Cambio de planes

Cambio de planes, Daniel Rodríguez Moya. Visor Libros Madrid, España 2008

1 agosto, 2008

Cambio de planes de Daniel Rodríguez Moya (Granada, España 1976), es un libro lento, tranquilo y relajado, un libro sin afectación ni hipocresía. Además, sus poemas están eficazmente construidos alrededor de una voz cuyo dueño parece estar intermitentemente detenido, tal vez insomne, atento a los ruidos del mundo, recordando el camino que lo trajo hasta aquí y esbozando también el camino por el que tendrá que seguir sin detenerse: “Por un momento vuelves la mirada, / te detienes / en busca del que espera / sentado bajo el quicio de una puerta / por la que ya no pasas” (p. 52).
Esa oscilación entre la pausa y el movimiento sería una de las claves de este nuevo libro: las distancias, el extrarradio, un autobús que cruza la ciudad, caminar por un puente de Praga, un paseo por Managua o las luces opacas de una playa escocesa serían algunos de los hitos donde el protagonista de estos poemas se detiene y mira, se detiene y recuerda o se detiene y habla, en un intento de conservar lo que no puede conservarse: el tiempo. Y esa conciencia lúcida, y nada trágica, del tiempo que sigue moviéndose sin importarle si nosotros lo seguimos o no, es lo que genera (entre otras razones) la escritura de Rodríguez Moya: “[…] yo escribo este poema que algún día / será como un reproche, si acaso una pregunta / que no contestaré […]” (p. 17).

Galardonado con el VI Premio Vicente Núñez, este poemario es la cuarta entrega de su autor y representa la consolidación de un afán estético que va de la ajenidad cernudiana (“[…] hay tardes y distancias que a nadie pertenecen”, p. 15) a la palabra certera de Claribel Alegría (“El hombre ciego / cuando llega la tarde / despide al sol”, p. 22); del análisis de tiempo y sus meandros (“ Hay relojes de arena que contienen / todo el tiempo del mundo”, p. 47) a la conciencia dolorida de un mundo que no es como nos dijeron (“[…]nadie lanza consignas, nadie eleva banderas”, p. 43).

Cambio de planes es un libro emocionante y verdadero. Traza un camino quebrado, el camino de las cosas reales: de la provisionalidad de la infancia a la provisionalidad de los sueños, de la fragilidad de los propósitos a la fragilidad del mundo, de los planes cerrados o inseguros a un cambio de planes donde no cabe el fingimiento. De ahí el optimismo razonable que se respira en este libro meditado y certero.

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