Cecilia Argüello.
Cecilia Argüello.

Arcoiris del Caribe: La pintura de Cecilia Argüello

3 febrero, 2025

«Soy como el mar:
choco contra las rocas
y vuelvo a empezar».
Cecilia Argüello Sansón

«Todas las cosas que salen de su pincel no tienen iguales ni semejantes… están marcadas por su unicidad».


La pintura de Cecilia Argüello, fallecida hace cuatro años, surge de las raíces, de los cromosomas, del ADN. Nunca fue hobby o entretenimiento. Nació inmediatamente como un recuerdo visceral, una reinterpretación encantada. Una madre poetisa pintora y famosa, Mariana Sansón, artista ecléctica; un hermano poeta; una hermana ministra de cultura. Un padre embajador. Y un país lejano: Nicaragua. Nunca más visto después de su llegada a Europa, salvo una vez, pero que permaneció en la sangre, en las venas. Como una marca indeleble que viaja hacia atrás en el tiempo.

Obra de la artista Cecilia Argüello.

Un arte nacido de un encuentro con un personaje misterioso, un encuentro con tintes de magia ocurrido en la casa de vacaciones. Así, de repente, se materializa la fuerza de la naturaleza, del Caribe. Vuelve a aflorar inconscientemente y a explotar la danza de los colores: un animal, una flor, un desnudo, una mujer, una maternidad, una pareja, un paisaje… La huella de Nicaragua reaparece con fuerza en el pensamiento: colinas exuberantes, miríadas de islotes, volcanes inquietos, un océano al oeste, otro al este. Y un sol deslumbrante. Una secuencia de lagos, grandes y pequeños, habitados incluso por tiburones: el agua omnipresente como fuente de vida, que regresa de forma obsesiva en las pinturas, como líquido amniótico en el que sumergirse para consumir la nostalgia inconfesada y atenuar la distancia.

Se han mencionado reminiscencias de Gauguin, Rousseau, Ligabue. Pero Cecilia Argüello solo conocía al primero. Era única. El perfume y la fuerza del trópico se diluyen en la larga estancia europea hasta el final dramático de sus días, marcados por una enfermedad prolongada y debilitante.

Obra de la artista Cecilia Argüello.

Con el tiempo, al instinto se superpone la elaboración, a veces consciente, otras inconsciente, mientras el lago de la infancia se transforma en el lago de las vacaciones italianas. Esto, más allá de interpretaciones técnicas o especializadas, constituye el mundo pictórico de Cecilia Argüello, una mujer además bellísima. Un mundo que brota lentamente, a lo largo de los años, como un manantial de agua. Así nacen en el lienzo las visiones, suspendidas en el tiempo y el espacio, de un Macondo perdido que, al entrar en contacto con otras costumbres y con otro mundo, se enriquece con nuevas experiencias, pero sin traicionar nunca sus orígenes. Sin considerar jamás a mercaderes, galeristas o críticos. En un recorrido celoso, exclusivo y solitario. Con un estilo personal e innovador que se reconoce al primer vistazo, que transita de los cuadros casi monocromáticos al estallido de los colores.

Temas recurrentes, casi obsesivos, son el paisaje, en una explosión de líneas, y la mujer: mujer a veces triste, a veces pensativa, a veces soñadora. Grandes cabelleras, cejas rectas, bocas grandes en forma de corazón, inmensos ojos: ¿encantados o perdidos? Mujer como gran madre, mujer que evoca, en su belleza, mitos y divinidades entre lo sagrado y lo profano, vestigios arqueológicos dispersos aquí y allá, en una historia que se hunde hacia atrás en un universo ancestral, virginal e inocente, donde, sin embargo, aparece de forma aterradora la serpiente. Nicaragua era llamada antiguamente el “país de las serpientes”: un país borrado, pero que quedó en el corazón. Un país que apareció a los europeos que lo descubrieron como un paraíso. Colón bautizó un promontorio como “Cabo de Gracias a Dios”; pero desafortunadamente se transformó en un infierno.

Temas que de alguna manera, como un río subterráneo de emociones y sentimientos, resurgen en los lienzos de Cecilia Argüello. Y en su mágico arcoíris de colores, que espera ser descubierto, como merece, no solo en su tierra de origen, que, lamentablemente, todavía la ignora.

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Periodista, poeta y escritor. Durante 34 años trabajó en el diario Il Tempo de Roma, siendo enviado especial a más de 50 países y responsable de la sección de cultura. Autor de dos libros de poesía: Mínimo & Máximo y El infierno en el paraíso (Premio Indic). Es autor de novedosas obras sobre Cristóbal Colón: Cristóforo Colombo y el papa traicionado (1991; cuatro ediciones) recibió el premio Scanno de literatura y fue comentado por historiadores, escritores y medios de Italia; Cristóforo Colombo, el último de los templarios (2005; cuatro ediciones); El hombre que superó los confines del mundo (2010), obtuvo el Premio Cultura del Mar del Circeo. Su último libro de investigación Dante, Colón y el fin del mundo obtuvo el Premio Caravela Tricolor.