Sobre la literatura en español en Estados Unidos: heterogeniedad, ciudad letrada y tendencias
25 junio, 2019
En estos dos siglos de vida republicana la noción de literatura latinoamericana se ha transformado a partir de dos componentes: el histórico y el lingüístico.
En estos dos siglos de vida republicana la noción de literatura latinoamericana se ha transformado a partir de dos componentes: el histórico y el lingüístico. Durante la época inmediatamente posterior a la independencia de nuestras sociedades, sólo se consideraba como literatura latinoamericana a aquella escrita después de las fechas de ruptura con el poder político de España. Con el desarrollo de las repúblicas se realiza un cambio de esta noción incluyendo tanto a la literatura del periodo colonial como a las pre-colombinas . Nuestro corpus se ampliaba con trescientos años de producción literaria (el tiempo de la colonia) y con los que corresponderían a la vida de las culturas antes de la llegada de Colón. También, inicialmente, se consideró como nuestra literatura a la que se plasmaba solamente en castellano. Con el paso de las décadas esta concepción se modifica. Se incluye a la literatura en portugués, a las que se desarrollan en el Caribe en otras lenguas (inglés, francés, creole, papimenco), a la producción literaria contemporánea en lenguas indígenas. Se ha generado un proceso ampliatorio –tanto en la visión de lo histórico y de lo ligüístico- que ha enriquecido el corpus de la literatura latinoamericana.
En la actualidad se puede plantear que en los últimos años se ha realizado un cambio en la noción de la literatura latinoamericana, también de carácter ampliatorio, en el campo de lo geográfico. Hasta no hace mucho se concebía nuestra literatura como la elaborada desde el Río Bravo hasta la Patagonia. La diversidad e intensidad de los procesos migratorios de sociedades latinoamericanas a los Estados Unidos en las últimas décadas han forjado una latinización no solo de las grandes urbes norteamericanas, sino de ciudades medianas (Indianapolis, Pittsburgh, Cincinnati) y de pequeños pueblos. Esta latinización ha creado diversas prácticas culturales (culinarias, teatrales, musicales) y entre éstas se encuentra la presencia y desarrollo de una literatura en español a nivel nacional que cuestiona la noción de literatura latinoamericana e invita a una ampliación de la misma en el campo geográfico. A partir de esta reciente producción literaria en español surge, casi con urgencia, la siguiente interrogante, ¿podemos incluir a la literatura en español escrita en Estados Unidos como parte de la literatura latinoamericana rompiendo la frontera marcada por el Río Bravo? Este cuestionamiento nace desde un presente, se origina a partir de la producción literaria que se viene desarrollando últimamente. Este cuestionamiento desde el presente motiva, a su vez, a revisar (y desempolvar) la produccion literaria en español en Estados Unidos y a afirmar sin riesgo alguno que la escritura en español en ese país no es reciente, sino un proceso de varios siglos que abarca un periodo colonial (desarrollado fundamentalmente en el sudoeste), un siglo XIX en el cual el Tratado de Guadalupe es un punto de referencia para indicar que el español se transforma en una herramienta de resistencia cultural , y un siglo XX que se caracteriza por la diversidad e interacción de distintas comunidades de origen latinoamericano.
Dentro de esta posible redefinición del concepto de literatura latinoamericana, tal vez y con la misma urgencia sea pertinente plantearse nuevas preguntas. Está claro que la literatura en español en Estados Unidos es un proceso histórico, no analizado debidamente por cierto, de gran riqueza y complejidad y como reconocimiento a dicho proceso, ¿se podría postular que parte del corpus de la literatura norteamericana está escrito en español? ¿Tiene (o debe tener, para ser más exactos) la literatura en español elaborada en Estados Unidos un lugar dentro de la tradición literaria norteamericana? Y si a estas interrogantes se agrega la premisa que un inmigrante (o un descendiente en primera generación de ese inmigrante) es un sujeto que podría identificarse con dos (o más) territorios sin que se genere un conflicto entre estas relaciones de identificación, cabría también hacerse la pregunta si, de manera similar a ese inmigrante, un texto literario podría pertenecer (o relacionarse) con dos tradiciones literarias, ¿o podría (mejor dicho, debería) la literatura escrita en español en Estados Unidos tener un lugar tanto en el corpus de la literatura latinoamericana como de la estadounidense? El paso del tiempo responderá a esta interrogantes.
Visto así, en el presente artículo analizaré la producción literaria reciente en español en Estados Unidos. En primer lugar, planteo que a partir de dos categorías surgidas de los estudios de la literatura latinoamericana, la heterogeneidad y la ciudad letrada, se puede explicar esta literatura y creo que dicho análisis podría ser, a su vez, un aporte a estas propuestas teóricas. Finalmente, propongo tres tendencias dentro de la narrativa en español en Estados Unidos.
La heterogeneidad de la literatura en español en Estados Unidos
Con el propósito de aprehender y explicar la complejidad cultural de América Latina en las últimas décadas se forjan dos categorías: heterogeneidad y transculturación. Como bien se sabe, la primera fue planteada por Antonio Cornejo Polar y la otra, inicialmente por Fernando Ortiz y luego Ángel Rama la desarrolló y aplicó a la narrativa latinoamericana. Friedhelm Schimidt propone una clara distinción entre ambas teorías: “Rama considera la literatura de la transculturación como reforzamiento unificador del sistema literario latinoamericano” . En contraste, para Cornejo Polar no existe un sólo sistema literario, sino una variedad dentro de cada sociedad latinoamericana. Ambas teorías, por tanto, llegan a conclusiones opuestas: la unidad cultural en uno, la diversidad en otro, pero estas conclusiones no se excluyen, sino que se complementan. En síntesis: en la cultura latinoamericana se desarrollan tanto procesos de heterogeneidad como de transculturación .
La heterogeneidad cultural se expresa con mayor claridad en las literaturas heterogéneas que Cornejo Polar define del siguiente modo:
Aunque las literaturas heterogéneas son excepcionalmente complejas, el concepto que las define es, más bien, simple: se trata de literaturas en las que uno o más de los elementos constitutivos corresponden a un sistema socio-cultural que no es el que preside la composición de los otros elementos puestos en acción en un proceso concreto de producción literaria .
Al aplicar estos conceptos a la novela indigenista, Cornejo Polar se refiere a un doble estatuto socio-cultural: el productor del discurso, el texto, y el lector –tanto el real como el ideal- pertenecen al mundo moderno, urbano. El referente, por el contrario, pertenece al universo socio-cultural indígena . Posteriormente, Cornejo Polar propuso que la heterogeneidad se constituía no sólo en el proceso de comunicación en sí, sino dentro de cada uno de los elementos que lo integran . En tal sentido, el sujeto migrante andino sería, por excelencia, un ejemplo de sujeto heterogéneo .
Como se indicó anteriormente, Cornejo Polar al definir las literaturas heterogéneas indica que en el proceso de producción de éstas puede co-participar dos o más culturas. Sin embargo, la puesta en práctica de esta categoría ha enfatizado como conclusión un biculturalismo. El ejemplo más claro es su análisis sobre la novela indigenista: no en vano Cornejo Polar titula su artículo como “El indigenismo y las literaturas heterogéneas: su doble estatuto socio-cultural”. De manera equivalente, la aplicación de la categoría heterogeneidad a las crónicas -género considerado como el origen de este fenómeno cultural en la literatura latinoamericana-, se concluye en un biculturalismo: el referente pertenece al mundo americano; y los otros tres componentes son propios del universo español . El análisis de la literatura gauchesca también ofrece como resultado la co-existencia de dos culturas: la diferencia, en relación a las crónicas y la novela indigenista, es que el productor del discurso de la gauchesca es el elemento que difiere socio-culturalmente de los otros tres.
El análisis de la literatura en español en Estados Unidos desde la perspectiva de la heterogeneidad, puede demostrar como conclusión no un biculturalismo sino la concurrencia de una diversidad de culturas. En primer lugar, en ciertos casos de esta literatura el productor del discurso posee la formación de su cultura latinoamericana de origen y junto a ella se instala el contacto (contacto que puede implicar una asimilación o un rechazo) de la cultura dominante norteamericana, como también el de las otras culturas provenientes de América Latina. Estas relaciones traen como consecuencia en el productor del discurso el ejercicio de una serie de prácticas culturales (entre esas el ejercicio de diversas variantes dialectales del castellano). En la literaturua en español de Estados Unidos se trata, por consiguiente, de un sujeto configurado por diferentes prácticas culturales que razones históricas co-existen en el espacio norteamericano.
En segundo lugar, la heterogeneidad en la literatura en español en Estados Unidos se debe a la presión de una determinada y específica realidad. Previamente, conviene mencionar que Cornejo Polar basa su concepto de literaturas heterogéneas en el modelo de lenguaje formulado por Jaksobson. Para él, el acto de comunicación verbal se puede resumir así: “El destinador manda un mensaje al destinatario. Para que sea operante el mensaje requiere un contexto de referencia (un referente, según otra terminología, un tanto ambigua), que el destinatario puede captar” . Estos cuatro elementos del modelo comunicativo (destinador, destinatario, mensaje, referente) son los que Cornejo Polar usa como base al caracterizar las literaturas heterogéneas. A su vez, Jaksobson parte el modelo formulado por Bühler denominado como órganon en el que planteaba tres funciones: la expresión, apelación y representación, las cuales hacen énfasis al destinador, el destinatario y el referente, respectivamente . Como parte integrante del modelo órganon Bühler considera lo que denomina como la fuente de estímulo que es definida como el contexto social en el que se circunscribe y se realiza el proceso de comunicación . Si tal fuente de estímulo se caracteriza por una heterogeneidad cultural –como es el caso de ciertos sectores de la sociedad norteamericana-, los elementos componentes del sistema de comunicación –especialmente el referente- estarán configurados de manera equivalente. En otros términos: en la literatura en español en Estados Unidos el referente y otros elementos del sistema de producción pueden ser heterogéneos dado que la fuente de estímulo, la realidad latina/ hispana en Estados Unidos, lo es en tal sentido.
Una tercera observación está relacionada con la elaboración de una unidad (sin que se desarrolle un proceso transculturador) nacida a partir de la heterogeneidad cultural. En efecto, en ciertas ciudades norteamericanas se construye una unidad (lo latino/hispano, que no es una quintaesencia) que surge de la pluralidad de culturas nacionales de origen latinoamericano y español. Este fenómeno no implica que las distintas culturas latinoamericanas y españolas se fundan en una sola (a diferencia de lo sugerido por la metáfora de melting pot que se usa en determinados medios para definir procesos de aculturación a la sociedad norteamericana deseados e impulsados por el grupo dominante). La manera en que se construye la unidad sobre la base de lo heterogéneo es a partir de una mirada mutua (y de reconocimiento mutuo) sobre la/s otra/s cultura/s latinoamericana/s o española/s. De tal modo que el sujeto latino/hispano al relacionarse con otra cultura posee la capacidad de verse a sí mismo en ella. Insisto: este mecanismo de reconocimiento, esa mirada, es mutua. Por consiguiente, el sujeto, en la medida en que contempla o participa de la otra cultura, es, simultáneamente, visto como el otro, y es objeto de que alguien se identifique con él y con sus específicas prácticas culturales. Este mecanismo de ida y vuelta, de prácticas que son simultáneamente ejecutadas por el sujeto y el otro de modo que se identifican de manera mutua, es lo que construye una unidad que va más allá de lo estrictamente regional y nacional la cual adquiere un nivel supranacional sin alterar la heterogeneidad cultural que sirve de fundamento. Tal vez este mecanismo pueda desarrollarse en cierta medida en las urbes latinoamericanas; sin embargo, en las ciudades estadounidense, compuestas por una hirviente y palpitante heterogeneidad cultural latinoamericana y española, la puesta en práctica de dicho mecanismo se plasma de manera permanente y se convierte en un componente definidor de lo latino/ hispano.
¿La otra ciudad letrada?
Para Ángel Rama, la ciudad letrada constituida en el periodo colonial se vinculó con el poder: “Fue evidente [escribe Rama] que la ciudad letrada remedó la majestad del Poder, aunque también puede decirse que éste rigió las operaciones letradas, inspirando sus principios de concentración, elitismo, jerarquización” . En la ciudad letrada participó solamente una minoría (la escritura como la lectura fueron de exclusividad para esa elite) que se formó en los centros educativos que se fueron creando, empezando por la Universidad Santo Domingo en 1538 a la que siguieron, no mucho más tarde, similares instituciones en Lima, México, Bogotá, Quito y Cuzco. La exclusividad étnico-social forjó los fundamentos para una reverencia por la escritura, de modo que la letra (envestida del poder) debía ser obedecida. A su vez, dicha reverencia (con un énfasis en su pureza) forjó una diglosia que según Rama permaneció después del período independentista: por una lado, una lengua pública vinculada al poder y a sus aparatos que remedaban y reforzaban la norma cortesana de España y que se utilizó no solamente en la oratoria religiosa y política, sino también en los textos de los letrados de la época. La otra fue una lengua oral empleada en el mundo privado, por la clase social baja, cuyo proceso evolutivo siempre fue constante. La práctica de esa lengua pura, reflejo de la norma cortesana de la península, era un signo de jerarquía social . Detrás de ese purismo se instalaba la Gramática de la lengua castellana (1492) de Nebrija, que “fue la conciencia que tuvo la ciudad letrada” y el deseo de construcción y permanencia de una unidad lingüística.
La ciudad escrituraria –escribe Rama- se encontraba circunscrita de dos anillos considerados lingüística y socialmente antagonistas. El anillo más cercano al centro, de carácter también urbano, estaba compuesto por criollos, españoles desclasados, mestizos, extranjeros, indios, negros y variadas combinaciones étnicas que no se identificaban ni con los grupos indígenas ni tampoco con los esclavos de origen africano. Fue en este grupo donde se contribuyó a la formación del castellano americano. Este anillo estaba rodeado por otro más amplio que se extendía a zonas no urbanas (haciendas, pequeñas aldeas), habitado por indios y negros cuya lengua no era el castellano . Bueno denomina a esta estructura como modelo radial de cultura, impuesta desde la conquista y que implica que la ciudad, como centro de poder, irradie a sus márgenes una propuesta de occidentalización que incluye alfabetizar y cristianizar como también la promulgación de las leyes. Facundo (1845), en tal sentido, es el discurso más sofisticado que organiza las áreas rurales en función de la ciudad .
Las urbes norteamericanas reflejan coincidencias y distancias con el planteamiento propuesto por Rama. El uso del español (y las transformaciones de ese uso) tanto en forma escrita como de manera oral en la ciudades estadounidenses construye un mapa (y por tanto una comunidad) que refuerza la presencia de una determinada cultura, la cual, se inscribe, se relaciona y está en contacto junto a otra que se asume como oficial y posee mayor poder.
En el caso específico de la escritura en español, su práctica pública, desde el grafiti hasta nombres de restaurantes, tiendas, anuncios publicitarios, volantes, a periódicos y revistas literarias que se distribuyen en las casetas de las calles (como el suplemento cultural Arena o contratiempo) o electrónicamente (como El Beisman), construyen una marca, un signo cultural, y construyen una ciudad letrada. Esta ciudad letrada difiere de la descrita por Ángel Rama dado que no se enviste del poder oficial ni de una búsqueda de unidad en toda la urbe, sino, muy por el contrario, son expresión de una presencia diferente y a veces de una resistencia a las prácticas culturales del grupo dominante .
Este tipo de ciudad letrada se aleja del modelo radial descrito por Rama. En el caso específico de Chicago (estas observaciones también podrían aplicarse a otras urbes norteamericanas) su carácter fragmentario impide referirse a anillos que circunscriben al centro como lo hace Rama, pero existen varios barrios más allá del centro de distinto orden étnico y social en los que se lleva a cabo la práctica del español (y de otras lenguas, como polaco o chino) y del desarrollo de otra ciudad letrada. A diferencia del modelo radial, se puede plantear que la culturas Latinas se organizan como un archipiélago, término usado por Zevallos al analizar las culturas andinas en Estados Unidos . El archipiélago, en el sentido geográfico, es un conjunto de islas carentes de centro entre ellas. El término permite hacer referencia al ir y venir de seres humanos y de bienes materiales y culturales de una isla a otra. A su vez, archipiélago explica la totalidad social y describe los movimientos entre sus partes . De manera similar, la cultura Latina se organiza en Chicago, como una serie de islas, sin ningún centro entre ellas, que consituyen una totalidad cultural y entre las cuales hay un flujo de sujetos y bienes culturales y materiales. Un componente constitutivo de esa totalidad cultural es el uso de una lengua común. Es sugerente el cambio de nombre de la lengua que usamos en Estados Unidos: no es el castellano, término utilizado por Rama en sus investigaciones y que en Estados Unidos resultaría ajeno. El término empleado es español, y esa modificación es un signo de la identidad cultural latina/hispana en Estados Unidos.
A diferencia de la unidad lingüística de la ciudad letrada de Rama cuya “conciencia” era la Gramática… de Nebrija, en la escritura en español en Estados Unidos se permiten, se aceptan y se intercambian (entre los distintos grupos latinoamericanos y españoles que habitan en el archipiélago) todas las variantes dialectales y ninguna de ellas es considerara como jerárquicamente superior. Junto a ese permiso por una diversidad dialectal coexiste la ruptura o la violación de la norma, la cual es aceptada (en otras palabras, a veces se trata de un castellano que puede ser calificado de mal escrito) y en ciertas ocasiones, se establece un contacto y “contaminación” proveniente del inglés que se asume como un signo de identidad del sujeto latino/hispano en los Estados Unidos.
El desarrollo de la literatura de esta otra ciudad letrada en Chicago también está relacionado tanto al lugar que el español ocupa en una urbe donde el idioma dominante es el inglés, como con la función que posee o ha poseído el acto de escribir en español en Estados Unidos. Inicialmente, esta lengua estuvo relegada al espacio privado, al mundo de la casa y de la familia. Abundan los testimonios (y no de hace muchas décadas atrás) de niños latinos/hispanos castigados por hablar en español en las escuelas. Esto es un ejemplo que la lengua estaba bajo la prohibición de cruzar el límite del hogar, y esa ciudad inmigrante permanecía (debía permanecer según las reglas de la cultura dominante) confinada a los limites de lo privado.
En los últimos años esa tendencia se ha modificado. El español ha dejado de ser únicamente la lengua de la casa debido, en parte, por la presión de las políticas sobre el bilingüismo, y también en parte, porque las empresas han visto al latino/hispano como un sujeto de consumo (en otras palabras, hay un mercado latino y se considera que es más persuasivo acercarse a éste en nuestra lengua), y, en parte, también, debido a que el número de latinos/hispanos representa votos potenciales para los políticos de turno. En todo caso, el español ha dejado de ser una lengua circunscrita a la esfera de lo privado para transformarse en una también de dominio público.
En este proceso de transformación cabe preguntarse qué lugar ocupa el trabajo de las generaciones más recientes de escritores que realizan su trabajo en español. Este grupo de escritores, por medio de sus talleres, de sus publicaciones, de las presentaciones de sus libros, de sus recitales, han sido los pioneros en hacer que el español no estuviera restringido a la esfera de lo privado y de ampliar los confines de esta nueva ciudad letrada. Estos escritores marcaron la pauta para que el español posea también un lugar en el espacio público (así sea mínimamente en sus inicios) en Chicago. Más aún: ellos hicieron que el español tuviera un lugar en el orden de lo público no por razones de búsqueda de un mercado ni para conquistar un voto en una elección política, sino como defensa de una cultura. Si bien es cierto que en esta otra ciudad letrada la escritura puede poseer un inicio clandestino, con prácticas anónimas como el graffitti o aisladas como simplemente el colocar el nombre de una tienda o un restaurante en español, el ejercicio de la literatura en español abandona la condición del anonimato y junto con la construcción de aparatos culturales, permiten que esta otra ciudad letrada esté alcanzando una nueva jerarquía. La adquisición de esa nueva jerarquía de la escritura en español, junto a otras prácticas culturales de origen latinoamericano y español (desde del arte culinario a los salones de baile) surgidos en los barrios periféricos, implica la presencia de una cultura en el centro de Chicago. De tal modo, que no es solamente el centro el lugar que irradia cultura a las islas periféricas que constituyen el archipiélago, sino que éstas, en cierto modo, recomponen el centro de la ciudad.
Una hipótesis, tres tendencias
La literatura en español en Estados Unidos no es homogénea, ni mucho menos . En el siglo XX su complejidad se construye a partir de que es una literatura surgida de la interacción de la diversidad latinoamericana en un nuevo contexto, el estadounidense, como de la inmensidad geográfica de Estados Unidos en la que se han forjado distintos focos culturales (Miami, Nueva York, Chicago, Los Ángeles por citar nombres claves) con características específicas y entre los cuales no se ha desarrollado un intercambio ni conocimiento mutuo de manera constante.
Pese a esta dificultad para aprehender la literatura en español de Estados Unidos, quisiera proponer a manera de hipótesis, la distinción de diversas tendencias en la narrativa. La primera puede denominarse como literatura transplantada . Con este tipo de escritura me refiero a una tendencia en la que los escritores, pese a vivir fuera del país de origen, no parecen haber modificado su temática, ni su estilo, ni sus preocupaciones. Son textos que “aparentemente” podrían haber sido elaborados en Argentina, México, España, o Chile, o en cualquier otro país de habla hispana y la influencia del lugar desde donde se escribe, Estados Unidos, parece ser inexistente. Enfatizo la condición de “aparente” porque de todas maneras en estos escritores en el acto de narrar se instala una perspectiva alejada de sus sociedades de origen, lo cual hace que la visión sobre esos universos sea diferente a la de aquel autor que escribe sobre y desde América Latina o desde España . Me da la impresión –y esto no dejar de ser una hipótesis- que en estos autores el acto de escribir podría transformarse en un viaje de retorno a sus propias sociedades.
En la segunda tendencia se observa el peso (o la presencia) del nuevo lugar, de Estados Unidos, que se expresa a través de diversas formas: por medio de la nostalgia y recuerdos sobre el espacio de origen (en la primera tendencia no existe esa posibilidad), o por medio de la inserción de elementos del paisaje norteamericano (nombres de calles, descripción de ambientes, de costumbres estadounidense como la celebración de Acción de Gracias). En esta tendencia se configura un sujeto en un contexto que no es el suyo y que nunca busca indagar y profundizar en cuestiones sociales y políticas de la sociedad norteamericana. En cierto modo, dentro de esta tendencia está el concepto de sujeto viajero: un sujeto que observa las prácticas sociales del otro, a veces con admiración, a veces descalificándolas, y esas miradas en muchas ocasiones reafirman su propio lugar de origen .
En determinadas historias de esta tendencia el universo hispano de Estados Unidos es el telón de fondo de las acciones y tal configuración del espacio adquiere una jerarquía predominante en el relato. Es un telón de fondo que, aunque parezca paradójico, no se localiza “atrás” sino en la parte más evidente (y no por eso epidérmica) de la historia. El énfasis y la jerarquía que adquiere su construcción puede obedecer a distintas razones que varían desde el descubrimiento y fascinación por el nuevo territorio, las comparaciones entre éste y el lugar de origen, como también el constante intento de apropiarse del nuevo espacio a partir de la escritura. Estas posibles causas no son excluyentes entre sí. Muy por el contrario, se combinan, se alternan de manera fluida.
Finalmente, se puede distinguir una tercera tendencia de carácter transnacional cuyo rasgo principal es la construcción de un mundo y de una preocupación latina/hispana (ya no estrictamente, argentina, mexicana, o cubana, por citar ciertos ejemplos) la cual surge a partir de la experiencia en Estados Unidos. Se abandonan, por tanto, las fronteras nacionales y regionales (aunque no se borren ni desaparezcan) y se busca así reflejar un sentido de comunidad que va más allá de esos nacionalismos. Esta condición transnacional surge en la medida en que el sujeto se inserta en el nuevo territorio y, específicamente, por la diversidad e interacción de culturas de origen latinoamericano y español en Estados Unidos.
En determinados relatos de esta tendencia el universo latino/hispano no surge a partir de la representación de un telón de fondo ni por medio de los rasgos de un personaje. En estos relatos es la historia en sí misma la que expresa específicas características del mundo latino/hispano en Estados Unidos. La historia, así, está impregnada de ese mundo. Es como si los rasgos del territorio fueran integrados a los acontecimientos que se narran. La preocupación (la inquietud del narrador o del personaje) no es solo el espacio, sino lo que sucede en ese espacio y, a su vez, ese suceder está definido por la condición de ser latino/hispano.
Una inquietud permanente en los textos pertenecientes a esta tendencia es la elección de un lenguaje que pueda recrear verosímilmente el mundo representado. Esa inquietud nace a partir de la diversidad de registros lingüísticos que integran la comunidad latina/hispana. Frente a esa diversidad las opciones varían e incluso parecen ser radicalmente opuestas. Ciertos textos tratan de elaborar un universo verosímil a partir de la inserción de términos provenientes del inglés. Tal propuesta estilística implica un lector ideal bilingüe, o que al menos pueda poseer un conocimiento no solo del español sino también uno básico del inglés. En otros casos, se utiliza un lenguaje “neutro” cercano a lo que Barthes denominó como el grado cero de la escritura. A través de esta opción se pretende forjar un vínculo con todo tipo de lector, proveniente de cualquier nacionalidad, sin que surjan obstáculos ni barreras de comunicación entre el texto en sí y la capacidad lingüística del receptor para decodificarlo .
En pleno proceso de desarrollo (desarrollo paralelo a la latinización de las urbes norteamericanas), la literatura en español en Estados Unidos resulta tan compleja como diversa. Estos rasgos deben ser una fuente de estímulo para que la crítica proponga nuevos análisis tanto panorámicos como sobre específicos textos. La páginas anteriores son una aproximación inicial a este complejo corpus con la expectativa que futuras investigaciones lo aborden con mayor detenimiento.
NOTAS
[1] La actuales antologías panorámicas de la literatura latinoamericana se inician con textos de las culturas pre-colombinas, como por ejemplo, la realizada por Raquel Chang-Rodríguez y Malva E. Filer Voces de Hispanoamérica. Antología literaria (Boston, MA: Heinle, 2004).
[2] Antonio Cornejo Polar. Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andina (Lima: Editorial Horizonte) 13-14.
[3] Luis Leal y Manuel M. Martín Rodríguez proponen que la literatura chicana debería ser parte de la literatura latinoamericana. “Chicano Literature”, The Cambridge History of Latin American Literature, vol. II, edits. Roberto González Echeverría y Enrique Pupo-Walker (Cambrige: Cambrigde University Press, 1996).
[4] Al respecto véase Manuel A. Martín Rodríguez, “’Por herencia una red de agujeros’: hacia una historia cultural de la literatura chicana”, La palabra y el hombre, 124 (2002): 13-17.
[5] Friedhelm Schimidt. “¿Literaturas heterogéneas o literaturas de transculturación?”, Asedios a la heterogeneidad cultural, edits. José Antonio Mazzotti y U. Juan Zevallos (Filadelfia: Asociación Internacional de Peruanistas, 1996) 41.
[6] Ibid., 41-43.
[7] Antonio Cornejo Polar. Literatura y sociedad en el Perú: la novela indigenista (Lima: Lasontay, 1980) 60.
[8] Antonio Cornejo Polar, “El indigenismo y las literaturas heterogéneas: su doble estatuto socio-cultural”, Revista de crítica literaria latinoamericana 7-8 (1978): 17.
[9] Schidmidt, “¿Literaturas heterogéneas o literaturas de trasnculturación?”, 43.
[10] Raúl Bueno. Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura latinoamericana (Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2004) 50-54.
[11] Cornejo Polar, “El indigenismo y las literaturas heterogéneas: su doble estatuto socio-cultural”, 13-14.
[12] Roman Jakobson. Ensayos de lingüística general, trads. Josep M. Pujol y Jem Cabanes (México: Editorial Artemisa, 1986) 352.
[13] Karl Bühler. Teoría del lenguaje, trad. Julián Marías (Madrid: Revista de Occidente, 1950) 41. A estas tres funciones, Jaksobson agregó la función contacto (o fática en términos de Malinowski), que busca cerciorarse que el canal de comunicación funciona; la función metalingüística, cuando el destinador y/o el destinatario quieren confirmar que están usando el mismo código; y la función poética. Ensayos de lingüística general, 352-60.
[14] Ibid., 37.
[15] Ángel Rama. La ciudad letrada (Hanover, NH: Ediciones del Norte, 1984) 41.
[16] Ibid., 41-46.
[17] Ibid., 49.
[18] Ibid., 45-46.
[19] Bueno, Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura latinoamericana, 63.
[20] Raúl Bueno, sin analizar el fenómeno norteamericano, se ha referido a una ciudad inmigrante. Promesa y descontento de la modernidad. Estudios literarios y culturales en América Latina, 221-224.
[21] Cabe agregar que, en términos generales, la práctica del inglés con “acento extranjero” queda fuera de la alta jerarquía social. Rossina Lippi-Greeen. English with an accent: language, ideology, and discrimination (London; New York: Routledge, 1997).
[22] Chicago, a diferencia de una urbe como Los Ángeles, conserva un centro vital con actividades de diverso orden -económico, político, cultural, religioso-, en el que se ubican la municipalidad, la catedral, la corte, en la que existe una arteria principal como la Avenida Michigan llamada ”the Miracle Mile”, y en el que se llevan las celebraciones más importantes, como el desfile del día de la Independencia Norteamericana.
[23] Zevallos forja el término de “Andean Cultural Archipelago” a partir de las propuestas teóricas de Cornejo Polar, Murray y Wise. Para Zevallos el término archipiélago cultural posee un gran potencial epistemológico y carece de contaminación política e ideológica. Ulises Juan Zevallos Aguilar. “Mapping the Andean Cultural Archipelago in the United States”. The Other Latino. Central and South American in the United States, edits. José Luiz Falconi y José Antonio Mazzoti (Cambridge, MA: Harvard University, 2007) 131.
[24] Ibid., 132-35.
[25] Fernando Olszanski define la narrativa en español en Estados Unidos como literatura de destierro que difiere de la literatura chicana por razones lingüísticas y temáticas. Prefacio a Trasfondos. Antología de la narrativa en español del medio oeste norteamericano, eds. Fernando Olszanski y José A. Castro Urioste (Chicago: Ars Communis Editorial, 2014) 2-3. John Barry enfatiza la diversidad, en distintos aspectos, de la narrativa en español de Chicago. “Persistencia de la memoria: prosa en español desde Chicago”, Pie de página 2 (2004):56.
[26] Tomo el término, con cierta libertad, de Darcy Ribeyro. Teoría del Brasil (México: Siglo XXI, 1975).
[27] Refiriéndose a los escritores latinoamericanos que llegan a Estados Unidos, Eduardo González Viaña ha indicado: “Es igualmente posible que se cambie de perspectiva cuando se escribe sobre la añorada lejanía asumiendo un punto de visión distante, y por ende, más independiente”. Prefacio a Cruce de fronteras. Antología de escritores iberoamericano en Estados Unidos, comp. Eduardo González Viaña, (Axiara Editions/Sub Urbano) 9.
[28] Raúl Bueno. Promesa y descontento de la modernidad. Estudios literarios y culturales en América Latina (Lima: Universidad Ricardo Palma, 2004) 160.
[29] Al respecto, Eduardo González Viaña considera que “la necesidad [del escritor de habla hipana que radica en Estados Unidos] de comunicarse con un público que sobrepasa los bordes lingüísticos de su nacionalidad de origen puede aconsejarle que omita localismos y se exprese en un castellano más estándar”. Prefacio a Cruce de fronteras. Antología de escritores iberoamericanos en Estados Unidos, 9.
Peruano nacido en Montevideo, Uruguay. Obtuvo el bachillerato en Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y egresó en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Lima. Posteriormente, se doctoró en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Pittsburgh. Es discípulo de Antonio Cornejo Polar.
Ha publicado A la orilla del mundo (teatro), Aún viven las manos de Santiago Berríos (noveleta), Ceviche en Pittsburgh (teatro), ¿Y tú qué has hecho? (novela), De Doña Bárbara al neoliberalismo: escritura y modernidad en América Latina (crítica literaria), Hechizo (cuento). Es coeditor de los volúmenes: Dramaturgia peruana, América nuestra y Trasfondos. Ha sido dos veces finalista en el concurso Letras de Oro y finalista en el Premio de Novela organizado por el diario La Nación- Editorial Sudamericana (Buenos Aires, Argentina) con la novela Historias de arena. En aquella ocasión los miembros del jurado fueron Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez y Griselda Gambaro. Esta misma versión fue también finalista en el premio de novela organizado por el diario El Comercio en Lima.
En 2016 recibió el Oustanding Scholarship Award en Purdue University Northwest. Parte de su obra se ha publicado también en inglés e italiano, relizando presentaciones en la Feria Internacional del Libro de Torino y en el Instituto Cervantes de Milán. Sus obras de teatro se han producido en Argentina, Estados Unidos, Perú y Uruguay.