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Activismo político y poesía femenina en la década de 1940 en El Salvador

1 octubre, 2011

La década de 1940 abrió un nuevo capítulo en la historia política y literaria de El Salvador. Las mujeres salvadoreñas y en particular las intelectuales se destacaron en el movimiento civil responsable de la caída del dictador Maximilaino Hernández Martínez, en mayo de 1944. Fueron instrumentos de divulgación y concientización política. Escritoras como María Loucel, Lydia Valiente, Pilar Bolaños y Matilde Elena López hicieron llamados desde las páginas de los principales periódicos a que el pueblo se uniera en sus demandas para la creación de una sociedad justa y democrática. En este texto, la Dra. Ticas busca plasmar y analizar las contribuciones de esas poetas dentro de la historia literaria y política del país, algo que en su mayoría se desconoce o simplemente se ha ignorado hasta la fecha.


Introducción

La década del ’40 abre un nuevo capítulo en la historia política y literaria de El Salvador. Los años que siguieron a la insurrección campesina de 1932 constituyen un período de una extrema censura llevada a cabo mediante la poderosa represión del régimen dictatorial de Maximiliano Hernández Martínez que inhibió el surgimiento de una oposición política organizada y paralelamente una creación literaria con fuertes tonos políticos.  En el contexto del caos desatado por la segunda guerra mundial, sin embargo, se comenzó a gestar un movimiento oposicionista que llegó a desembocar en el derrocamiento de Martínez el 2 de abril de 1944.

Las mujeres salvadoreñas y en particular las intelectuales se destacaron en el movimiento civil responsable por la caída del dictador sirviendo de instrumento de divulgación y concientización política. Escritoras como Matilde Elena López, Lydia Valiente y Pilar Bolaños hicieron llamados desde las páginas de los principales periódicos a que el pueblo se uniera en sus demandas para la creación de una sociedad justa y democrática. Estas preocupaciones se trasladaron también a la poesía que estaban produciendo por esos años, redefiniendo de esta manera los parámetros de lo que había sido gran parte de la poesía femenina hasta el momento.

En este trabajo intentamos dar cuenta del incisivo papel de un grupo de poetas salvadoreñas en lo que se conoce como uno de los períodos que marcan la lucha del pueblo salvadoreño por establecer las bases democráticas que se esperaba regirían a su nación en la segunda mitad del siglo veinte.  Analizamos ejemplos poéticos de la década del cuarenta que marcaron el rumbo que habían de seguir las letras femeninas en el país y en particular los poemas que convocan a las masas, y en particular a las mujeres, a participar en la labor política y social que se estaba forjando. Nuestro objetivo es de plasmar las contribuciones de las poetas dentro de la historia literaria y política del país que en su mayoría desconoce o simplemente ha ignorado sus aportes.

Fondo Histórico

La resistencia al régimen martinista (1931-1944), como apunta Patricia Alvarenga, si bien al iniciarse la dictadura no pudo organizarse colectivamente, persistió en «la intimidad de los seres humanos y, en algún momento, encontró nuevos canales que le permitieron desafiar el sistema de dominación»(26). El momento propicio se dio en el marco de la segunda guerra mundial y las políticas democratizadoras que surgieron al cabo de ésta. Lo que hizo primeramente despertar al pueblo del letargo en que años de opresión lo habían sumido, fueron de hecho, las tendencias fascistas que el gobierno de Martínez exhibía. Consecuentemente, a principios de la década del cuarenta se comenzó a organizar de manera sostenida la oposición al régimen.1 A nivel cultural ésta se manifestó con la formación de entidades literarias que se pronunciaron en contra del fascismo y la tiranía y fomentaron la participación política de diversos sectores de la sociedad, incluso las mujeres.

Los años cuarenta en su totalidad fueron ricos en acciones políticas en toda la región centroamericana que estaba tratando de definir su rumbo para la segunda mitad del siglo. Colectivamente se presencia una decisiva participación del elemento femenino en todo el movimiento democrático que arrasaba por el Istmo. Desde Guatemala a Costa Rica las mujeres desfilaron en pro de las revolucionarias causas que prometían mejorar sus respectivas sociedades. En Guatemala se lanzaron a las calles con la Revolución de Octubre de 1944 y más tarde en Costa Rica participaron decisivamente en la Revolución de 1948.

La mujer salvadoreña, para quien el activismo político no era cosa nueva pues ya desde la independencia desempeñó un rol primordial en esta esfera, se destacó en el movimiento civil del año 1944 con una participación numerosa en la Huelga de Brazos Caídos y las acciones que llevaron a este decisivo evento. Las mujeres fueron las primeras en secundar el paro estudiantil que se dio en medio de una cruenta represión durante las semanas posteriores a la primera acción rebelde. Ellas instaron al pueblo entero a que se uniera para derrocar al dictador por la vía de la paz; las mecanógrafas trabajaban sin cesar escribiendo boletines y eran mujeres las que se exponían a las autoridades repartiendo las hojas que convocaban a la huelga.2 Sus acciones revelan como la mujer relegada al espacio privado del hogar responde decisivamente en momentos de urgencia nacional como ha indicado Lynn Stoner en su estudio sobre el feminismo cubano.3

Las intelectuales salvadoreñas tuvieron una mayor visibilidad en el foro público debido a su mayor nivel de concientización sobre los graves problemas que aquejaban al país. Su participación se vio tanto en los sucesos nacionales como en la revolución cultural que se estaba proponiendo. Pero qué factores posibilitaron su significativa ingerencia cuando por décadas su voz había sido sistemáticamente silenciada. Consideremos primeramente el sentir de la época sobre cuestiones de feminismo, movimiento que en décadas anteriores se encontró con actitudes reaccionarias retrógradas.

Actitudes cambiantes sobre el feminismo

En El Salvador de los cuarenta, hay claros indicios que las actitudes hacia el feminismo estaban cambiando; después de haber sido un movimiento vituperado y ridiculizado, en estos años se veía como una realidad inevitable y necesaria para el progreso nacional. Un editorialista salvadoreño captó este sentimiento general de la siguiente manera: «No se diga que el feminismo es capricho de actrices, arranque frívolo de señoritas extravagantes. No. Hoy necesitamos de la intensa cooperación de la mujer.» (Gaston de Vilac,  Prensa Gráfica, septiembre, 1942). El momento de crisis mundial provocada por los líderes políticos masculinos permitió este cambio de perspectiva hacia el sexo femenino al que ahora se le reconocía un rol social y político más de acuerdo con las exigencias del momento. Es así que tras los despojos de la guerra y el cuestionamiento de los grandes proyectos nacionales del patriarcado, se le atribuyeron a la mujer los valores positivos necesarios para la reconstitución de las nuevas naciones:

Cuando creíamos haber llegado a la cúspide de la civilización, nos encontramos de pronto, estupefactos, ante un nuevo mundo, en el cual está todo por hacer [….]. En este momento de crisis y de incertidumbre, las lindas manos que ayer bordaban bellos encajes se nos brindan compañeras buscando nuevos horizontes para mejorar una sociedad injusta hasta hoy. (G. de Vilac Prensa Gráfica, septiembre, 1942).

La repercusión más positiva de este reconocimiento fue que la mujer salvadoreña tuvo por primera vez un foro público donde expresar sus ideas sobre la reconstrucción de la nación. Las que ya estaban formadas en las letras usaron este vehículo para aportar a la labor nacional. Más tarde al organizarse un contingente demandando los derechos al sufragio femenino se integrarán también a las alas femeninas de los partidos políticos que surgieron tras la caída de Martínez, pero por el momento urgía crear consciencia sobre la situación política nacional y para esto el medio más disponible eran los periódicos simpatizantes con la causa liberadora.

Las escritoras y su reconfiguración del sujeto femenino

En las páginas culturales de los principales periódicos capitalinos se plasman las nuevas actitudes tocantes a la función de la literatura y se reafirma la posición comprometida del intelectual con los cambios políticos. Las mujeres escritoras, cuya obra se ha considerado tradicionalmente de corte intimista, no vacilan en adoptar la nota de crítica social. El género más practicado por ellas sigue siendo el poético aunque no se limitan a éste. Por primera vez, incursionan con más visibilidad en el medio periodístico, creando de esta manera un vínculo entre periodismo comprometido y poesía social. Con sus escritos contribuyen a las protestas políticas y a formar la conciencia social del pueblo. Algunas escritoras se integran formalmente a los nuevos círculos literarios de orientación política mientras que otras mantienen su distancia de éstos, no sin dejar de participar, sin embargo, en la revolución que la literatura estaba realizando.

Entre las escritoras que más se destacaron en el periodismo político y la literatura comprometida de esta época  figuran Matilde Elena López (1923-), Pilar Bolaños (1920-1961?)) y Lydia Valiente (1900-1976). Todas comenzaron publicando poemas y escribiendo en las páginas femeninas de diversos periódicos. En sus artículos abarcaron temas desde la niñez, la condición de la mujer y la educación, hasta cuestiones de índole más política, demostrando con esto que la mujer se estaba abriendo campo en asuntos que como sujeto social, aunque sin reconocimiento de su ciudadanía, le concernían. Nos enfocamos en la obra y labor de Pilar Bolaños y Lydia Valiente por las afinidades que comparten.

El trabajo tanto de Valiente como de Bolaños en el ámbito cultural, social y político del país se puede decir que se perfila desde una perspectiva femenina. Al mismo tiempo que tocan una variedad de temas de interés nacional estas escritoras aprovechan el foro público para presentar modelos femeninos ejemplares.  En su obra tanto periodística como poética yuxtaponen por ejemplo el rol social de la mujer como madre y por extensión, veladora del bien de todos en la sociedad, con el quehacer político del hombre que según ellas sólo ha servido para minar a la humanidad. Al llamar la atención sobre los valores asociados tradicionalmente con lo femenino, como la capacidad de protección de los desvalidos, creen estar desarrollando una labor patriótica, labor que también es feminista aunque no la identifican explícitamente como tal. El mismo recurso han empleado otras feministas en el continente para hacer hincapié en la superioridad moral de la mujer y por lo tanto urgir la concesión de su derecho a ser un ciudadano pleno.4

Bolaños, por ejemplo, en un poema donde describe su sentir ante la época en que despierta a la conciencia social proyecta un mundo enfermo y sangriento, envilecido por los hombres que hacen la guerra. El poema deconstruye todo un sistema patriarcal que ha mantenido fuera del quehacer nacional a las mujeres, los niños y los obreros y que por ende ha caído en el más horrendo desastre humano. La esperanza de la voz poética es que estos individuos subalternos, y en particular las mujeres, al entrar a configurar la nueva nación, transformarán su destino en uno de paz y amor:

Mi ser entero
——————
cree en la risa franca de las hembras
y en la canción vibrante del obrero,
en la mano rosada de los niños
y en la entraña fecunda de las madres.
Cree en la mengala y cree en el obrero,
en el hombre pequeño y en la madre
como una realidad de paz en el futuro.
(«Mi ser ante el momento» Diario de Hoy, 12 de mayo, 1942)

Para Bolaños ya no hay fe en los líderes masculinos patriarcales y a veces tampoco en los hombres comunes a los que ve esclavizados por vicios como el alcohol. Las nuevas naciones tienen que rehacerlas las mujeres, y en particular las madres, que son los pilares de la sociedad ya que en ellas recae la carga de sostener a la familia. Así lo expresa en el segmento «Pensamiento de mujer» del Diario de Hoy:

Es la madre que vive en el mesón y que a costa de un trabajo pesado, una faena impuesta desde los claros del día hasta la llegada de la noche, logra el pan que ofrenda a sus cuatro o cinco hijos desconocidos por el culpable de su advenimiento […]. Es por eso que nuestra realidad está en la mujer y la redención de la sociedad también
(16 de febrero, 1942).

En el universo que concibe Valiente, la mujer, al igual que expresa Bolaños, es la salvación. Los sucesos históricos globales han dado amplias señales de una barbarie apocalíptica pero la poeta vislumbra a la vez el nacimiento de una hora redentora. Si la mujer es el símbolo de la nueva era que vendrá una vez concluida esa horrenda guerra, se lleva entonces su rol primordial de madre a un elevado nivel moral que llega a tener matices políticos. Su vientre representa, de acuerdo con lo que postula Valiente en un artículo, un «semillero de libertades» donde no hay más cabida para la esclavitud de los humanos (Diario Latino,  22 de septiembre, 1943). Desde la gestación de sus hijos, la madre tiene el poder de desarrollar hombres y mujeres libres. Todo esto se hace posible debido a su «virginidad», término que se debe tomar en un sentido más amplio del sexual pues para Valiente el hecho que la mujer sea nueva en cuestiones políticas significa su pureza y autenticidad en pro de la lucha democrática nacional.5

Valiente vincula el discurso de la maternidad con el de la moralidad así como lo hicieron otras feministas del continente. Lynn Stoner en su estudio sobre el feminismo cubano explica estos lazos de la manera siguiente: “…La maternidad, tan elocuentemente idealizada por las feministas, simbolizaba el bienestar social, la unidad familiar y la moralidad nacional. Como ícono feminista y nacionalista, la maternidad estimulaba sentimientos sobre la conducta virtuosa y adquiría diversos significados. La maternidad era revelada como la fuerza de la vida y esta proyectaba hacia una sociedad inestable y violenta la promesa de la salubridad, protección, pureza y nueva vida. La nación necesitaba estos símbolos y las feministas necesitaban prominencia nacional… (107).  Dichas estrategias permitieron una mayor aceptación de las demandas de las mujeres lo cual a su vez contribuyó a forjarse espacios en la esfera pública.

La mujer en el discurso feminista de Valiente es la responsable de crear nuevos sujetos nacionales, rebeldes y valientes para que no se dejen vencer por la tiranía. Ella es la metáfora de la nación democrática con la que sueña la poeta. En el poema, «Mujer latinoamericana», Valiente deja plasmadas estas propuestas con un tono exaltado y grandilocuente que revela a la vez optimismo e idealismo:

Mujeres de la América
De esta América nuestra que sueña en un mañana
……………………………………

Que cada fruto nuevo que hoy golpea en el vientre,
con prisas y ansiedades
de pronta claridad,
que sea un fruto nuevo.
Cuidad bien la simiente!
Que nazca como un símbolo de luz en el oriente,
y sean sus creencias: tan sólo:
Libertad!;
que traigan en sus manos, capullos de reseda,
la gracia de ser fuertes,
altivos, indomables
……………………………………

La mujer de la América debe un tributo al bien.
Será la antorcha fuerte de la suprema idea
Y ha de ser grande el gesto de nueva gestación
Y ha de dar hijos grandes para la patria suya
Hijos para el mañana.
No, hijos del ayer.
(Diario de Hoy, 29 de mayo, 1938)

Con poemas como este, Valiente revoluciona el concepto de la madre representado en la poesía femenina tradicional como la encarnación pura de la ternura y otros sentimientos nobles. Para la poeta, como se puede apreciar en estos versos y en sus artículos en torno al tema, la maternidad debe ser una tarea activa: «vuestros vientres son yunques do golpea el martillo»; y proactiva en el sentido que la nueva creación tiene que caminar hacia adelante dejando atrás las manifestaciones negativas de la humanidad como las tiranías y la esclavitud. La mujer que propone Valiente posee, por lo tanto, el gran poder de creadora no sólo en el sentido biológico sino también en el ámbito socio-político de la nación. No obstante, el hecho de insistir en el rol materno, no implica que éste sea lo único de valor que le asigna a la mujer aunque sí ocupa un lugar primordial. Al respecto Valiente declara:

[…] la mujer no se encierra ni se encerrará más en el círculo estrecho del parto y de la lactancia. Llevará más alta la frente y verá más alto el porvenir, desligada de ver la vida bajo tres únicos aspectos: como bestia de procreación, como bestia de carga o como bestia de placer […] y lucha para desempeñar en los días hermosos de un devenir risueño y esplendoroso el papel que hasta la fecha la ignorancia y el egoísmo le habían vedado desempeñar.
(Diario Latino, 22 de septiembre, 1943)

Esta misma fe depositada en las mujeres americanas como forjadoras de un mañana esperanzador, se refleja también en un poema de Pilar Bolaños titulado, «Mensaje a las mujeres de América» publicado en Diario Latino (29 de octubre, 1942). En éste se aleja de las imágenes de la madre y en vez rescata todo un legado de heroísmo femenino para hacer un fuerte llamado a las de su sexo a tomar las riendas del futuro del continente:

Qué viva la victoria lograda por las hembras
que tallaron los Mayas
por las que se impregnaron en los sueños del Inca
y las morenas dulces de la sangre pipil.6
Con fiereza salvaje defenderán las mares
los cielos y los montes de la tierra del Indio
mientras una manada de quetzales simbólicos
se pose sobre el bálsamo, sobre el ébano sacro
de las hijas de América.

Es de notar en estos versos la herencia indígena a la que recurre la poeta para establecer la filiación de la mujer americana a la cual concibe como un reflejo de la naturaleza tropical, activa y radiante:

Mujeres de la América,
forjadas en la fragua del trópico candente
altaneros volcanes [con] nuestro barro como lava
hecho sangre, corre y corre adelante
marcando con su ritmo las horas del presente.

Esta composición poética promueve no sólo una identidad indígena femenina sino también una identidad panamericanista. Así como en el poema de Valiente sobre la mujer latinoamericana, se reconoce en éste que las mujeres del continente enfrentan luchas semejantes. Ellas son quienes para la poeta defenderán «la causa creadora, la libertad» todas unidas en un sólo parecer desde el Norte, hasta el Sur y enlazadas por el Istmo central. A esta alianza se refiere cuando dice «tres ritmos hermanados formando un corazón/Una sola nota, impregnada de amor.»

El poema es claramente un llamado a la unión de las mujeres latinoamericanas a luchar en pro de la paz borrando las fronteras nacionales. La actitud de la poeta recuerda lo que Francesca Miller, basándose en las ideas de Benedict Anderson sobre como se crea el concepto de nación, ha catalogado de «una hermandad, una ‘comunidad imaginada’ de intereses que se fundan en el género y la insistencia en la uniformidad de la experiencia humana, todo lo cual socava la idea de nación» (Miller 21). El poema postula no una identidad femenina nacional sino un sentimiento de fraternidad y unión que se funda en un espíritu de hermandad femenina. He aquí de nuevo la falta de confianza en los grandes proyectos masculinos articuladores de nación cuya futilidad quedó comprobada con la segunda guerra mundial. 7

El poema en su totalidad representa la afirmación no sólo de una identidad femenina, «diferente» a la masculina sino también invoca la diferencia americana con respecto al viejo mundo. Como es sabido la guerra en Europa renovó el sentimiento latinoamericanista y la cuestión de su especificidad cultural. Se sentía un cierto orgullo en pronunciarse diferente a ese mundo supuestamente civilizado que había caído en la peor de las barbaries humanas. Aquí se apela entonces a la gran nación latinoamericana sin fronteras, que es de hecho el sueño bolivariano para evitar que el continente se involucre en guerras absurdas. Pero como la historia lo ha comprobado, éste no es más que un anhelo, un ideal que no obstante mueve a las mujeres a la acción política.8 Este tipo de discurso político es típico entre las salvadoreñas que desde la formación de los estados centroamericanos se han pronunciado a favor de la unión regional para combatir la dictadura y contribuir a la creación de una cultura de paz y justicia.9 Con la caída de las dictaduras centroamericanas en esta década se reavivó nuevamente el sentimiento de fraternidad regional.

Estas escritoras son conscientes del limitado impacto de sus pronunciamientos dada no sólo la situación política en el país sino también debido a la falta de canales de comunicación y a la poca conciencia que había entre las mujeres mismas sobre su capacidad participativa en asuntos nacionales. En la sociedad que tanto Valiente como Bolaños vislumbran urge crear espacios propicios para el desempeño y desarrollo de la mujer. Y por ende, dedican gran parte de su periodismo a abogar por una educación femenina que les permita a sus homólogas concientizarse sobre la importancia de la labor a la que son llamadas. Dado el descontento nacional con el estado de cosas, consideran el momento idóneo para lanzar sus proclamas y encuentran sus aliados entre otros intelectuales de la época que también venían abogando por un mayor involucramiento de la sociedad civil para promover verdaderos cambios. A continuación vemos como se forjan un espacio dentro de la intelectualidad salvadoreña que veía la necesidad de reformar la sociedad a través del fomento cultural.

La literatura comprometida y las voces femeninas

Un factor importante que explica la prominencia pública de ciertas escritoras es que por primera vez en la década del cuarenta algunas se incorporan formalmente a los círculos literarios que iban más allá de las letras para estudiar la situación social y política por la que estaba atravesando el país en las postrimerías del Martinato. Matilde Elena López, por ejemplo, se cuenta entre los miembros del Grupo SEIS (Grupo Superior en Ideas Sociales) y la Asociación de Escritores Anti Fascistas que le dieron nuevos contornos a la labor del intelectual en el país.10 Matilde Elena López afirma que dichos organismos en el fondo se conforman por los mismos miembros ya que ambos perseguían fines semejantes:

El grupo [SEIS] nace con intención literaria, pero venía una lucha política, el momento era terriblemente opresivo, eran los días de dictaduras, de luchas contra el fascismo en Alemania, en Italia. Para el grupo esta lucha se enfilaba hacia la lucha contra la dictadura de Martínez en El Salvador, de Somoza en Nicaragua y de Carias en Honduras (citado en Angulo 19)

De todos los miembros del grupo, López es quien ha sobrevivido para escribir la historia literaria de esos años en El Salvador.11 En numerosas entrevistas y artículos ha hablado del impacto que tuvo en las bases del quehacer cultural y político salvadoreño el Grupo SEIS en particular:

Con el Grupo SEIS nuestra literatura dio un verdadero vuelco copernicano. Todas las estructuras sociales económicas, políticas y estéticas fueron sacudidas. Se cambiaron los sistemas heredados de ideas y creencias y con la aparición de una cosmovisión sustentada por nuestro hombre, una nueva temática animó nuestras creaciones poéticas y literarias. Ocurrió, entonces, un fenómeno único en nuestro vivir creador. En vez de que el Grupo SEIS se recostara en los maestros, fueron éstos quienes se vieron arrastrados por este nuevo impulso, que en arte condujo a la revolución que aún hoy se mantiene y en política a la caída de Martínez. Sin el Grupo SEIS no se explicarían las actuales promociones salvadoreñas o, mejor dicho, habrían sido otra cosa […].12

Dicha entidad cultural se remonta hacia 1939 pero no comienza a tener una mayor presencia hasta 1942 cuando Felipe Toruño, un reconocido escritor y crítico literario, les cede a sus integrantes una página semanal en el Diario Latino donde publican y difunden su obra e ideología.13 El grupo adquiere una fuerte convicción de que la literatura debe estar al servicio de las causas sociales y contribuir al establecimiento de sociedades democráticas, pues sólo así se romperán las estructuras elitistas del poder y se abrirán oportunidades educativas para el pueblo en general. La suya consideran que es primordialmente una labor educativa de concientización:

[…] luchar para la cultura en la medida de sus posibilidades es la tarea que el Grupo SEIS se ha impuesto ya que esa es la manera más efectiva de servir en América a la democracia [..]. Cuando en el mundo se haya cambiado todo lo que encadena a los humanos, los regímenes que engañan […] serán rechazados por los pueblos dueños de su destino.
(Quinteros, Diario Latino, 2 de marzo, 1942)

Si se utilizará la poesía como medio de concientización sobre la realidad del momento, ésta tendrá asimismo que sufrir cambios radicales. La actitud de los jóvenes poetas es, por consiguiente, una de subversión de formas y estilos poéticos vigentes hasta la fecha:

Nosotros pedimos de la poesía algo más que chuladas más o menos eróticas, románticas o épicas. Queremos que la poesía de hoy sea algo más trascendental y profundo. Algo íntimo y sagrado. Queremos una poesía anti-declamatoria, anti-retórica, anti-gloriosa. (Diario Latino, 16 de marzo, 1942)

Estos jóvenes no llegaron por cuenta propia a esta poética. Algunos fueron influenciados por personalidades como Lydia Valiente que, aunque no se asocia directamente con ningún organismo literario ni es de la misma generación de las intelectuales que formaban parte del Grupo SEIS, fue una de las escritoras y periodistas más versátiles de la época. Ella les sirvió de madrina presentándolos en las páginas de los diarios en los que publicaba. Al presentar a Oswaldo Escobar Velado, que se convertiría en uno de los más importantes poetas del Grupo, Valiente le advierte, por ejemplo, sobre la poética cambiante del momento: «el poeta debe extender su horizonte y con la misma voz que salmodea al amor de sus amores, debe fustigar injusticias, estimular a los que luchan, consolar a los que sufren y hacer gozar a los niños; la poesía es pan de vida; debe satisfacer todas las hambres y llegar a todo corazón» (Prensa Gráfica,  29 de junio, 1941). La misma Pilar Bolaños, presentada por Valiente en la Prensa Gráfica (15 de marzo 1941), reconoce el papel de guía que esta escritora desempeña para las nuevas generaciones: «Tenemos entre nuestros intelectuales a Lydia Valiente, mujer capaz de guiarnos y de proporcionarnos su cooperación dinámica y encauzarnos por los caminos que nos han de llevar a la realización de nuestros ideales» (Prensa Gráfica, 29 de noviembre, 1940).

Estos cambios que se perciben en la estética literaria concuerdan con el sentir de la época en que dados los conflictos mundiales la humanidad entera se debate internamente buscándole sentido a una vida caótica y violenta. A los jóvenes del grupo, los mueve un espíritu universal de solidaridad, por ello proponen establecer vínculos con otras asociaciones semejantes en el continente con el fin de combatir el fascismo para en su lugar fomentar una cultura de paz y de unidad y dentro de ella impulsar la labor socio-política del intelectual.

El llamado para la unión de los jóvenes intelectuales centroamericanos lo hizo Pilar Bolaños, que se convirtió en una de los voceros más audaces del Grupo SEIS. Bolaños fue quien quizá mejor captó el espíritu y la atmósfera del momento en un artículo titulado «Cruzada de escritores anti-totalitarios en Centro América».  Esta joven escritora ve en los sucesos de la segunda guerra mundial la crisis total de los ejes ordenadores de la modernidad, como la fe en el progreso, que no son más que discursos altisonantes en un ambiente caracterizado por el «caos de doctrinas» y la «confusión de dogmas y teorías que desorientan al hombre […]» (Diario Latino, 27 de abril, 1942). Dentro de todo este desorden la juventud representa la única nota de esperanza. A ella le encarece la tarea de formar nuevas naciones y de construir un futuro más justo y más humano:

Ninguna juventud como la nuestra ha llevado en sus hombros la carga que hoy soportamos. Obligados estamos a ir a la vanguardia enarbolando la bandera de una nueva cultura, más humana, más verdadera en el ejército que combate por la libertad, por romper la malla que enreda a nuestras mayorías en la ignorancia y sentar las bases de una verdadera sociedad (Diario Latino, 27 de abril, 1942).14

En esta obra de restructuración cultural a nivel nacional y regional el intelectual se convierte en un obrero que trabaja la palabra de tal manera que pueda llegar a un público más amplio y combatir asimismo las «bárbaras teorías» que según Bolaños son las que crean las tiranías, como la que vivía El Salvador con Martínez. El trabajador cultural debe además llevar la cultura a todo el humilde, al obrero de las fábricas, al campesino y a todo aquel que necesite un grano de la misma (Bolaños, Diario Latino 4 de febrero, 1943). Con esto en mente, el grupo creó en el país el Centro Salvadoreño de Estudios que proveía orientación y un foro para la discusión de problemas nacionales (Diario Latino, 11 de mayo, 1942).

Todo el proyecto del Grupo SEIS hoy en día podría parecer un producto idealista de la juventud vanguardista. Es no obstante, propio de una época en que se buscaba desesperadamente reivindicar de alguna manera a una humanidad que había caído en la más baja degeneración. El momento era ideal para hablar de democracias y de formación de naciones donde se tomaran en cuenta sus raíces culturales y donde su literatura  respondiera a la situación socio-política. Los jóvenes del Grupo SEIS, como gran parte de la intelectualidad latinoamericana del momento, se derogaron la responsabilidad de ser los líderes en dicha empresa aunque insistieron en no querer convertirse en escritores consagrados u oficializados por los gobiernos de turno.15 La nota más original en lo que concierne al desarrollo de las letras salvadoreñas era su proclama de estar del lado de las masas y de popularizar la cultura.

Al tratarse de mujeres intelectuales, figuras como Bolaños y Valiente no olvidaron a las de su género en sus llamados a convulsionar la cultura y la sociedad como se ha visto en la sección anterior. En la poesía de estas escritoras es notable la preocupación por los seres marginados de la sociedad, en especial las mujeres del pueblo y los niños que no tienen acceso a medios donde plasmar sus protestas. De esta manera se inscriben en la corriente de literatura comprometida al lado de sus homólogos masculinos.

Pilar Bolaños comienza escribiendo en la línea regionalista poemas pintorescos sobre su pueblo natal y sobre personajes de su barrio como la «maestrita» y la «viejecita». Desde esta su primera producción poética es notable el desprendimiento del yo lírico para contar la historia de la vida de otras mujeres. Tiene además poemas románticos que versan sobre un amor juvenil y tierno.16 A medida que se integra al Grupo SEIS, su poesía comienza sin embargo a adquirir tonalidades más sociales. El poema «Mesón», publicado en el Diario de Hoy (10 de enero, 1943), es característico de una conciencia social cada vez más aguda.

El mesón salvadoreño es la vivienda de los marginados de las ciudades. Consiste de un vecindario con piezas individuales donde viven una o más familias en condiciones de verdadera miseria. En un sentido macro representa la vida del salvadoreño marginal y las condiciones infrahumanas de aquel que ha dejado su pueblo natal para ir a las ciudades en busca del sustento. El mesón que nos pinta Bolaños es un lugar de muerte, hambre, miseria y enfermedad. No por estos rasgos deja sin embargo de representarlo haciendo uso del lenguaje poético:

Mesón el de las puertas cerradas por el hambre
por tu suelo empedrado
se deslizan los niños de la mano del frío.
En tus gradas se enreda la risa de la muerte
acechando los ojos canosos de la abuela
llenos de anemia, tristes como charcos lunados.

Las imágenes estelares se entrelazan en el poema como queriendo arrojar un poco de luz en medio de tanta oscuridad. Pero el panorama no es nada alentador; los habitantes del mesón son «estrellas malditas que escupió el firmamento». No obstante, la voz poética no se resigna a un destino fatalista; se dirige al mesón con atributos personificadores para que haga despertar en sus moradores la conciencia de su precaria situación:

Haz que se corte el agua de tu pila cuadrada
para ver si despiertan de sed tus mesoneros
porque ya estás cansado de las toses resecas
y de niños que mueren mordiendo los ladrillos.

El tema del mesón ha dado para más de un poema y aún hasta libros en el país.17 La misma Lydia Valiente en sus tempranas composiciones poéticas representa el mesón como un espacio que refleja el problema fundamental de los desamparados del país, que es la falta de tenencia de la tierra y las  consiguientes carencias que dicha problemática ha acarreado:

Gentes hechas montones, gentes hechas montones!
desorden y desorden en todos los rincones.

Revoltijo de familias, pingajo de naciones
en uno las guitarras y en otro pescozones.
Chillido de cipotes, olor de moho y barro
y el viejo que estornuda su perenne catarro.

Los mesones son antros de carne pobre y fría
y tienen de la muerte la última ironía.
(Excélsior, 20 de octubre 1928)

Es notable en este quinto poema de la serie “Hogar dulce hogar” el uso de la ironía por parte de la poeta. Este mesón nada de dulce tiene para aquellos que lo habitan. He aquí la subversión de modelos poéticos femeninos donde se solía representar el universo hogareño como un lugar armónico exento de las asperezas del diario vivir.

Como revela esta colección, desde muy temprano en la carrera de Lydia Valiente, hay un sello de compromiso con el sufrimiento humano en su escritura tanto de versos como de artículos periodísticos. Gran parte de su cosecha poética que versa sobre esta temática llega a publicarse bajo el título de Raíces amargas (1951) donde recoge poemas escritos a lo largo de veinte años, entre 1930 y 1950. Su espíritu proletario y sus profundas críticas de problemas sociales, le han ganado un lugar en la historia literaria del país como una poeta de temperamento «fogoso y apasionado» (Gallegos Valdés 278; Mujeres en la literatura salvadoreña 27). Su canto enardecido se eleva en pro del ferrocarrilero, el campesino, el marinero, el obrero industrial y todo aquel que no puede levantar su voz en protesta por las condiciones laborales y humanas en que trabaja y sobrevive. Valiente de hecho, concibe el papel principal del escritor y en particular el de la mujer escritora, como un servicio a las masas:

Los hombres hacen las leyes según su criterio de la justicia, nosotros los que vivimos en continua batalla en pro de las causas dignas como periodistas y escritores también tenemos un deber que llenar, salir en defensa de los intereses de los débiles, de los humildes, de los que no tienen palabras para defenderse o fuerzas suficientes para hacer oír sus voces. Digo los periodistas y escritores pero talvez digo mal. Somos nosotras las mujeres que tenemos el don de escritora las que llevando en la entraña del espíritu la maternidad universal, estamos obligadas por nuestro mismo sentimiento amparador a velar por tales intereses
(Prensa Gráfica, 23 de agosto, 1940).

Con este credo guiando su obra, no es sorprendente que Raíces Amargas se enfoque en la vida de penurias de las clases proletarias y campesinas, víctimas de una economía capitalista que las ha convertido en meros instrumentos de trabajo. La autora ubica a estos seres en un espacio urbano y rural hostil. Los trabajadores de la ciudad viven precariamente sin tener siquiera la seguridad de un techo que los ampare y los campesinos viven apegados a una tierra que les ha sido expropiada. La voz de denuncia que impregna estos poemas es sin embargo una que a la vez trae consuelo y esperanza de que cambiará la situación de los parias del pueblo. De ahí que los incite a la lucha, a encontrar maneras de resistencia y a soñar con un futuro mejor, sacudiendo el conformismo que años de violencia y represión han dejado en las capas laborales. El segundo poema es el que expresa mejor el tono y la temática del libro:

«Mensaje»
……………………
Mi mensaje es campana que convocaConcentración total del mundo entero
de las clases humildes y dolidas
eternamente sojusgadas, solas
que saben de amarguras sin medidas.

En el vórtice negro de las horas
unidas esas filas proletarias
en nudo estrecho, corazón y brazo
saldrán de esa gran noche tenebrosa
inmensa sin orillas, sin auroras
como una procesión de mudas sombras.

……………………………….

Ese es el credo unirse y nada más
y fuertemente y apretadamente
construir la falange victoriosa
de un mañana triunfal
de un mañana potente y luminoso
como una aurora boreal, inmensa
como un palio de luz inmaculada
sobre rosas de fuego y de cristal
abiertas en jardines de confianza.
Unirse nada más es mi mensaje
mi mensaje de paz y de esperanza.

Valiente, de acuerdo con sus postulados sobre la sensibilidad más aguda que tiene la escritora en virtud de su capacidad reproductiva, construye el perfil de la voz poética de estos poemas como una figura materna en cuyo abrazo caben todas las aflicciones y desgracias de los que sufren. De ahí que declare hiperbólicamente «todo el dolor del mundo se volcó en mi regazo.» Si la figura poética es la de una madre, el pueblo salvadoreño, se constituye a su vez como un niño huérfano al que la madre tierna arrulla y da consuelo en la hora del dolor. En el poema «Raíz» se refiere a su pueblo en estos términos: «Mi pueblo, pueblo mío de sonrisa de niño» y «Mi pueblo, pueblo mío simiente de mi raza/sencillo y angustiado, mi niño en orfandad.» En otros versos lo define como si éste fuera parte de su propio cuerpo sufriente: «Mi pueblo, pueblo mío mi llaga en carne viva.” La poesía, a través de esta figura materna, se presenta como una especie de bálsamo que, si bien no puede curar los males sociales, al menos ofrece consuelo y ánimo para seguir en la lucha.

Otra de las subjetividades en torno a la cual se erige la hablante lírica es la de líder y redentora de un pueblo oprimido y anhelante de ser liberado. En «Cementera de lágrimas» remonta este don al legado cristiano manifiesto primeramente en la figura bíblica de Moisés y más tarde en Cristo mismo:

Todas las turbas locas que seguían a Cristo
han dejado reguero de semillas en mí
todas las turbas locas las llevo en las entrañas
…………………………….
pidiendo con sus manos tendidas a mi senda
que destruya la zarza, que les abra el camino
porque puedan pasar.

Es interesante el paralelo que establece aquí con la figura del patriarca Moisés a quien en el Monte de Oreb se le aparece Dios en la forma de una zarza ardiente para ungirlo como el escogido que sacará al pueblo egipcio de la esclavitud («Exodos», capítulo 3). De manera semejante, Valiente espera con su verso librar al pueblo del yugo y explotación a que regímenes oportunistas lo han sometido. Valiente pudo haber escogido como punto de comparación el ícono de la virgen María, la madre sufriente con quien suele asociarse a la mujer, una figura que aunque tiene poderes como intercesora no es símbolo de liderazgo. En Moisés y en Cristo, sin embargo, encuentra figuras de incomparable prominencia. Si Moisés representa al profeta líder, Cristo es el redentor, cuyo  sacrificio en pro de los desvalidos y desheredados la poeta quiere emular.

En estos poemas se genera una nueva dinámica en la relación hablante y subalterno que en este caso es el hijo o el pueblo. La poeta-madre no hace del sujeto de su poesía un ente pasivo ni lo despoja de poder; al contrario, se entabla una relación simbiótica en la que ambos madre e hijo dan algo; el pueblo (su hijo) le infunde las energías para seguir en la lucha, mientras ella con el candor de la madre que amonesta a sus hijos, motiva a su pueblo a que con sus propios esfuerzos logre su reivindicación:

empínate en ti mismo, sobre tu misma angustia
y alcanza con tus manos
con los ojos abiertos con gesto de osadía
el derecho de la vida
el derecho a ser hombre
el derecho a ser dueño de tu propio destino
el derecho a ti mismo
que nadie te dará.

Las muestras poéticas analizadas demuestran el interés de escritoras como Valiente en romper con las estructuras de poder que inhiben la democratización de la cultura. En consonancia con los postulados del Grupo SEIS, el intelectual busca fundirse con las masas. Valiente es una escritora con pleno conocimiento de los problemas sociales del país ya que como periodista ha tenido la oportunidad de explorarlos a fondo y exponerlos ante la sociedad ya sea a través de los periódicos o en su poesía donde los expresa sin alardes estetizantes para que puedan llegar a un público lector más amplio. A través de todos estos medios, busca no sólo crear conciencia sino también alianzas para fortalecer la lucha por la justicia social y asegurar su continuidad.

Ella representa por lo tanto un modelo de la relación que la escritora comprometida pretende sostener con el sujeto de su poesía; es decir, una que borra toda estructura vertical de poder aunque en la crítica cultural sobre la subalternidad se entiende que por el mero hecho de poseer el lenguaje, el escritor ejerce poder sobre el otro.18 Lo que poetas como Valiente quieren cambiar es precisamente el uso del lenguaje superfluo y altisonante de los que han estado de parte del para emplearlo como arma en contra de los que oprimen al pueblo con sus instrumentos de poder. He ahí los ideales artísticos democratizadores que postulaban los promotores de la literatura comprometida como el Grupo SEIS en el que se destacaron estas escritoras.

Conclusiones

La nota predominante de la literatura y el periodismo de estas escritoras de la década del cuarenta es sin duda la resistencia. Las intelectuales en su mayoría se muestran explícitamente aliadas con el pueblo arguyendo que esta sensibilidad hacia los desvalidos les proviene del don de ser madres, lo cual no deja de circunscribir a las mujeres en un rol tradicional. Ahora sin embargo, se trata de una maternidad revolucionaria, precursora del discurso maternalista que se daría más tarde en las revoluciones del continente para integrar a la mujer a la lucha. Lo que la obra de estas escritoras revela de manera más novedosa son los cruces temáticos entre la poesía y el periodismo que practican con plena conciencia de provocar cambios sociales y políticos.19

Las intelectuales de estos años crearon, indudablemente, las bases para un movimiento feminista que se iría consolidando en la década siguiente. A pesar de la inestabilidad política tras el Martinato, los exilios forzosos o voluntarios que las llevaron a buscar nuevos horizontes, ellas nunca abandonaron las causas por las que tanto lucharon. Así escritoras del talante de Pilar Bolaños y Matilde Elena López se destacaron en los movimientos feministas y en las filas socialistas en Costa Rica20 y Guatemala respectivamente, reforzando de esta manera la visión de paz y unión que creían debía guiar el futuro del continente frente a las amenazas tiránicas que cundían por la época.

La década del cuarenta marcó de manera definitiva la presencia de la mujer en la vida pública salvadoreña. Uno de los resultados más positivos de su participación política fue el surgimiento de organizaciones feministas como el Frente Democrático Femenino dirigido por Matilde Helena López con el fin de “promover la incorporación de las mujeres de los distintos estratos sociales a la lucha por las reformas democráticas al sistema político” (Moreno 15-16). Dicho grupo se formó aparentemente antes de la caída de Martínez y continuó su labor más abiertamente en los críticos meses de refrigerio democrático (entre mayo y octubre de 1944) que se dieron con su renuncia. Con la continua necesidad de forjar principios democráticos nace en 1945 la Asociación de Mujeres Democráticas de El Salvador (Moreno, 16) y en 1947 resurge la Liga Femenina Salvadoreña que fue instrumental en la recta final de la lucha por el sufragio femenino incondicional, concediéndose éste por fin en la constitución de 1950. Y aunque con este derecho no se derribaron muchas de las trabas políticas y culturales que aún delimitaban el espacio de acción femenino, el incansable activismo de las mujeres de esta década contribuyó a que conquistaran nuevos espacios. Con la entrada de la segunda mitad del siglo y el reconocimiento de su ciudadanía plena, comenzó una nueva era de participación política femenina que se reflejó también en el ámbito de las letras.


Bibliografía

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Anderson, Benedict. Imagined Communities (London: Verso, 1983)

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Carrera, Julieta. La mujer en América escribe… Semblanzas. México:  Ediciones Alonso, 1956. 225-237.

Gallegos Valdés, Luis. Panorama de la literatura salvadoreña. San Salvador: UCA editores, 1996. Cuarta edición.

Miller Francesca. «Latin American Women and the Transnational Arena» en         Women, Culture and Politics in Latin America. E. Bergmann y otras. Berkeley, Los             Angeles: University of California Press, 1990. 10-25

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Stoner, Lynn…” From the House to the Streets. The Cuban Movement for Legal  Reform 1898-1940. Durham & London: Duke University Press, 1991.

Valiente, Lydia. Raíces amargas. San Salvador: 1951.

Poema 5, «Hogar dulce hogar» serie publicada en la revista Excélsior Año 1: 19, (20 de octubre, 1928).

Fuentes Periodísticas

Bolaños, Pilar. “Llamamiento a la juventud salvadoreña”-Pilar Bolaños hace un       llamado a la juventud al panamericanismo. Prensa Gráfica, 29 de nov. 1940

«Cruzada de escritores anti-totalitarios en Centro América». Diario Latino, 27 de     abril, 1942

Diario Latino, 11 de mayo, 1942

«Mi ser ante el momento» Diario de Hoy, 12 de mayo, 1942

«Un grito más en favor de la Cultura» Diario de Hoy, 16 de febrero, 1942

«Mensaje a las mujeres de América» Diario Latino, 29 de octubre, 1942

«Mesón», Diario de Hoy, 10 de enero, 1943

Diario Latino 4 de febrero, 1943

De Vilac, Gaston. «La Mujer y sus derechos,» Prensa Gráfica, septiembre, 1942

«Grupo Seis, entidad cultural y literaria de El Salvador» Diario Latino, 16 de marzo, 1942

Quinteros, Alberto. «Necesidad del fomento de la cultura popular» Diario Latino, 2 de marzo, 1942

Valiente, Lydia. “Mujer Latinoamericana”.  Diario de Hoy, 29 de mayo, 1938

«Lydia Valiente escribe sobre la ley de vagos y maleantes» Prensa Gráfica, 23 de agosto, 1940

“Lydia Valiente presenta a Oswaldo Escobar Velado”, Prensa Gráfica, 29 de           junio 1941, pg. 7

«Entrañas, Semillero de libertades» Diario Latino,  22 de septiembre, 1943


NOTAS

1 Desde 1934 se estaba capacitando en el exterior a miembros del ejército salvadoreño a través de becas proporcionadas por la Italia fascista. Con la Alemania Nazi había estrechas relaciones de comercio y una presencia de asesores militares nazis en El Salvador. Véase  Historia de El Salvador, Tomo II, (San Salvador: Ministerio de Educación, 1994) 158-9.

2   Son varios los artículos periodísticos que dan cuenta de la heroica participación de las mujeres. Véase entre ellos uno del Diario de Hoy, “Iniciativa para levantar un monumento a nuestras mujeres “ (13 de mayo del ’44), “Se anuncia un concurso literario para honrar el civismo de nuestras mujeres” (23 de mayo 1944);  de Opinión Estudiantil “Hondo sentido de civismo—una mujer de nuestro pueblo” (1 de julio, 1944); y Prensa Gráfica, “De por qué la mujer salva a El Salvador” (7 de junio 1944).

3  From the House to the Streets: The Cuban Women’s Movement for Legal Change, 1898-1940. (Durham, NC: Duke University Press, 1991).

4 Véase al respecto el valioso artículo de Asunción Lavrín, “La Génesis del sufragio femenino en América Latina”  donde rastrea los argumentos principales en torno a las luchas sufragistas. Un Siglo de luchas femeninas en América Latina. Eugenia Rodríguéz-Saenz, editora ( San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005). Pags. 3-22.

5 Referimos nuevamente al lector al ya citado artículo de Asunción Lavrín donde se hace hincapié sobre este tipo de argumentos que usaron los y las sufragistas en diversos países del continente.

6 Los pipiles eran el grupo indígena principal de El Salvador.

7 Este sentimiento de unidad se incrementa en el período posbélico con la fundación de las naciones unidas en junio de 1945. En este espíritu de optimismo y esperanza Valiente escribe el poema, «Dios te salve Democracia» en el que expone el ideal del amor como lazo unificador entre los pueblos del mundo. Diario de Hoy, 15 de octubre, 1944. Para más sobre el tema de la unidad  véase el artículo de F. Miller, «Latin American Feminism and the Transnational Arena» en Women Culture & Politics in Latin America (Berkeley: University of California Press, 1990) pags. 10-25.

8 Aquí nos referimos de nuevo a los conceptos de nación de B. Anderson expuestos en su  Imagined Communities.  (London: Verso, 1983).

9 Por su lado M.E. López también estaba escribiendo poemas desde Guatemala que versaban sobre la paz. Una colección titulada «Canciones por la paz» ganó un primer premio nacional en 1953. No se incluyen en este análisis por no haber podido encontrar dichos poemas que ni la autora misma posee debido a la inestabidad de la vida en el exilio.

10 Otras mujeres con inquietudes intelectuales participan en el Grupo como miembros de la mesa directiva; entre ellas figuran Margoth O’Connor y Elba Cubas, secretaria. Véase, Diario Latino, 16 de marzo, 1942. O’Connor, directora de un colegio, fue además una importante vocera de la educación y contribuyó con numerosos artículos a las reformas educativas que se estaban proponiendo.

11 Ver por ejemplo su Estudio sobre poesía (San Salvador: Ministerio de Publicaciones, 1971) y «La joven poesía salvadoreña en busca de nuevas expresiones poéticas» en Revista Cultura  48 abril-junio 1968: 35-68.

12 Recorte periodístico proporcionado por la autora sin referencia bibliográfica.

13 Originalmente eran seis los integrantes del grupo, entre los que figuraban Margoth O’Connor y Elba Cubas. Pronto se fueron, sumando, sin embargo, más escritores entre los cuales se destacó Matilde Elena López.

14 El llamado regional es significativo dado que en el momento por lo menos tres de los países centroamericanos se encontraban bajo cruentas dictaduras: Guatemala con Jorge Ubico, Nicaragua con Anastacio Somoza y El Salvador con Maximiliano Hernández Martínez. Se ha dicho que las gestas que inició El Salvador en contra de Martínez en abril de 1944 impulsaron al pueblo guatemalteco en su lucha por la libertad, destituyendo a Ubico del poder en octubre del mismo año. Los intelectuales salvadoreños de izquierda entre los que se contaba Matilde Elena López se exiliaron en su mayoría en Guatemala donde ayudaron a establecer nuevamente el movimiento obrero y el partido comunista. Roque Dalton, Miguel Mármol, Los Sucesos de 1932 en El Salvador. (San Salvador: UCA Editores, 1997). Segunda edición. capítulo XI.

15 Ver comentario de P. Bolaños Diario Latino 11 de mayo, sobre la fundación del Centro Salvadoreño de Estudios: «Queremos fomentar la cultura sin tomar pose de apóstoles, no queremos consagrarnos, solo nos guía el sentido de responsabilidad con la sociedad.»

16 Muestras de estos poemas aparecen publicados en la Prensa Gráfica, (sábado 15 de marzo de 1941) con una presentación de Lydia Valiente. Valiente enfatiza la juventud romántica de la joven poeta: «ese hechizo melancólico del primer murmullo del amor, vengo ahora a afrecéroslo queridísimos lectores, sirviendo de madrina a esta nueva y gentil poetisa que se presenta con la fervorosa inquietud de sus pocas primaveras…»

17 Véase por ejemplo el libro Mesón de Salvador Cañas, reseñado por L. Valiente en Diario de Hoy, 13 de abril, 1938 y un poema de Oswaldo Escobar Velado, uno de los más importantes poetas del Grupo SEIS. Velado describe así el mesón: «Una percha adquirida a precio módico./Tres ladrillos aspiran a cocina/colocados de intento en una esquina./Un gran quinqué. Retratos de periódico.» Tomado de 10 Sonetos para 1000 y más obreros (1950) y citado en Panorama de la Literatura Salvadoreña de Luis Gallegos Valdés (San Salvador: UCA Editores, 1996). Cuarta edición, pag. 384.

18 Esta teorización parte principalmente de Gayatri Spivak en su clásico artículo, “Can the Subaltern Speak?” publicado en Cary Nelson y Lawrence Grossberg (eds) Marxism and the Interpretation of Culture (London: Macmillan, 1988).

19 Por merecer un espacio mucho más amplio al que se le puede dedicar en este estudio, no incluimos la obra paradigmática de Claudia Lars que entre sus múltiples temáticas también se da la cuestión social desde una perspectiva femenina. Refiero al lector al capítulo quinto de mi disertación doctoral para una apreciación del recorrido literario que tuvo esta imponente poeta en las letras nacionales. Feminismo, Historia y Literatura en El Salvador: 1920-1960 (Universidad de California Berkeley, semestre de primavera 2001).

20 Bolaños, según Juan Felipe Toruño, residía en Costa Rica desde 1944.  Allí se hizo abogada y luchó en el frente feminista. «La mujer salvadoreña en las letras y en el arte» Boletín de la Biblioteca Nacional, enero-diciembre 1946: 26.

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Usulután, El Salvador, 1969.
Se doctoró en Lenguas y Literaturas Románicas por la University of California (Berkeley, 2001), con la tesis "Historia, feminismo y literatura: escritoras salvadoreñas 1920 -1960".

En la actualidad desarrolla labores docentes y de investigación en Linfield College (Oregon, Estados Unidos), donde también coordina el Programa de Lenguas y de Estudios en el Extranjero (con estancias en Costa Rica, Ecuador, España y México).

Integrante de la Latin American Studies Association (LASA), ha participado en diversos congresos literarios e impartido conferencias académicas en varios países acerca de sus investigaciones sobre literatura y feminismo en El Salvador de la primera mitad del siglo XX.

Ganadora de varias becas profesionales para desarrollar sus trabajos de investigación en El Salvador y España, sus ensayos y artículos han aparecido en revistas y periódicos impresos y virtuales de Australia, El Salvador, México, Costa Rica y Estados Unidos. Desde 2001 hasta la fecha, en colaboración con otros académicos de origen hispano y residencia en territorio estadounidense desarrollan un amplio trabajo de traducción y difusión de poemas sueltos de la escritora costarricense Eunice Odio (1919-1974), de quien pronto aparecerán varios libros volcados por completo al inglés.