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Con los dedos atrapados por la puerta de la historia

1 agosto, 2013

(Notas sobre Flores de la Trinchera – Antología de Nueva Narrativa Nicaraguense). Presentamos en Hoja de Ruta estas reflexiones elaboradas con motivo de la presentación en Managua de «Flores de la Trinchera – Muestra de la nueva narrativa nicaragüense» (primera publicación del Fondo Editorial SOMA), una antología que reúne cuentos y relatos de 13 narradores nicaragüenses que muestran las principales tendencias de la narrativa nicaragüense actual.


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Empiezo citando las palabras de Aranguren que a su vez cita Amalia Mondragón en el prólogo muy lúcido de esta antología. “Estamos ante la generación escéptica por antonomasia”. Sólo agrego que toda generación es escéptica por antonomasia.

Cuando se es joven y se mira hacia atrás por encima del hombro, lo que resalta a primera vista son las insuficiencias, los fracasos, y hasta las cobardías de la generación anterior, que no hizo las cosas como se debía, o las dejó incompletas. Y uno no quiere corregirles la plana, sino demolerlo todo, haciendo tierra arrasada. Esto es lo que podríamos llamar la dialéctica necesaria, pero toda contradicción debe resultar en una síntesis para poder avanzar.

Cuando muchos años después viene alguien a contemplar lo que es una literatura, puede ser que las contradicciones pasen a ser anecdóticas; lo que se buscará es que si a través de la obra de distintos creadores de distintas generaciones, resulta el todo de una obra literaria que valga la pena, y si vale pena, esa literatura sobrevive. Ésa es la síntesis.

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Una generación tiene un común denominador que es la edad. Pero una generación literaria necesita algo más. Necesita una cierta cohesión de visiones, manifestarse en contra de lo anterior con coherencia, y, sobre todo, no quedarse en la negación, sino ir hacia una propuesta estética. Un discurso, podríamos decir. Algún manifiesto donde se expongan los propósitos. Creo que sin eso hay una generación biológica, pero no una generación literaria.

Una generación de jóvenes poetas termina de todas maneras teniendo una ars poética, y una generación de narradores una ars narrativa. En el cuento de Marcel Jaentschke incluido en la antología, me parece ver que esa propuesta estética está delineada.

Dentro de la ars narrativa hay diversos componentes, pero el primero de ellos es la posición estética. Cómo juzgamos la literatura, que queremos hacer de ella, hacia dónde pretendemos dirigirnos. Cómo intentamos alterar el lenguaje, cambiarlo, innovarlo. Qué resultados diferentes queremos en cuanto a la estructura de la narración, qué es lo que consideramos inútil por caduco

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Hay un ars narrativa. Hay una propuesta estética, hay coherencia, hay una visión de conjunto para juzgar el pasado y advertir el porvenir.  Pero aún se necesita algo más. Se necesita que los individuos que forman esa corporación generacional, aporte cada uno en términos de creación literaria. No desde la homogeneidad, sino desde la diversidad. Que lo que creen que debe ser la literatura narrativa, que las formas de ruptura propuestas, cristalice en la obra individual. Y eso no se puede conseguir en las mesas de discusión, ni en los debates, ni en los manifiestos, sino en la soledad, cuando uno se enfrenta con los fantasmas de la escritura y busca eso que ya decía Rubén, la forma en que la imaginación debe vaciarse, la forma, que es la articulación de las palabras: yo persigo una forma que no encuentro mi estilo.

El estilo. Llegar a tener un estilo, luchar al menos para lograrlo, siendo una batalla tan difícil, y siendo esos fantasmas tan huidizos. Pero ese intento se hace a través del trabajo, del rigor sin concesiones a uno mismo, de la renuncia a la autocomplacencia.

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Esta antología me gratifica porque encuentro una diversidad de voces que buscan sus propios registros. Son distintas, primer punto a favor. Cada una explora temas diferentes, algunos íntimos, otros que corresponden al todo social, con el que la escritura siempre tiene que ver.

Cada época tiene sus propios puntos de referencia literarios, y aquí están presentes los de este comienzo del siglo veintiuno. Flores de la trinchera es un título que expresa ya una declaración de principios. El moho en el filo de la espada estaba ya allí, cuando Joaquín Pasos veía al mundo al final de la segunda guerra mundial, en su Canto de Guerra de las Cosas.

Si pudiera usar un símil, diría que esta generación tiene los dedos atrapados por la puerta de la historia. O entre las espigas del alambre de la trinchera. ¿Por qué digo esto? Porque lo que podríamos llamar los acontecimientos heroicos de  finales del siglo veinte le quedan demasiado lejanos como para asumirlos como propios, sin que antes pasen por una proceso de decantación. Dictadura familiar, lucha, revolución. Lo que vino después. Son muchos años, sólo desde la caída de Somoza, más de tres décadas. Y más de dos décadas desde el fin de la revolución.

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Pero no sólo es un fenómeno de Nicaragua. En el mundo hay un desmantelamiento del heroísmo, y el escepticismo tiñe necesariamente las visiones emergentes. El desdén por el pasado antecede a las visiones críticas, y a veces también se hace presente el cinismo. ¿Por qué no? También el cinismo es una herramienta de expresión. Y es a través de la visión crítica que desde la literatura se penetra en los hechos de la historia pasada inmediata. Es una historia que hay que juzgar, escribiendo sobre ella. Pero juzgar a través de la literatura no es nunca un asunto automático. En esta antología hay visos ciertos de esa visión crítica, y me parece que el juicio que necesariamente se tiene que dar, ha comenzado.

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Pero en estas mismas páginas de la antología queda claro que quien cuenta historias no ve solamente hacia atrás, sino que también juzga el presente, y ese juicio del presente también ha comenzado, porque un escritor es necesariamente contemporáneo en su obra, o de su obra. Los acontecimientos sociales, las rupturas morales, las reflexiones internas se disparan en todas direcciones, pero el narrador lo que hace es atrapar algunas de ellas, convertirlas en materia narrativa, y lograr al fin que la forma se deje seducir por la imaginación para tener la pieza literaria conseguida.

Así es que se consigue tener una literatura, y no hay duda que en las páginas de esta antología, que es una muestra de todo lo que de nuevo se está escribiendo en Nicaragua, tenemos una visión de conjunto, una expresión individual que habla por cada uno de los escritores presentes, y también tenemos un ensayo de novedad para narrar.
Vamos entonces por buen camino. Tenemos una nueva narrativa que despunta en las páginas de esta muestra.

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Escritor nicaragüense. Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2017. Fundó la revista Ventana en 1960, y encabezó el movimiento literario del mismo nombre. En 1968 fundó la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) y en 1981 la Editorial Nueva Nicaragua. Su bibliografía abarca más de cincuenta títulos. Con Margarita, está linda la mar (1998) ganó el Premio Internacional de Novela Alfaguara, otorgado por un jurado presidido por Carlos Fuentes y el Premio Latinoamericano de Novela José María Arguedas 2000, otorgado por Casa de las Américas. Por su trayectoria literaria ha merecido el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, en 2011, y el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español, en 2014. Su novela más reciente es Ya nadie llora por mí, publicada por Alfaguara en 2017. Ha recibido la Beca Guggenheim, la Orden de Comendador de las Letras de Francia, la Orden al Mérito de Alemania, y la Orden Isabel la Católica de España.