Centroamérica Cuenta 2014: Nuestro rostro literario

1 junio, 2014

La escritora salvadoreña Jacinta Escudos reflexiona sobre su participación en el encuentro centroamericano de narradores Centroamérica cuenta 2014. «No todo es oscuridad y violencia en Centroamérica. También tenemos momentos luminosos. Eso quedó confirmado entre los días 7 y 10 de mayo de este año, cuando se llevó a cabo en Managua la segunda edición del Encuentro de Narradores Centroamérica Cuenta.»


No todo es oscuridad y violencia en Centroamérica. También tenemos momentos luminosos. Eso quedó confirmado entre los días 7 y 10 de mayo de este año, cuando se llevó a cabo en Managua la segunda edición del Encuentro de Narradores Centroamérica Cuenta. El evento reunió a casi 50 participantes, la mayoría de ellos escritores, pero también periodistas, editores y traductores, que nos encontramos para dialogar e intercambiar impresiones sobre la realidad literaria de la región.

El evento fue convocado por la revista electrónica Carátula, dirigida por el escritor Sergio Ramírez. Hay que destacar el esfuerzo que ha venido haciendo Sergio desde hace varios años para lograr que la literatura de la región centroamericana sea más visible a nivel internacional, pero también para crear puntos de encuentro, sea en el mundo virtual o en eventos literarios. Ahora se concreta una cita presencial en nuestra propia región, que tiene la intención de convertirse en un evento de convocatoria anual y que aumentará el número de países invitados año con año.

Centroamérica cuenta tuvo el patrocinio y colaboración de varias instituciones como el Instituto Goethe de México, el Instituto Francés de Centro América, las Embajadas de Francia, Alemania y España, así como un eficiente grupo de voluntarios que trabajaron para atender a los invitados de manera óptima. Éstos eran de cada país de la región, a excepción de Belice, pero también de México, Francia, España y Alemania. Se llevaron a cabo conversatorios y lecturas en universidades, el Centro Cultural de España, las librerías Literato e Hispamer y la Alianza Francesa.

Juan Villoro, Manuel Vilas, Horacio Castellanos Moya, Carlos Cortés, Rosa Beltrán, Élmer Mendoza, Méndez Vides, Francisco Goldman, Dorelia Barahona, fueron algunos de los muchos invitados que hicieron de este evento uno de los más importantes de los últimos años en Centroamérica.

Los temas de discusión que se tocaron fueron varios: la situación de las traducciones y publicaciones de escritores centroamericanos en el extranjero; la relación entre el futbol y la literatura; la relación entre narración y cómic; las búsquedas literarias actuales de nuestros escritores. Pero sin duda lo más valioso fue el intercambio entre los escritores mismos, conocer de cerca lo que se está publicando y escribiendo entre los escritores del país anfitrión, Nicaragua, y dejar establecida una red de contactos y amistades que servirá para multiplicar el esfuerzo de compartir la obra de nuestros vecinos.

El tiempo de duración de las mesas de discusión terminó siendo corto para todos los temas que se plantearon en los diálogos. Las discusiones eran tan animadas que podrían haber durado horas. Los auditorios y las aulas llenas en cada evento y la participación activa del público no hicieron más que demostrar que la gente tiene necesidad de eventos y discusiones de esta categoría.

En una entrevista radial que compartí con el escritor nicaragüense Erick Aguirre, coincidimos en afirmar que en Centroamérica los temas sobre los que se escribe son muy diversos, tanto que no pueden clasificarse bajo una misma etiqueta. Lo cierto es que el escritor centroamericano está en búsqueda de su identidad literaria, una identidad que viene en construcción desde la abrupta interrupción de la vida que ocurrió en los años 80, cuando Centroamérica fue marcada a fuego y sangre por más de una década de conflictos armados.

Esa misma variedad de temas que se exploran en la región son los que convierten a la producción literaria centroamericana en algo rico y diverso. Es discutible hablar de una literatura centroamericana fuera de la referencia meramente geográfica. Pero es obvio que son más las cosas que nos unen que las que nos separan y que existen vasos comunicantes entre nuestros países. Nuestras realidades son únicas pero a la vez comparten características que nos hacen identificarnos con la literatura de nuestros vecinos.

Centroamérica sigue siendo una región fragmentada. El sueño de una unión centroamericana es antiguo y resurge con terquedad en diferentes épocas y circunstancias. Las instituciones que velan por la integración regional creadas en décadas recientes, encarnan la renovación del espíritu centroamericanista. Pero fuera de algunas ventajas migratorias y comerciales para algunos de los países, los intereses económicos y políticos posponen o entorpecen una integración regional auténtica. Nuestra mejor oportunidad para salir adelante es unirnos y pensar como una región, tanto para asuntos comerciales y diplomáticos como también para los culturales.

En ese sentido, los intercambios que ocurren a nivel literario y cultural en estos encuentros o en las ferias del libro (sobre todo las de Guatemala y Costa Rica), permiten la creación de redes naturales de intercambio de libros y de información.

Las redes de escritores, que se fortalecen con eventos como el de Managua, permiten convertir a Centroamérica en un corredor literario vivo, que comienza a tener mayor impacto a nivel internacional. Esto no es solamente un decir. Un par de días después de clausurado el evento, se anunció que el escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya ganó el Premio de Narrativa Manuel Rojas de Chile, un premio recién creado pero que ya goza de prestigio. Los ganadores de las dos convocatorias anteriores fueron Rubem Fonseca y Ricardo Piglia.

Las pocas veces que aparecemos en las noticias internacionales, los nombres de nuestros países suelen ir asociados a la violencia, los homicidios y el narcotráfico. Pensemos en la posibilidad de presentar otro rostro, el de la literatura que se está escribiendo en la región. Porque aunque nuestros libros reflejen de manera inevitable la violencia cotidiana, también hablan de otras cosas: de nuestras historias íntimas, nuestros recuerdos, nuestros anhelos. De las cosas que imaginamos y de los fantasmas que nos rodean. De lo que no entendemos y de lo que queremos ser.

Somos mucho más que el retrato de la violencia en una región que pocos saben localizar en el mapa. Centroamérica tiene cientos de historias terribles pero también maravillosas que contar. Y tiene también un nutrido grupo de escritores que saben cómo hacerlo. Conozcamos el rostro literario de nuestra región.

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Nacida en El Salvador. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, poesía, crónica y ensayo.

Fue escritora residente en la Heinrich Böll Haus de Alemania y de La Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs de Saint-Nazaire, Francia, ambas en el año 2000. Ganadora del I Premio Centroamericano de Novela “Mario Monteforte Toledo” en 2003 con su novela A-B-Sudario, publicada por Alfaguara.

Textos suyos aparecen en diversas antologías de América Latina, Estados Unidos y Europa. Entre sus publicaciones destacan la ya mencionada A-B-Sudario (2003), Felicidad doméstica y otras cosas aterradoras (2002), El desencanto (2001) y Cuentos sucios (1997).