Centroamérica Cuenta: La violencia es nuestro principal producto literario de exportación
1 junio, 2014
A propósito del encuentro Centroamérica Cuenta, el escritor salvadoreño Miguel Huezo Mixco reflexiona que «la violencia muerde el alma y la literatura no escapa a su oscuro resplandor. Nunca como en los últimos 20 años se había escrito tanto, de buena y mala calidad, sobre el fenómeno más impactante de nuestra historia. Sus estragos son tan grandes y complejos que nos llevará tiempo asimilarla de manera crítica y reflexiva. Se ha fundado una tradición literaria.»
Pocas cosas son más terribles que un encuentro de escritores. A los primeros asistí con el típico alborozo de escritor cachorro. Después, ya no… Me ahorraré las explicaciones. Pero cuando recibí la invitación para concurrir a Nicaragua al evento “Centroamérica cuenta”, convocado por Sergio Ramírez, una vocecilla me dijo insistente: “tienes que ir, tienes que ir”. Quizás fue la voz de la vanidad. No importa. Para decirlo con una expresión nicaragüense, la pasé regio.
Reviso las notas que hice de prisa durante mi estancia en Managua y León. Leo mis apuntes: “Centroamérica ha convertido la violencia en su principal producto literario de exportación”. La violencia muerde el alma y la literatura no escapa a su oscuro resplandor. Nunca como en los últimos 20 años se había escrito tanto, de buena y mala calidad, sobre el fenómeno más impactante de nuestra historia. Sus estragos son tan grandes y complejos que nos llevará tiempo asimilarla de manera crítica y reflexiva. Se ha fundado una tradición literaria.
Hace unos días, a propósito del encuentro, Jacinta Escudos escribió en su blog: “No todo es oscuridad y violencia en Centroamérica. También tenemos momentos luminosos”. En un país desbordado por la violencia, quizás esta ha sido la única nota positiva de la semana. Paradoja y sino: la literatura arroja una luz maravillosa sobre nuestra enajenación social. Los libros que fueron más mencionados en las conversaciones públicas son verdaderas inmersiones en la violencia. A esta tendencia se suma la llamada “crónica negra”, el género rey del periodismo del momento. El reto es trascender las descripciones sadominuciosas que consiguen muchos «likes», y ser capaces de transmitir el drama de las víctimas y el de los victimarios.
Mis notas terminan con esta pregunta: “¿Son estos cronistas los descendientes de la “literatura testimonial”, como Calle 13 lo es de la «música de protesta»?
Centroamérica cuenta, sí, en una medida importante por la manera en que los escritores contamos la violencia. Espero no sonar cínico, pero quizás las letras son las únicas ganadoras de toda la efusión de sangre. Signo de los tiempos: el jurado del Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas decidió entregarlo este año a Horacio Castellanos Moya, entre otras razones por su eficacia en denunciar los alcances deshumanizadores de la violencia. El fallo se produjo pocas horas después de finalizado el encuentro de Nicaragua. La mayoría estábamos de vuelta en nuestros países. Ana Merino, desde Iowa, compartió por correo la primicia del bien merecido premio repitiendo el mantra: “Centroamérica cuenta”.
El Salvador, 1954).
Es autor de los libros de poemas El pozo del tirador (San Salvador, 1988), Memoria del cazador furtivo (San Salvador, 1995) y El ángel y las fieras (San José, 1997).
Ganó en 1999 el Premio Centroamericano de Poesía Rogelio Sinán con su libro Comarcas (Panamá, 2002; Veracruz, 2004; Saint-Nazaire, 2004). Ha publicado el ensayo La casa en llamas. La cultura salvadoreña en el siglo XX (San Salvador, 1996), así como artículos en periódicos y revistas como Vuelta, Letras Libres, La Jornada (México); El Malpensante y Número (Colombia); Babelia, Cuadernos hispanoamericanos y FronteraD (España).
Fue curador de la primera exposición retrospectiva del artista Toño Salazar realizada en 2005 para el Museo de Arte de El Salvador (MARTE). La artista norteamericana Diamanda Galás incluyó su poema “Si la muerte”, junto con trabajos de Pasolini, Baudelaire, Vallejo y Borges, en su disco Maldictions and Prayers (Mute records, 1997).
Ha recibido la beca Plumsock para la residencia de artistas Yaddo, en Nueva York; la beca de la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs (MEET), para una residencia en Saint-Nazaire, Francia; la beca Rockefeller de Humanidades para residir en Antigua Guatemala, Guatemala; y la beca Artist in Residence (AIR) del Headlands Center for the Arts, San Francisco, California.