platicas-alovo-gcortezdominguez-eloraculodelaemperatriz-portada2

Conversando sobre El oráculo de la emperatriz de Guillermo Cortés Domínguez

1 febrero, 2012

En primer lugar me gustaría aclarar a nuestro amable auditorio, a escuchas y videntes presentes y futuros, que estas palabras no son un prólogo. Lejos de mi está volver a escribir un prólogo en un país donde según nos relata Guillermo Cortés Domínguez en su novela, el poder político es hipersensible a la forma y al contenido de los prólogos. No más prólogos señores y señoras, esto es un conversatorio, un diálogo, una plática a propósito de una novela coyuntural escrita en el umbral de la ficción y la no ficción.


Una novela antetitulada La Conspiración de los escritores e intitulada como El oráculo de la emperatriz, escrita por Guillermo Cortés Domínguez (Jinotega, 1956)  y publicada por Editarte en Managua, 2011.

AL: Guillermo… ¿Eso de título y antetítulo es una deformación profesional del periodismo y/o es parte del jardín de las delicias del marketing que nos promete en un solo combo, una lectura política y esotérica a los despistados lectores? Hablanos del título, por favor, que suele ser la puerta de entrada al apetito por la lectura. ¿Por qué este doble título?

GCD: Bueno Tacho, me alegro que hayás tomado en serio la advertencia de esta novela, y que ya no escribás más prólogos. No vaya a ser y haya quienes vean o interpreten entre líneas, mensajes que no hay, y que por ello te quieran reprimir.  Y no queremos perderte, pues se acercan jornadas que reclamarán tu activa participación.

Habría querido “El Prólogo”, como título de la novela, porque los prólogos juegan un rol esencial en esta obra, son su columna vertebral, su hilo conductor, pues la historia parte de dos sueños, ambos originados en situaciones relacionadas con introducciones a sendos libros, incluyendo nada menos que el introito a Don Quijote de la Mancha. Luego, decenas de prefacios de obras poéticas y de narrativa, son examinados por la policía política y su interpretación del contenido determina una represión contra los escritores.

La orden de reprimir es dada públicamente por el Presidente Persisterino Banderas, a través de la televisión, mediante una seña previamente convenida: la lectura del fragmento de un preámbulo, el cual, en la vida real, tiene un significado especial para mí; se trata de una introducción de José María Valverde a unas obras completas de Miguel Ángel Asturias, que previene contra la propaganda en la escritura, de lo cual traté de cuidarme desde el esbozo de “El Oráculo…”, para no producir un panfleto, sino apegarme, de acuerdo a mis posibilidades, a un procedimiento que me condujera a aproximarme a una escritura creativa. Además, la chispa que encendió la idea de escribir una historia sobre exordios y escritores supuestamente conspiradores, fue el veto al introito de Sergio Ramírez a una publicación de poemas de Carlos Martínez Rivas que haría el diario español El País. “El Prólogo”, pues, era el título natural.

Pero los autores también debemos facilitar la comunicación con las audiencias y, obviamente, “El Prólogo” dice muy poco o casi nada de una historia sobre el ejercicio autoritario del poder, donde se mezclan el mesianismo, la religión, la magia y el esoterismo; así como la indocilidad de los escritores ante la represión, y su vinculación con los sectores populares, lo que les permite rebelarse con éxito frente al gobierno.

El antetítulo “La conspiración de los escritores” recoge, pues, una parte esencial de la historia; y el título, “El Oráculo de la Emperatriz”, aunque menos explícito que el anterior, envuelve la obra en un aura de misterio y adelanta su contenido relacionado con prácticas metafísicas, astrológicas y esotéricas, todo lo cual está graficado en el diseño de la carátula del libro. El nombre “Emperatriz”, asociado a uno de los cargos más altos y de mayor poder que puede alcanzar un personaje femenino, también tiene un alto contenido simbólico. Ambos enunciados combinan contenido y estímulo a la curiosidad, para atraer a las potenciales lectoras y lectores.   

AL: Cuando caractericé tu obra como novela coyuntural, quise connotar una obra que se ocupa de problemas, acontecimientos, personajes de un tiempo presente y futuro. Es un texto tejido entre la no ficción y la ficción y donde se relatan acontecimientos coyunturales –lo que estamos viviendo-. Esto algo muy difícil de alcanzar con el éxito que conseguiste. Aquí supongo que no todo es imaginación ni todo es estrictamente verdadero o real. Ficción y no ficción en esta obra me resultan una contraposición de espejos con sus sombras y sus luces.

GCD: Algunos teóricos, Tacho, plantean la conveniencia de referirse a aspectos relevantes de la Historia solo después que haya pasado un tiempo prudencial, digamos, veinte años, para librarse del apasionamiento de la inmediatez y aprovechar los beneficios del procesamiento de los hechos con cierta madurez y objetividad, solo posible  con el pasar del tiempo. El distanciamiento en el tiempo pareciera proveer de una capacidad de interpretar y valorar con más certeza.

A partir de un conflicto profundo en la relación prólogos-escritores-poder, en “El Oráculo de la Emperatriz” la trama va poniendo sobre el tapete el problema del autoritarismo y el caudillismo, de la violación de la Constitución Política de la República y de las leyes ordinarios, del control absoluto de los distintos poderes del Estado y del debilitamiento de la institucionalidad, en resumen, la consolidación de una dictadura, lo cual se produce en el futuro, es decir, los hechos parten del presente histórico en el que los perfiles dictatoriales están claramente delineados, pero no se producen en este tiempo, sino más adelante, en una fecha no establecida. La relación con el presente histórico determina un aspecto coyuntural de la obra, pero que en lo esencial alerta sobre un enorme peligro inminente.

Por otro lado, el presente histórico no es tan actual ni novedoso, porque se trata de los mismos actores que han protagonizado los aspectos esenciales de las últimas cuatro décadas de la historia de Nicaragua, y que he abordado en otras obras: la etapa épica, de lucha heroica contra la dictadura somocista, en “De León al Búnker” (narrativa histórica, crónica, gran reportaje); y en las novelas “El Arcángel” (la doble moral y la descomposición de la dirigencia revolucionaria –una catarsis sobre la Revolución Popular Sandinista–) y “Huérfanas de la Guerra” (la fragmentación de la sociedad, el alzamiento masivo, armado, del campesinado y la gran tragedia de la guerra fratricida).

Los protagonistas del presente son los mismos, expuestos en diferentes momentos de la historia en las tres obras referidas, son viejos conocidos cuya práctica en buena parte ya fue procesada en las últimas décadas. Es decir, la interpretación es sobre un presente que no es rigurosa y exclusivamente actual, porque deviene y arrastra un pasado reciente, lo que disminuye los riesgos, aunque el análisis no está exento de dificultades por sus rasgos novedosos, inéditos, como el “empaque” mágico-religioso de palabras claves, colores, símbolos e imágenes, que tratan de ocultar su verdadero rostro. Este presente histórico es el punto de partida hacia un futuro en que se consolida una dictadura, la cual reprime abiertamente al pueblo.

Como el peso fundamental de la trama sucede en el futuro, es decir, son hechos que no han ocurrido, prevalece la ficción, pero los protagonistas, con algunas variantes,  son los mismos de ayer y de hoy, algunos de los cuales son fácilmente identificables. Algunas manifestaciones de autoritarismo que suceden en el futuro, se conectan con el presente porque son similares a otras ocurridas actualmente. En este sentido, hay una interacción entre la ficción y la realidad, en la que la ficción es el mañana del hoy real.

AL: La primera confrontación con este tipo de obras me ocurrió cuando llegué a Lima, Perú en 1974, como parte de la diáspora de izquierdosos latinoamericanos que produjo el golpe de los milicos chilenos en contra del Presidente Constitucional Salvador Allende. Cuando llegué a Lima la horrible –según Sebastián Salazar Bondy- había un book seller de un tocayo tuyo -y tocayo doble por periodista y escritor- Guillermo Thorndike que había escrito una novela sobre el asesinato del empresario peruano Luis Banchero Rossi.

Un crítico peruano, el bloguero Jorge Rodríguez, dice sobre esta obra, los siguiente: «El caso Banchero» (1973) del escritor peruano Guilermo Thorndike es una brillante novela de no ficción. Basada en el asesinato del gran empresario peruano, Luis Banchero Rossi (el 1 de enero de 1972), esta novela no tiene nada que envidiarle a otras joyas del género como «A sangre fría» (1966) de Truman Capote. En las 479 páginas del libro -40 capítulos-, nos asombramos por la prosa de Thorndike, por su capacidad para meternos en la historia, para dibujar paisajes, personajes y psicologías, para retratarnos la Lima y el Chimbote de 1960-70 y para hacer de la historia de Banchero, una historia universal y humana en la cual todos nos reconocemos.”

Me parece que aquella potencia de novelar de Perú con grandes antecedentes como Garcilaso de la Vega (el Inca), Don Ricardo Palma, Ciro Alegría, José María Argüedas, Manuel Scorza, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique, Julio Ramón Ribeyro, etc. alcanza su urbanidad y madurez con novelas coyunturales – a sangre caliente- como la de Thorndike, El Caso Banchero. Y algo así se me ocurre a propósito de la novela nicaragüense El oráculo de la emperatriz. Tengo la impresión que empezamos a alcanzar una cierta madurez en la novelística urbana, industrial, mediática y postmoderna.

Pero te pregunto, por ejemplo… ¿En los espacios descritos de los personajes detentadores del poder Persisterino Banderas y su consorte Doña Emperatriz, estos espacios tan bien descritos son imaginarios o tienen un correlato objetivo con el espacio de los personajes históricos, vivientes y pudientes?

GCD: No conozco la obra de Guillermo Thorndike y en particular su novela sobre “El caso Banchero”, sin embargo, como docente de géneros periodísticos en la Universidad Centroamericana (UCA), durante varios años he compartido con los estudiantes textos sobre “El nuevo periodismo”, de Tom Wolfe, y su exhorto a los periodistas a escribir todo como si fuera una novela –solo que la materia prima es la realidad y no la ficción–. Al abordar el tema del reportaje y de la crónica, hemos hecho referencia de manera especial a “A sangre fría”, de Truman Capote, presentada por él como la obra que fundaba la novela de no ficción, pero años antes Gabriel García Márquez había escrito “Relato de un náufrago” y, al igual que Capote, primero lo publicó por entregas (En el diario El Espectador) y luego como libro. Ahora lo leemos y es como si fuera una novela. Capote investigó durante casi siete años, utilizando las principales herramientas periodísticas; y GABO realizó veinte sesiones de extensas entrevistas periodísticas al náufrago, y de esas realidades surgieron estas composiciones admirables que fueron escritas literariamente, con predominio de la escena por escena, el diálogo y el punto de vista.

“El Oráculo de la Emperatriz” no es producto de ninguna investigación periodística, aunque cuenta con los recursos que proporciona mi contacto directo, personal, con una realidad en la que vivo inmerso, que se viene construyendo desde finales de los años setenta y que, paradójicamente, está a punto de desembocar en la consolidación de lo que inició la lucha heroica del pueblo nicaragüense: una dictadura.

Muchos aspectos reales son referentes para la trama, pero hay un predominio de la ficción, de modo que casi todo es fantaseado, por ejemplo, los detalles del hogar, sede del partido y casa presidencial del Presidente de la República Persisterino Banderas y de su esposa Emperatriz. Las descripciones de sus oficinas, de su aposento matrimonial, del cuarto secreto que ocupa el oráculo a donde la Primera Dama acude a consultarlo dos veces al día, son totalmente inventadas. Nunca estuve en esa casa ni tengo ninguna referencia útil de parte de alguien que haya estado en ella, solo el conocimiento del lugar geográfico donde se encuentra, El Carmen; del auditorio donde hacen reuniones, que he visto por televisión; y de que su antiguo dueño confiscado, y luego indemnizado, es el actual Vicepresidente de la República.

Toda la trama es ficción: el inicio de la crisis nerviosa del poeta Perfecto Maduro desatada por la dificultad que tiene para escribir el prefacio a un libro de cuentos que lo ha dejado maravillado, y que lo conduce a sueños y pesadillas sobre introitos a obras y acerca de actividades represivas; también otro nudo de la historia que trata de un amigo del Presidente de la República que le solicita un prólogo para un testimonio que ha escrito sobre la guerra contra la dictadura somocista, y el posterior pedido del prologado para que el Mandatario suprima algunos párrafos lo que a éste le crea una molestia y le causa irritantes evocaciones de la infancia cuando era castigado por una maestra de primaria porque él nunca pudo hacer un resumen del prólogo a Don Quijote de La Mancha.

Obviamente, es ficción el oráculo, así como la muerte del poeta Romualdo Caballero y la operación militar que se produce durante su vela; también el diálogo entre el poeta Perfecto Maduro y el narrador Lucasio Frutos –autor de la novela dentro de ella–; igualmente, la constitución de una especie de orden secreta del grupo que detenta el poder, con sus uniformes y ritos, como los “Illuminati”, de Europa; las acciones represivas de los agentes de la Seguridad del Estado y de la Policía; los diálogos entre la pareja presidencial y el Coronel Vortex, el jefe de una policía política ilegal que actúa desde las sombras; igual el caso del Comisionado de la Policía que se apega a la Constitución y se niega a cumplir las órdenes del Mandatario y del Coronel, etcétera.

Las descripciones, los diálogos, las narraciones, e incluso ciertos breves monólogos interiores o corrientes de pensamiento, tienen relación con algunas características de personajes reales, o con circunstancias convenientes, y en algunos casos recogen realidades. Partir de ideas muy generales, me permitió darle chance a la imaginación, lo que convirtió este ejercicio de escritura en algo más agradable y creativo que cuando, como en mis dos novelas anteriores, he trabajado en base a mucha información previamente recolectada. En este caso la información recopilada fue sobre dos aspectos: esoterismo y sobre la psiquis autoritaria, para poder construir una atmósfera y unos personajes, con conocimiento de causa.

AL: Al inicio aludí a que tu obra El oráculo de la Emperatriz – La conspiración de los escritores, tiene la estructura de una construcción en el vacío –como son los sueños- a partir de la contraposición de dos espejos. Pero me ha asombrado que en la onomástica que utilizás para nombrar a los personajes festiva, anagramática, declinante, sin ninguna conmiseración por el lector incluís en el cenáculo de escritores a personajes que se han distinguido más por sus labores de inteligencia bruta, vale decir nombres como el de Lenin Cerna y Jacinto Suárez, nombres que tienen a sus propietarios vivitos, coleando y reprimiendo y que precisamente no se han destacado por sus aportes al arte en general o al  de la palabra en particular… ¿Cuál es la intención de estas inclusiones? ¿Protegerte de una posible demanda? ¿O cuando ellos te pongan la chimichú decirle, Coronel yo a Usted lo traté bien, lo puse como poeta y acuarelista (que lo es) y a vos Jacinto, te puse como un inteligente poeta cristiano (que no lo es)?

GCD: Creo que una novela que trata sobre la dictadura, acerca del ejercicio autoritario y por tanto irregular e inaceptable del poder cedido temporalmente por el pueblo mediante su voto, no puede ocultar su filosofía, su naturaleza cuestionadora de ese poder, más bien, en estas circunstancias el autor se presenta desnudo, y por tanto, se expone, no valen artificios para evadir responsabilidades. Y no es que yo sea valiente, no, solo obedecí a una poderosa necesidad interior de contar una historia sobre este tema, de la misma manera como ahora estoy intentando trabajar en algo futurista.

Al comenzar a escribir “El Oráculo…” se me presentó un problema: ¿cómo hablar del poder, cómo referirme a él sin que pareciera algo panfletario o propagandista? Como te decía antes, siempre tuve el objetivo de escribir una obra exenta de politiquería, quería realizar un esfuerzo creativo que diera resultados en términos de belleza, de estética literaria. Me aterrorizaba la idea de que pudiera caer en el libelo, en un palabrerío descalificador. No habría tenido ningún sentido escribir entonces sobre el tema.

Había leído La Fiesta del Chivo, y era una magnífica referencia, pero pretendía hacer algo menos explícito, algo simbólico, quizás de ahí surge la figura del oráculo y, de alguna manera, la rebeldía de los escritores –un pequeño segmento social que no es precisamente símbolo de lucha y resistencia barrial–. Me propuse abordar un tema político por excelencia, el del poder perfilándose como una dictadura y consolidándose como tal, pero sin caer en las arenas movedizas de la descalificación y mucho menos del insulto. ¿Y cómo hacerlo si la dictadura es detestable y la historia se encamina a cuestionarla y derribarla?

No sé con exactitud en qué momento, pero la necesidad me hizo buscar caminos y comencé a experimentar con la ironía, parodia o sarcasmo. Incluso releí Memorial del convento y leí Balsa Piedra, de Saramago, porque recordé su maestría en el uso de un lenguaje de este tipo, y fue de una ayuda extraordinaria. De alguna manera él me prestó una parte de su estilo para apropiarme de un tono conveniente. Y así fue como la obra devino en una carnavalización del poder y de sus principales personajes. Es en este contexto que aparecen las alusiones a connotados jefes de la Seguridad del Estado, como figuras de una naturaleza totalmente opuestas a lo que fueron o a lo que son.

AL: Tampoco alcanzo –en una primera lectura- a decodificar la escisión que hacés del personaje histórico el escritor Sergio Ramírez Mercado, quien por su dimensión corporal y vasta obra indudablemente da para dos o más escritores, de él. De Sergio sacás un personaje, Telvio Altamírez, quien resulta ser el vetado en tu novela. Explicame… ¿Cuál es la intencionalidad de esto?

GCD: Esta especie de desdoblamiento del personaje Sergio Ramírez Mercado surge de la necesidad práctica de ficcionalizar un aspecto que es real. A la hora de la escritura me resultaba un poco incómodo tener que tratar con un personaje real muy fuerte porque es tan conocido dentro y fuera del país. No podía lidiar con ello, sentía que se interponía, que perjudicaba mi esfuerzo creativo, pues aunque la idea era partir del presente histórico, tampoco se trataba de ser explícito o reproducirlo tal como es, al contrario, y de ahí nace Telvio Altamírez, quien asume parte de los roles que le corresponderían a Ramírez, cuya presencia en la novela está dada, como vos suponías con acierto, porque su famoso prólogo a CMR vetado por el gobierno, es lo que inspira esta historia.

Además, SRM también fue uno de los líderes políticos de los años ochenta, época a la cual hay alusiones en el desarrollo de la trama hasta el punto de que en un momento determinado, y como parte de la ficcionalización, aparece “descubierto”, pero dos décadas más tarde, como un topo del “enemigo”, lo cual provoca un enorme desasosiego en el Coronel Vortex, quien se ve impedido de contar “su descubrimiento” a la pareja presidencial, porque quedaría en evidencia de haber cometido el gravísimo error de no haberse percatado de ello en los años ochenta, lo que lo desacreditaría y perdería poder.

En su prólogo prohibido, que en la novela se titula “La Panadería del Minotauro”, SRM confiesa que cuando era Vicepresidente, CMR le escribía a diario, y él, en vez de examinar los urgentes papeles relativos a los delicadísimos asuntos de Estado y de la guerra, extrañamente primero leía lo que le remitía el poeta. Esto llevó al Coronel Vortex a convencerse de que CMR no le enviaba poesía a Sergio, sino asuntos políticos con implicaciones militares, en contra de la Revolución Popular Sandinista. Por supuesto, todo esto es un invento.

AL: Guillemo Cortés, ¿fue el célebre texto De las propiedades del Sueño en de Tropeles y tropelías de Sergio Ramírez, la chispa o pista inicial para darle star o encendido a tu novela?  A mi me parece que tu obra es como una vuelta de tuerca de aquel magnífico relato donde Sergio dice:

“Sinesios de Cirene, en el siglo XIV, sostenía en su Tratado sobre los sueños que si un determinado número de personas soñaba al mismo tiempo un hecho igual, éste podía ser llevado a la realidad: «entreguémonos todos entonces, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, ciudadanos y magistrados, habitantes de la ciudad y del campo, artesanos y oradores a soñar nuestros deseos. No hay privilegiados ni por la edad, el sexo, la fortuna o la profesión; el reposo se ofrece a todos: es un oráculo que siempre está dispuesto a ser nuestra terrible y silenciosa arma».

La misma teoría fue afirmada por los judíos aristotélicos de los siglos XII y XIII (o Sinesios la tomó de ellos) y Maimónides, el más grande, logró probarlo (según Gutman en Die Philosophie des Judentums, Munich, 1933), pues se relata que una noche hizo a toda su secta soñar que terminaba la sequía. Al amanecer, al salir de sus aposentos se encontraron los campos verdes y un suave rocío humedecía sus barbas.

La oposición política de un país que estaba siendo gobernado por una larga tiranía quiso experimentar siglos después las excelencias de esta creencia y distribuyó entre la población de manera secreta unas esquelas en las que se daban las instrucciones para el sueño conjunto: en una hora de la noche claramente consignada, los ciudadanos soñarían que el tirano era derrocado y que el pueblo tomaba el poder.

Aunque el experimento comenzó a efectuarse hace mucho tiempo, no ha sido posible obtener ningún resultado, pues Maimónides prevenía (Páragrafo XII) que en el caso de que el objeto de los sueños fuera una persona, debería ser sorprendida durmiendo.

Y los tiranos nunca duermen.«

GCD: Las terribles implicaciones negativas para la libertad y las reminiscencias de prácticas propias del oscurantismo medieval que levantó la prohibición gubernamental al prólogo de SRM a la obra poética de CMR que publicaría el diario El País, me inspiraron a escribir una historia sobre preámbulos a libros susceptibles de ser calificados como una amenaza al gobierno de parte de su policía política, pero el mecanismo de los sueños surgió en el propio proceso de escritura, quizás de manera inesperada. Tengo una lejana referencia a este formidable cuento de Sergio Ramírez, quizás de una lectura obligada en secundaria, pero he escuchado una historia similar sobre el poder del pensamiento colectivo –no en sueños– como explicación a la caída de algunos aviones, causada porque, en un momento extraordinario, todos los pasajeros pensaron aterrorizados que el avión podría caer. Y cayó.

De todos modos, me parece excelente la relación que hacés, Tacho, con el cuento de SRM, porque en “El Oráculo…”, aunque no se juntan los sueños para que se cumpla algo deseado, ambos ocurren de manera paralela y tienen mucho en común. En el caso del poeta Perfecto Maduro, es una premonición, porque sus sueños y pesadillas, como un oráculo infalible, le adelantan lo que va a pasar, es decir, que los escritores serán reprimidos. Gritos, insultos, la palabra prólogo, militares, violencia, el rostro del Coronel Vortex, desfilan como elementos dispersos en sus pesadillas.  Además, en su sueño aparece el Presidente de la República soñando que los escritores conspiran por medio de los prefacios a los libros.

En cuanto al Mandatario Persisterino Banderas, sus sueños agitados lo alertan sobre la posibilidad de que algunos escritores estuvieran utilizando los prólogos para enviar mensajes camuflados en contra de su gobierno, por lo que ordena una investigación a su policía política clandestina, cuyos agentes de manera conveniente ven señales de conspiración en dichos introitos, aunque en realidad no las hay, sino más bien expresiones de descontento o críticas fundamentadas a la gestión gubernamental, lo cual debería observarse como normal en un gobierno respetuoso de la libertad de pensamiento, pero cuya tipificación delictiva al mismo tiempo es natural y coherente desde una perspectiva autoritaria y dictatorial. Los sueños de Banderas provocan una investigación que luego desencadenarán una serie de hechos que harán realidad lo que está soñando el poeta Perfecto Maduro.

AL: Este recurso del sueño para mi funciona muy bien en la estructura de la novela. Uno como lector siempre tiene abierta la expectativa de qué cosa va a pasar con este sueño común del poeta y el aprendiz de tirano Persisterino Banderas. No se resuelve el misterio en el texto, queda como una casualidad o mera obra del azar, pero sirvió para dinamizar las 390 páginas que tiene tu novela. Pero me gustaría hacerte esta pregunta específica. ¿El oráculo de la emperatriz, es tu manera de hacer catarsis y exorcismo al mismo tiempo, al contar un sueño para que no se cumpla, tal y como la superstición en Nicaragua manda? ¿Nos relataste un sueño pavoroso para que nunca lleguemos a vivirlo?

GCD: Acerca de tu comentario, en la novela hay dos personas soñando casi lo mismo, y en el sueño de una de ellas, está el sueño del otro. Esto origina dos historias que se van desgranando paralelamente, y no siempre queda claro qué es sueño y qué realidad, pero los acontecimientos avanzan y van dejando atrás los sueños, pero éstos cumplen, como vos lo afirmás, con una función dinamizadora de la narración.
En cuanto a la pregunta, en cierto modo sí, hay un deseo profundo bajo toda la preocupación principal por lograr un resultado estético, de que la novela sea útil, de que alerte sobre la dictadura en construcción, y se pueda desmontar a tiempo, porque una vez establecida, se ejerce a un precio demasiado alto para la sociedad, y este costo social no deberíamos pagarlo teniendo tan reciente la experiencia de la dictadura somocista de casi medio siglo, pero no como un exorcismo, no como una superstición, sino como un exceso de optimismo de que la lectura de una novela de claras implicaciones políticas, pueda influir positivamente en algunas lectoras y lectores.

En efecto, hay una intencionalidad, para que no volvamos a vivir otra dictadura. Pero en la práctica no me hago muchas ilusiones, porque los procesos sociales son muy complejos, y resulta que un sesenta por ciento de la población es tan joven, que no conoció los horrores cometidos por los criminales miembros de la  Guardia Nacional, por las tropas asesinas de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) y los inhumanos agentes torturadores de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN) y del Servicio Secreto Anticomunista (SAC). Estos jóvenes tendrán que vivir su experiencia, su propio proceso, pues no pueden respirar a través de las generaciones anteriores (“nadie aprende en cabeza ajena”), así que, a estas alturas, quizás la dictadura es inevitable, y de nuevo se nos caerá la piedra, y habrá que volverla a subir, con la esperanza de que en un tiempo no muy lejano, haya un punto de inflexión, y Sísifo descanse por primera vez.

AL: Una última pregunta Guillermo Cortés, referida al contexto histórico donde aparece tu ya célebre novela…. ¿Ha habido alguna reacción o reacciones negativas o positivas de parte de los poderes factuales o de su corte y cohortes frente a este acontecimiento literario, político y cultural?

GCD: No conozco ninguna reacción a mi novela proveniente de quienes detentan el poder político, para nada, solo he escuchado múltiples voces que en tono amistoso me dicen “cuidate”, y esa expresión solidaria, de tanto darse, pareciera adquirir otro significado, quizás un poco intimidante, porque uno no puede evitar preguntarse, ¿y por qué tanta gente me dice “cuidate”?, pero no, no he recibido ningún mensaje de manera directa ni indirecta, lo cual me parece muy bien, y espero que así continúe.

Algunos conocidos me han dicho que esto podría explicarse quizás, porque el lenguaje irónico de la novela permitió una crítica al sistema sin ofensas ni denigraciones, e incluso hizo posible que en esta historia se pueda escuchar la voz de los autoritarios y caudillistas, aunque hay un claro predominio de quienes los combaten, es decir, del discurso de los escritores anti dictatoriales apoyados por gran parte del pueblo nicaragüense. Sin embargo, también estoy consciente de que, para la sicología autoritaria, todo cuestionamiento, por mínimo que sea, no solo no es escuchado, sino que concita los peores sentimientos.

AL: Para concluir quiero agradecerle a Guillermo Cortés Domínguez la oportunidad de conversar sobre su obra. Para mí esta novela –exceptuando los dos primeros capítulos que exhiben una caos inicial donde se empiezan a contar cosas en una micro estructura narrativa donde se abusa del raconto porque el narrador siente que se le ha quedado información en el tintero lo que para mi es un defecto que no le proporciona fluidez al relato, aunque para otros puede ser una virtud y hasta una innovación estructural. Pero a partir del tercer capítulo la novela adquiere una fluidez y una belleza narrativa poco común, placentera y muy entretenida.

GCD: Te agradezco profundamente Tacho, los comentarios elogiosos a la novela, y sobre todo esta crítica a la construcción de los dos primeros capítulos de “El Oráculo…”, porque, en efecto, hay algo diferente del resto de la obra, en particular en el primero, donde intenté construir una situación que le proporciona a los lectores una visión “adelantada” del desarrollo de la trama, y que al mismo tiempo permite informarles de qué tratará esta historia. Las primeras líneas de la novela nos ponen ante un juego mágico en el que niños y niñas, al conjuro de ¡Abracadabra, patas de cabra!, a su voluntad se transforman en distintos animales. Este es un portal que pretende introducir a los lectores al mundo esotérico que es la atmósfera que cubre el desarrollo de toda esta ficción.

Me gusta jugar con los tiempos, por eso empiezo con algo que ocurre en el futuro de la novela, como es la vela del poeta Romualdo Caballero y la irrupción de un grupo armado que le incauta los libros de poesía que su viuda le ha colocado en su féretro para que lo acompañen en su viaje al más allá. Esto me causó muchos problemas en los capítulos posteriores para lograr coherencia en la articulación en el tiempo de los sucesos, hasta el punto de que, ya terminada la novela, hubo que hacer algunos ajustes importantes para que los hechos calzaran según el momento en que ocurrieron.

El inicio en el tiempo-espacio de la historia que se está contando, está en el capítulo dos, en el evento de los escritores, en su agitado debate sobre la relación cuento-novela, y el encuentro que ahí se produce entre la cuentista Tranquilina de la Huerta y el poeta Perfecto Maduro, sin el cual no habría sido posible que días más tarde ella le solicitara que le prologara su libro de cuentos. Al leer estos relatos, el bardo queda fascinado, y se da cuenta que se ha metido en un tremendo lío, pues su prefacio debe estar a la altura de la extraordinaria calidad literaria de la obra, y entonces comienzan sus preocupaciones, las cuales devienen en desvelos y finalmente en sueños y pesadillas.

Pero lo esencial del primer capítulo es que se estructura mediante un procedimiento de varios enfoques sobre un mismo hecho desde diferentes puntos cercanos a la escena, como si varias cámaras de cine situadas en distintos planos, estuvieran filmando el mismo suceso, así, vemos desde la perspectiva de los agentes de la seguridad del Estado, cómo  detienen, interrogan y registran a un ciudadano, y luego esa misma acción es presentada desde el punto de vista del poeta Perfecto Maduro y del narrador Lucasio Frutos, quienes observan el hecho cuando se están aproximando a la casa donde se realiza el velatorio del bardo Romualdo Caballero. Varios hechos ocurridos en esa vivienda de la Colonia Nicarao, son presentados desde diferentes perspectivas, porque, te confieso, esta era una de mis grandes ambiciones en esta novela, pero el ejercicio resultó extenuante y extenso, y muy tempranamente, en el segundo capítulo, abandoné la idea, sobre todo porque no me atreví a lidiar con el riesgo de que se duplicaran algunos aspectos y que esto dificultara la comunicación con los lectores.

Entonces he estado consciente de la diferencia de este primer capítulo –que fue experimental—respecto del resto de la novela, pero no de que pudiera aparecer como caótico, y menos del capítulo dos, que debo analizar con cuidado ahora que he tomado nota de tus importantes observaciones, que provienen de un poeta y narrador consagrado, es decir, que sabe por qué dice las cosas.

Agradezco tus preguntas, porque me han permitido reflexionar sobre mi novela, algo que podría ser un poco complejo y también menos atractivo que el acto de escribir, el cual muchas veces se realiza instintivamente, como poseídos, y solo hay que dejarse guiar por esos duendecillos, ángeles o demonios, que le están soplando las cosas a los oídos de uno. Esta abstracción es muy valiosa para detectar debilidades y aciertos, y extraer lecciones para utilizarlas en el siguiente objetivo, pues la carrera del escritor, o de quien pretende serlo, nunca se debe detener, y yo estoy consciente del enorme tramo que debo remontar para alcanzar a plenitud la escritura creativa, y también de que cada novela puede representar un avance en esa dirección si se escribe con responsabilidad.

Comparte en:

Bluefields, Nicaragua, 1952.
Poeta y crítico literario educado en Juigalpa, Chontales, y formado en Chile, donde se especializó en Literatura Hispanoamericana y Semiótica. Ha sido asiduo colaborador de revistas y suplementos literarios. Entre sus obras más recientes figuran Frutos del deseo (Poesía, Managua 2012), Carlos Martínez Rivas: Una poética de dimensión humana (Crítica, Managua 2012) y la novela La Mujer que Olvidó el Amor (Secretariado de Cultura de Puebla, 2000, México).