corea torres

Cuentos de Mogador, de Alberto Ruy Sánchez

25 mayo, 2018

Corea Torres

La cautivadora como elocuente y poética prosa de Alberto Ruy Sánchez, sirve de marco a la piedra fósil, al salino ambiente y al misterio impregnado de erotismo contenido en estos relatos plasmados en Cuentos de Mogador. Libro intrigante que da cuenta de la inaccesible ciudad de Mogador, como si fuera el cuerpo de una bella mujer inalcanzable, que así se le define merced a la imaginación de Ruy. Ciudad de enigmas, de historias con realidades oníricas, pletóricas de fantasías sensuales, y que Corea Torres enfatiza en este su texto, invitando al descubrimiento de un autor ya consolidado de la literatura mexicana.


Encabalgado en la locura permanente de la sensualidad, Alberto Ruy Sánchez ha entregado, sin dejar de sorprender a sus lectores cuando narra, su jardín del tiempo donde los mejores instantes viven y toman una forma visible para convertirse en literatura.

Cuentos de Mogador se circunscribe en esa pulsión cuasi obsesiva del mundo clandestino árabe en lo referente a la sexualidad y en la que Ruy atisba.

Voyeur oportuno, encandilado por las luminosidades de los cuerpos escondidos y por la invitación a la magia que se desprende del amarillo pululante del desierto y sus habitantes, Alberto penetra zigzaguente, presto al placer del observador en esa gama de sensaciones  contenidas tras el trapo protector de las mujeres de Mogador, y que por medio de su subyugante prosa se convierten en un poema extenso cuyas palabras van entronizándose hasta advertir una arquitectura arabesca, que deviene en erótica del lenguaje.    

Mogador es la inaccesible ciudad mítica de Ruy construida calle por calle, albergando los granos de arena que contienen las historias todas de sus moradores, es un reto para el viajero llegar a ella, el único camino es el agua y es necesario precisar las pausas que deja el mar para ir reteniendo en los ojos la piedra blanca de los muros que la rodean.

Aire de sal, lluvia de sal intermitente como humedad suspendida que envuelve, abrazo de bienvenida y anuncio de las sorpresas, es lo que recibe quien desembarca en sus estribaciones. Pero cuál es el misterio que aguarda en sus entrañas para hacer de ella la inexpugnable, la leyenda impronunciable de los marinos. Ruy Sánchez continúa con el descubrimiento de la inaccesible: ciudad y laberinto, allí las piedras, fósiles que en otro tiempo eran vida, están a disposición de las plantas de los pies de mujeres y hombres asentados en ella. Piedras fósiles, ojos del pasado, voces dispersas y murmullos de atrás para los que vienen y se quedarán. Piedras fósiles hijas del aerolito que fue sustento de las raíces y por ello, dicen, Mogador es un regalo del cielo.

Jazán, el calígrafo mayor de Mogador quien habla con voz de agua, refiere como la melancolía es también habitante del poblado, traída desde las lejanas tierras de China por el empecinamiento de uno de sus príncipes, que deseaba hacerse del mecanismo para entrar y ser recordado con alegría, pues estaba enterado que los primeros pobladores de Mogador eran semidioses que debían hacer pasar sus cadáveres por intermedio de un profundo túnel para purificar sus cuerpos de las imperfecciones que le otorgaba la muerte. Nadie sabía si ese túnel era de formación natural o había sido construido por los mismos habitantes; el túnel los llevaba al mar y este al renovar su alta marea los regresaba –sus almas- ya purificados y disueltos en el aire de sal, el sabor salado del aire al ser saboreado por el gusto de los vivos se significaba como signo de salud y alegría que sus muertos les otorgaban.

Todos los habitantes de Mogador van a diario a las murallas de la ciudad a darse un baño con los últimos rayos del sol de la tarde porque consideran que con tal práctica se untan de la parte más íntima y valiosa de sus antepasados, y porque además estaban sabidos, que la piel bronceada con ese sol último del día los hacía portadores de la huella alegre de sus fallecidos.

El príncipe oriental citado por el calígrafo Jazán no vivió para saber que incluso los muertos pueden llegar a la inaccesible sólo a través del agua.

Mogador, cuenta Ruy Sánchez, vive alrededor de su cementerio, en el centro de ella un mismo edificio alberga los baños públicos: el Hammam, lugar casi sagrado, nicho del ritual del renacimiento corporal, pero además uno de los lugares donde las mujeres –todas bellas- pueden tejer los hilos de sus complicidades; situado fuera del espacio y del tiempo tiene sus propias leyes, dedicadas por entero a la limpieza, a la purificación del cuerpo, aquí se busca desalojar la dañina tristeza, estimular la belleza y la vida, exacerbar el deseo.

Alberto Ruy Sánchez

Ruy, viento en popa surca el mar buscando esa ciudad imaginada. La penetración de su mirada en la fantasía, embebida de sensualidad, como la proa de un barco violando con su mandíbula el torso del líquido. La fragilidad y esa posible ambivalencia que la hace intocable, inaccesible, a la vez concreta, instala a Mogador como un sitio frente al hombre, imperturbable, llena de murmullos acechantes, de historias inescrutables, como las que se derivan desde el Hammam, allí hallamos a Fatma quien al entrar al baño adivina las voces que la llaman, que la incitan al deseo, aunque sólo una de ellas la humedezca, una entre muchas cuya sensualidad le abría las puertas secretas del sexo y su imaginación, es la voz de otra mujer: Kadiya que como embrujo se aposta entre los ruidos de la ciudad y que ahora obliga a Fatma a oír con detenimiento el quejido de las cosas.

Las imágenes, otra de las virtudes de la poética prosa de Ruy Sánchez, en Cuentos de Mogador si bien están presentes con apreciable insistencia, le otorgan belleza al texto, aunque claro, no está por demás que hay que entrar con el espíritu alterado, predispuesto al gozo, porque solo serán perceptibles a aquellos deseosos de introducirse al misterio de la sensualidad, al hechizo de lo inaprensible. De pronto Mogador es el canto de las sirenas, embruja, apresa, es una mujer dispuesta, siempre y cuando se le encuentre el secreto de su deseo:

Mogador es una ciudad de voces que resuenan y sus murallas son como los labios que amplifican y modulan su canto.

Alberto encuentra en estos relatos de su ciudad soñada el camino de su escritura, existe en estos Cuentos de Mogador un mucho de su ars, se percibe el descubrimiento del universo de las palabras ligadas indisolublemente con su infancia, con su vida. Hay pues el encuentro con la dimensión poética de las cosas, el atrevimiento a observar con detenimiento su porción de paraíso: momento privilegiado de nuestras vidas o una suma de los momentos que el anuncio del golpe de la muerte libera como memoria involuntaria nuestra ración de eternidad, nuestra melancolía.

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).