critica-ejaramillo-600px

Apunte sobre mi deuda con México

1 abril, 2011

La reconocida trayectoria de México como refugio y comarca depositaria de muchos espíritus trastocados por las circunstancias, que han acudido a su territorio en la búsqueda de nuevos derroteros, genera gratitudes entrañables, en el caso de nuestro prolífico y siempre interesante escritor panameño Enrique Jaramillo Levi, fue, por decirlo de algún modo, piedra de toque de su formación y creación. Enrique abrevó en su cultura y en la obra artística de sus grandes escritores. El apunte sobre su deuda con México lo escribe aquí en este breve testimonio, impregnado de agradecimiento en la piel, en su corazón y en su intelecto.


Tengo una deuda múltiple y honrosa con México. En su Distrito Federal conocí, conversé con ellos y admiré en la década de los setenta del siglo pasado a Juan Rulfo, a Carlos Fuentes, a Octavio Paz, en ese orden, los tres más grandes escritores contemporáneos del país. También, durante los doce años que residí en esa ciudad, traté a otros autores mexicanos fundamentales: Salvador Elizondo, Rosario Castellanos, Juan García Ponce, José Emilio Pacheco, Efraín Huerta, Elena Poniatowska, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, entre otros.

Ahí visité muchas veces, y quedé extasiado ante su majestuosidad, el Palacio de las Bellas Artes, el Museo Antropológico Nacional, el campus inmenso de la Universidad Nacional Autónoma de México (en donde estudié un Doctorado en Letras Iberoamericanas, tras iniciarlo becado en el Colegio de México), el Castillo de Chapultepec, las célebres pirámides de Teotihuacan, la Plaza de las Tres Culturas (en Tlatelolco), entre otros sitios emblemáticos inolvidables.

En esa inmensa y contaminada ciudad escribí, becado (en el ya desaparecido Centro Mexicano de Escritores y bajo la tutela literaria de Rulfo y Elizondo), en un año de profunda dedicación y fervor creativo, los cuarenta cuentos que integran la primera edición de mis Duplicaciones (1973), obra que me dio prestigio en México, así como otros libros posteriores, de cuentos y poemas, y varias antologías sobre literatura panameña y mexicana, que al ser publicados por editoriales de ese país me dieron cierto renombre adicional. En reputados diarios de la capital (El Nacional, El Heraldo de México, Excélsior, Novedades) ejercí por primera vez el periodismo cultural, del cual pude vivir con mínimos apremios durante algunos años cuando se terminó la Beca Centroamericana de Literatura que me llevó a México como incipiente escritor en enero de 1971. Asimismo, impartí clases como profesor titular durante ocho años en otra excelente universidad  estatal, creada en 1975: la Universidad Autónoma Metropolitana, en donde veía y trataba a diario a la tan poeta panameña Diana Morán. En México fundé mi primer taller literario (Liberta-Sumaria), que a su vez llegó a ser una pequeña editorial marginal, por lo que de paso aprendí empíricamente a ser editor; después crearía en el D.F. mi Editorial Signos en 1982, que publicó libros de autores mexicanos y panameños antes de mi regreso a Panamá. En México, en fin, tuve una hermosa familia, cuyos descendientes con el favor de Dios habrán de sobrevivirme.

País inmenso y acogedor, más que cualquier otro que conozco, el amor y apoyo a la Cultura son cotidianos hechos apabullantes, raíz y tejido de su identidad y una de sus razones de ser como nación. Pero el mayor regalo que he recibido de las entrañas mexicanas es la existencia de mis tres hijas y, hasta el día en que esto escribo, de mis tres nietos, todos mexicanos.

México, sin duda alguna, es mi segunda patria: la niña de la niña de mis ojos panameños. Por eso, pese a sus contradicciones, injusticias y arbitrariedades (una vez, en 1990, fui asaltado, literalmente, por tres policías que pistola en mano me exigieron una cuantiosa “mordida” para que no me llevaran preso por el único delito de ser un solitario extranjero pendejo y propicio a su infamia), regreso cada tanto tiempo y aprovecho para rendir un sentido homenaje a su ser profundo cuando visito a mis hijas.

El pasado diciembre de 2010, invitado por los organizadores de la connotada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, presenté en esa hermosa ciudad, segunda en importancia del país, mis dos libros más recientes: Escrito está (cuentos) y Todo el tiempo del mundo (poesía), ambos publicados este mismo año en Guatemala por Letra Negra Editores. Me significó un enorme placer volver a pisar tierra azteca. Hay deudas honrosas que uno nunca acaba de pagar, ni tampoco quiere uno hacerlo; en el caso mío con México, para así poder “volver, volver, volver”, como dice una famosa canción mexicana que todo latinoamericano conoce.

Comparte en:

Colón, Panamá, 1944.
Poeta, cuentista, ensayista, profesor universitario, investigador literario, promotor cultural y editor independiente.

Maestría en Literatura Hispanoamericana y Maestría en Bellas Artes con especialización en Creación Literaria, por la Universidad de Iowa (Iowa, Estados Unidos), así como estudios completos de Doctorado en Letras Iberoamericanas en la Universidad Nacional Autónoma de México (México, D.F.).

Fundador y primer Presidente de la Asociación de Escritores de Panamá, fue Coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Tecnológica de Panamá (1996-2007); fundador y Director de la revista cultural panameña “Maga; creador del Diplomado en Creación Literaria que se imparte en la Universidad Tecnológica de Panamá desde 2006; y fundador de la empresa 9 Signos Grupo Editorial.

Es autor de 12 poemarios, 20 libros de cuentos, 8 libros de ensayos, 2 libros de obras teatrales y 1 libro de entrevistas a escritores panameños; así como de numerosas antologías y compilaciones históricas sobre literatura mexicana, centroamericana y panameña; y de tres compilaciones de ensayos de especialistas panameños en torno al tema del Canal de Panamá.

Ha sido incluido en 25 antologías del cuento panameño e hispanoamericano. Hay 8 libros, de diversos autores, publicados en varios países, que estudian los aportes de su obra literaria.