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Adios a Berlín

26 noviembre, 2014

Javier Campos

– A propósito del reciente aniversario de la caída del muro de Berlín y de la reunificación alemana el pasado 9 de noviembre, el poeta y narrador chileno Javier Campos rescata un poema escrito 2003, después de un viaje por Alemania invitado por una universidad, en el cual estuvo en Berlín y “me empapé de toda la historia del muro y de la antigua RDA.”


Piezas originales del Muro de Berlín se reflejan en un estanque


– Para Alfredo y su mamá, allá en Centro Habana, Cuba.

Yo nunca viví en Berlín rodeado por un Muro
de gruesas paredes de concreto
y alambres de púas

Era una isla cercada por torres grises de vigilancia
apuntando desde la sombra con metralletas de largo alcance
hacia ti
sentada ahora en mayo de 2003 en el aeropuerto
de Tejel en Berlín
en viaje de negocios

Tienes el pelo rubio y corto,
jóvenes ojos verdes, pero tu belleza de 28 años
no le teme a nada

Viviste cerca de la puerta de Brandemburgo y cuando cumplías
los 14 años comenzaron a derribar el muro
(dice la historia que nadie supo ni el día anterior
-ni menos los días anteriores que
eso iba a ocurrir en 1989)

Tenías un primo de tu misma edad quien venía a visitarte
desde el lado Oeste
¿qué hacer con tanto dinero occidental en el lado Este
si no había mucho que comprar ni en qué gastarlo
aparte de tomar té, una sopa rusa, o comprar libros
sobre Marx, Lenin y los poetas rusos?

Estás hablando en tu celular
desde el antiguo lado Este del Muro
(¿o es a ti a quien llaman?),
pero a tu hermosa sonrisa no le preocupa
aquel lejanísimo círculo de piedra y alambres de púas

Decías que tus primos y tus tíos venían vestidos con ropas de colores
para pasearse por el lado oscuro de la RDA ;
pero allí nadie se moría de hambre, todos recibían medicinas
y todos tenían un trabajo asegurado, y nadie vivía en la calle
ni era mendigo, además que se acogía fraternalmente
al exiliado político de otras partes del mundo

Tampoco el dinero allí era importante
(según el socialismo utópico)
igual como escribiera Ernesto Cardenal
sobre la economía de los Incas en un poema famoso
en los años 60 donde el poeta entremezclaba,
imaginativamente,
las sagradas escrituras con el marxismo
y la experiencia soviética

Era un poema que durante ese tiempo los jóvenes del mundo
lo sabíamos de memoria
y alzábamos la mano izquierda en alto cuando lo recitábamos

También -continúas hablando por tu celular había
diversión para todos, música, literatura, ballet,
es decir «Los cantores sólo cantaron la historia oficial»;
por eso no permitieron la horrible televisión occidental
ni se conocía la cultura de la imagen que alienaba,
incluso a los animales domésticos,
ni el consumo se permitía
porque la gente pensaría únicamente en los bienes materiales
o soñaría sólo con cosas innecesarias
para su realización humana

no, nada de eso se permitía, además porque eso hacía pensar
en el dinero como meta principal,
y el dinero se convertiría en un medio de alienación superior;
por eso en la RDA todo era casi gratis, o no costaba nada, y el dinero
no debía tener importancia
como no lo tuvo nunca en el Imperio Inca, según
el poeta Ernesto Cardenal en aquel poema famoso cuando escribió:
«No tuvieron dinero, el oro era para hacer la lagartija
y NO MONEDAS»

Sigues hablando por tu celular desde el otro lado del Muro invisible
( ¿existe aún?)
allí el paisaje era viejo y grisáceo,
pero aún así los entonces arquitectos socialistas
construyeron sólidos monumentos, pesados,
pero que al pueblo (decían los dirigentes) no le preocupaba
porque eran los edificios del pueblo
y no los edificios de las compañías transnacionales

los edificios eran iguales que las largas carreteras de piedra
del Imperio Inca,
que eran construidas por orden de los arquitectos de Estado
y el pueblo donaba su tiempo libre para construirlos,
como en el Imperio Inca

¿Es eso lo que escuchas en tu celular
o de eso ni remotamente se habla por ninguno de los nuevos
medios masivos del Tercer Milenio?

Hace catorce años que pasas libre de un sector a otro,
viejos puntos de vigilancia quedaron como reliquias
como aquel teatro socialista de diseño Deco
en la parada del metro Oranienburger Tor

Tu padre aún vive pero tiene la memoria fragmentada
dice que el otro país lo enterraron bajo los edificios modernos,
reparando los oscuros edificios cuadrados,
hoy aquel territorio se llama «la ex- RDA» -dice tu padre pero
él piensa que es una frase que borra la memoria para siempre
para no dejar vestigio del pasado
ni siquiera la parte del socialismo utópico
que vivió el pueblo

Tu padre vive ahora como un astronauta
vagando por el nuevo cielo de Berlín,
pero tú no

a ti te gusta viajar y cruzar fronteras, y ser feliz,
llamar por celular a tu primo que no te visita como antes
en Alexander Plaz
donde escuchaban juntos los cantos del pueblo socialista
los cantos de solidaridad con todo el mundo;
pero
donde nadie tenía el derecho a viajar a ninguna parte,
y todos debían morirse allí donde nacieron

idéntica historia tenían los súbditos del Imperio Inca,
en la versión cristiana-marxista del poeta
Ernesto Cardenal que decía
-repitiendo un verso del poeta Pablo Neruda-
«no hubo libertad, pero sí hubo seguridad social»

Tú en cambio no tienes nostalgia del pasado
y quizás nunca has viajado por las ruinas Incas
ni caminado por Machu Picchu que no era
-según últimas investigaciones- ningún lugar sagrado como
se pensaba,
sino que era el Palacio de Recreo del Inca quien desde allí
dictaba las órdenes socialistas a su Imperio;

Sin embargo tu belleza ahora es diferente,
tu libertad es distinta,

y tu Imperio también es otro.

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Chile, 1947. Es narrador, poeta, ensayista, académico. Recientes libros publicados: El bailador de tango (novela, Washington, 2018), El tango en el Río de La Plata (ensayo, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2019), La isla del fin del mundo (novela, Chile, 2020), Los gatos no viven en el tejado y otros poemas de amor (poesía, Chile, 2020). Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko (ediciones de Nicaragua, Colombia, Chile, Cuba, Rusia, España). Este cuento es inédito e irá en su libro de cuentos, segunda edición, Fui dueño de tu encanto.