Amor y deseo de belleza en La Divina Comedia de Dante

1 agosto, 2023

En todo viaje al fondo y forma de la belleza, no se puede prescindir de la obra magna de Dante Alighieri La Divina Comedia. Dante es un nombre abreviado de Durante. El poeta florentino había empezado a componer el canto del Infierno entre 1304 y 1308; el Purgatorio lo escribe entre 1308 y 1312, publicando el primero en 1308 y el segundo en 1315, tras una atenta revisión de ambos; y el Paraíso entre 1313 y 1321, pocos meses antes de su muerte y publicado póstumamente (Petrocchi, 1988: 23). Es una de las mejores obras del canon occidental por ser un compendio de filosofía, teología, cosmología, ciencias matemáticas y geometría, teoría poética, historia y ha sido fuente de inspiración para otras obras literarias, guiones de películas, canciones, comics, etc. Una magna obra que merece ser conocida y leída por los jóvenes de nuestro tiempo. Dante es también considerado el padre de la lengua italiana, por haber elegido el dialecto toscano en lugar del latín para escribir su obra. Así le dio rango de lengua literaria en la que escribirían después Petrarca y Boccaccio, inaugurando de este modo el italiano moderno.

De hecho, la Sociedad Dante Alighieri es la entidad encargada de difundir la lengua y literatura italiana.

Tras cumplirse en 2021 los 700 años de la muerte del poeta florentino, sabemos que el Sumo Poeta concibió su obra como un todo que abarcaba varios niveles de significado. Dante invitaba a leer su Comedia, más tarde llamada Divina por Boccaccio, en cuatro aspectos, valiéndose de los cuatro sentidos que la exégesis bíblica aplicaba a los textos sagrados: literal y espiritual; este, a su vez, subdividido en los sentidos alegórico, moral y anagógico1 .

La Divina comedia es una alegoría de la vida del ser humano. Es una obra clásica que invita al lector a establecer un diálogo vivo que le interpela. Le invita a interrogarse sobre el misterio de la vida, del hombre y, en definitiva, de Dios. Dante ha experimentado en su propia carne un deseo de infinito y desea transmitirlo al lector de todos los tiempos. Franco Nembrini es uno de los mejores intérpretes actuales de la obra y lo hace de un modo pedagógico, adecuando su explicación a la mentalidad de sus alumnos italianos de enseñanza media. Dice: “Es como si estuviésemos llamados a buscar en los pliegues de la realidad, en el encuentro con las cosas, la huella misteriosa del Infinito que nos atrae hacia él. Así se entiende toda la Comedia” (Nembrini, 2016: 16). Por ello, esta obra es un clásico, en el sentido más pleno del término, algo que se tiene como modelo digno de imitación y un referente para el ser humano del siglo XXI que, como Dante, ha experimentado la incertidumbre del vivir en un mundo caótico, sin esperanza. Dante es un compañero de viaje que nos muestra el camino hacia la felicidad, tras abandonar las selvas oscuras que nos asaltan a cada paso. Por ello, este peregrinaje a través del Infierno y del Purgatorio hasta llegar al Paraíso, es una invitación a pensar qué hago en este mundo, de dónde vengo y adónde voy. Dante se presenta a sí mismo en el primer terceto del canto I del Infierno que sirve de Introducción a la obra: “A mitad del camino de la vida, / en una selva oscura me encontraba/ porque mi ruta había extraviado” (Petrocchi, 1988: 77, vv. 1-3)2. Es la experiencia de cualquier joven actual que se siente aturdido ante tantas dudas o indefenso ante la carencia de respuestas a muchos sinsabores de la vida, falta de sentido del vivir y busca una luz que le ilumine en esa selva oscura, como la narrada en verso por Dante. El poeta florentino contaba entonces 35 años, que se consideraba en su época la mitad de la vida. Pues bien, en medio de esa oscuridad en que no ve nada, descubre un anhelo de bien porque desea, en medio de esa fragilidad, una luz que le salve. Todos hemos experimentado en diversos momentos de la vida esa misma vulnerabilidad. Para ello, hace falta ser conscientes de la tristeza y el cansancio porque nos llevan a pedir ayuda. Nadie se salva solo ante los vaivenes de la vida. Al descubrir ese estado de oscuridad se desea salir de él, nos damos cuenta de que debe de haber luz en alguna parte. Y ahí Dante, nuestro actual guía, nos sale al paso: “hacia lo alto miré, y vi que su cima/ ya vestían los rayos del planeta/ que lleva recto por cualquier camino” (Canto I del Infierno, vv. 16-18), o sea descubre la luz que es símbolo de Dios en todas las culturas, el sol invictus o inconquistado del Imperio romano tardío. De ahí surge la necesidad de un sentido trascendente, que sea el nexo entre el universo y un Dios que lleva a dar sentido y unidad a lo disperso: el universo significa etimológicamente que todo se dirige hacia la unidad. La etimología de universo deriva de unus-versus: unus (uno) y versus (girado o convertido). Dios es el sol que ilumina la colina de nuestra vida y el ser humano lo descubre mediante el uso de su razón. Por ello en el Infierno le sale al paso Virgilio, el poeta latino, autor de La Eneida y de Las Bucólicas, al que Dante admiraba y se convierte en su guía.

Dante, narrador y personaje de la obra que habla en primera persona, se ve en ese momento amenazado por tres animales simbólicos: un leopardo, un león y una loba que representan respectivamente la lujuria, la soberbia y la avaricia. Son una representación del mal que se conoce en la etología3 cristiana como pecado original. Este le afecta a su estructura humana y le impide salvarse por sí mismo. El león simboliza el orgullo, la negación a depender de nadie y no aceptar el ser una criatura.  Para vencerlos, se debe recorrer un viaje simbólico entre un infierno, un purgatorio y un cielo. Según Dante debemos ser cautos para elegir la senda que lleva al bien. La razón, simbolizada en Virgilio, lo guía a través del infierno; luego debe dar paso a Beatriz en el Purgatorio, su segunda guía que simboliza la fe hasta conducirlo al Paraíso, donde le sale al paso santa Lucía –de quien Dante era devoto–, enviada por la Virgen María a la entrada del Paraíso y san Bernardo que simboliza la experiencia mística. Dante escribe su Comedia desde el exilio florentino como peregrino que desea llegar a la patria (Sanchís, 2021). Los diversos guías le ayudan a conocer y a conocerse. En sentido alegórico es un viaje a la felicidad y una invitación a abandonar todo lo que nos hace infelices. Dante es un profeta de la esperanza que nos abre a un horizonte luminoso. Las primeras palabras de Dante como personaje, no ya como narrador, en la Divina Comedia, son: «Apiádate de mí –yo le grité–/ seas quien seas, sombra u hombre vivo.» (Canto I del Infierno, vv. 64-66). No me las puedo arreglar yo solo. Y Virgilio ya le acompañará en el viaje al Infierno, porque Dante ha sido dócil al reconocer su vulnerabilidad y a dejarse ayudar. La presencia de los otros nos hace ver nuestra necesidad de ser ayudados. Y en una clara alusión a Virgilio afirma: “Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui,/ y a  mis padres dio cuna Lombardía/ pues Mantua fue la patria de los dos» (Canto I del Infierno, vv. 65-69).  «Poeta fui, y canté de aquel justo/ hijo de Anquises que vino de Troya, / cuando Ilión la soberbia fue abrasada» (idem, vv.73-75).

Al final del Purgatorio se encuentra Dante ya purificado y dispuesto a subir a las estrellas; se ha hecho deseo y ello le mantendrá en su búsqueda.

Beatriz es –según Möeller– una de las creaciones más admirables de la literatura universal. Es el verdadero amor de Dante, “la amada angelical” e idealizada que representa también la inspiración poética y será su guía a lo largo del Purgatorio hasta la entrada en el Paraíso. Previamente a la Divina Comedia le había dedicado la Vida nueva,4 en la que Dante describe su primer encuentro con Beatriz en 1274 a los 9 años y ella ocho, en un baile infantil en casa de los Portinari. Hija de Folco Portinari, llevaba el diminutivo de Bice. Iba vestida de rojo, con joyas infantiles, era graciosa y sensata. Tras la muerte de esta en 1290 a los 24 años, Dante hace una transposición del amor cortés, al convertirla en un reflejo del amor divino que exulta entre las almas bienaventuradas. Esa visión, al final de la Vida nueva, es un lejano anuncio de la Divina Comedia en la que Beatriz lo conduce al Empíreo, que es el décimo círculo del Paraíso, donde se sientan los bienaventurados en un anfiteatro que tiene la forma de una cándida rosa. Así accede Dante a las cimas más altas, tras una vida extraviada en el sentido humano y espiritual. Beatriz es –como vimos– un símbolo de la fe que le ha conducido hasta el Paraíso y da paso a los siguientes guías santa Lucía y san Bernardo, el cantor de la Virgen María. Hay una transferencia del amor humano al amor divino: “Y la reina del cielo, en el cual ardo/por completo de amor, dará su gracia, / pues soy Bernardo, de ella tan devoto” (Canto XXXI del Paraíso, vv. 100-102). El estilo en el Paraíso se vuelve transparente respecto a los anteriores. En el Infierno el tono es realista y dramático; en el Purgatorio conmovido y noble; y en el Paraíso arrebatado, estático, desasido, nutrido de músicas y de luces dulcísimas (Petrocchi, 1988: 25). Al fin el deseo de Amor se ha colmado en el espíritu de Dante. Dice en el último Canto XXIII del Paraíso: “Y yo que al final de todas mis ansias/ me aproximaba, tal como debía, / puse fin al ardor de mi deseo/. Bernardo me animaba, sonriendo/ a que mirara abajo, mas yo estaba/ ya por mí mismo como aquél quería” (vv. 49-51).

Dante escribe que la clave de la creación es el Amor. La belleza es inagotable: cuanto más avanza en el Paraíso, más belleza descubre.

Según Möeller (1963: 255): “La maravilla más grande de La Divina Comedia es la sonrisa”.

Frente al mundo de las ideas de Platón, en el Paraíso de Dante hay música y canto, porque esa luz es fruto del amor y las almas no se fusionan con la divinidad en un panteísmo descarnado, sino que mantienen su individualidad. Según Möeller (1963: 252):

El abismo que separa a Dante de Platón vuelve a manifestarse en esa rosa mística que pone fin al poema. Lo que domina el universo, la piedra clave de toda la creación, no son las ideas impersonales ni un orden matemático, sino una rosa viviente, tibia, luminosa, cuyos inmensos pétalos son llamas, esto es, nacidas del amor.

En el Paraíso todo se resuelve en unidad: frente a un mundo fragmentado en compartimentos estancos, percibimos en Dante que el Pulcrum (la belleza) conduce a la Verdad, a la Bondad y a la Felicidad. Dice Franco Nembrini (2017: 165):

El desafío del tercer milenio es si se pueden volver a unir los pedazos, recuperando un punto de vista unitario sobre la realidad. Este principio unitario está en el origen de ambas posiciones intelectuales de Dante, sea la literaria y poética, sea la científica. Si Dante pudo ser al mismo tiempo literato, poeta, científico, astrónomo y teólogo, es porque supo mirar las cosas desde un punto de vista unitario.

Dante parte de una observación de la realidad, similar a la del científico. El poeta florentino es un ser que sabe mirar con atención la realidad, pero su percepción es poética. Así lo dice en el Canto I del Paraíso, vv. 88-90 “y comenzó: «Tú mismo te entorpeces/ con una falsa idea, y no comprendes/ lo que podrías ver si la desechas».

Son falsas las ideas que nos impiden ver la realidad. La Divina Comedia es un peregrinaje desde la oscuridad a la luz, en que todo encaja en una armonía única, hecha de elementos diversos que se consumarán en el Paraíso.

Concluye el Canto XXXIII y final del Paraíso, como los anteriores del Infierno y Purgatorio, con la palabra estrellas: “Salimos/ a contemplar de nuevo las estrellas” (Infierno, vv. 138-139); “puro y dispuesto a alzarme a las estrellas” (Purgatorio, v.145); “Aquel que mueve el sol y las estrellas” (Paraíso, v. 145). Según Nembrini, estrella tiene la misma etimología de deseo: de-sidera: “Estrellas en latín se dice sidera” (Nembrini: 2014, 158). El deseo de infinito es lo que mueve al ser humano, para avanzar en el conocimiento de la verdad. Ya lo había dicho, varios siglos antes, san Agustín en Las Confesiones: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

Todas las cosas obedecen a un orden en sí. Al fin Dante descubre que el Amor todo lo mueve y el poeta siente que su voluntad está acorde con la divina, como el movimiento de las esferas. Es capaz de penetrar en el misterio encerrado en las cosas que observa, esa racionalidad oculta que Newton descubrió con la ley de gravitación universal. De hecho, en el Paraíso no cesa la actividad cognoscitiva. El amor de los coros angélicos es consecuencia del conocimiento.

Si del contenido pasamos a los aspectos técnicos, advertimos que el dominio formal de la Divina Comedia es completo (Singleton citado por Nembrini: 2016:107-121). El número tres reaparece como símbolo de la perfección, y al final se ve que simboliza a la Santísima Trinidad. Preside toda la obra: son tres partes en tercetos encadenados de versos endecasílabos. Cada parte consta de treinta y tres cantos, precedidos de otro al inicio, que sirve de introducción. En total son cien cantos. Todo está medido e interconectado con la precisión mecánica de un reloj. Tres son los peligros que acechan al peregrino, como ya vimos anteriormente en las tres bestias, tres las mujeres que lo protegen: Beatriz, santa Lucía y la Virgen María y el número tres también figura en cada terceto. El múltiplo de tres aparece en los nueve círculos del Infierno, las nueve gradas del Purgatorio y los nueve empíreos que son las jerarquías angélicas agrupadas de tres en tres en el Paraíso. El número siete corresponde a las siete virtudes teologales y cardinales, los sacramentos, las obras de misericordia y, finalmente, son siete los pecados capitales. El número seis es el número del ángel rebelde o sea del demonio. Dante se muestra en esa construcción de la Comedia como un perfecto matemático y cosmólogo que traduce en números y círculos la teología católica. Es también el máximo poeta en el uso de la alegoría: cada aspecto del que habla encierra una segunda lectura simbólica, referida a la vida del ser humano que elige según su libre albedrío. Dice en el Canto V del Paraíso que la libertad es el mayor don de Dios a los seres inteligentes. En definitiva, estamos ante una obra literaria que asimila todas las experiencias poéticas precedentes. Por ello, conviene leerla desde su unidad última.

El tema, como hemos visto en este breve análisis de la Divina Comedia, es el anhelo de amor que anhela todo ser humano, como ley universal, pero sujeto al buen o mal uso de la libertad. Nembrini lo llama “Poeta del deseo”. En efecto, Dante se convierte en el amigo que sostiene nuestro deseo y nos acompaña en el viaje que él mismo ha recorrido, ayudado a su vez por sus guías. Un drama que él ha vivido en primera persona y ha coronado con éxito, frente a las tres fieras que le asaltan al inicio de su peregrinaje. La Divina Comedia es, en definitiva, un viaje al fondo de nosotros mismos para descubrir el verdadero objeto de nuestro deseo y no cesar hasta lograrlo.

Ulises, en el intento de atravesar las Puertas de Hércules con sus compañeros, les dice en el Canto XXVI del Infierno: «Considerar cuál es vuestra progenie:/ hechos no estáis a vivir como brutos, / mas para conseguir virtud y ciencia» (vv.118-120). En este terceto Dante destaca la importancia de la cultura como experiencia de conocimiento, para expresar los propios pensamientos y emociones. Son quizá los versos más conocidos de la literatura occidental.

 Borges (1977), decía al final de una conferencia sobre la Divina Comedia que esta gran obra le acompañó a lo largo de toda su vida y aconsejaba leerla primero, de modo ingenuo, dejándose llevar por su musicalidad y después ir ahondando en sus diversos niveles y significados a los que aludimos al inicio de este artículo.

 



Notas

1 Se entiende por anagógico, según la Real Academia Española: “el sentido místico de la Sagrada Escritura, encaminado a dar idea de la bienaventuranza eterna”.

2 Usamos las comillas inglesas “ ” para citas textuales y las latinas o españolas para los diálogos insertos en la Divina Comedia: « ». De ahora en adelante solo citaremos los versos de la edición de la Divina Comedia de Giorgio Petrocchi.

3 “Estudio científico del carácter y modos de comportamiento del hombre” según el diccionario de la RAE.

4 Para la biografía y obras de Dante remitimos a la Introducción de la edición de Giorgio Petrocchi a la Divina Comedia (1988: 9-71).


Bibliografía

Borges, Jorge Luis (1977). https://www.youtube.com/watch?v=FhEFFfVZHZU&ab_channel=JorgeLuisBorgesTV. Consultado el 24/5/2023.

Crosas, Francisco (2013). “Fin’Amors-Amor Cortés: la mujer en la literatura medieval” en Revista Cálamo FASPE nº 62, julio-diciembre, 88-95.

Dante Alighieri (2022). Obras Completas. Madrid: BAC, 5ª edición. Versión castellana de Nicolás González Ruiz.

————————– Divina Comedia de edición de Giorgio Petrocchi (1988): Madrid: Cátedra.

Möeller, Charles. (1963). Sabiduría griega y paradoja cristiana. Barcelona: Juventud. Reeditado en 2020, Madrid: Encuentro. 

Nembrini, Franco. (2014). Dante, poeta del deseo. Infierno. Madrid: Encuentro. Traducción de Ricardo Sánchez Buendía y Carmen Giussani.

———————— (2016). Dante, poeta del deseo. Purgatorio. Madrid: Encuentro. Traducción de Ricardo Sánchez Buendía y Carmen Giussani.

Sanchís, Alberto. (2021). https://www.xataka.com/magnet/limpiar-nombre-dante-700-anos-despues-batalla-descendiente-revocar-su-condena. Consultado el 23/5/2023. 

Singleton, Charles S. (2004). La poesía della Divina Commedia. Bolonia: El Mulino.

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Pamplona, España. Es doctora en literatura española por la universidad de Santiago de Compostela desde 1993. Catedrática de lengua y literatura castellana en institutos de enseñanza media de Galicia y Pamplona. Ha publicado alrededor de ochenta artículos en revistas especializadas y participado en numerosos congresos nacionales e internacionales. De 2000 a 2006 trabajó en Canadá: en la Universidad de York en Toronto (2000 a 2004) y en el Departamento de Educación de Edmonton (2004 a 2006). Ha pertenecido a diversas asociaciones literarias y publicado La quimera: orientación hacia el misticismo (Ediciós do Castro 1993), El discurso narrativo de Pereda (Ediciones Tantín 1994) y El costumbrismo de Pereda: innovaciones y técnicas narrativas (Reichenberger 1996). Ha editado además Marianela de Benito Pérez Galdós y María Magdala de Ernestina de Champourcin.