Augusto Roa Bastos: «El cine me hizo nacer como escritor»
1 agosto, 2007
Entre las imaginaciones y recuerdos de mi infancia perdura la imagen de un hombre «crucificado» al volante de un camión que avanza con las ruedas en llamas. El camión choca contra un árbol. El hombre cae inerte sobre el volante y abre precipitadamente los ojos al tiempo que suena estrepitosa la bocina, en un estertor glorioso de llegada y despedida. Se trata de la secuencia final de Hijo de Hombre – Choferes del Chaco (Argentina-España 1961; titulada La sed en España) dirigida por Lucas Demare y escrita por Augusto Roa Bastos, un clásico del cine iberoamericano premiado en festivales internacionales.
Pocos recuerdan que el gran escritor paraguayo fue también un excelso guionista o como él prefería decirlo: “un hombre de cine”, para expresar mejor su admiración por el séptimo arte. Su literatura y la cinematografía tienen una historia común que es parte del patrimonio universal, del cine argentino y el paraguayo y que, en lo personal, ha tomado parte de manera concreta en mi vocación y profesión audiovisual.
Cuando adolescente, el cine era mi mayor pasión, pero considerarlo como una posible carrera no resultaba más que una febril y secreta ilusión. Sin embargo, esto cambió cuando mi profesora de literatura nos asignó la lectura de “El trueno entre las hojas” e “Hijo de hombre”. Descubrir estos relatos, que de inmediato puse a la altura de mis glorificados “La Odisea” y “La Illiada”, fue un acontecimiento que marcó mi vida para siempre. No sólo había descubierto el Olimpo mítico de mi tierra y de mi gente; también obtuve la certeza de que sería cineasta y la utopía de que filmaría un día esas historias con personajes y escenarios que me eran tan familiares.
Casi dos décadas después, en 1990, tuve mi primer contacto personal con Augusto y el privilegio inmediato de estrecharnos en amistad y trabajo creativo. Esfuerzos puestos en la constitución y dirección de la Fundación Cinemateca del Paraguay y del Festival Internacional de Cine en Asunción (fundados a menos de un año del derrocamiento de Stroessner), me concedieron la fortuna de expresarle mi admiración y agradecimiento con un homenaje dedicado a su obra como guionista, junto con una retrospectiva de películas escritas por él.
Inclusive antes de asistir a aquél inédito acontecimiento, Augusto respondió a mi invitación con una emotiva carta, declarando seguir tan enamorado del cine como en su juventud y ofreciendo, en generosa retribución, aportar una ponencia sobre el guión cinematográfico. Pocos años después tuve a mi cargo la edición de ese texto (“Mis reflexiones sobre el guión cinematográfico”) con el guión de Hijo de Hombre – Choferes del Chaco, en cuya presentación escuché con satisfacción a Augusto decir:
«Es para mí realmente una gran emoción estar en este momento aquí que de pronto se vuelve intemporal porque uno recuerda un momento marcante en mi trayectoria de trabajador de la palabra simbólica […] Trabajar como guionista fue una experiencia muy útil para mí, no solamente como hombre de cine (por devoción y afición más que por conocimientos técnicos) también como escritor. A mí el cine me hizo nacer como escritor. Siempre me llamó mucha la atención el cine. En Paraguay era muy difícil ver buenas películas. Y eso fue quizás exacerbando esa necesidad de expresarme por la imagen.»
Son 14 películas las que llevan su nombre en el guión (dos de ellas fueron filmadas en Paraguay). El primer proyecto cinematográfico le fue ofrecido por Armando Bó. El trueno entre las hojas, basada en su propio cuento y financiada mayormente por capital paraguayo, se constituyó en el legendario capítulo que inauguró la famosa dupla Armando Bó – Isabel Sarli. Desde entonces, Augusto estudió con rigor y pasión el lenguaje cinematográfico, dedicándose al oficio de guionista hasta iniciada la década de los 70.
Sin duda, las tres películas más valiosas y memorables, internacionalmente premiadas y consideradas aún hoy día como obras fundamentales en la filmografía argentina y latinoamericana, son Shunko(1960), Alias Gardelito(1961) e Hijo de Hombre – Choferes del Chaco(1961): las dos primeras adaptadas de obras literarias de Jorge Ávalos y Bernardo Kordon respectivamente, dirigidas por Lautaro Murúa, y la última una adaptación de su propio relato “Misión“ (capítulo de “Hijo de hombre”) dirigida magistralmente por Lucas Demare. Otros cuentos de Augusto llevados al cine fueron “El terrorista” y “Castigo al traidor”. En sus guiones se evidencia el mismo interés social y el hondo humanismo que prevalece en su literatura, con héroes y antihéroes luchando contra tantas adversidades, ya sea trascendiendo a través del sacrificio por sus semejantes o sucumbiendo ante la ausencia de voluntad y solidaridad.
En los últimos años cortejamos juntos el sueño de un cine paraguayo. Con su inquebrantable optimismo, Augusto afirmaba: “El cine está destinado a ser uno de los medios expresivos más importantes de nuestro país; América Latina pide a gritos la presencia de nuestro cine”.
Tuve la dicha de internarme en 1994, con todo placer y coraje, en el laberinto real e imaginado de Augusto y su visión del Paraguay y de la literatura. Había asumido uno de los mayores desafíos de mi carrera: la realización de un documental inspirado en Augusto y su obra literaria, en la que aparecen imágenes y personajes de su cuento “Carpincheros” y de sus novelas “Hijo de hombre”, “El Fiscal” y “Yo, el Supremo”. Vino así a cerrarse un ciclo, como también a manifestarse para el mundo y la posteridad una deuda de inspiración y vocación.
Cineasta paraguayo (director de “El portón de los sueños: vida y obra de Augusto Roa Bastos” entre otros); fundador y director del Festival Internacional de Cine del Paraguay; del Festival y Seminario Internacional de Cine Documental y del Foro de Cine del Mercosur en Paraguay; presidente de la Fundación Cinemateca del Paraguay.