Al acecho del relámpago

1 junio, 2008

2. Envueltos por el calor.

La noche es menos igual.
Caminas sobre brasas.
No hay pájaros.
El árbol cerró los ojos.
Desde el ventana me observa acudir.
El que soy es mi testigo.
Entre él, 
y quien voy a ser,
interviene una forma celeste.

El sol se parte como un trasatlántico,
la tierra se meterá en el cielo,
va a hundirse en las alturas.

¿En qué redondo, elíptico ataúd esconden la placenta lunar?
Cruje el esqueleto de quien se  atrevió a pisarla.

Dilatándose la esfera,
el aire es una fustigada crin.
Los niños dirán adiós.
Las parejas posarán petrificadas.
Envueltos por la canícula,
(mientras la numeración se desvanece)
meditan los lagartos.

Late en mi pecho el fruto que robaste.
Es un deleite la tea de mis entrañas.

Al salir colibríes de mi entrecejo,
en la vibración de la espesura,
con tus dedos de nube en un circo montañoso,
se ostentará la salud de la más fértil paradoja.   

3. Un dúo de gotas

Antes del vendaval, voy a bañarme contigo:
se desploma, su ansiosa lentitud es reflejarse.
Se detiene, se sosiega un segundo sobre tu hombro.
Avanza, suspira junto a un excelso lunar.
Su vocación la precipita. Se adhiere a no tener máscaras,
a cambiar de apariencia, a pertenecer al remolino.
Es única, e innumerable,
acaso regrese después de dar la vuelta a un planetario,
abras la llave y se interne por tus  cabellos.
Tal vez yo la vuelva a presentir, como ahora, indecisa y temblorosa,  arriesgada en dos.
Con el meñique voy a salvarlas:
a una la considero en lo unísono de tus labios,
ya la otra  brilla en su estuche capilar.  
Al morirnos, dedicándolas a ti, a mí, vamos a derramarlas.

Entíbiame en el núcleo de un iceberg.
Los espejos se inmolarán; ya nadie podrá verse.
Han insinuado que la tierra es plana.
La redondez, de no ser por tus caderas, es un imperio en el espejismo.

Lo comprendí:  soy un ciprés.
Mis venas cavan, profundizan en los féretros,
preservan (manto de humus) la memoria de la hierba.

Eres de vaho, las paredes no te impiden protagonizar el escenario.
En las noches, por un aleteo, sé que estoy en la brisa de tus valvas.

Amarillo, el mar es una plantación de girasoles.
Tu signo son las especias. Parte,  la ola se entenderá con tus pies. 
Para que trepes,  Dios envía cuerdas en forma de relámpagos.
Lo sabrás al verlo: es un ardid su imagen, nuestra semejanza.

A las nubes -meditativas- un soplo las transformará en cordilleras.
Frotarán sus cabezas contra el techo: chispas y lluvia.

No sabemos dilucidarla: en su chabola, camaleónica, sin castidad por el detritus, babelizada su lengua, la arrinconamos enrollándola. Milenios en la cima, hoy la palabra, con su saco de maldiciones, se atasca en nuestra covacha.

Un ángel lo mencionó al oído del autor del crimen:
“Después de muertos nacen los verdugos”.
¿Cuáles de cuántos otorgarán su testimonio del resplandor?
Llegada la hora, los actores tropezarán con sus diálogos. 
Pocos advirtieron que la intimidad sí era la dulce furia de la epopeya. 

Eludibles y hoscos. ¿Qué se da por aludido?
El  ascensor fue un pensamiento.

Embalsamaron a los intérpretes. El enigma no corresponde a la señal.
Los condenados se librarán de la fosa. No podremos huir.

Bodegas repletas de anomalías,
nichos funerarios,
un bumerang en picada, hacia su quiebre.
Si el centro es una oquedad, la iniciativa es de no retorno. 

Nos proyectan en frigoríficos, en quillas y velamen,
eternamente helados,
como a reptiles.
Hay urbes bajo el musgo,
vidas paralelas,
seres que despiertan mientras tú duermes.

4. De vueltaal cementerio

No salgas, en la calle van a devorarte.
Aguarda la que planea en círculos. 
Los hombres graznan, mugen, se arrasan o incineran,
facilitan que la lluvia clame en los vasos,
colme a los agujeros.
Son bicornes,
huyen de su fantasía.
Su tema es desaparecer a las ánimas.
Gozan con el siamés,
diseñan la aritmética del dolor.
Son el hilo para irrumpir entre tallos y talles.
Se enervan larvando porque  la flor se deconstruya.

Contra el deseo y por la navaja,
(clarividencia de lo literal).
La prescripción es fundar un intinerato de gusanos.

Va a desmoronarse,
al dar la espalda,
sabré que el mundo era de arena:
Islas como cementerios,
llagas en el torso de Dios.

Respiran los que enterramos ayer.
Todo es un dictamen.
Hay un vocabulario de alas.
Concéntricos,
los buitres desconciertan.
Por el impacto, no tendremos un cadáver qué ofrecerles.

Las personas desovan a su doble,
son el prefacio a una renuncia,
cientos deambulan como cirios inminentes.
No ven, aunque tú las veas,
(pozos donde el guijarro se torna un hormiguero)
Acércate, trepidan felices al romperse.

Para que nos empape,
con un cuchillo,
Dios abre el estómago a una nube.

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