (189). Si bien es cierto que los cambios en la dinámica familiar generados por la enfermedad destapan una precariedad social que había estado oculta bajo la capa del éxito económico de Ramón, de mayor interés para este artículo es la representación de la profunda dependencia hacia el petróleo que también se destapa a partir de algunos de los efectos de la enfermedad y subsecuente pérdida del habla, particularmente de los económicos. Precisamente, el motivo por el cual se retrata la industria de poliestireno se da debido a la recién encontrada precariedad económica de Ramón. Con la pérdida de la lengua, Ramón pierde la capacidad de comunicarse oralmente, por lo que ya no le es posible atender sus casos, abandonando así la entrada económica que hasta entonces había sostenido el lujoso estilo de vida de su familia. Dado que el protagonista no tiene seguro médico, la situación se vuelve más complicada por el alto costo de su cuidado y los tratamientos debilitantes a los que debe someterse. Ante estos nuevos desafíos, Carmela, la esposa de Ramón, comienza a pedir préstamos:

««Sólo podemos apoyarlos con cincuenta mil.»» Requerían veinte veces más que eso, una cantidad equivalente a la que Ramón ganaba en un año y de la que había que descontar las colegiaturas, las mensualidades del coche, de la camioneta, y de las tres computadoras que había comprado en enero para sus hijos y su secretaria. Ramón había invertido todos sus ahorros en la remodelación de sus oficinas. (25)

Debido a la exorbitante cantidad de dinero que la familia necesita para cubrir el cúmulo de gastos tanto cotidianos como médicos que tiene y evitar quedar en la quiebra, para Ramón, “la única esperanza era recurrir a su hermano menor, Ernesto, que se había hecho millonario con una fábrica de envases de poliestireno” (25). Así, a través de la inminente ruina económica producida por una enfermedad incisiva, se da pie a la incorporación de uno de los derivados del petróleo. El elemento anterior está en diálogo con lo expuesto por Matthew Huber cuando, pensando en la relación entre el capitalismo global y la industria petrolera, señala: “While the geography of oil extraction might mirror many other forms of extractive mineral economies, what distinguishes petrocapitalism is the tremendous wealth generated from this critical commodity” (1). Ernesto no solo encuentra estabilidad económica al comerciar productos hechos con poliestireno, además genera una riqueza excesiva:

Ernesto comenzó a fabricar envases desechables justo cuando se puso de moda la comida para llevar a domicilio, y de un día para otro explotó la demanda de sus productos. En poco menos de una década, la empresa de Ernesto, Unimex S.A. de C.V. había dominado el mercado de poliestireno en todo el altiplano central de México. (25)

En la cita anterior se identifica una doble centralidad del petróleo para el éxito económico de Ernesto. Por un lado, la riqueza del hermano menor de Ramón se desprende de los productos generados en su empresa, por el otro, dicha empresa se sostiene debido a los servicios de comida a domicilio que dependen del uso de distintos medios de transporte, la mayoría que requieren el uso de gasolina. Al describir a la demanda por el servicio de entregas a domicilio como una moda, la narración hace evidente que se trata de un tipo de consumo habitual y por lo tanto, alude a una forma renovada de dependencia al combustible. Mediante el negocio de Ernesto, la novela enfatiza “a multiplicity of [oil’s] ‘use-values’ that then flow into countless channels of consumer markets –most notably transportation fuel” (3). La riqueza que Ernesto obtiene del valor de algunos de los múltiples usos del petróleo se convierte en el medio a través del que se moldea una nueva tensión con la familia de su hermano. Mediante la enorme deuda que Ramón adquiere, la historia sitúa al petróleo al centro de uno de los principales conflictos de la trama, el que se genera entre los dos hermanos.

La relación entre Ramón y Ernesto está fracturada desde antes del diagnóstico de cáncer y la subsecuente deuda. El protagonista recuerda que cuando su hermano menor comenzó en el negocio del poliestireno, le pidió que se encargara de los asuntos jurídicos. Trabajando en el ámbito legal de la nueva empresa, Ramón rápidamente se da cuenta de las cuestionables prácticas laborales al centro de las operaciones cotidianas de su hermano menor: “Ernesto era un patrón despiadado, un competidor desleal, y un contribuyente fiscal fraudulento” (25). Conforme las acciones de Ernesto se tornan cada vez más problemáticas y Ramón se ve envuelto en una serie de juicios ganados, pero injustos, este último decide dejar de trabajar para la empresa de su hermano, evento que culmina en la ruptura de su relación. Lo anterior aumenta la molestia de Ramón por tener que necesitar la ayuda de Ernesto. Esto empeora cuando, ya que Carmela le cuenta la situación y este accede a prestarles dinero, al mismo tiempo declara: “Para que no haya malentendidos, –le dijo a su cuñada–, hacemos un pagaré por la cantidad que les presté y lo avalamos con su casa, que en dado caso, se podría hipotecar, ¿no?” (25). Una vez que Ramón se entera de la cláusula impuesta por su hermano, se llena de indignación e ira y sabiendo que será imposible pagar la deuda, dedica los que serán sus últimos días de vida a buscar cómo evitar que Ernesto se quede con la casa de su familia.

La articulación de Ernesto como un ser mezquino es clara. La descripción de su comportamiento en tanto dueño de una empresa lo sitúa como un hombre abusivo y sin ética. Después, la respuesta a la petición de ayuda de su hermano enfermo lo retrata como ávaro y oportunista. Más aún, la cláusula de Ernesto respecto a quedarse con la casa si la familia de su hermano no puede pagarle opera no solo en función de su personalidad, sino de la empresa misma. Al convertirla en un espacio en disputa, la narración coloca a la casa de la familia de Ramón como el objeto a través del que se revela una dinámica social atravesada por la dependencia al petróleo, mostrando así su “multiform liquidity and imbrication in networks of power (LeMenager 185). Ya que Ramón depende del capital acumulado generado por una empresa que se dedica a comerciar productos hechos con poliestireno, un derivado del petróleo, la dependencia se extiende en consecuencia, a dicho producto.

La relación de Ramón con el petróleo es tan ambivalente como inescapable. Para poder seguir viviendo en su casa, pagar las cuentas médicas, y sostener a su familia, Ramón necesita al petróleo, reflejado en la historia en el caudal de dinero excesivo que posee su hermano. Al mismo tiempo, debido a que dicha dependencia exige una reciprocidad que no se puede permitir, esta es, la de pagar la deuda, se convierte en el elemento por el que tarde o temprano, perderá la propiedad: “El peso de sus deudas le oprimía el pecho. No había manera de saldarlas sin perder su patrimonio: la casa en la que ahora se marchitaba. Trescientos metros cuadrados de construcción en una colonia residencial, su única herencia” (58). De tal modo, en tanto que el petróleo lo salva de la desolación inminente, dicha salvación es pasajera y culminará, inevitablemente, en la pérdida de aquello que para Ramón simboliza su trayectoria y lo único que podrá heredarle a su familia.  Por lo anterior, la relación que el personaje principal de la novela sostiene con el petróleo funciona como un ejemplo de lo que LeMenager describe como el “destructive attachment, bad love” (11) que caracteriza a las relaciones humanas con dicho recurso. El apego y la dependencia que Ramón tiene hacia un tipo de vida elevado que es simbolizado por la casa, genera la necesidad del préstamo. Debido a que dicho préstamo tiene lugar por la comercialización del petróleo, la dependencia de Ramón al estilo de vida que ahora se sostiene por tal préstamo, se traduce en una dependencia y apego al petróleo que lo origina. Ya que la existencia de una deuda impagable culminará en la pérdida del inmueble que Ramón busca conservar, el apego al petróleo es, desde su origen, inevitablemente destructivo. El entrelazamiento entre el petróleo y el personaje puede interpretarse como lo que LeMenager denomina como un tipo de relación ultra-profunda:

Going ultradeep implies an unprecedented potential for destruction because of where these last reserves are and the violence of the experiments necessary to get them. Ultradeep implies a disregard for climate security and for the world’s oceans, fundamentals of ecological health. (4)

Si bien, la narración no alude a los desplazamientos y al daño terrestre ocasionado en el momento de la extracción, sí toma en cuenta otro tipo de abusos, también relacionados con la industria extractiva y que Ramón ignora. No obstante su conocimiento del maltrato y la explotación de trabajadores que tienen lugar en el negocio de su hermano, de la corrupción con la que este se maneja, y de la falta de ética con la que amasó su riqueza, el protagonista acepta y utiliza el dinero prestado. Aunque el daño ecológico que la industria de envases desechables y a la vez, que la congestión vehicular en la que dicha industria participa no es directamente representado en la historia, aparece sutilmente cuando la terapista de Ramón advierte: “El otro día en terapia [Ramón] empezó escribiendo sobre la contaminación del aire, los grados IMECA, el ozono. Se ha obsesionado con la calidad del aire en la ciudad” (106). Esta obsesión también se presenta cuando el protagonista contempla el espacio que lo rodea: “un bosque de tinacos, antenas y edificios envueltos por una densa nube de polvo y humo que llamaban esmog – el nombre tan feo como la cosa – y que privó a la ciudad de su paisaje más bello: los volcanes” (103). Como Martínez López y Laines Canepa advierten, aunque en forma de envases el poliestireno no contiene elementos químicos que contaminen el aire, debido a que no se degradan terminan en grandes vertederos, incinerados, disueltos, o reciclados mediante procesos que involucran el uso de “técnicas químicas y térmicas” (64) que necesitan de disolventes tóxicos, dañinos para el ambiente. A esto se agrega que el éxito de la empresa de Ernesto se debe a la demanda masiva de la entrega a domicilio de comida, para la que el uso recurrente de vehículos de combustible es necesario. Mientras que Ramón decide ignorar los abusos contra lo humano que caracterizan al manejo de la empresa de su hermano y acepta su dinero, es completamente oblicuo al daño ecológico que esta misma empresa ejerce. Cuando piensa en la toxicidad del ambiente que lo rodea, el protagonista en ningún momento la conecta con el rubro industrial del que él mismo ha sido partícipe.

A su definición de la relación ultra-profunda que se sostiene con el petróleo, LeMenager agrega: “Ultradeep also implies an unprecedented devotion, even love” (4). En el microcosmos del territorio doméstico que habita Ramón, el amor y la devoción no se dirigen directamente hacia el petróleo, y esto tampoco es lo que LeMenager sugiere, sino hacia el estilo de vida que, en el espacio narrado, es sostenido por las ganancias que dicho recurso genera. De ahí, el matiz profundo de la relación inextricable entre Ramón y el petróleo del que depende el estilo de vida al que le muestra un grado de devoción tal, que acepta asumir una deuda que sabe será imposible pagar, y que de cualquier modo terminará destruyendo aquello que busca mantener. Aunque es cierto que la familia de Ramón enfrentaba una crisis económica para la que no parecía haber salida más que acudir a Ernesto, en realidad, había otra alternativa a su disposición, la que es insinuada por el propio prestamista: “Ernesto le había sugerido que vendiera su casa y se mudara a un departamento para reducir gastos. De esa manera burda, el magnate del poliestireno presionaba a su hermano para que saldara su deuda” (57). Es decir, el desapego a la casa era la vía a través de la que el lazo más profundo y predominante hacia el petróleo que se representa en la novela podía haber sido eliminado. Sin embargo, para Carmela y Ramón deshacerse de la casa es impensable.

Que el matrimonio, y particularmente que Ramón no pueda concebir desprenderse del inmueble para escapar de una dependencia insostenible que inevitablemente culminará en la pérdida de dicho bien, refiere a una realidad más amplia que trasciende a la región de lo doméstico. La falta de imaginación de Ramón es paralela a la imposibilidad a escala global por imaginar alternativas a, en términos de LeMenager “a profoundly unsustainable and charismatic energy system” (11). Carismático en el sentido de que otorga la comodidad de un modo de vida ya conocido e incluso amado y del que parece imposible desprenderse, pero insostenible porque, aquello que vuelve dicho modo de vida posible, en este caso el petróleo, es una fuente no renovable, y su búsqueda y extracción, una amenaza social y ecológica.

A escala global, el petróleo se consolida como aquello “that overshadows the future of the biosphere, but that also defines us as moderns, and may even be central to our species identity” (Welling 1). Es decir, el petróleo es la base de gran parte de las estructuras que sostienen un estilo de vida moderna a nivel global al grado que, como LeMenager señala: “Oil media is everywhere. Films, books, cars, foods, museums, even towns […] we wear and eat [oil]. Our bodies write it” (11-13). Al mismo tiempo, la extracción y el uso del petróleo es uno de los principales motores del cambio climático, la destrucción de hábitats, del desplazamiento de comunidades, y de actos bélicos y genocidas por obtenerlo, es decir, en el petróleo se formula una realidad apocalíptica presente.  Así como Ramón es incapaz de imaginar un modo de vida alterno al que hasta entonces había llevado, LeMenager recuerda la falla de los sistemas políticos, particularmente de izquierda, por generar alternativas a una economía y a un modo de vida enteramente dependientes del petróleo (11). Como Matthew Huber advierte: “it must be self-evident that efforts to move beyond oil might require moving beyond capitalism itself” (5). Lo anterior aparece reflejado en la escala local de la novela mediante el apego de Ramón hacia su propiedad.

Pensando en varios de los objetos que decoran su casa, “Ramón [los] veía como símbolos de una burguesía que imaginaba el paraíso, un lugar en donde los morenos como él tenían prohibida la entrada” (57), es decir, el apego a la casa es también un apego al estatus económico que esta simboliza. Proveniente de una clase trabajadora y habiendo experimentado el desprecio de su suegra, una mujer de una clase media con “aspiraciones racistas” (14), para Ramón, la posesión de la casa supone un triunfo vital que está anclado y completamente delimitado por un esquema capitalista. Para el protagonista, sortear los desafíos de clase y de raza supone alcanzar el bienestar económico que se materializa en la posesión de la casa. Con la adquisición de la deuda en la que la propiedad queda como colateral, el modo de vida que anhela, la manera en la que quiere existir en el mundo, está ligada a la comercialización del petróleo. Antes que renunciar a dicho anhelo y que perder el estatus alcanzado, Ramón prefiere morir. Tal es la única escapatoria que el protagonista logra vislumbrar.

Con el objetivo de evitar que Ernesto tome posesión de la casa, Ramón delinea una estrategia. Su plan consiste en divorciarse de Carmela, cederle la propiedad, y suicidarse. Ya que él es el principal deudor, si la casa le pertenece solamente a su esposa, después de su muerte su hermano no podrá hacer nada: “Le voy a dejar una carta al pendejo de Ernesto para que no se le olvide. Eres un pinche usurero. No me mato para no pagarte […] Lo hago por dignidad […] si yo ya no existo y no hay bienes embargables, se chinga” (94). Sin embargo, pese a sus mejores intentos por convencer a Carmela de darle el divorcio, esta se niega, por lo que la cesión de derechos de la casa nunca se formaliza. Además, aunque en un momento de angustia y de desesperación por el debilitamiento que la enfermedad le produce intenta acceder al arma con la que quiere quitarse la vida, no lo logra. Hacia el final de la historia, después de una rencilla con su hermano, Ernesto demanda el pago de la deuda y logra que un juez firme una orden para el desalojo.

Poco después de la amputación, Elodia, la trabajadora del hogar que se encarga de cuidar a la familia, le regala un loro parlante a Ramón, Benito. El ave se convierte en el único confidente del abogado, en el ser en quien encuentra una vulnerabilidad compartida. En uno de los momentos más iluminadores de la historia, Benito escapa de su jaula y llega hasta lo más alto de la copa de un árbol, sin embargo, no logra emprender el vuelo porque una ráfaga de viento lo empuja y el ave cae en los arbustos, de donde Ramón lo recoge y vuelve a meter en la jaula. Benito no logra emprender el vuelo y no le hace frente a la ráfaga de viento porque al vivir en cautiverio y no estar acostumbrado a volar, no sabe cómo hacerlo. Como Benito, Ramón está también atrapado en un modo de vida enmarcado por una profunda dependencia a un “mal amor” que termina por traicionarlo. En el microcosmos narrado, se descubre la falsedad de la promesa del petróleo. Si en un principio la riqueza generada por dicho recurso parecía ofrecer un camino para que Ramón pudiera conservar el modo de vida que había forjado, simbolizado en la casa, al final, el petróleo se revela como el medio que termina por consumir al objeto al que aparentemente sostenía. El abogado muere en el jardín, cuando se le cae la máscara de oxígeno y Elodia, quien sabía de su deseo de quitarse la vida, al verlo completamente debilitado y ya derrotado por su hermano, no le da la asistencia que podría reanimarlo y decide mejor dejarlo ir.

 

Citas

1 En su conocida obra The Great Derangement, Amitav Ghosh advierte: “climate change casts a much smaller shadow within the landscape of literary fiction than it does even in the public arena” (7). En el marco que compete a este artículo y tomando en cuenta tal premisa, Las mutaciones se ubica como una de las obras en el campo de la literatura mexicana que en los últimos años han entablado un diálogo directo con la urgencia ambiental actual. Esto lo realiza, principalmente, mediante la representación de una práctica extractiva. Así, la novela de Jorge Comensal forma parte de un grupo de narrativas contemporáneas que abordan el tema de los efectos del capitalismo extractivo tanto en el ámbito de lo humano como de lo no-humano. Obras como Temporada de Huracanes (2017), de Fernanda Melchor, Autobiografía del algodón (2020), de Cristina Rivera Garza, El incendio de la mina El Bordo (2020), de Yuri Herrera, y La compañía (2021), de Verónica Gerber son algunos de los ejemplos de narrativa mexicana reciente que aborda inquietudes en torno a la devastación social y ecológica implantada en los cuerpos y territorios afectados por la lógica del extractivismo. En tanto que en tales textos la representación de los efectos de las prácticas extractivas es más inmediatamente identificable, en Las mutaciones se filtra de manera sutil pero igualmente determinante.

2 Otro elemento a través del que se introduce una temática relevante para la crisis ambiental es Benito, un loro cautivo en peligro de extinción.

3 Pensando en el contexto ambiental actual, Michelle Nijhuis advierte: “as the destruction of species continues and the effects of climate change escalate, conservationists worldwide are fighting for the future of all species, including our own” (5). La cita anterior es relevante para pensar en Las mutaciones porque alude a uno de los elementos que en la novela pareciera ser secundario pero que en realidad adquiere un rol central, este es, el de una fábrica de poliestireno cuyos procesos y productos contribuyen a la toxicidad del ambiente. Al considerar la influencia del poliestireno en la historia y dado que esta se inscribe en el contexto histórico del Antropoceno, la era geológica que se caracteriza por las transformaciones producidas en el planeta por la acción humana, considerar en el rol del petróleo adquiere un mayor sentido.

 

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Bibliografía

  • Bergthaller, Hannes. “Cli-Fi and Petrofiction: Questioning Genre in the Anthropocene.” Amerikastudien / American Studies. Vol. 62, No. 1, 2017, pp. 120-125.
  • Carini, Sara. “Un yo solo, mudo e inmóvil: la narración de la enfermedad y de sus consecuencias sociales en Las mutaciones de Jorge Comensal.” Otras Modernidades, Vol. 11, No. 24, 2020, pp. 180-191.
  • Comensal, Jorge. Las mutaciones. Seix Barral, 2016.
  • Gerber, Verónica. La compañía. Almadía, 2020.
  • Herrera, Yuri. El incendio de la mina El Bordo. Editorial Periférica, 2020.
  • Huber, Matthew T. “Petrocapitalism.” International Encyclopedia of Geography: People, the Earth, Environment and Technology. 2017, pp. 1-6.
  • Ghosh, Amitav. “The Oil Encounter and the novel.” The New Republic, 1992.
  • Ghosh, Amitav. The Great Derangement. The University of Chicago Press, 2016.
  • LeMenager, Stephanie. Living Oil: Petroleum Culture in the American Century. Oxford University Press, 2013.
  • Martínez López, Crystell y José Ramón Laines Canepa. “Poliestireno expandido (EPS) y su problemática ambiental.” Kuxulkab’ Revista de Divulgación. 2013, pp. 63-65
  • Melchor, Fernanda. Temporada de huracanes. Random House, 2017.
  • Nijhuis, Michelle. Beloved Beasts: Fighting for Life in an Age of Extinction. W. W. Norton & Company, 2021.
  • Rivera Garza, Cristina. Autobiografía del algodón. Random House, 2020.
  • Welling, Bart. “Living Oil: Petroleum Culture in the American Century by Stephanie LeMenager.” The Goose. Num. 1, Vol 14, 2015, pp. 1-3.
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Es profesora asistente en la Universidad de California, Davis. Su línea de investigación se enfoca en el estudio de las intersecciones entre migración y ecología en las áreas de Centro y Norte América, con especial énfasis en las humanidades ambientales y los estudios de fronteras. Su trabajo ha sido publicado en múltiples revistas con dictaminación por pares. También ha recibido becas y premios de organizaciones como la fundación Mellon.