cine-gcalvo-aantonin_image001

Arnold Antonin, el camino de la libertad

1 junio, 2011

Arnold Antonin (1942, Port-au-Prince, Haití) es uno de los directores de cine haitiano más reconocidos mundialmente. Ha sido merecedor de muchos premios internacionales incluyendo uno en Cannes en reconocimiento a su carrera. Actualmente trabaja en Haití como realizador, profesor universitario y promotor cultural. Guadi Calvo, crítico cinematográfico y colaborador de Carátula, nos trae a la atención este polifacético artista de una cinematografía que a pesar de su proximidad geográfica y cultural, es poco conocida por nosotros.


Más allá de las montañas, hay montañas.

Proverbio haitiano

Toda expresión artística habla del país que la produce pero quizás sea el cine quien más claramente represente su cultura, aunque por su complejidad técnica y financiera es el arte más difícil de llevar a cabo. Todos los países de nuestro continente latinoamericano, han debido afrontar, y afrontan, infinitas dificultades para generar una cinematografía propia, pero ninguno como las que desafía Haití.

No se puede pensar en Haití sin las tragedias que transitan desde siempre su montañosa geografía, destinada a padecer todos los males, quizás por haber sido una de las primeras naciones en abolir la esclavitud, o por ser la primera república latinoamericana, o porque también fue la primera república negra del mundo; pecado que occidente no le perdonaría jamás.

Cuando Colón llegó a la isla de Ayití o Quisqueya, la que rebautizó como Hispaniola, hoy ocupada por Haití y República Dominicana, estableció la primera colonia española que serviría como base a la conquista de América. Ayití, tierra de montañas, en arawak, estaba entonces habitada por los Tainos, una etnia pacifica de unos quinientos mil habitantes; las enfermedades introducidas por los europeos, los trabajos forzados y las matanzas, extinguieron la totalidad de la población en los siguientes cincuenta años.

Debido a la falta de mano de obra, el rey Fernando, el Católico, autorizó el 22 de enero de 1510, “el transporte de cincuenta esclavos negros, los mejores y los más fuertes disponibles, para que trabajaran en las minas de la Hispaniola.” A partir de entonces la población negra fue creciendo.

En 1697, cuando por el tratado de paz de Ryswick, Francia termina de arrebatarle a España la parte occidental de la isla y Haití se convierte en la más importante de las colonias francesas y posiblemente en la más rica del mundo. Las plantaciones comienzan a necesitar grandes cantidades de esclavos, que por la sobre-explotación, tenían un promedio de vida de cinco años, provocando así un constante flujo desde los puertos africanos de Guinea y Angola.

Como efecto de la Revolución Francesa, se inicia en Haití un largo, sangriento y complejo proceso de luchas por la independencia, donde el racismo, jugó un papel primordial y definitorio. Haití declara su independencia en 1804 pero la osadía de haber derrotado a las fuerzas napoleónicas, la deberá pagar muy cara. Francia le reclamará ciento cincuenta millones de francos oro, equivalente a unos veintidós mil millones de dólares actuales, como “daños de guerra” y desde entonces ninguno de los imperios hegemónicos le permitirá desarrollarse.

En 1915, el presidente norteamericano Woodrow Wilson, ordena invadir Haití bajó la excusa de cobrar una deuda del City Bank. Las primeras medidas serán ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos; cierran los bancos nacionales, imponen trabajos forzados a gran parte de la población, prohíben la entrada de negros a hoteles y restaurantes y para preservar las reservas de oro, se las llevan a Nueva York. Después de casi veinte años de ocupación y saqueo más los casi treinta mil muertos,  Estados Unidos abandona la isla sin devolver un solo un dólar.

Unos años después, entre septiembre de 1937, y febrero del 1938, por orden del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, fueron masacrados con machetes entre veinte y treinta mil campesinos haitianos asentados en Dominicana, lo que se conocerá como la matanza de Dajabón. Trujillo acordaría luego con el presidente haitiano Sténio Vincent una indemnización de 750.000 dólares para que todo fuera olvidado.

Pero lo peor para la primera República negra del mundo, no había llegado. Desde el retiro de los Estados Unidos en 1934, una confusa madeja de golpes militares y con débiles gobiernos arrastran a Haití a una anarquía de facto, hasta que en 1957, en unas elecciones amañadas, se establece en la presidencia François Duvalier, “Papá doc”, un médico de muy aceitadas relaciones con los Estados Unidos. Finalmente Duvalier, con el guiño de los Estados Unidos, se autoproclamaría presidente vitalicio y a su muerte en 1971 lo hereda su hijo Jean Claude, “Baby doc”, que sería derrocado en 1986.

La era Duvalier llevaría a la nación al punto más trágico de su historia. Durante esos treinta y cuatro años, reinó la corrupción que convirtió a la familia presidencial en dueños de absolutamente todo el país y crearon un cuerpo militarizado, los Tontons Macoutes (“hombres de la bolsa”) especializado en represión, tortura y muerte de los opositores. En ese largo baño de sangre se perderían más de doscientos mil ciudadanos y la dictadura Duvalier empujó a Haití al oscurantismo más obtuso al apelar a las creencias más arraigadas del pueblo, como el Vudú, para mantener a las masas sumidas en un atraso pavoroso.

Durante su dictadura, los Duvalier cimentaron las bases para que Haití padeciera de una profunda confusión política, fuera el país más pobre y atrasado de occidente y sus tasas de mortalidad infantil aumentaran año con año. Sin industrias, con una agricultura deficitaria, con graves problemas ecológicos, enfermedades que son pandemias; con  sus bosques de caoba diezmados, era impensable que surgiera una cinematografía nacional, pero el cine haitiano existe y avanza por infinitos esfuerzo de sus creadores.

La brutalidad de la dictadura no pudo con los artistas, intelectuales, escritores y cineastas que salieron a enfrentarla, entre ellos se encontraba el documentalista Arnold Antonin, que junto a Raoul Peck, son  los nombres más representativos del cine haitiano. Arnold Antonin (Port au Prince en 1942), es uno de los más importantes intelectuales de su país. Fundador del Centro Cultural Pétion-Bolívar, presidente de la Asociación de creadores de Haití, profesor universitario y de la Escuela Nacional de Artes. Se doctoró en Economía en la Universidad de Roma, y en 1983 obtuvo la Maestría en Derecho Económico e Internacional de la Universidad Central de Venezuela, país donde vivió hasta 1986, año en que pudo regresar a Haití. Pero sin duda, su vocación profunda fue el cine, la que puso a disposición de la lucha contra la dictadura de su país y por el que recibió en el Festival de Cannes del 2002 el premio Djibril Diop Mambety por su película Mujeres de coraje.

El tema fundamental de la treintena de sus documentales ha sido Haití y las distintas maneras en que su pueblo fue martirizado desde sus orígenes: las invasiones europeas, los crímenes y negocios de los Duvalier, el Sida, la droga y el terremoto de 2010, en Crónica de una catástrofe anunciada.

Necesitados de un medio de difusión, el Movimiento Revolucionario 18 de Mayo, al que pertenecía Antonin, decidieron rodar la acusación presentada ante el Tribunal Internacional Rusell, contra la dictadura haitiana. Estas filmaciones se convirtieron en un documental inicial contra la dictadura que duraba 15 minutos:

Los Duvalier en el banquillo de los acusados. Gracias al impacto conseguido con el público, Antonin, junto a sus compañeros, decide rodar Haití, el camino de la libertad (1974). Esta película se divide en cinco capítulos, desde la llegada de Colón hasta la ascensión de François Duvalier, su dictadura,  hasta la elección de su hijo, el gobierno de Jean Claude y en los últimos dos capítulos las bases ideológicas de la dictadura y un análisis del Frente Unitario antiduvalieristas. El mismo día que este film se estrenó en Bruselas, Antonin filmaba la sesión del tribunal que condenó a la dictadura para su documental Los Duvalier condenados (1975).

Un agente de la CIA, Seldan Rodman conociendo el interés mundial por la pintura naif, usó como pantalla el Centro de Arte de Haití y junto a los Duvalier explotaron a los artistas de la isla, enviando alrededor de 150.000 obras al año a diferentes colecciones institucionales y privadas del exterior. Por sus trabajos, los artistas recibían menos del diez por ciento de lo que valían sus obras. A partir de esta investigación Arnold Antonin realiza, en el año 1975, ¿Puede un agente de la C.I.A. ser un Mecenas? (Arte ingenuo y represión en Haití).

Para 1980 Antonin, se hace otra pregunta ¿Puede un Tonton-Macoute ser poeta?

Francois Duvalier, que entre tantos títulos tenía el de “Gran Protector de las Letras y las Artes”, escribió en su juventud algunas poesías rebosantes de lugares comunes  y  trivialidades, inclinación que le valió el título de “poeta del oscurantismo”. El padre de los Tontons Macoutes, que asesinó a escritores y periodistas y obligaba a que escribieran poemas en su honor, aun así mantenía su odio visceral contra los intelectuales. En este film, Antonin también indaga sobre dos cuestiones claves de la cultura de Haití y del Caribe, ¿cuál es su verdadero idioma, el creóle o el francés? y ¿cuánto define la negritud la identidad de estos pueblos? A partir de la persecución de los intelectuales investiga las condiciones de la producción literaria en el país y cuenta con la participación de figuras mundiales como Julio Cortázar, Manuel Scorza, Luis Britto García y  Aimé Cesaire.

Arnold Antonin, ha filmado documentales institucionales sobre los derechos del niño, de los trabajadores, sobre la problemáticas de la salud pública haitiana y en 1994 filmó Puerto Príncipe, la Tercera Guerra Mundial ha tenido lugar, premiada en el Festival de Montreal. Desde el año 2000 dirige una serie de films donde retrata  a los grandes artistas y escritores haitianos como: André-Pierre, el que pinta lo que es bueno (2003); Video.Préfete Duffaut, la piedad y la imaginación urbana (2007); Aubelin de Jolicoeur, señor Haití (2007); Jacques Roumain, la pasión por un país (2008).

Uno de sus últimos grandes éxitos es el largometraje de ficción, ¿Tiene Sida el presidente? ( 2006), un filme que cuenta la historia del director de un grupo musical, seductor y machista, que un día es acusado por una mujer de ser portador de esa enfermedad. La idea del realizador en este film es concientizar a la sociedad sobre Sida -en Haití existen cerca de 120.000 casos- frente a la mentalidad mágica de la sociedad que cree que es un maleficio que la práctica del vudú puede exorcizar.

Arnold Antonin, sigue atento con su ojo, que es una cámara, filmando los destinos de su país, consciente de que en cualquier momento una nueva plaga puede caer sobre la primera republica negra del mundo.

Comparte en:

Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.