Bocetos para Alicia. Selección de poemas.
3 octubre, 2022
Alicia y el monumento de cereal
El monumento de cereal crece en su longitud y diámetro,
se abomba de forma vertical hacia el cielo,
se lo comen las palomas y animales eventuales del suelo,
vuelve a crecer y se deforma en sus vértices,
busca un horizonte que no existe
y tiene una vida propia sin pretensiones
ni elementos discordantes.
Busca el placer y la desmemoria,
se enreda en el cabello de Alicia y sus amigos imaginarios,
cree en la voluntad inquebrantable de la delgada mujer
que pretende no nombrarse más en los días que restan por vivirse.
El monumento de cereal no contribuye con los impuestos,
no honra a nadie,
ni recuerda algún acontecimiento importante,
este monumento es un plasma que crece como lava
y a la par del pensamiento inequívoco de Alicia,
ella sucumbe ante su imagen que se proyecta en el espejo,
ella está de espaldas a él,
se desfigura en el desierto hecho de dendritas y pavimento.
Es fuerte el viento en estos días
pero el monumento de cereal no se derrumba,
sino que se aglutina por partes dentro de un todo estático
y carente de hermosura.
Refleja la crueldad y el amor a la vez.
La bella que escribe no se llama Alicia
La bella que escribe cree haber perdido su hermosura
en los espejos del tiempo
y en las orugas que no terminaron de crecer,
se embadurna de aceites y cremas
que logren alargar su belleza,
se hace operaciones estéticas
y compra ropa en pequeños atelier,
admira las marcas de moda que gozan de renombre
y los perfumes costosos que flotan en cajas de nácar,
las luces del escenario le atraen
y las mentiras del hombre que ama,
se consume en detalles que no existen,
prodiga manías por los armarios
y desenfunda su tristeza en el abecedario,
descose su boca para hablar con las aves
y con los avestruces que corren en su jardín
hacia los huecos convertidos en túneles
por sus dedos de cristal que escarban y escriben
su majestuosa figura es delicada y sus proporciones exactas,
la masa muscular no titila en grasa
sino en carnes firmes y con tonicidad angular al techo de su cuarto,
come serpientes de lechuga
y vegetales en estado permanente de conservación,
conoce el destino de las estrellas
y la vida de las Santas que soportaron lo peor,
busca un cauce caudaloso y no una pacífica orilla.
Ama la suerte,
sucumbe ante el olor del mastranto
y pinta las rosas de azul,
no cree que sea conveniente escuchar
los comentarios punzantes de sus unicornios
y elevar cometas que dejaron de existir.
Diseña figuras de papel que vuelan al tacto,
cultiva plantas en el aire
y adivina las destrezas de los delfines
en las olas de su mente;
construye paraísos inexistentes
y no le da importancia a las voces de los espíritus
que la interceptan,
se sienta en alfombras de césped
y flagela su diminuta conciencia.
La bella que escribe
me mira desde aristas presurosas a la muerte,
desvanecida,
sin acentos en su idioma,
flanqueada por voces extrañas,
atormentada,
sin recelos ni membresía alguna.
Aumenta sus dones como hierba,
detiene la luz fragmentada que reposa en sus anteojos de sol,
camina y sigue las líneas marcadas por la luna,
determina el peso de sus contrariedades y eventual dolor,
detiene las horas dentro de los segundos,
equilibra los eclipses junto a las puestas de sol,
desmenuza lo escondido,
desoye lo inaudito y perecedero,
se angustia dentro de su ombligo,
cabalga en la llanura
y quiebra sus pasos como última medida.
Alicia ha soportado el rigor de la bella que escribe.
Tiempo de mariposas
Hay pequeñas mariposas que vuelan
sin pararse en ningún lugar,
llevan mensajes de profunda escucha.
Otras, tienen cortas sus alas y pueden llegar al mar,
cruzan el azul y toda la escala de color.
Las mariposas de Violeta Zing me trasladan a otra dimensión,
donde las nubes se detienen
y el sol gira en mis pies,
se me permite no dormir,
ella abre su puerta y sus mariposas sueñan sobre mí.
La mariposa de Lilian es amarilla,
duerme en las noches y vuela de día,
le encantan los apamates y los jardines circulares.
Alicia toca su piano
y de sus dedos vuelan mariposas de colores,
revolotean en la sala
y en la grama de atrás.
Hay mariposas que no tienen dueños ni nombres,
son las que suelta el cielo en las tardes de lluvia
para cubrir la soledad.
Me gustan las mariposas azules
que se esconden en mi cama
y la impregnan de aroma floral,
son las preferidas de Aurelio,
el hombre que amo,
nuestro amor es imaginario,
existe en su sonrisa y en sus manos en las cuales vuelo,
las mariposas azules y yo estaremos infinitamente junto a él.
Marina abre su ventana para dejar escapar al sol,
pero llegan las mariposas,
llegan las mariposas volando,
descubre en sus ojos de niña la perfección.
Hay mariposas que vuelan sin centímetros ni giros,
y reflejan la magia de las horas.
Las mariposas nocturnas se enredan
en el mosquitero color piel que cuelga del techo de mi cuarto,
se impacientan pero logran volar.
Hoy las mariposas vuelan y soy feliz.
Alicia y sus noches oscuras
Hay noches que son oscuras, pero no son del alma,
que pueden comenzar un libro
sobre los dientes de animales inexistentes
y feroces maullidos de gatos devorados por las sombras;
un libro que se inicia en la nieve de un psiquiátrico fantasmal,
el cual fue extraído de los sueños agónicos
de una esquizofrénica que ha desbaratado la casa con sus uñas.
El país anclado en las horas,
en la densa neblina que permanece estática en mis ojos.
Claudia no sabe que ha muerto,
no supo presentir que su abultado abdomen cubriría las hijas que huyeron.
Oigo los ruidos que restan a través de pitillos de metal
y del silbido del viento que destrozó mi cabellera.
El médico murió de tifus en un siglo remoto
y la obesa que escapó de un cuadro de Botero de desnutrición crónica.
El país de espejos azules crece en la maleza,
se ensancha en la noche,
gramófonos invisibles retransmiten los gritos de los cuellos degollados.
El rancho se incendia
y los niños quedan carbonizados.
Fragmentos de una agonía,
noche que no se detiene.
Ella sueña. Ella no avanza en su camino y crea los ecos.
Aquellos que mataron a su pueblo de hambre
no despertarán más.
Nocturnos de Chopin:
un piano violento cae sobre mis manos.
Caricaturas y demonios que arañan espaldas blancas.
Conjeturas y mentiras disueltas en la claridad.
Un libro se ha iniciado esta noche
en la escritura macabra de Alicia mirando la luna.
Venezuela, 1978.
Es poeta, pedagogo en Educación Integral, Administradora de Empresas, comerciante. Ha publicado en poesía los libros: Hileras de Sol, Delebles y Entreluz. Ha sido publicada en: Pasajeras antología del Cautiverio de la Editorial Lector Cómplice, Astorga Redacción (España), el Papel Literario de El Nacional, Revista Nacional de Cultura, entre otros. Twitter: @CarmenROrozco