Carta natal al país de los locos (Poetas en Escocia). Mención de Honor del Premio Casa de las Américas de Cuba 2010

1 abril, 2010

Afirma el poeta Javier Alvarado (Panamá, 1982) que el poemario con el que obtuvo una Mención del Premio Casa de las Américas fue escrito en Escocia, durante un mes, en agosto 2009, cuando asistió a la residencia literaria que le fue otorgada por la Fundación Cove Park. Meses antes, en febrero de ese año, se dio un suceso que marcó su vida. “Mi madre fue una niña adoptada y gracias a un pariente, ella pudo reencontrarse con su verdadera familia cincuenta años después, fue desgarrador”.

Agrega, además, lo que su abuelo materno hizo con ella “fue darla a tres familias, alejándola de su madre, quien enloqueció del dolor. Mi abuelo también regaló a otros dos hijos, uno de los cuales murió”.

El poemario responde a una promesa que hizo el poeta a su madre. “Sentí que la historia y el libro me estaban persiguiendo y tuve que escribirlo”, afirma.


POEMAS DE “CARTA NATAL AL PAÍS DE LOS LOCOS (POETA EN ESCOCIA)”

ENTERRADERO DE EL CIPRIÁN
  
En este enterradero todos tenemos epitafio
Una oscura canción que nos persigue desde el pasado hasta el presente
Como una guirnalda de pobres vegetales,
Estos muertos que me habitan a veces, que tanto cargo
Que corrijo en sus posturas, en sus gestos, en sus hábitos,
Que corren detrás de mí como el niño tras el llanto amargo del agua
Se van navegando junto a mi sangre
Como se va escapando el invierno en su fragata.

¿A dónde se fue quedando el ropaje de nuestros primeros abuelos
Y el disfraz de loca y pordiosera de mi abuela
Con su legajo estival después de pasar por los chamuscados
Telares del viento, si eso dicen que la locura entra por el aire
A su viento, donde todos hemos de ir con el primer himno o la campanada
Terrena de esta suerte, de ser huérfano en la luz,
En la territorialidad y en el polvo?

¿A dónde está ella y el cruel abuelo
Que fue dispersando sus hijos por la tierra
(Vitervo, Bredio, Janeth)
Como las cuentas prófugas de un collar
Que halamos con la rabia del tiempo, con esa sacudida
De los animales que vuelven del espasmo
Cuando la noche se posa sobre nosotros
Como un gigantesco amaranto o como un pulpo
Que se ha sacado partituras con el orgasmo pétreo de su tinta?

Oh, mis primeros muertos que el chubasco del invierno
Me trae en desordenadas imágenes
Donde se contemplan el bestiario de las musas
Si no he podido contemplar la levadura de sus huesos
¿Dónde está su tumba, abuela inmemorial de maíz y greda
Marcaria Espinoza la que se fue sin ataúd
Sólo con la mortaja de llanto de sus hijos ausentes
En su humildad y en su locura?

Nosotros abandonaremos estos cuerpos, habitaremos estas burbujas
Que el invierno escupe.
Habrá tumbas desde el cielo a la fragata,
Nos hospedaremos en tu casa y seremos todos tan reales y desconocidos.
Éste es tu enterradero de El Ciprián, donde todos tendremos epitafio.

MEDITACIONES EN UN BOSQUE DE ESCOCIA

seguiste las instrucciones para leer a los árboles

Ernesto Carrión

Abro estas rocas para estar despierto
Para imaginar que he colocado sobre este suelo cada uno de sus árboles.
Hay dioses blancos y hay dioses más oscuros
Algo que el chubasco me ha permitido ver
Algo que no sucede y que sin embargo ocurre en mi conciencia
Suelo derramarme sobre este campo como el pequeño arroyo
Que en vez de morir se va a alimentar la charca afiligranada de los patos,
Me subo a los troncos y las ramas levemente se resquebrajan
Abro la fábula del cuervo y Edgar Allan Poe va sucediendo
Sobre los bucles de Minerva.
Hay un esturión castrado
Y un ánfora de sol que destella copos de nieve;
Ese mundo irregular donde se abre el poema
Y la sombra se hace corpus,
Vino de la realidad para el deleite de otras desapariciones
Un muchacho juega desde su puerto y empieza desde siempre
A escupir las tempestades, otra chica más arriba
Es la que esparce el viento por la tierra
Ambos combinan el aguaviento que azota estos lugares.

En este verano que parece invierno solía jugar con mi caballo
Ornamentar mi silla de montar con los cascabeles de mi patria
Perder el equilibrio en los telares acuosos de la nieve
El vino que se derrama y va aletargando las alquerías
Las sastrerías del agua que susurran sus verdades a los troncos
A los hábitos de los ascetas y de quienes viven en el monte
Vegetando entre las oscuras estepas que huelen a pino recién cortado
Imaginándome que puedo permanecer como un hilo de estrella
Donde va colgando el pergamino de la araña
Esa sacudida de los peces y de los mares que se van abriendo
Hacia la conquista de ese otro mundo, donde no hay palabras
Y poseemos malos hábitos, eso de amar con un lirio resplandeciente
Con un guijarro empalmado que se abre hasta dominar el cristal de la semilla
Asistir a los oficios nocturnales y seguir al Buen Pastor en su domingo
Por la siesta de los cereales y el pan
En cada paso del corcel que se retira
Entre calles asfaltadas por las corolas de las flores.
Termino por creer que hay una estatua rota
O un arenque saliendo de la endurecida lengua.
Hay fitoplánctones y pirañas en nuestro estómago
Lunas quebradizas que cuelgan de las orejas
Y una luz color de ámbar que destilan los cestos olvidados de manzanas.

OFRENDA DE CEBOLLA

Not a red rose or a satin heart.

I give you an onion.

It promises light
like the careful undressing of love.

Carol Ann Duffy, Valentine

 
No me des la rosa
No me des el páramo, las calles.
No me des el tintineo del árbol,
No me des el agua y su cofre de cristales.
No me des las espinas de lo bello,
Dame la cebolla
Esas que se cultivan en Coclé o en otras partes del mundo
Donde su piel es blanca,
Nívea como un pecho de lobezno adolescente
Parda como el plumaje de una  tierrerita
Desdoblada sobre la hoja inmóvil.
No me des del labio acuoso
Ni el bosque petrificado que llevas dentro
Como una copa de vino desmadrada
Los dones terrenales y celestiales
Que la creación te fue otorgando
Con las espigas demolidas,
Mejor el cráter nocturno
La cereza pálida
El venado derretido que alza los cuernos
En los festines de la cama
Olorosos como la canela llevada en el desierto
El sexo en el pico del ave
Que va goteando el semen táctil
O la enjundia del misticismo en la semilla.
Prefiero huir de tus reinos
Y dejar el servicio puesto,
Los utensilios, la comida fría
Esa es la comunión de tu cuerpo al pelarte
Al quitar la piel y ser poseso del cuchillo
Y descubrir tu carne en gajos curvilíneos
Que se abren despaciosos como un milagro
O un pacto de Dios en los corderos.
No me des nada,
Solo sembrad una cebolla aquí en mi tierra
Que el tallo vaya creciendo hasta alcanzar
La desmesura del cielo y el juicio de todos los confines.
Yo te dejo una rosa,
Te dejo los vientos, los mares, las residencias
Todo lo palpado, oído,  gustado, visto y olfateado.
No me des los dones, no me des el cuerpo.
No me des las estaciones
Ni el abrigo ni el paraguas.
Arrebátame todos los vegetales del mundo
Pero no me dejes en orfandad
Sin  la cebolla.

GUSTAVO BATISTA CEDEÑO
PENETRANDO EN LOS JARDINES

Fue la emancipación del viento o su osadía por penetrar en los jardines
Por otear su áncora de esparto entre los volúmenes de libros
Y entre las sombras desgarradas de otra ausencia,
Donde la liebre esparce su ceguera
Y la zanahoria que cuelga de nosotros va ladrando
Con rabia, con exorcismo
Con tildes coscorroneando las vocales
En el resfriado abecedario
De falsas ilusiones por la carne      -sempiterna y conmovida-
Y no es que tengamos sueños o calabozos como mortales criaturas
Como dolores que cabeza o fiebre o una respiración de amante
-Terriblemente antigua –
Sobre el hombro o el oído,
Lo que sí quiero oír
Son otras respiraciones que vayan tatuando adolescencias en el pecho
O una multitud de astros que se pueblen a la lengua
Como un cayado de profeta.
  
Tú fuiste destinado a la geografía y a  la historia
Y muy pocos pudieron penetrar en tus ojos y en tu sangre
Con un mármol oscuro diezmaron los delfines
Que se bañaban una y otra vez en las piletas de tu nombre
Como un senado antiguo que deliberara en nuestra contra
Y tendríamos que bebernos los almácigos, la posesión y el veneno
De locura,
Si hay enfermeros castrados que nos colocan las camisas de fuerza
Una guirnalda que va despacio royéndonos la carne
Hasta conocer
El augurio de los huesos
Pues tú lo dijiste: deseos nunca realidades
Tu única realidad fue manejar el verso limpio y navegar desnudo
En las barcazas,
Con esa libertad de asilar extraños ritmos
O pescas inconclusas que herían al boticario de madera
Blandamente estrellado sobre la tierra como un bosquejo de huevo
Sin una yema cuadrada u olfateada
Que se define en  la falacia del mar.
Es una hierba o un rio que nos penetra por la nariz;
Pero que ya no se respira
Una mañana inconsulta, evaporada
Que contemplamos desde los muelles del hambre
La desesperación de la rosa por seguir aromando los antiguos y modernísimos poetas.

La rosa ya no es la rosa
Es simplemente una rosa.

Nos suena como un olvido de llaves,
Como caídas de agua
Que perpetuamente van cargando troncos
Y ramas con ojos de ahogados
O melindrosas azucenas que trepan
Desde el cieno hasta la boca
Donde en una cabaña con las piernas cruzadas
Y con un gran Marlboro rojo
Nos espera la muerte para maquillarse
Pues lo afirmaste:  la muerte es un espejo sobre los brazos de otros
Y yo oigo esa sacudida que da el mar con violentos peces.
Hemos de fabricarte un ancla de metal o de madera
Dependiendo del material que nos proporcionen las magias y los dioses
El aliento de las colinas que se congela en la burbuja de otro llanto
Asimilando el meditar de los niños que saltan soga
Y que tú observas desde tu milenaria cubierta
Como un último marinero que espera el pitido
La letra del humo y el ejercicio poético antes de zarparse.

CORAZÓN VALIENTE

A mi madre y a mi hermano,
que adoran el filme…


Aquí hubo fuego y sangre derramada por los Bienaventurados.
Aquí está William Wallace
Terciando su espada por la liberación de Escocia.
Un dardo insertado en el corazón de Eduardo I
Las monedas que flotaban debajo de la fuente
Como ahogando los edictos y a los Emperadores
Que se condecoraban así mismos o se declaraban dioses
Tan idiotas como algunos gobernantes modernos.
William lleva en su pecho los cuernos de los ciervos rojos
El piquituerto llama a la batalla
Desde la indefinible tundra,
El urogallo va deletreando las mañanas
Con su rabo de fosforada sangre
Y empiezan a sonar como cornos
Los torrentes hidrográficos
Del Clyde, Dee, Don, Isla, Kelvin, Annan,
Spey, Tay, Tweed.
Estos ríos se tiñeron con la hemoglobina
De los inmortales guerreros,
Un ala nocturna como un vitral cayendo sobre los dedos
Una profecía nunca dicha y que todos conocíamos de antemano
La sibila detonando sus palabras en el ansia de morir
Estirando el cuello para escapar de la botella
Las monedas que flotaban debajo de la fuente
O que labraron sus tumbas con los minerales porfiados
Las piedras y sus espasmos y esas ganas de colmar
La eutanasia de los peces
El gemido nocturno de las pomadas
Y de las llanuras que temblaban
Ante los pasos y pisadas de la corneja de la muerte.

LOS PATOS

Estos son los patos cuyos lenguajes desconozco,
Cuyas normas de comunidad
He venido observando, desde este vegetal arribo
Una sola hembra los domina con su pico amaestrado
Por el limo del fondo,
Todos llevan rastros de agua
Entre sus alas
y danzan sobre imaginarios
Retratos de hielo,
Los dos pichones acompañan a la madre, aunque a veces
Se quedan solos, mientras ella se confunde con la palabra
Del follaje.   Algunos se suben a buscar el pan
Cuando me dispongo a comer sobre la mesa
Ellos me traen el aroma del aguaviento y sus prodigios
Son dulces como espectros soleados y hermosos,
Como pupilas de doncel;  en grandes vaharadas
Alguna bañista yace figurada
Entre ellos, sobre estos perdidos árboles
Que retratan otro idioma o alguna postal del sur
De América

Aquí están danzando con su juego temerario
Buscando la comida bajo el agua     sumergiéndose
Y columpiando el aire con el movimiento de sus patas
Tratan de encarnarlos la Pavlova, la Fonteyn
La Alicia Alonso, con gasas y plumajes
También los iguala Nureyev,  el inmortal
Llevando a cuestas el circunloquio del terrestre ruso,

Estos son los patos
Que he venido observando.
Esta es su danza mortal
Que ejecutan sobre el lago.

EL HOMBRE QUE FUI Y EL NIÑO SE ENGRANDECE

Miro el hombre que fui y se desvanece
De tanto caminar ya brotan de mis pies embarcaciones de otros viajes
Otros carros, otros buses, otros sueños con tren
Otras meditaciones en canoas o en aviones
Donde me invade el arpegio de la huída o la respiración atrapada en la madera.
Añoro el origen y el fuego que sorbí de las entrañas de mi madre
Algo rústico o hermoso como un párpado que descubre la luz
O la lengua en lo dulce del racimo,
Estos largos corredores o estas cintas cinematográficas
Que aún se viven y se palpan como huesos de pescado
Que ponemos a vivir en la pecera o en el fondo
De un estanque donde contemplamos la salud de los bañistas.

Ese lenguaje que aprendí
Que usé desde el pozo de mi natalidad
O de mi ausencia
He de redimirlo en las onomatopeyas o en el tejido de los pájaros
Aquí donde veo el sol como una enorme yema
Sobre el mar dispuesto como un plato
Donde hundo mi tenedor de hambriento
Y donde se dispone la noche a saciar el hambre
Cuajándome su olfato.

He de observar por todas las vidas los restos de maletas viejas
O las ropas sacadas de equipaje,
Algún sombrero donde brote una flor
O desde muy adentro las aguas amnióticas
Que nos indican el paso hacia el viaje verdadero.
Vuelvo al origen y a las entrañas de mi madre
Miro al hombre que fui, el niño se engrandece.

EL FOTOÁLBUM

Me pongo a mirar las fotos al fondo
Donde se erige el álbum de la nada
Mujeres antiguas con vestimentas
Que hoy se apolillan en baúles de caoba,
Caballeros de sombrero y corbata que van y vienen
A una boda que siempre asisten.
Los abuelos que se fueron de uno en uno
Hasta desperdigar sus genes y la sangre de sus hijos.
Leonardo con su ropa caqui deambulando
Con su caballo colorado
Por un potrero de maderamen y ceniza,
Lucila con su pollera o pedaleando la máquina de coser
Motivando la aguja que ha de coser los trajes
Inolvidables del invierno,
Marcaria la loca que busca el refugio materno
De las aguas,
Celestino con su sombrero ensimismado
Y el rostro de la vejez tan denso
Como arboladuras animales,
Ahora Reyes que se ha ido
Dejando una blanca cola de estrellas
Y un perfume perpetuo.
La tierra se los tragó como el trabajo
Como el agua de la lluvia, el pan y el sacrificio
Hoy ojeo estas fotos y me persigue
El canto de un gallo fantasma.
Todos los recuerdos están como un guijarro
En la palma de la mano,
Como una oración de un desconocido detrás del muro.
Todas las abuelas me dan sus bendiciones.
Hay algo que busco y se ensombrece.
Es mi foto de muerto, que tarde o temprano, se ha de iluminar.

LA QUEMA DE LAS BRUJAS

Más de cuatro mil brujos y brujas fueron
quemados en Escocia entre 1479 y 1722,
muchísimos más de los que condenó
la Inquisición Española en toda su historia…

No ansias penetrar en la senda redorada.
Ni olfatear esos espacios donde hay una niebla perpetua.
Llegar a Castlehill es percibir el grito de las brujas
El olor de sus cabellos chamuscándose en el fuego
Sus vivas carnes cocinándose como cerdos o faisanes.
Ansias estremecerte como el aluvión del verano sobre los castaños,
Como una copla popular de algún guitarrista muerto
Yaciente bajo sus esmeradas monedas,
Sin volcarte como una alarma, como un espejo ciego o una existencia empañada por dragones colosales
Por fenómenos áureos que revolotean en tu cabeza
Como mosquitos de savia o cerraduras que se forjaron
En los talleres de un infierno conocido
Cruzando dormidos desiertos y olfateando la sangre de antiguas rebeliones
Desechando en el pasado todo el humo de las malquerencias y despojándome de todo el cuerpo de las basuras humanas
Conociendo el emblema de la mandrágora para sumergir todo
En las alquimias del olvido, si Dios me porta sobre el himno de su mano

Todo ese blindaje de la carne y de la diosa;
Para el venablo más contrito,
Si vemos despertar la hamadriade del trueno
Donde salieron las fotografías de los antepasados
En los racimos de esta plaza donde fue quemada alguna bruja cazada en el valle.
Su cuerpo sigue oliendo a rosas quemadas siglos más tarde.
Me despejo de toda ración de misericordia y apedreo a la multitud que vocifera contra el vivo instrumento de la magia.

NOSTALGIA DE TEILLIER Y DEL SUR DE CHILE
EN ESTOS PAISAJES DE ESCOCIA

Decías que era imposible
Vestirse de pájaro y habitar la primavera
Venir de Lautaro con un cuaderno de estudiante y dedicarse a escribir poemas
Que luego dejarías sobre las calles de Santiago,
Tu angustia no era existencial ni imperial más bien parecía el grito pesado
De un aromo,
El grito del niño en el fin del mundo ansiando su cometa
Y observando el arcoiris humano en el espacio,
Eso te fijaba como el guijarro a la corriente
O como la nave de piratas cuajada de luz que no regresa de la niebla
Los ritos mapuches que se convierten en ánforas cargadas de vino
O beber la sangre de los corderos desde las montañas
E ir bajando con un caballo de magia la cima del Aconcagua.
Sucede que eso no es tener sed y las musas con sus guijarros te indicaron el camino.
Habitaste la fábula de los huérfanos y la casita de chocolate
En lo profundo del bosque,
Donde no hay esperanza de envejecer
Ni de morir con hambre, solo terciando al ganso bajo el brazo
Construir la primera granja de la región
Y esperar que la poesía te siga cubriendo
Con su inobjetable manto de escarcha.

EL VIENTO DE LOS LOCOS

Sopla el viento por las calles.
Sopla el viento de los locos.
Sopla el viento de los locos.

Jorge Teillier

El viento vuelve loco…

Tío Guillermo

  
Sopla el viento de los locos
Y no sé qué quiere decirme.
Si la locura entra por el aire
Eran constelaciones que no podías reparar
Puentes donde cruzaron caballos y niños de leyenda
Juegos que no alcanzaste a oír
Pues la infancia de tus hijos
Les quedó muy lejos, muy tarde fue
Colocar el mantel en la mesa
Olvidar las horas y sentir que el día
Se va apagando, sin una lengua de sol
Sin el revoloteo de las aves
O el ruido de las gallinas que vagabundean
Por el rancho, como si fuera posible
Pertenecer a un recuerdo y vivir de él

Aferrado para siempre como el último
Bosquejo de un dibujo indescifrable
Donde a mi madre le rajan el pecho
Y le colocan un nido de golondrinas;
A mí una moneda olvidada
Para pagar las deudas de libros;
A mi hermano Antonio una canción
Cuya letra desconoce;
A Anna una sortija para que deletree
Las imágenes de este mundo;
A Braulio, una flauta para que destelle con la música.

¿A dónde se va el fuego que ha de calentar
A esas generaciones que se advinieron
De tu carne?
¿Por qué hubiste de parir cuando soplaba
El viento de los locos y yo no pude
Sujetar las crenchas de un Eolo
Que nunca creí perverso
Hacia tus pechos que se doblegaban en el campo
Como dos papos marchitos?
Creías que nunca habrías de reflejarte
En nuestras caras como un testamento
De auguraciones en plena primavera.
Ya no estás en la casa deshabitada
Donde te buscamos en vano,
A su alrededor crecen limoneros
Pomarrosas y tamarindos tristes.
Nadie pone la olla de frijoles sobre el fuego
Nadie nos saldrá a abrir la puerta
Y tu maternal cuidado, abuela indescifrable.
Tú te quedaste atrapada en el aire
Para ser el aire, madre de los aires
Allá donde se pierden los panderos y las estrellas en el espacio
Eso que sopla como una centella arrebatada de la espuma
Los partos innumerables que fueron diezmando
Tu corazón y tu belleza,
Si  eras como una paloma posada en la grama
Una quebrada que siempre irradió
En el campo como un símbolo de uberrimidad y de cosecha.
Te fuiste gravitando con la carta del relámpago.
Mi madre y yo te buscamos en un febrero oscuro
Y no hallamos ni tu aroma, ni tu voz, ni tu retrato.
Sopla el viento de los locos.
Sopla el viento de los locos
Y no sé qué quiere decirme.

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Poeta panameño. Ha obtenido varios premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional como el Ricardo Miró, Mención Casa de las Américas de Cuba. Rubén Darío de Nicaragua, Mención Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana, Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, Dámaso Alonso por obra y trayectoria, entre otros.