cine-gcalvo-tantezana1

Cartografías para naufragios

1 abril, 2011

Nuestro colaborador, Guadi Calvo, esta vez nos introduce a un realizador Boliviano de la generación posterior a Jorge Sanjinés, Tonchy Antezana, un director de cine y guionista que se ha comprometido con la causa de los marginados desde la perspectiva urbana, en  su ciudad La Paz. Tonchy ha obtenido importantes premios y su cine alanza especial reconocimiento en América Latina. Recientemente terminó un film sobre la vida del presidente Evo Morales.


Nadie podrá acercarse a la noche y acometer la tarea de conocerla,
sin antes haberse sumergido en los horrores del alcohol.

Jaime Sáenz

Y trastoqué el presente y el olvido,
el ayer y el futuro. 

Víctor Hugo Vizcarra

Tonchy Antezana (Oruro en 1951) es uno de los representantes más vigorosos y creativos de las generaciones de cineastas bolivianos, que junto a los paceños Marcos Loayza y Juan Carlos Valdivia, el cruceño Rodrigo Bellott y el italiano, pero radicado hace décadas en Bolivia, Paolo Agazzi, han conseguido romper la fuerte impronta que durante décadas impuso, más allá de su voluntad, el potente cine de Jorge Sanjines y su grupo Ukamau. Esta nueva generación construye un cine urbano, alejándose, en parte, de las cuestiones indigenistas que tanto abordaron autores como Sanjines, Jorge Ruiz, Jorge Roca y el propio Antonio Eguino, quizás el más urbano de la vieja guardia.

Tonchy Antezana es tercera generación de una familia dedicada al negocio del cine. En 1925 su abuelo materno exhibió cine en los campamentos de mineros  para luego instalar varias salas en diferentes ciudades del país. Como regalo nupcial aquel abuelo daría a los padres de Tonchy un par de proyectores para que pudieran iniciarse en el negocio de la exhibición. A raíz de la prematura muerte de su padre en un accidente en 1969, la familia de Tonchy dejó el negocio del cine y migró a otras actividades.

Tonchy al terminar sus estudios secundarios viajaría a los Estados Unidos y luego de esa experiencia volvería a su país a estudiar economía, carrera que lógicamente no podía satisfacerlo. Durante los años ochenta intentó estudiar cine en Cochabamba, pero más allá de participar en algunos talleres dados por profesores extranjeros de paso en la ciudad y sus experimentaciones personales, poco pudo hacer.

En 1989 consigue estudiar cine en Chile y allí obtiene una beca que le permite especializarse en guión y dirección en los Estados Unidos.

De regreso en Bolivia trabaja en televisión y realiza varias series como: Oro VerdeCoca, Dos Caminos. Por la dura situación económica de su país abandona la ficción durante diez años. Hasta que las nuevas tecnologías le abren otras posibilidades.

En 2004 filma su primer largometraje Nostalgias del Rock,  donde hace un relevamiento de los años setenta usando el rock and roll como elemento coadyuvante de la narración, luego rodaría gran cantidad de largos y mediometrajes, muchos de ellos institucionales y cuñas publicitarias.

En 2007 estrena Evo Pueblo, una película de bajo presupuesto, que dista de los films grandilocuentes donde se reflejan personalidades trascendentes. La película muestra la historia de un niño campesino que alcanza a convertirse en el primer presidente indígena de Bolivia. El guión se basa en entrevistas a familiares, amigos y compañeros de lucha del presidente Morales, muchas de ellas realizadas en el Chapare, zona cocalera, donde Morales comenzará a forjar su carrera política y la leyenda que lo envuelve.

En noviembre de 2010 estrena Gud Bisnes, una comedia de humor negro acerca de los “negocios” y “arreglos” de los que puede participar cualquier distraído. Se desarrolla mayormente en una sola locación: un bar en las que en cuatro de sus mesas suceden diferente acciones, todas intentado negociar alguna cosa: tres políticos tratando de arreglar una licitación, un matrimonio que se divorcia dividiendo sus bienes, una pareja de amantes discutiendo su futuro y tres primos tras la herencia de un familiar. Las negociaciones se interrumpen cuando cuatro ladrones que acaban de asaltar un banco entran en escena.

Para  2012 planea rodar Boquerón, nombre de una histórica batalla sucedida durante la Guerra del Chaco Boreal, donde 619 soldados bolivianos resistieron durante 23 días el cerco del ejército paraguayo.

Pero será con El Cementerio de los elefantes (2009) donde Antezana desplegará todo su talento como narrador cinematográfico. Cuando el espectador termina de ver El cementerio… la primera idea que le surge es de haber presenciado un ordenado naufragio; esta es la primera idea que podemos asociar al El cementerio de los Elefantes donde Antezana construye o quizás sea mejor decir, reconstruye, algo que en la ciudad de La Paz, transita como una leyenda urbana; esos cuentos que corren de boca en boca, de calle en calle, sin que jamás nadie pueda dar verdadera fe de su existencia.

El Cementerio de los Elefantes, al que se alegoriza en el film, es una leyenda urbana que ocupa y recorre la historia. Se refiere a ciertos antros a los que algunos hombres llegan para terminar su vida, en cierta manera un suicido asistido, donde el sujeto paga por encerrase en un cuarto y beber hasta morir.

Ese es el destino de Juvenal, un hombre de 33 años, alcohólico desde los 14, que decide  pasar sus últimos días en uno de los cuatro Cementerios de los Elefantes, que según el director, existen en la ciudad de La Paz.

La decisión de Juvenal de terminar sus días de una manera tan brutal, se debe al largo tránsito de una vida que ha conocido todas las semánticas de la degradación: prostituir amigas, golpear mujeres, robar, asesinar y todas las formas de traición.

Poco sabremos de él al descubrirlo por primera vez andando con paso titubeante por las calles de la ciudad e ignorantes lo vemos observar, con cierto agobio, como un grupo de personas rodean el cadáver de un hombre tirado en la calle a plena luz del día. Quizás esa mirada agobiada de Juvenal, sea  producto de que él ya conoce su destino.

El director nos presenta un dialogo de Juvenal con la dueña de la pensión donde él ha decidido terminar su vida. Las condiciones serán bien específicas, una perfecta cartografía para naufragios: Se alojará en lo que se conoce con ironía como La Suite Presidencial, un cuartucho miserable donde los huéspedes anteriores han rasgado en las paredes desesperados informes de sus propios naufragios. Cada balde de veinte litros del misterioso líquido preparado de la casa con algo de canela, limón y mucho alcohol, le costará cincuenta bolivianos, más los cinco del balde para los vómitos y los diez que cobraran los camilleros por sacarlo del cuarto y tirarlo en alguna calle, donde será recogido como uno menos de los seis mil alcohólicos que viven a la intemperie en  la ciudad de La Paz.

Una vez instalado en la Suite Presidencial, cerrada por fuera con candado, “el Juver”, como lo llamaron sus amigos en otra vida,  comenzará el último tramo de su descenso hacía la muerte por intoxicación alcohólica. En ese mismo cuarto el Pitufo alcanzó el record: 15 días y cuatro baldes, lo sigue el Gato con 12 días y tres baldes. Juver sólo sobrevivirá una semana.

Al momento de quedar encerrado Juver tiene por delante “días de soledad y trago” de ese preparado secreto “que quema la garganta y del que el primer sorbo será el más terrible…” contundente y quizás definitivo de los infinitos que tomará hasta matarse.

En los pocos momentos de lucidez Juvenal podrá recordar segmentos de su vida, desde su infancia llena de golpes y abandonos, y todo un largo deambular orillado, donde no le quedará delito por cometer para conseguir el trago que lo mantenga ausente de una realidad que nunca comprendió. Justificará con frases como “Los vicios no tienen principios” la entrega de su último y leal amigo a un Yatiri (brujo o chaman), para que sea sacrificado en una ceremonia conocida como Wilancha,  un rito que en la actualidad se realiza arrojando a las llamas en ofrenda a la Pachamama para que el edificio que se construirá en el lugar del sacrificio tenga buena fortuna.

Tonchy Antezana convierte su film en un largo viaje antropológico por la ritualidad, los mitos y creencias del pueblo boliviano y particularmente el de La Paz. Lleva al espectador a un diálogo con los textos de dos grandes creadores, los escritores Jaime Sáenz (1921-1986) y Víctor Hugo Vizcarra, (1958–2006),  ambos han dedicado sus obras a retratar a los humillados y ofendidos de la ciudad.

Sáenz, en la ya mítica novela Felipe Delgado (1979), quizás el gran texto urbano de la literatura boliviana o en La piedra imán (1989); Los papeles de Narciso Lima Achá (1991) y los relatos La Noche (1984) y Los cuartos (1985). Vizcarra recorre la marginalidad en toda su obra: Los bajos fondos, los desposeídos de La Paz están en cada uno de sus textos como Coba. Lenguaje secreto del hampa boliviano (1981); Relatos de Víctor Hugo (1996); Alcoholatum y otros drinks (2001); Borracho estaba pero me acuerdo (2003) y Avisos necrológicos (2005).

Ambos autores no solo transitaron en su obra el mundo que retratan sino que sus propias vidas pasaron por allí. Jaime fue alcohólico desde los quince años y murió por una cirrosis habiendo llegado dos veces al Delírium trémens. Vizcarra, vivió alcohólico y perdido en las calles de la ciudad treinta y tres de los cuarenta y nueve años que alcanzó a vivir.

El cementerio de los elefantes sin duda se convierte en un film clave en la filmografía de Antezana donde articula el mundo marginal,  reconstruye mitos que se sostienen en la literatura, y revisa el espacio urbano como parte de un todo llamado Bolivia.

Comparte en:

Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.