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Cristal y Seda en Alejandro Baricco

1 junio, 2007

Alessandro Baricco vuelve a estar de moda y de superventas. Roberto Corea Torres se acerca a su obra como a una sorpresa. Para quienes aún no han creído.


La agradable sorpresa experimentada cuando se descubre la narrativa de Alessandro Baricco tiene origen en sus historias, seguidamente arquitectura y  trama, después el conciso estilo para contarlas, la precisión en el uso de las palabras, la poesía de la cual está impregnada, y por último la forma en como alcanza su desenlace, es decir, un conjunto de virtudes cuya convergencia la elevan a un terreno literario mayor. No es la de un debutante: son lecturas  cuya sustancia permea por los sentidos del lector y no lo va a dejar -yo creo que nunca-, porque son asuntos difíciles de olvidar, y en tanto  haya algo de que platicar, esas historias saldrán a la luz de los conversadores como un estadio de singular recurrencia, se constituirá en motivo referencial fascinante, una película que se irá contando gozosamente. La textura  sedosa de Baricco se encuentra justamente en los pasajes poéticos a los que recurre en la construcción de lass frases y su modo de concatenarlas, dicha práctica indica una persecución sistemática hacia textos embebidos de belleza e interés, incapaces además de  reñirse con lo sencillo, asimismo, el otro elemento emparentado a su escritura se asocia con lo transparente, lo diamantino del cristal, dicha característica se aprecia en el límpido paisaje ofrecido: sensación diafana adquirida al observar con plenitud sensorial, acontecimientos, vidas y ambientes, realzados bajo una paciente mirada, consecuencia de la contemplación,  sucede en  “Tierras de cristal” y en “Seda”.

Plantea Borges en el prólogo dedicado a los volúmenes de su Biblioteca personal:  “Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que dan con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica…Ojalá seas el lector que este libro aguardaba”. Precisamente el hallazgo de “Seda” y “Tierras de cristal” novelas  ricas en matices, comulgan con la magia dicha por el argentino, porque tocan el espíritu, poseen aquella atmósfera sutil de las narraciones hechas con la elegancia propia del buscador de la plástica en los quehaceres cotidianos.

Ambas historias tienen mucho de experimental en el sentido de la estructura, Alessandro Baricco no se ha detenido para exponerlas cual le ha latido: una serie de asuntos vivenciales de un conjunto de protagonistas, impresos en las hojas de la época dorada de los burgueses europeos y en los que, a manera de rompecabezas, se desarrollan dentro del universo planteado por el escritor, pero cada uno arrastra una obsesión, se debaten entre la locura y la realidad. En el caso de “Tierras de cristal” se edifican hasta un pasado distinto del que vivieron para no permanecer inéditos, se dejan llevar en la espiral de un sueño exótico  pensando en el compromiso de cumplirlo, se permiten la exploración en los territorios del alma, esculcándose y deteniéndose en sus patológicas pasiones;  todas estas experiencias de vida  son padecidas entre otros, por: una lindísima mujer, Jun, cuya descripción no pudo estar más a tono con el canon de belleza: “Un día, Dios dibujó la boca de Jun Rail. Y fue entonces cuando se le ocurrió aquella extravagante idea del pecado”; Dann Rail el hombre de Jun, dueño de la fábrica de cristal, empecinado perseguidor de la idea de poseer un ferrocarril para explicarse el concepto de velocidad, y quien por lo demás, trotamundo incansable en aras de aprender desconocidos diseños para el vidrio, se encontró con un hijo: Mormy procreado allende los mares, y que en cierto momento de la historia se torna objeto del deseo de Jun. El arquitecto Hector Horeau viudo de Monique Bray y posterior socio del cristalero señor Rail en la aventura de la construcción de un pabellón ferial que titularon “Crystal Palace”. Un grupo de música vocal denominado el humanófono cuyos integrantes también son motivo de la digresión del autor para confluir en el fresco radiante de la población de Quinnipack, población utópica de Alessandro y hervidero de las historias aquí contadas.

“Tierras de cristal”, está circunscrita en una época europea cuya importancia radica en el descubrimiento, en el invento de máquinas, en la implantación de la nueva arquitectura, y por ello los personajes se hallan a merced del impacto; a partir de esas sorpresas padecerán una progresiva aceleración del ritmo de las percepciones que se transmite fielmente, haciendo sentir a los lectores los vaivenes ineludibles de un viaje desde la lenta partida hasta la carrera libre de obstáculos por el interior de las cosas.

Anterior a “Seda”, “Tierras de cristal” (Premio Selezione Campiello y Prix Médicis Étranger) me pareció una obra trascendental de la nueva narrativa italiana, lo cual confirmé posteriormente, cuando salí de su lectura como un iluminado después de haberse internado en un cuarto oscuro en donde se aparecieron una cantidad de imágenes, de personajes y de hechos que parecían dispersos, pero que por su incontenible precisión al mostrarse, se iban conjuntando hasta ofrecer un panorama integral de emocionantes pasajes de lo que sucedía, tal vez por ello  me ví obligado a explorar en otra de las novelas de Baricco.  Mejor oportunidad no pudo darse. Sentí de elemental fidelidad buscar otro título de su autoría a propósito de refrendar su calidad narrativa mediante la odiosa comparación, por qué no admitirlo, para afianzar la percepción de encontrarme ante un autor de alcances literarios separados del común, necesariamente el lector debe amacizar su convicción de extrañamiento con las obras fuertes, procurando ser más integrales en el sentido de abarcar  tramos amplios de su creación.  Gracias a la dinámica de ese influjo ingresé en “Seda”, es decir, se confabuló el interés, mi sorpresa ante el encuentro con una prosa excitante, y la acechanza morbosa por dilucidar si mi apreciación lindaba, o más bien se hermanaba con la concepción de delicia, elegancia y sugerencia manifestada en “Tierras de cristal”.

En “Seda”, Alessandro Baricco huye de la retórica más detallada de “Tierras de cristal” y va directamente al punto, talvez por eso llegue en algún momento a perturbar, pero logra un relato sutil,  sugerente, de “una luminosa melancolía” -dicen algunos apologistas europeos-, cuyo valor se acrecenta en tanto se va conociendo el asunto desplegado en tan mínimo espacio:

Hervé Joncour, 32 años, compraba y vendía gusanos de seda en Lavilledieu  pueblo francés en que Joncour vivía con Hélene su mujer. No tenían hijos. Era 1861. Flaubert escribía  “Salambó”.

Baldabiou llegó a Lavilledieu hacía 20 años, reveló y enseñó a Hervé y a otros notables y terratenientes los secretos del oficio, del cultivo, cría de gusanos y producción de la seda.

Baldabiou reescribió ordenadamente el destino de Hervé, cuando el cultivo de los huevos de gusanos se vio afectada por la epidemia de pebrina y le propuso que si querían sobrevivir con el negocio se tendrían que traer huevos desde el fin del mundo, y ese sitio era Japón, en aquella isla se producía la seda más bella del orbe: “Un velo tejido con hilo de seda japonés tenido entre los dedos, era como tener la nada entre ellos”.

           Hervé Joncour se lanza a la aventura del viaje.

Después de cruzar la frontera por Metz, atravesar Baviera, llegar en tren a Viena y Budapest, proseguir hasta Kiev. Recorrer a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superar los Montes Urales. Entrar en Siberia. Viajar durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, descender por el curso del río Amur, bordear la frontera china hasta el océano y de ahí embarcarse en compañía de contrabandistas holandeses para llegar a la costa oeste del Japón, de ese punto emprender el camino a pie hasta Shirakawa en donde al fin contacta con el gran señor Hara Kei dueño de los mejores cultivos de huevo.

Al realizar el trato Hervé Joncour se da cuenta que Hara Kei siempre está acompañado de una muchacha joven, cuya notabilidad provenía de no tener los ojos rasgados, mas cuando se encuentra con ellos advierte una mirada de intensidad desconcertante que lo hace sentir distinto. Este cruce de miradas origina lo que podría suponerse una historia de amor, aunque posterior a la lectura, uno se da cuenta que no es solamente eso, porque aquí se entremezclan deseos, dolores, aventura, sensualidad, simplicidad de vida rural, como para que quede circunscrita a esa unívoca clasificación.

Baricco ha elaborado una apasionante narración con un ritmo trepidante, en cuyo seno se resuelve un estilo de escritura ya consolidado, su fortaleza reside en la imaginación encendida de un fabulador consistente, capaz de llevar de la mano a sus lectores sin desprenderse de su propio concepto de experimentación linguística y narrativa, y sin dejar de lado la forma de contar lúdica-lúcida de manera sugerente.

“Tierras de cristal” y “Seda” conquistan desde el principio, a pesar de estar concebidas estructuralmente como una serie de imágenes colocadas al garete en la primera y muy consecutivas en la segunda deparan el arribo a un epílogo sorpresivo, se advierte en sus entrañas que son historias contadas desde un punto de vista particularísimo, obedeciendo fielmente al estilo del cual  Bariccco es propietario: sustantivo y conciso.

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).