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Arder desde la poesía: Una relectura de “Arte poética” de Luis Cardoza y Aragón a 16 años de su muerte

1 diciembre, 2008

El poeta y ensayista mexicano Agustín Abreu afirma que «Arte poética» de Luis Cardoza y Aragón nunca se publicó de manera independiente, sino en antologías y recopilaciones. Asegura también que su poesía -la de Cardoza y Aragón-  no puede considerarse una declaración de principios sino de fines, porque orienta la lectura de toda su obra y aclara los objetivos que el poeta guatemalteco perseguía.


Hace dieciséis años “Unicornio”, suplemento de un diario de la ciudad de Mérida, en la península de Yucatán, consignó algunas de las más sinceras páginas que el periodismo cultural mexicano brindó a Luis Cardoza y Aragón, pocos días después de su fallecimiento. En aquel momento fue la voz de su amigo y discípulo Carlos Illescas; ahora es el turno de un lector que pretende modestamente resaltar la importancia de su obra en verso. Cardoza ha sido guardado celosamente por la tradición poética hispanoamericana: apenas un par de veces se ha editado su Obra poética y, a tres lustros de su muerte, ya es tiempo de hacer una lectura crítica a la altura de su voz creativa, una de las más renovadoras y de mayor influencia en Centroamérica y México, la cual parece cobrar un nuevo auge en los años recientes. De su ciudad natal, Antigua, Guatemala, Cardoza afirmaba que era una “tierra sin resurrecciones si no es en la palabra” ; hablar de un poeta requiere la misma voluntad, abrevar en su obra para permitir que lo verdaderamente carnal de su ser sea reconstituido.

Cardoza y Aragón fue siempre un autor comprometido con el arte y con la lucha social, manifestándose continuamente en contra del imperialismo. Esas “dos mitades que a Efraín Huerta y a mí nos parecían fatalmente irreconciliables y, al mismo tiempo, inseparables: la visión y la subversión, la rebelión y la revelación” , en palabras de Octavio Paz, cómo no iban a permear en la poesía de Cardoza después de haber visto, en su Guatemala, tanta discriminación e injusticia al abrigo de dictaduras que se sucedían impunemente. Sólo como muestra cabe mencionar una proclama del general Ubico en la que se impedía a los indígenas caminar por la capital, porque denigraban a la patria. Claro que los “gorilatos” (como suelen calificarse tales dictaduras por su bestialidad) no eran totalmente autónomos, sino que respondían a las órdenes de los intereses económicos.

Desde su juventud, cuando Cardoza desempeñaba funciones diplomáticas en La Habana y veía traficar la riqueza centroamericana con rumbo a Estados Unidos, había generado conciencia de la explotación a que los países “subdesarrollados” estaban sujetos. Eran los años de las denominadas “Repúblicas Bananeras”. Luego, cumpliendo con la representación guatemalteca, junto a Miguel Ángel Asturias y Guillermo Toriello, asistió a la Conferencia Interamericana en Bogotá, Colombia, convocada por Estados Unidos en 1944, potencia que veía con recelo la postura del gobierno revolucionario guatemalteco. Fue entonces cuando acaeció el llamado “bogotazo”: una revuelta popular disparada por el asesinato público del líder Jorge Eleazar Gaytán mientras pronunciaba un discurso. Debido a una ponencia claramente antiimperialista, los intereses extranjeros implicaron a Luis Cardoza en el asesinato y en la revuelta. Desde México hasta Chile, periódicos de extrema derecha lo difamaban e inculpaban. El poeta se vio desamparado, rodeado de la soledad que tanto temió y que se manifiesta en su poesía; con las puertas de los países americanos cerradas ante las acusaciones infundadas (lo mismo se le incriminaba como agente de la CIA que se le temía por adepto a la URSS, donde había sido embajador) y visto con recelo por los países europeos debido a su público anticolonialismo. Luego de que un golpe auspiciado por los intereses imperialistas depuso al general Arbenz —“Señor Patria” lo nombraban los indígenas—, Cardoza vuelve a México en 1954 donde se instala de manera definitiva.

Don Luis Cardoza nunca remilgó sus encuentros con la vanguardia europea (dadaísmo y surrealismo, principalmente) y americana (el creacionismo de Huidobro y las peculiares aproximaciones surrealistas del Poeta en Nueva York y Residencia en la tierra, de Federico García Lorca y Pablo Neruda). Sobre la relación con la obra de García Lorca aun queda mucho por estudiar, sobre todo en cuanto al diálogo poético que puede encontrarse entre Poeta en Nueva York, que Cardoza conoció parcialmente en manuscrito, y la “Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo”: piénsese en que ambos muestran una visión apocalíptica de la metrópolis del capitalismo, o en que ambos ven la bazofia (vómito y orina en Lorca, excremento en Cardoza) como único elemento liberador de la pesadilla. Sin embargo quiero enfocarme en este artículo, a manera de homenaje literario, en otro fragmento de su producción, al cual considero una puerta directa al goce y entendimiento de su obra.

“Arte poética” refleja muy bien la frase de Octavio Paz citada anteriormente. Es también un puente que vincula los logros expresivos de las vanguardias con la intención de Contemporáneos (dialogar con la cultura internacional) y con los anhelos de las generaciones posteriores de contribuir a la prosperidad social. Pese a ser comunista durante toda su vida, nunca se adhirió al partido, mucho menos a las prescripciones del realismo socialista, pues consideraba que el arte era más que una revolución. Cuenta Octavio Paz: “Todavía recuerdo aquella noche en que Huerta, Revueltas y yo, en una sala de la LEAR, ante un público hostil y frente a los anatemas de algunos obispos y coadjutores, oímos a Cardoza y Aragón defender a la poesía, no como una actividad al servicio de la Revolución sino como expresión de la perpetua subversión humana” . Esto nos parece claro si lo vemos a la luz de lo que dice Néstor García Canclini sobre la actitud revolucionaria de las vanguardias: “Cambiar las reglas del arte no es sólo un problema estético: cuestiona las estructuras con que los miembros del mundo artístico están habituados a relacionarse, y también las costumbres y creencias de los receptores” ; de esta manera el arte podría ocasionar una avalancha que conmoviera la concepción de la realidad que privilegia a unos y oprime a muchos más.
Su poemario “Arte poética”, en el que voy adentrándome, no puede considerarse una declaración de principios sino de fines, ya que probablemente fueron los últimos poemas en verso que escribió (entre 1960 y 1973). Posteriormente continuó ejerciendo la crítica y, además, escribió El río: novelas de caballería, cuyo género se diluye entre la memoria, la crítica, la poesía, el ensayo. “Arte poética” nunca se publicó de manera independiente, sino siempre en antologías y recopilaciones; es una declaración de fines porque orienta la lectura de toda su obra (independientemente del género) y aclara los objetivos que el poeta guatemalteco perseguía.
En este poemario asistimos a la fusión entre poesía y amante durante la vigilia creativa del poeta:

“La hoja en llamas, la mujer encinta”
“la hoja encinta y la mujer en llamas”

Erotismo y creación divina están presentes a todo lo largo de su obra; en 1940, por citar un ejemplo, en un poema titulado “Paisajes de Coatlícoe”, Cardoza se había aprovechado de la diosa náhuatl, en el fragmento III: “Eres el mundo que sin cesar estalla / ante el ciego que recobra sus ojos” . Por otra parte, en El río, Cardoza dice: “muerte más que muerte es la soledad de quien en cualquier estación de la vida esté desposeído de llama, de amor y de imaginación” .

Ambos elementos creadores, engendradores de la realidad: poesía y amante, se separan parcialmente al final de la serie, en los dos únicos poemas con título: “Pablo Neruda” y “Dedicatoria total”. El primero declara la filiación del autor hacia una poesía comprometida socialmente, pero con una estética liberada, poesía de “sencillez oscura”, de “cósmica sensualidad”, de “glotonería celeste” y de “solar complejidad”. Poesía que nombra y se apropia del mundo, poesía totalizadora como la del Canto general y la del Canto a mí mismo, “amo a Whitman en el norte, a Neruda austral”. Puede distinguirse en Cardoza el supuesto que T. S. Eliot extendía a todo poeta: escribir un solo poema a lo largo de toda la vida.
El último poema de “Arte poética” está dedicado a su esposa, Lya. Si el anterior estaba identificado con los anhelos colectivos, éste declara las búsquedas y los anhelos personales, tanto carnales y espirituales como cósmicos. Junto a Luis Cardoza, Lya fue la persona más enterada en México sobre arte internacional, y fue una destacada crítica de arte. En el poema Lya es idealizada como la compañía eficiente (porque uno puede estar solo entre la muchedumbre, decía Baudelaire) en la realización del mundo:

“El día no quiere despertar
en ti mis sueños se prolongan
lo real imaginario
vivo despierto en tu diluvio”

“Quién no venera la privanza
de concretas mujeres
en la insumisa sed al prodigarnos
instantes en que somos inmortales”

La amada es la única vía para salvarse de la soledad. También, encarnando el personaje de Scherezada, brinda una oportunidad de eternidad en la resucitación cotidiana: la amada hace la fábula y ésta, al ser efímera, es más perdurable que la muerte. Los dos poemas finales expresan el ideal socialista de Cardoza y Aragón: una comunidad que no someta al individuo.

Previamente a la escritura de “Arte poética”, más o menos treinta años, Cardoza y Aragón había escrito dos monumentos literarios: “Elogio de la embriaguez” (1931) y “Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo” (1929-1932). Dos grandiosos poemas en prosa o ensayos líricos, en los cuales no hay más lógica que la búsqueda del conocimiento a través de la palabra poética, vista la última como un reencuentro y una revelación de las verdades más íntimas del mundo. Esta forma de comprender la poesía está muy presente en “Arte poética” y es uno de los vasos comunicantes que brinda coherencia a toda la serie:

“La realidad cierra los ojos
y aparece el mundo”

“Inventas palabras
para que aparezcan cosas nuevas”

“Realidad metáfora del lenguaje”

El lenguaje es preeminente a la realidad; brinda coherencia al caos y formula un mundo que puede habitar el hombre en tanto que puede manipularlo mediante las palabras. El ser humano es como un fantasma en un mundo que lo desampara, pero sabe decir las cosas, crearlas, cuando le son necesarias; dice Cardoza: “yo te nombro / para que no te olviden”. El poeta, entonces, es Adán y es el antropoide que ha dejado de reptar y se coloca a la altura de las estrellas; mantiene una relación incestuosa con las palabras: creado por el verbo y creador mediante el verbo. Más que hacer poesía a partir de la realidad, el poeta se ve urgido por transformar su creación en realidad, quitando el adjetivo “pequeño” que había usado Huidobro y convirtiéndose a sus anchas en un dios.

Otros temas que sostienen la serie y el pensamiento de Cardoza son la muerte y el tiempo. Ambos se ven trastocados perdiendo en la poesía la secuencia natural. Sobre “Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo” dice Fernando Charry Lara: “lo prehistórico americano y lo futuro universal se anulan en el solo presente imaginario de la poesía, rítmico, apasionado, de ardida pureza solar” . Y lo mismo ocurre con los tiempos en “Arte poética”:

“Tampoco tú, a quien le han dado cuerda
para que a hora fija nos despiertes:
sólo amo las palabras necesarias”

También cabría recordar la oposición que manejó Cardoza en su libro de crítica de arte La nube y el reloj, donde opone la existencia espacial de las artes plásticas a la temporal de la poesía, siendo ambas desarticuladoras y deconstructoras en sus respectivos ámbitos. Esta característica ya había sido advertida por don Ramón Gómez de la Serna en “Maelstrom. Films telescopiados”, escrito en 1925: “En Cardoza y Aragón se ve la línea revuelta, sin ese suplicio de la línea recta que hay que abolir” . Y es que desde estos parámetros, desde la concepción euclidiana de las dimensiones espaciales y temporal, debe partir la subversión del arte; el poeta pretende minar los horarios, los límites, las fronteras, para dar espacio a una realidad más justa.
La reflexión que lleva a cabo Luis Cardoza sobre la estética que debe imperar en la poesía se nota claramente adversa a la que imponía el realismo socialista y la llamada poesía social, sobre todo en uno de los poemas finales:

“Qué difícil tener tiempo
para escribir brevemente
natural y sencillo
sin musiquita
como el albañil el perro o el ángel
sin imaginarse que se es un pequeño dios”

En estos versos se defiende el programa original del surrealismo: hacer una revolución a partir de subvertir la relación que guarda el hombre con el universo, con la manera como el hombre ha organizado el caos y ha construido el mundo:

“instaurar un abismo –como puente
de asombro– entre las cosas y su nombre”  

Poetizar claramente, siguiendo el paradigma establecido por la comunicación cotidiana es sostener un ordenamiento injusto de la realidad. Por ello declara Luis Cardoza y Aragón que dicha poesía social que propugnaba el partido comunista tenía los ojos vaciados y los brazos amputados. Dice el guatemalteco en un ensayo sobre la poesía que “la validez de una obra está en razón directa a su inexplicabilidad o resistencia para ser agotada” . Un poema está siempre compuesto por significados probables que el lector debe actualizar mediante la lectura, de tal manera que el espectador participa en el proceso creador, se ha visto involucrado en un mundo nuevo que muy probablemente le brinde más satisfacciones. Como la fuente de la eterna juventud, el poema se mantiene revitalizador en tanto sus sentidos no sean limitados; siempre que el lector sea capaz de encontrar nuevas posibilidades en las mismas palabras, estará tornando nuevos los pensamientos viejos y su acción subversiva será inagotable.

En El río, Cardoza se detiene a reflexionar sobre la obra y la vida de Franz Kafka, y afirma que el Kafka que conocemos no es el mismo que escribió La metamorfosis, en tanto que el último no deseaba dar a conocer sus escritos y solicitó que fueran destruidos. Para el Kafka individuo, en palabras de Cardoza, la literatura era “magia contra el suicidio, construir la obra; no la obra, sino su construcción. Escribió para sí” . Cardoza, en cambio, piensa que su obra ha de llegar a alguien, escribe con nostalgia de quienes lo leerán y del tiempo futuro en que será leído, con los que pretende constituir una comunión transformadora a partir de las amplias posibilidades que brinda la poesía.

La soledad era probablemente lo más temido por Luis Cardoza quien, dueño de una ética insobornable y una crítica puntual, se alejó de partidos políticos, instituciones artísticas y sólo vivió para su escritura acompañado de Lya.

“Solos y abandonados doblemente,
más solos que si el otro no existiese,
nuestro sueño absoluto nos ha creado
la soledad sin fin de nuestra mano”

había escrito el poeta en 1936 con pretensiones metafísicas, pero podemos extrapolarlo a lo que fueron sus últimos años de vida, cuatro, luego del fallecimiento de su esposa. El pasado siete de septiembre se cumplieron dieciséis años de una injusta adenda de olvido que la crítica mexicana ha brindado a la poesía de quien vino a enriquecer nuestra literatura . Carlos Illescas, amigo entrañable de Cardoza, cuenta que apenas un puñado de amistades se reunieron en su casa para brindar un último adiós al “más mexicano de los extranjeros y más extranjero de los mexicanos”, para después esparcir sus cenizas en el volcán del Ajusco . No queda más que repetir aquellos versos de “Soledad de la fisiología”:

“cumpla vuestro pesado aceite amargo
su destino de llama.”


Cardoza y Aragón, Luis, 1986, El río: Novelas de caballería, FCE (Col. Tierra firme), México, pág. 13

Paz, Octavio, 1994, Obras completas 4. Generaciones y semblanzas, Círculo de lectores- FCE, 2ª ed (1ª de 1991), México, pág. 82.

Ibíd. pág. 82.

García Canclini, Néstor, 1989, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, pág. 39.

Cardoza y Aragón, Luis, 1977, Poesías completas y algunas prosas, FCE (Tezontle), México, pág. 214.

Poesías completas y algunas prosas pág. 215.

Ibíd. pág. 177.

El río: Novelas de caballería pág. 60.

Poesías completas y algunas prosas pág. 213.

Ibíd. pág. 224.

Ibíd. pág. 213.

Ibíd. pág. 214.

Ibíd. pág. 218.

Ibíd. pág. 33.

Ibíd. pág. 220.

Ibíd. pág. 55.

Ibíd. pág. 223.

Ibíd. pág. 215.

Ibíd. pág. 473.

El río: Novelas de caballería pág. 56.

Poesías completas y algunas prosas pág. 159.

Si bien su importancia como crítico de arte, especialmente los comentarios a propósito de los tres grandes muralistas mexicanos, son continuamente referidos y citados. Incluso existe un premio de crítica de arte que lleva el nombre del poeta, convocado de manera compartida por los gobiernos de México y Guatemala.

Illescas, Carlos, “El caballero pálido de Leda”, en Unicornio, suplemento cultural del diario Por Esto!, 13 de septiembre de 1992, pág. 6.

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Ciudad de México, México, 1980.
Es egresado de la Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad Modelo. Ha coordinado talleres literarios para niños y jóvenes en Tabasco y Yucatán. Dirigió la publicación de poesía y cuento Lodo en la Banqueta, es miembro del consejo editorial de la revista de literatura, arte y humanidades Al Pie de la Letra y colabora regularmente en diarios y semanarios del sureste mexicano. Es autor de “El impuro descanso”, incluido en el poemario colectivo El éter de las esferas (Ayuntamiento de Mérida, Yucatán, 2006), y de la plaquette de poesía Caramelo de muerta (Universidad Regiomontana, 2002). Obtuvo el primer lugar en la categoría de ensayo literario en el 1er Concurso Interuniversitario de Cuento y Ensayo convocado por la Universidad Modelo en 2007. Email: [email protected]