D. Juan de los Manjares: deleites, crímenes, mujeres y amores
1 agosto, 2013
El repaso al territorio erótico desplegado al D. Juan de los manjares, novela del costarricense Rafael Ángel Herra, es detallado –más bien desmenuzado- por Amalia Chaverri, en una lectura profunda, de plenitud sinestésica que conduce al lector a su descubrimiento, justo con los ingredientes que aderezan el encuentro con el alboroto de los sentidos.
I. Introducción
El escritor costarricense Rafael Ángel Herra sorprende a los lectores con su nueva novela titulada D. Juan de los manjares, ganadora del premio Ancora del año 2012. Sorprende, porque lo que conocíamos del escritor desde sus inicios en el terreno de lo ficcional, era una propuesta estética ligada a mundos imaginarios, figuras mitológicas, espacios fantásticos, monstruos, etc. todo lo cual quedó plasmado en sus dos libros de cuentos publicados en 1983, en su primera novela La guerra prodigiosa (1986) y luego en El genio de la botella (1990) y Viaje al reino de los deseos (1992), también novelas. Toda esta producción estuvo marcada por un alejamiento de la tradición realista de fuerte arraigo en el medio costarricense. Si bien en D. Juan de los manjares hay un alejamiento de lo anterior, sí permanecen, reelaborados e insertos en otras coordenada psicosociales, tres rasgos (u obsesiones) que han estado presentes siempre en su mundo literario ya mencionado: el recurso de la intertextualidad postmoderna , el tratamiento de los límites ficción /realidad, y su preocupación por el estilo, como condición esencial de una buena literatura.
Se trata de una novela cercana al género detectivesco o policíaco. Su estructura consta de capítulos sin secuencia temática ni cronológica, de tamaños variables y encabezados con ingeniosos títulos internos. Es reto del lector: desentrañar el argumento, formado por el entrelace de tres historias.
a. Una historia detectivesca cuyo personaje principal es Diana, astuta investigadora que aparece desde el primer capítulo.
b. La historia de D. Juan y sus cinco mujeres/manjares/amores, y de otras tres mujeres con característica diferentes a las anteriores, a quienes el lector descubrirá en el camino. Juan trabaja en Publiserv, una agencia de publicidad, donde a su vez se inserta la historia de Flor Salvaje, joven inexperta “construida” para ser modelo de lencería femenina, como producto de consumo y como parte importante de la primera historia.
c. La historia de Los Miserables, amigotes de Juan que se reúnen todos los viernes en un bar.
La interactividad entre estas historias construye la polifonía de voces que conforman el argumento.
II Desarrollo
a.- Intertexto
Es de rigor que el título de la novela nos “obligue” a comenzar por este primer intertexto: el apasionante mito de don Juan. Siguiendo el Diccionnaire des Mythes Littéraires, dirigido por Pr. P. Brunel (Editiones du Rocher), don Juan –por su personalidad– ha sido una de las figuras más elaboradas de la literatura occidental. El constante cambio de espacios, entornos y épocas históricas donde este mítico personaje lleva a cabo sus aventuras (y que no tiene comparación con otros personajes de la literatura occidental) ha motivado que para Brunel: “La aventura donjuanesca refleja los cambios ideológicos de cada época”.
Este personaje ha recorrido la literatura occidental desde su consolidación en El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, en 1630 . En adelante el mito ha continuado en variedad de propuestas literarias: Don Juan, de Molière (1665); Don Giovanni, de Mozart (1787) una de las cumbres de la ópera universal; La infancia de Don Juan, La elección de Don Juan, de Rilke; Don Juan aux Enfers, de Baudelaire; Lord Byron con uno de los poemas más extensos y famoso sobre Don Juan; Les Ames du Purgatoire, de Mérimée (1834); Don Juan Tenorio de José Zorrilla (1844); La vie voluptueuse de Don Juan, de Roger Fairelle (1973); hasta llegar a Carlos Fuentes en Terra nostra, publicada en 1977.
Tal y como se adelantó, cambian los escenarios y los acontecimientos, pero la “personalidad” de don Juan, el conquistador de mujeres por antonomasia, se mantiene en el tiempo. Conocemos muchos don Juanes, con sus pintorescas “transformaciones”. Curiosamente, ni don Quijote ni Dulcinea, personajes entrañables de la literatura occidental, se han movido con tanta facilidad –o nunca– de su entorno originario, ni han realizado aventuras en otros mundos.
Pues bien, D. Juan –el costarricense, escrito así: D. Juan– lleva a cabo su don de seductor en una sui generis cadena de aventuras cuyo vector es su conocimiento gastronómico, razón por la cual sus amigotes de los viernes lo llamaron D. Juan de los manjares.
b.- Voyeur: narradores, lectores y personajes
La innovación y gran aporte del escritor es la presencia y desarrollo de la figura del voyeur, poco o no tratada con anterioridad en nuestra literatura. En el segundo capítulo, titulado El Mirón (“voyeur” en francés y “samueleador” en español costarricense), el narrador se presenta, él mismo, como el voyeur que poco a poco irá construyendo la historia mirando por el hueco de la cerradura. A pesar de que conoce la pequeñez del orificio por el que mirará sabe que: “la vaguedad se irá superando conforme avancen las historias y pueda el voyeur inventar en su imaginación lo que ignora sobre los personajes”.
Sin embargo, este voyeur/narrador no asume su responsabilidad sin compañía, por lo que invita al lector a que sea su cómplice asomándose con él por el hueco de la cerradura; es cuando le dice: “en el instante de leer el primer párrafo, te convertiste en mirón”. Narrador y lector son ahora voyeurs. Esta invitación del narrador al lector implica un rasgo de complicidad y familiaridad entre ellos, ya que el narrador le hace constantes llamados de atención: “desocupado mirón” u “ocupado mirón”. Este obsesivo llamado al lector implica que sin ambas miradas la historia no se daría: “Sigamos nuestro viaje, querido lector, pues no es sabio ni cosa de rutina bajarse del tren en marcha”.
Otra intromisión que permite el narrador/mirón es que da la palabra a alguno de los personajes –en uno caso a Diana y en otro a Flor Salvaje– a quienes convierte a la vez en narradores, o sea, en sujetos de la enunciación. Dice Diana: “Ignoro si el narrador volverá a invitarme a escribir un nuevo capítulo de su relato. Lo que sí sé es que no podré aceptar semejante atropello. No soy mujer fácil”.
Sin embargo, el proceso continúa pues el narrador/voyeur no soporta estar “fuera” del tema de los crímenes y fingiéndose “autor del texto” participa “físicamente” también en la narración, opinando inclusive sobre acusaciones e involucrándose en las pesquisas. Este juego se intensifica aún más cuando Pedro Blablablá “se sale” de la diégesis, para convertirse en un voyeurmásy asumir también el derecho de opinar sobre los sucesos de la historia.
Esta conjunción narrador/voyeur, lector/voyeur, personajes, autores camuflados conforman el fenómeno del voyeurismoque, llegado a este punto, implica una propuesta sobre el carácter de la literatura cuando dice: “se leen novelas por voyeurismo”.“Sin el hueco de la cerradura y sin ojos que miren, la novela es imposible”. “Lo repito no sin vergüenza: la literatura es el ojo de la cerradura: por ella, el mirón agazapado en el alma de todo lector echa miradas a la intimidad, al otro lado de la puerta”. No en vano uno de los capítulos se titula “La literatura es el ojo de la cerradura”.
Este enjambre de relaciones entre narradores, personajes que salen del texto, lectores, un narrador camuflado de autor, etc., son el soporte que enlaza, en una polifonía de voces, las tres historias que componen el texto. Es también una propuesta que afianza la relación sujeto y objeto creativo así como los difusos límites entre realidad y ficción, ya mencionadas, como obsesiones del escritor.
c.- D. Juan: seductor compulsivo
D. Juan aprendió a interesarse por la comida y sus delicias desde niño; su hábitat natural fueron los mercados. En ese espacio tuvo contacto con vendedoras jóvenes y bellas, adultas experimentadas y viejas sabias. Ahí se despertó su pasión por todo lo que se comercializaba: carnes, pescados, longanizas, frijoles, arroz y todo tipo de verduras y frutas. Se convirtió en experto en sus sabores, olores, consistencia, textura, colores, tamaños, hasta llegar a ver a las mujeres inseparables de los alimentos del mercado: “Tres langostas se resisten a morir en agua hirviendo, te miran, Juan, las langostas te miran desde el caldero con sus ojillos de antena, hay ojos por todas partes, Juan, hasta que te ves acariciando texturas milagrosas: te gustan los mangos, las manzanas de agua despiden aromas a mujer recién bañada. Una joven te guiña el ojo, sonríe con dientes de yuca, piel de camote, rizomas despeinados en la cabeza, y desde su vasto desperdicio de uvas rojas te embriaga con los ojos húmedos mientras pasas a su lado, le brilla el carmín en las mejillas, tiene uñas de ajo, agua de coco en los labios, te ofrece un guiso preparado con pescado y tubérculos”. Y más adelante:“Juan, el seductor, parece condenado a muerte en vida y a la resurrección de la carne cuando se abrace al cuerpo de los bellos sabores”.
Fue ese el ámbito donde, durante su juventud y temprana madurez recibió las experiencias que encauzaron su forma de ver a las mujeres y su deseo de amor y conquista dentro del inseparable binomio amor/gastronomía. Dice el texto:
“La vida amorosa, la única que cuenta a sus ojos, dio bien sus primeros pasos; o mal, según el punto de vista. Entre vecinas generosas, verduras, chorizos y tumultos callejeros, D. Juan de los manjares tuvo una revelación […] Hubo amores, amoríos, lascivia, puñetazos sobre la mesa, pero también ocurrió algo excepcional desde el principio: cada experiencia tuvo un gusto y ese gusto dejó marcas irrefrenables en su fantasía. El amor se combinaba con sabores definidos: el pescado, los duraznos o el jugo que le echaron a la cara un día frío. La imaginación no conoció límites”.
Esta situación provocó, ya siendo adulto, una insoportable envidia de parte de Los Miserables, sus compañeros de bar: “Las mujeres lo perseguían, las magnetizaba quién sabe por qué mágicas razones; y él, desde niño, las buscaba con avidez para entregarse a sensaciones turbulentas que nacían en el paladar.”
En adelante su iniciación en esta vida como macho seductor no tuvo quiebre alguno: “Una vez más lo confirmó: [Juan] buscaba a las mujeres por el sabor”; o por su gusto o relación con aromas y demás artes culinarias. El amor le entra por el sabor o por el solo pensamiento del secreto que guarda algún sabor desconocido.
d.- Mujeres y onomástica
La onomástica de las mujeres/manjares de Juan, diosas de sus deseos es la siguiente: Lucila, Dalila, Marilis, Alas de Mariposa, Piel Canela, Flor Salvaje, etc. Tan variados y sugerentes como sus nombres, son sus modelos de belleza, atributos, arrebatos, personalidades, desplantes, intereses gastronómicos personalizados, con los cuales juegan, provocan o ponen a prueba al macho seductor. Solamente una mujer, cuyo nombre es Dulce, es solidaria y fiel a D. Juan. El lector la conocerá en su momento cuando se asome por el hueco de la cerradura.
En la descripción de estos encuentros de Juan, impregnados por el binomio amor/sabor, el texto alcanza su gran calidad estilística, llena de ingeniosas metáforas, símiles y tropos alusivos al mundo sibarita y refinado de la gastronomía y su relación sabores/erotismo. Es un lenguaje intachable, lleno de un erotismo sutil, pícaro, suspicaz, fino, licencioso a ratos, pero sin ordinariez alguna, justificado y balanceado, que deja una impresión grata y emocional y hace vibrar dulcemente al lector/, sin grosería ni descortesía. Incluye también ambientes, sensaciones y pasiones que enloquecen a D. Juan durante el tiempo que maduran sus conquistas El carácter connotativo y plurisignificativo de la literatura juega aquí un papel preponderante como un más allá de la simple narración. No en vano uno de los capítulos se titula: “Los sabores son la lengua con que habla la realidad”.
Veamos algunos fragmentos.
Dalila. “La casualidad los juntó en la calle. Y fue irrepetible —a la manera de los relatos cursis—. Dalila llegó a su vida con el crepúsculo y le desató la gula”. Descripción de una cena juntos: “Tiempo vendrá luego para celebrar el cordero asado y, a última hora, sintiendo una agitación precipitada en el pecho, el soufflé de frambuesas que debe estar a punto, crecer en el momento oportuno y hundirse a gritos en el cuerpo con la gloria de un sorbo de champán”.
Lucila. “Lucila moraba en su carne”, dice el narrador, quien la encontró en una biblioteca en espacio de libros de cocina: “Apareció sin desearla pero apenas la vio, la quiso y la deseó. La pasión estalló en una de esas librerías sin vida y con rostro de perfumería de aeropuerto que hay en San José. Se encontraron junto a los libros de cocina. Viéndola pasar las páginas, Juan se extravió en sus fantasías. Lucila fue un milagro pecador”. […] Su encuentro alimentaba los gustos de cada cual. ¿Por qué no había de imaginarse la cocina perfecta? “La carne está a punto, el aceite bulle, hace falta un poco de sal y pimienta, tal vez salvia fresca, no mucha, para matizar el efecto. Pero ¿por qué atarse a una sola receta si siempre se pueden lograr composiciones novedosas? La cocina es el lugar de los dioses si el deseo crepita y flotan los aromas del placer sobre la carne”. Lucila lo había derrotado en su disparatada compota de manzanas y miel. “Las citas de amor se transformaron en un guiso a fuego moderado […] Su relación se iba macerando poco a poco, piel de cebolla entre los labios, hasta alborear el día donde el mejor sufflé se desvanece”.
Alas de Mariposa. Juan la conoció en un supermercado. “Desde que Alas de Mariposa entró en sus fantasías tras un carrillo de supermercado, se quedó con el delirio a cuestas”. El seductor cayó seducido por un tatuaje en el hombro y así la bautizó. Gracias a su olfato de cazador, la siguió por días y llenándose de elucubraciones, pensamientos y ensoñaciones. Juan se obsesiona con ella: “Se representó el gusto del melocotón, la piel adornada por finos vellos licenciosos, el jugo derramado en los labios, la carne dulce y resistente de las naranjas, las granadas”. “La vida se le fundió con mantequilla al fuego”.
Lo que no supo D. Juan es que Alas de Mariposa sabía de sus andanzas. Alas de mariposa conocía muy bien a D. J. de los manjares y tenía noticias fidedignas sobre sus vaivenes amorosos. […] Ante el macho implacable, no quiso agregarse a una lista incierta de colección de caza”. Dice al final: “La presa gira sobre los talones y se desentiende del cazador. Así fue la cacería. El animal está triste. El animal se relame las heridas de un juego insensato. Alas de Mariposa lo mandó al carajo”.
Juan se consuela con fantasías sobre Alas de Mariposa: “Ya que no pudo saborear la presa, se entregó a la depredación imaginaria de mariposas con cuerpo femenino. […] Bicho depredador, Juan debía seguir un hilo de hormonas… pero cuidado, todavía no, primero hay que quedarse al acecho, perforando las distancia con miradas de águila, salivando, anticipando el instante del zarpazo benefactor”.
Marilis. “El mar es algo extraño y personal. Juan y Marilis”. “A su paso los cangrejos se hunden en la arena. […] Para esa noche se prometieron degustar el mar salado, tender la mesa sobre la aguas y absorber las pasiones marinas […] y ese descenso al fondo de las aguas tibias a buscar pequeños animales del placer, húmedos e irreverentes”.
Piel Canela. “Piel Canela era una despensa de delicias ocultas”. “Tenía piel café canela, grandes ojos claros y labios de pulpa tierna que convidaban a los antojos del mundo. La voz era un libro de cocina: dulce, ácida, picante, albergue de las especias terrestres”. “Piel Canela ofreció siempre un sí que nunca fue sí”.
Mucho se ha caracterizado a D. Juan como personaje corrupto, sin escrúpulos y perverso; D. Juan de los manjares es, sin duda, un seductor/conquistador. Pero D. Juan no seduce con vulgaridad, violencia u ordinariez. En ocasiones, a pesar de su elegancia innata, es –paradójicamente– tímido y muchas veces, por su ansiedad y desenfreno, actúa con torpeza y fracasa. D. Juan de los manjares no es agresor .
Los Miserables
Se trata de un grupo de amigotes de D. Juan que se reúnen todos los viernes en un bar de San José y donde destaca la figura de Pedro Blablablá. Esta historia, o historias, con Pedro y Juan como líderes, es el contrapunto de la historia de los amores de Juan a los que nos hemos referido.
La historia de Los Miserables es también una gran metáfora/mural de la vida de San José, descrita –y vivida– durante los viernes en los bares de la ciudad. Es el lugar por antonomasia donde van a despotricar y a hacer catarsis los hombres tristes, decepcionados, furiosos, descontentos, desencantados, frustrados. Sus temas son la corrupción, degeneración de la sociedad, pasiones desbocadas, programas porno de televisión, los desmanes políticos, las estrategias del fútbol y todo lo imaginable. Es el lugar donde se desatan las envidias, los enconos, las mentiras y los odios, entre ellos, con los “otros” y con la sociedad.
Cada uno de estos bares de segunda están, como es propio, “hediondos a guaro”, a “orines” a sudores, así como a fritangas, grasas recocidas, con música de fondo que no es otra cosa que un televisor desbocado al máximo de su volumen que no cesa un segundo y cuyos programas no son otra cosa más que basura. Esos encuentros semanales de Los Miserables que se alimentan de las frustraciones propias y ajenas, son momento de catarsis para sobrevivir la semana. Asistir a estos antros, es la otra faceta de D. Juan de los manjares, pues solo en ocasiones muy especiales puede faltar a esos encuentros.
f. Contrapuntos
Llegados a este paso por el tema de Los Miserables es imperativo destacar, como parte esencial del valor de la novela, el contrapunto entre ambos ambientes: el erótico/gastronómico y el escatológico/mundano del hábitat de Los Miserables. Es en este contrapunto donde el escritor muestra toda su habilidad para dar, con calidad, ingenio y asombro al lector/voyeur, la polifonía de voces que es el texto. El narrador va de un lado a otro de estos contextos con gran facilidad, destreza y dominio de los espacios culturales que cada grupo representa.
El lenguaje de Los Miserables es rudo, soez, pachuco (dicho en jerga costarricense), cochino, desagradable, agresor, machista, grotesco y mordaz, donde subyacen la tragedia, los pesares, los dolores y frustraciones que reflejan las condiciones y experiencias vivenciales de los personales. Ellos, Los Miserables, son el reflejo de una parte de nuestra sociedad.
Haciendo fuerte contrapunto, está el espacio amoroso, erótico y delicado del amor. El narrador va intercalando capítulos, e inclusive fragmentos, dentro de los capítulos para dar esta fuerte tensión entre espacios tan disímiles. Veamos unos ejemplos, intercalando citas tomadas del texto.
Dicen Los Miserables: “al país se lo lleva la puta madre que lo parió y nos tienen chupándonos el dedo, hoy sólo vale un mandamiento: ganá vos y que el otro se joda. ¿Qué me dicen, señores? No hay derecho, no, no y no, aquí te matan por robarte un condón usado, pero el país se subasta por nada”. “Nadie mueve un dedo, nadie, ni la puta madre que te parió, así es este país, antes no, pero ahora sí cabrón, ya no sabemos qué hacer con tanto corrupto que va y viene”.
Se dice en el mundo erótico de Juan: “Lucila, quiero hundir la lengua, extraviar los labios en la pulpa húmeda, sentir que el cuerpo se entrega para abrir las semillas del deseo. Amémonos, Lucila, gocemos los manjares esta noche. ¿Puedo hablarte al oído y seguir recreándote en las yemas de los dedos?”
Dicen Los Miserables: “a quién putas le preocupa que te aplaste un camión, las instituciones se están hundiendo, ya nos cagamos en los ríos, nos estamos cagando en los bosques y en las playas, los incapaces que nos gobiernan sólo llegan a consolar su narcisismo, nos dan sopa con el dedo…”
Se dice en el mundo erótico de Juan: “Hoy te enseñaré mis invenciones, te invito a escanciar los misterios de la lengua si te rozo los pezones con labios inocentes, quiero entrar en tu carne de país sin límite, Lucila, vivamos el tiempo a la inversa, ah tu regazo tibio”.
Dicen Los Miserables: “A mi vecina el marido le rompió el alma y carajeó a los mocosos porque perdió Heredia, puta vida, en este país los lunes aumenta el desmadre familiar; y todo por nuestro fútbol de ahí te paso la bola a ver si llega”.
Se dice en el mundo erótico de Juan: “Alas de Mariposa. Llegó la hora. Hoy festejan los seres carnales. Por la ventana se filtran vagos relumbres, iluminando curvas desnudas. Los cuerpos distendidos reposan en la penumbra sobre un naufragio de sábanas blancas. Alas de Mariposa tiene los cabellos sueltos, en llamas. Tiemblan las velas sobre la mesa de noche. Un estremecimiento me recorre la espalda mientras te robo la piel con las yemas de los dedos y refreno el deseo. Me inclino un poco más y te beso el cuello, deslizando los labios por la nuca. Desciendo por los hombros, dispuesto a recorrer tu desnudez. Después te acaricio la cintura. […] Es la hora santa del gozo. Hemos retornado al edén, navego con los labios sobre tus gemidos.”
III.- Comentarios finales
Mucho queda por decir, pero siempre se ha de llegar a un final. Recordemos la cita de Brunel expresada al inicio: “cada aventura de cada Don Juan representaba la ideología de una época”. La novela en estudio, D. Juan de los manjares se hace eco de lo anterior al ofrecer el mural de visiones de mundo de nuestra la sociedad, polifónicamente ensamblado en las tres historias narradas.
Aplicando la afirmación de Brunel a muchos de los contenidos de esta novela, encontramos una feroz crítica al poder político, a los fanatismos, a la corrupción, al consumismo, todo en el marco de la globalización. También trata sobre el desarrollo y descripción del ambiente urbano: sus bares, calles, carreteras, tráfico desordenado, desesperado e insolente; escondrijos, basura en cantidades astronómicas, la desmesura del desorden, la desobediencia y el irrespeto a la autoridad. Un tema clave es la figura de Flor Salvaje, inserta en el mundo de la trata de personas y muestra de la “construcción” de una modelo para exhibir lencería, como estímulo al consumo.
Se trata de un texto construido con cuidadoso y nítido lenguaje, con uso equilibrado de las técnicas modernas, con innovaciones propias de las nuevas tendencias de la literatura costarricense. Todo ello es muestra de la larga experiencia del escritor en las letras. Invito a los lectores a buscar el desenlace inesperado, a convertirse en voyeursasomándose por el ojo de la cerradura. Les agradará participar de este “samueleo” de lectores. A veces vale la pena ser voyeurpara disfrutar y darse cuenta, como lo propone explícitamente esta novela, que narrar y leer son actos de voyerismo complementarios.
Bibliografía
- Burgos, Fernando (Editor). El cuento hispanoamericano en el Siglo XXI. Madrid: Clásicos Castalia, 1997.’
- Brunel, Pr. P., Dictionnaire des Mythes Littéraires. 9ª. Ed. Augmentée. París: Editions Du Rocher, 1988.
- Chaves, José Ricardo Herra, la escritura prodigiosa. San José: Diario La Nación, 1987.
- Chaverri, Amalia. Viaje al reino de los deseos: aventuras/búsquedas/géneros. San José: Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, XIX (1) 1993: 65-73.
- ———-La capacidad dialógica de los intertítulos en El genio de la botella. San José: Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, XXII (1) 1996.
- ———Ciudades en la literatura. [Sobre las ciudades en el Viaje al reino de los deseos]. Universidad de Costa Rica: CIICLA, 1997.
- ———Intertextualidad, Ludismo y Palimp(tex)tos. Káñina, Revista de Artes y Letras de la Universidad de Costa Rica, Vol. XXIII (2) pp. 17-23. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica. 1999.
- Herra, Rafael Angel. D. Juan de los manjares. San José: Editorial Alfaguara, 2012.
- Pfister, Manfred ¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? Criterios, 29, VII, La Habana, 1991.
- El premio Ancora,del diario La Nación, es un premio en las ramas de las artes, constituido por un jurado estable, escogido rigurosamente por el periódico. Cabe añadir que en éste último período se juzgaron alrededor de 29 novelas, correspondientes a los años 2011 y 2012.
- Seguimos la definición de intertextualidad posmoderna tal y como la plantea Pfister: “La intertextualidad posmoderna dentro del marco de una teoría post estructuralista quiere decir que aquí la intertextualidad no es meramente usada como un procedimiento entre otros, sino que es puesta en primer plano, exhibida, tematizada y teorizada como un principio constructivo central” (1991: 13).
- Confróntense al respecto, mis trabajos sobre el autor que se mencionan en la Bibliografía.
- Parto de la figura de EL Burlador de Sevilla, pues se conocen antecedentes de otros personajes no tan definidos, pero de los cuales pudo haberse derivado el mito de don Juan. Suele considerarse a El Burlador de Sevilla como el iniciador del mito.
- Todas las citas pertenecen a la edición de libro que aparece en la Bibliografía.
- (6) Por razones de espacio es imposible referirse a la historia de Juan y Dulce y la triste realidad de Flor Salvaje.
Magister Literarium Literatura Latinoamericana por la Universidad de Costa Rica. Profesora asociada de la Escuela de Estudios Generales de esa Universidad. Ha publicado en las revistas: Káñina: Revista de Artes y Letras; en la Revista de Filología, Lingüística y Literatura; en Escena, y en Herencia, todas publicaciones de la Universidad de Costa Rica, así como en En Comunicación del Instituto Tecnológico de Costa Rica.