Cuerpo fragmentado: exploraciones poéticas de la memoria y el dolor
5 agosto, 2024
Cuerpo fragmentado del poeta nicaragüense Missael Duarte Somoza irrumpe la escena poética latinoamericana, llega en un momento crítico para su país, puesto que la vida democrática nacional se ha visto resquebrajada por el mandato de Daniel Ortega: “Las imágenes del pasado vuelven a esta tierra de tránsito”. Escribe el autor. En tal sentido, el poemario es una buena oportunidad para mirar las grandes tragedias del pasado con el fin de reflexionarlas en nuestro convulso presente.
Cuerpo fragmentado consiste en un largo poema de carácter narrativo y forma fragmentaria, en sus versos y prosas Duarte Somoza nos invita a adentrarnos en un viaje poético donde accedemos a cuatro ejes principales, todos ellos atados al tema del cuerpo: la historia, la violencia, lo femenino y las indagaciones del yo poético. De esta manera, desde las primeras páginas del poemario nos vemos cara a cara con la muerte: se conecta la masacre ocurrida en la Avenida Roosevelt (Managua) con el asesinato masivo de estudiantes en La Plaza de las Tres Culturas (Ciudad de México):
En vos también se siente otro dolor cercano
de aquel octubre en la Plaza de las Tres Culturas,
cuando las bengalas encendieron
la noche de la sangre.
—¡No corran compañeros,
no corran son de salva!…
el son de muerte de las ametralladoras
hizo la noche de gritos sangre muerte…
Estos eventos, aunque separados por el espacio, están unidos por la brutalidad de los estados opresores que buscan silenciar la disidencia mediante la violencia. Los estudiantes muertos, los gritos, y los zapatos abandonados de las víctimas son imágenes recurrentes que Duarte Somoza utiliza para recordar estos horrores.
Las referencias históricas revelan dos grandes verdades respecto al poder de la palabra que lleva la poesía y su fuerza evocadora. La primera dice: donde la piedra y las palabras / su libertad han defendido, y la segunda: Pero la sangre no se limpia nunca / porque gotea en los archivos de la historia. En el primer fragmento la palabra aparece relacionada con la libertad, puesto que el conocimiento de la verdad, o bien, el conocimiento de los pormenores políticos y sociales de nuestra realidad posibilita al ser humano el ser dueño de su propio destino. El segundo, por su parte, nos recuerda que el poder ha intentado censurar la historia en no pocas ocasiones, pero es el conocimiento el que ha destapado la verdad de los hechos.
Me gusta pensar que en estos fragmentos que he citado todavía late la poesía comprometida del también nicaragüense Ernesto Cardenal. En su poema sobre Joaquín Pasos decía:
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.
Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor, y los decretos.
En este contexto de violencia, Duarte Somoza introduce desde el aparato posmoderno el concepto de lo fragmentario, el cual rompe con las formas tradicionales y canonizadas del mundo moderno. El posmodernismo, con su énfasis en la fragmentación y la deconstrucción, proporciona un marco adecuado para entender el desmembramiento del cuerpo humano y, con ello, la identidad. En el poemario se expresa: Yo que tengo el cuerpo desmembrado—en mí ya casi nada funciona—de mí la memoria quieren borrar, pero yo guardo los ojos que lloran en las esquinas. Esta descripción de un cuerpo desmembrado refleja no solo el daño físico, sino también el trauma psicológico y la desintegración del yo individual.
La idea de cuerpo fragmentado también se relaciona con la pérdida de identidad, ya sea de un inmigrante que ha abandonado su país o de una persona que ha perdido su hogar y familia debido a la violencia. Duarte Somoza escribe: He visto entre latas azules dos cuerpos flotando unidos con el último abrazo de vida, que será el abrazo de la muerte regresando a casa.
Hacia la mitad del libro el poema cambia su temática, más bien cambia el punto de vista. Ahora lo que ocupa la silla de reflexión no es la violencia del mundo, sino lo mítico. Como lectores, valoramos el concepto de cuerpo a través de su cuestión arquetípica. También esta es una mirada crítica a la idea de cuerpo en la actualidad: el cuerpo como unidad atemporal. A modo de poiesis Duarte Somoza escribe:
Y yo vuelvo al poema
a la emoción
al silencio nocturno
que desvela otros planos de la realidad.
Vuelvo al tiempo
que era, que es, que será,
regreso a los signos olvidados,
al laberinto de palabras,
al silencio de la página inconclusa.
Octavio Paz en El arco y la lira hablaba sobre la relación entre poesía y mito. Ambos comparten un tiempo cero, es decir, sus relatos convocan un no-tiempo, un tiempo que fue, es y será. Ambos, además, contienen fuertes cargas simbólicas que trascienden y moldean la memoria colectiva. Así nos lo deja ver el autor en su descripción de una visita a unas ruinas: tiempo sobre tiempo / donde sentí que nada fluye /donde sentí que todo es. Estos tres versos fácilmente podrían pasar por una buena descripción de qué es la poesía. Lo mítico agarra cuerpo al ir avanzando en el libro y se transforma en mujer. Allí es cuando brota una elipsis que nos hace recorrer la historia de las mujeres, una de cuerpos rotos e identidades perdidas:
Una mujer rasgada,
tristeza de siglos con dolor profundo andando,
cerrada puerta de vida,
de color y trazos de lápiz.
¿Quién será, quién es, quién fue?
—María, Eloísa, Perséfone, Hipatia de Alejandría…
—Nunca lo sabremos con certeza. Porque
la vergüenza escondió su rostro
entre sus brazos.
Pero el cuerpo, sobre todo el femenino, ha sido objeto de erotismo desde hace miles de años. Los primeros mitos de la humanidad y esculturas son en torno a este. El autor describe dicho cuerpo femenino en el acto sexual, en otro fragmento lo compara con una sombra y con un árbol; en todo momento el cuerpo poético que dibuja el autor es acompañado por imágenes que la poesía ha frecuentado desde las primeras formas literarias. No es ciertamente el lugar común y su espacio de confort para el mal poeta, sino su giro de tuerca, su actualización en el mundo contemporáneo.
Esta vinculación del cuerpo femenino con lo erótico repara el cuerpo que páginas atrás la violencia de la historia hizo añicos. Por supuesto, el cuerpo femenino, unido al mascuilino, repara el mundo roto por medio de la concepción, reinicia el paraíso que se volvió infierno. Escribe Duarte Somoza: Cerró nuevamente los ojos, y vio la muerte y la vida, entre él y ella: brújula y mapa en la Tierra. En Piedra de sol Octavio Paz había llegado a conclusiones similares: el mundo nace cuando dos se besan.
Hacia el final del poema Cuerpo fragmentado se transforma en una suerte de monólogo interior del autor. Hasta ahora hemos pasado por dos momentos: el cuerpo violentado y el cuerpo erótico; ahora el autor transita, cual Orfeo, en su propia historia e identidad:
Disfruté de la luz
caminé y caminé,
no tuve la gracia de los dioses,
viví con una mujer sola y enferma
e intenté que fueran mis cuadros los que hablaran
por mí.
Tras esta identificación del yo poético con su historia, sobreviene el desenlace. Ahora el poeta se reconoce como víctima de la historia y de las tiranías. Su voz toma la forma del cuerpo roto de miles de personas: ahora es sangre confundida con colores, archivo forense que la historia indagará y guardará en las oscuras cajas de los expedientes en las oficinas gubernamentales.
Mis ojos son dos sombras huecas
y mi boca petrificada tiene gestos de muerte.
Aquí estoy entre el amarillo y el rojo—
mis brazos ya sin piel y sangre
sostienen la riqueza ajena de las uvas…
Mi cuerpo es un archivo
que los forenses descuartizarán—
diferente al otro de la publicidad—
cuerpo envenenado bajo los días de sol—
SUN MAD
me llamarán en los expedientes judiciales.
Mérida, Yucatán, México, 1986.
Maestro en Creación Literaria por la Universidad de Texas en El Paso. Premio Nacional de poesía Rosario Castellanos (2009), Premio Estatal de la Juventud en Artes (2015) y Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco 2020. Ha sido Becario del PECDA (2009), University Grant (2013- 2016), Fundación para las Letras Mexicanas (2016-2018), y del FONCA Jóvenes creadores en dos ocasiones. Es Autor de los poemarios Muerte de Catulo, La luz que no se cumple, Derrota de mar, Tal vez el crecimiento de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden hablarnos, y La tradición del viaje a solas, que es una antología de su obra publicada hasta el 2020. Como antólogo fue coautor del libro Casi una isla: Nueve poetas yucatecos nacidos en la década de los ochenta. Actualmente es editor de poesía en la revista Carátula y docente en el área de creación literaria del Centro Estatal de Bellas Artes.