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Alfredo Guevara, el cubano que odiaba las guayaberas

1 abril, 2014

Sobre Alfredo Guevara corren infinidad de rumores: como que era el único cubano que odiaba las guayaberas; que nunca se calzó un saco como se debe y los llevó eternamente colgados de sus hombros a manera de desafío a tanto machismo reinante…


Sobre Alfredo Guevara corren infinidad de rumores: como que era el único cubano que odiaba las guayaberas; que nunca se calzó un saco como se debe y los llevó eternamente colgados de sus hombros a manera de desafío a tanto machismo reinante; que mantuvo una memorable y eterna controversia con otro gigante del cine cubano, Tomás Gutiérrez Alea (Sobre lo célebre de estos enfrentamientos con Titón cuenta el libro Volver sobre mis pasos, La Habana, Unión, 2008, recopilación de la correspondencia de Alea, por su viuda Mirta Ibarra); que su censura al film PM, (1961) de Sabá Cabrera y Orlando Jiménez Leal, miembros de la Revista Lunes de Revolución, hizo que el escritor y critico Guillermo Cabrera Infante se fuera de Cuba y se convirtiera en el más acérrimo enemigoo de la Revolución desde su exilio en Londres; que soportó estoicamente muchas veces las críticas publicas del líder de la Revolución; pero quizás lo que nunca se le perdone realmente, es que fue el responsable de convertir al marxismo a un joven estudiante de abogacía llamado Fidel Castro.

Lo que tampoco es leyenda en la vida de Alfredo Guevara es que a partir de él, se estructuró el cine cubano, tal como hoy lo conocemos y que sin duda es uno de los artífices de la expansión del cine latinoamericano.

Nacido en La Habana el último día de 1925, se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Desde sus primeros años de estudiantes, se vinculó a diversas  actividades políticas contra el gobierno de Ramón Grau San Martín. Fue en ese ámbito, donde se conoció con Fidel Castro, amistad que se extendió a lo largo de toda su vida y soportó todas las vicisitudes que la compleja vida de ambos debieron enfrentar: militancia, persecuciones, cárcel, tortura, exilio, guerra revolucionaria, y ya cada uno en su puesto las responsabilidades de gobierno.

Desde muy joven, imbuido por el espíritu de la Republica Española que se batía contra el fascismo se vinculo con los obreros anarquistas del puerto de La Habana, de quien aprendió los principios de Bakunín. Junto a su amigo Lionel Soto, les fue encargado preparar un programa libertario para los anarquistas. Para redactar el programa, debieron estudiar en la Biblioteca Nacional, donde su director, Joaquín Llaverías, les fue aportando literatura marxista.

El asalto al Cuartel Moncada fue definitivo para Alfredo, y lo decidió a unirse a los revolucionarios. Mientras la policía buscaba pistas de los involucrados, Alfredo se dedicó a
destruir cualquier tipo de prueba que pudiera involucrar a sus viejos amigos de militancia. 

Fidel le había encargado a Alfredo le consiguiera textos sobre técnicas militares soviéticas detrás de las líneas fascistas y sobre las estrategias de las guerrillas soviéticas.

Fue allí cuando Guevara, llevó a Fidel a la librería del Partido Comunista, situada en la avenida Carlos III, y allí el futuro líder encontraría importante bibliografía. Ni Castro, ni Guevara pudieron liquidar la cuenta, sacaron fiado, pero la deuda quedó bien documentada en el libro de cuentas de la librería donde no solo quedaron anotados los títulos de los libros  sobre temas militares soviéticos, sino que decía “entregados al Dr. Fidel Castro y garantizados por Alfredo Guevara”, como para que no quedará dudas.

Su actividad política iban de la mano con su vocación y en esos años estudió Dirección Teatral y fue uno de los fundadores del Grupo Teatro Estudio y de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, que aglutinó a la jóvenes y movilizados intelectuales cubanos. Entre ellos estaban el documentalista Julio García Espinosa.

Alfredo sería el productor de la primera y mítica película de Julio, El Mégano (1955) antecedente del lo que sería luego el Nuevo Cine Cubano, en el film se denunciaban las tristes condiciones de la vida del pueblo cubano durante la dictadura de Fulgencio Batista.

Su militancia hizo que fuera varias veces encarcelado en la más tenebrosa de las prisiones bastitianas. La Novena Estación, la peor que el dictador tenía en La Habana. Allí fue torturado a tal grado que un policía se apiadó de él y consiguió avisar a la familia de Alfredo que estaba allí. Gracias a una importante campaña que desarrolló su familia, amigos y la masonería, lograron liberarlo. Ya libre la única opción fue el exilio, salió clandestinamente de Cuba, rumbo a Guatemala y finalmente llegó a México.

Alfredo Guevara había conocido a Cesare Zavattini, en una visita que el gran teórico del neorrealismo italiano, había hecho a La Habana. Zavattini desde entonces había tomado gran afecto por Alfredo, quién sabiendo que estaba en México lo contactó enseguida.

Sería entonces el italiano quien introdujera a Guevara al mundo del cine mexicano, conectándolo nada menos que con Luis Buñuel, con quien trabajó en varios guiones, entre ellos Nazarín (1958), film donde Guevara estaría a cargo de la asistencia de dirección.

Volvió a Cuba poco antes del triunfo de la Revolución y de inmediato, a tan solo días 83 días de la toma del poder, con la ley 169 del 20 de marzo de 1959, se funda El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), dedicada al apoyo y promoción de la industria cinematográfica. Alfredo Guevara, abandonaría sus sueños de cineastas para convertirse en el hombre clave del Instituto, iniciando un nuevo siglo. Exceptuando los diez años de funciones como embajador de Cuba ante la UNESCO, en París.

Pero su gran obsesión fue siempre el ICAIC, la que condujo con mano férrea e innegable autoritarismo, en dos etapas que suman treinta años desde 1959 a 1982 y desde 1991 a 1999.

Sin duda en todo ese tiempo se repitió muchas veces el consejo que sus maestros Cesare Zavattini y Luis Buñuel le dieron cuando partía de México a Cuba: “No permitir que el nuevo cine cubano cayera en manos del comercialismo”. Por esa razón la ley de cine, que el mismo escribió, en sus primeras consideraciones dice “El cine es un arte”.

Guevara, se encontró con una Cuba desvastada económica y culturalmente, Batista solo había dejado miles de muertos y un país exhausto. Cada uno en lo suyo, debió empezar de cero y Guevara se abocó a su sueño con la convicción de un alucinado.

Reconocería años más tarde: “Éramos todos cinéfilos. Alea y Julio García Espinosa habían estudiado en el Centro de Cine Experimental de Roma. Éramos los que teníamos formación. Los demás no. Los reclutábamos entre los cine club y les pusimos una cámara al hombro, a ver qué pasaba. Teníamos que improvisar, pero debíamos salir de la improvisación rápidamente”.

Con el ICAIC viajó a Italia, España, Francia y a los países del área socialistas. Tratando de seleccionar los mejores films, para generar un publico exigente a la hora de evaluar al cine cubano, que comenzaba a generarse.

Fue crítico absolutamente con todas las obras que juzgaba, incluso la de los aliados de la nueva Cuba, dice “El cine de Checoslovaquia, Polonia y Hungría tenían películas razonablemente bien hechas, y existía una corriente dentro del cine soviético también de películas bien hechas, pero había una masa de películas insoportables. Entraron muchas de esas películas insoportables, y tuvimos que ser más rigurosos”.

En esa gira europea descubrió técnicos cubanos que habían ido a estudiar a los países socialistas, y se comprometió con ellos que volvieran a terminar sus estudios a Cuba, donde podrían desarrollarse.

Consiguió que muchos de ellos regresaran a Cuba y los puso a trabajar filmando por todo el país. Estableció que las tesis de los estudiantes no tendrían que ser escritas sino filmadas, y tratar sobre la realidad de Cuba.

Sin terminar la construcción del ICAIC, Guevara comenzó a observar qué sucedía en los países latinoamericanos respecto al cine y por su empecinamiento, junto a un grupo de cineastas latinoamericano, logran elaborar el acta de nacimiento del Nuevo Cine Latinoamericano, en el legendario encuentro de Viña del mar en 1967. Desde entonces, muchos directores y filmografías de las dispersas cinematografías de nuestro continente se unieron en un frente común que hasta hoy sigue siendo vital.

En 1979, como hijo del ICAIC, nace también por inspiración de Alfredo Guevara, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana que se inauguró el 3 de diciembre de ese año. La idea de esta creación fue dar visibilidad a las producciones del continente, que en su gran mayoría eran ignoradas en los grandes festivales del mundo. Solo en el primer festivalparticiparon 600 directores latinoamericanos. Alfredo ocupó la presidencia del Festival tras abandonar la dirección del ICCAI en 1999, hasta su muerte en abril del 2013.

La Escuela Internacional de Cine y televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), fundada el 15 de diciembre de1986 por iniciativa de Gabriel García Márquez, el poeta y cineasta argentino Fernando Birri, y el realizador y teórico cubano Julio García Espinosa, que esta considerada como una de las instituciones más importantes de su tipo en el mundo, Tampoco estuvo alejada de los sueños de Alfredo Guevara. Por tanto, su obra sin duda lo sobrevivirá, ya que en cada film de cada nuevo realizador latinoamericano habrá algo de Alfredo Guevara, el cubano que odiaba las guayaberas.

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Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.