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De comandante sandinista a bailador de chachachá

1 abril, 2011

Una noche de mayo del 2002, Isabel Martínez, cineasta tica-nica, salió de mi casa, con unos sandwiches improvisados, a tomar un bus rumbo a Panamá. La misión era convencer al cantante y actor panameño, Rubén Blades, de interpretar al personaje de la película que desde más de cinco años traía entre manos: El rey del cha cha cha. Isabel no tenía un peso de presupuesto –justo para el tiquete de Ticabus- pero tenía algo mucho más importante: un guión sólido, con un personaje enigmático, complejo y encantador: Paco Jarquín.

Isabel volvió de Panamá como la aceptación oficial de Blades de protagonizar el filme – el primero que el panameño interpretaría en español y en Centroamérica -, no obstante, el presupuesto para el rodaje no logró levantarse en ese momento y Blades se transformó en un ocupadísimo Ministro de Turismo.

Unos años más tarde, en una reunión que tuve con él, mientras hablábamos del futuro del audiovisual centroamericano, esbozando una sonrisa, Blades continuaba afirmando que él interpretaría al “rey del cha cha cha”. ¿Cómo no, si el personaje le iba al pelo? Un tipo guapo, ya entrado en años, un bailador, un soñador… ¿Pero a qué horas?, le pregunte a quien seguía fungiendo como Ministro.

Sin embargo, “no hay mal que por bien no venga”, como dice el habla popular, y de Paco Jarquín se enamoró otro actor espectacular: nada menos que el mexicano Damián Alcazar. Con filmes célebres en su haber como La ley de HerodesEl crimen del Padre AmaroCrónicas de Narnia, entre otros. Damián renunció a proyectos mucho mejor remunerados y apostó por meterse en la piel de ese viejo soñador, a aprender a bailar cha-cha-cha, conocer las peripecias de la revolución sandinista y hasta emular el acento nica.

Originalmente, el proyecto de El rey del cha-cha-cha era un largometraje integrado por tres historias ubicadas en tres ciudades diferentes: La Habana, Río de Janeiro y San José. Y aunque parezca inverosímil, la única que pudo llegar a buen término fue la historia costarricense.

Esta primera historia, rodada en el año 1997, fue interpretada por Haydée de Lev, Anabelle Ulloa, Ana Clara Carranza y Alfredo Catania, entre otros actores costarricenses y relata la búsqueda de Paco Jarquín, guerrillero desaparecido en el Río San Juan y vuelto a aparecer en las calles de los barrios del sur josefinos. Con una mirada desde lo femenino, no le hace mucha justicia a Jarquín, por lo que otorgarle la palabra al propio protagonista, era el equilibrio necesario para convertirla en un largometraje.

El guión basado en una historia de Martínez y Jaime Gamboa y con guión de Vicente Ferraz, Manolo Rodríguez y Gamboa logran fusionar de manera coherente ambas partes: la primera filmada en 1997, y la segunda, en setiembre del 2005.

Esta segunda parte, en términos de rodaje, pero no de relato, es la historia de Paco Jarquín, desde una doble visión, la propia del personaje, y la de los que lo rodean, sobre todo la de sus mujeres.

Jarquín es el “supuesto” décimo comandante de la revolución sandinista, considerado por muchos, como el más valiente y carismático de todos. En los años 80 el comandante Jarquín desapareció misteriosamente combatiendo a la “Contra” en la frontera con Costa Rica, exactamente en el Río San Juan.  Durante la búsqueda de este hombre, dos narrativas antagónicas se cruzan. Estas dos historias, sobre el mismo personaje, se complementan y acaban humanizando a Paco Jarquín: ¿el más valiente guerrillero o el más descarado mujeriego?; ¿el comandante decepcionado de la Revolución o un simple profesor de cha-cha-cha?

Veinte años después de la desaparición de Paco, su esposa Nena pierde el único bien que él le había dejado en la vida, su casa, expropiada en tiempos de la revolución. Como último recurso legal, necesitará una constancia de defunción, divorcio o cualquier otro documento que compruebe su separación. Un día, para su asombro, surge una noticia inesperada: El “difunto” fue visto vivo en Costa Rica.  A su regreso a San José, su ciudad natal, Nena se reencuentra con Toña, la hermana que no ve desde hace treinta años, y con Cristina, su sobrina. Las tres juntas salen en busca de Paco y a través de cada pista, anécdota o persona que se cruza por sus caminos, vemos un verdadero rastro de destrucción producto del misterioso hombre: deudas, mujeres abandonadas, negocios dudosos. Poco a poco, la imagen digna de Paco Jarquín se diluye.

Al contrario de lo que muchos pensaban a Paco Jarquín no fue la “Contra” la que lo abatió. Paco abandonó su país, la revolución, el materialismo histórico y todas las utopías por su verdadera pasión, una pasión absurda en el siglo XXI: ¡bailar el cha-cha-chá!

Pero, ¿fueron falta de principios por lo que Jarquón abandonó mujer, patria e ideales? Paco quería un cambio: una vida anónima, lejos de la lucha por el poder y de otras mezquindades, como las que terminaron corrompiendo al FSLN. Hoy en día, Paco sobrevive, dando clases de cha-cha-chá en un viejo salón de la ciudad de San José.

Es el improbable encuentro entre Nena y Paco, que detona la vuelta al pasado de ambos. Por un lado, Nena necesita salvar su casa, por el otro Paco pagar sus deudas con el alquiler del salón de baile. ¿Y cuál es la única manera de resolver esta situación? Crear un plan imaginario; ¡Una nueva revolución! No por una causa socialista, pero sí para salvar los únicos bienes que restan en sus vidas.

El hecho de que Damían Alcázar aceptara protagonizar la película definitivamente le dio un nuevo aire al proyecto. “Yo siempre elijo para trabajar en buenas historias, y las buenas historias siempre tienen buenos personajes. Esta es una historia extraordinaria y prodigiosa y de un hombre entrañable”, dijo el actor ante la prensa al final del rodaje, ya que siempre se mantuvo de bajo perfil, con el objetivo de que su trabajo fuera lo más profesional posible.

El resto del elenco estuvo integrado mayormente de costarricenses. En la segunda parte del rodaje participaron Thelma Darkins, Eugenia Chaverri, Arnoldo Ramos, Vinicio Rojas, Bernal García y Alfredo Catania, el único actor que aparece en las dos partes. Catania, junto a Alcázar, ganaron el premio compartido al mejor actor, en el festival de Ceara, Brasil. El equipo técnico sí estuvo integrado por especialistas de países como Brasil, Uruguay, México, Alemania, Chile, Nicaragua y Costa Rica, así como estudiantes de la Universidad Veritas de Costa Rica.

El filme obtuvo apoyo de Cinergia, fondo de fomento al audiovisual de Centroamérica y el Caribe, así como el Premio Signis a la postproducción:

“Por saber transmitir con simpatía y de forma amena la evolución positiva de un hombre que fracasa en sus ideales militantes, pero asume su propia reivindicación, a pesar de las adversidades de su vida y de su medio social.”

La postproducción fue bastante más compleja que la de cualquier filme en vista de que hubo que unir historias filmadas con una década de diferencia, además de material de archivo. En el proceso de montaje, se cambió de nuevo el título a El último comandante, en el que la parte política del filme se privilegia.

El filme fue estrenado en el festival de Ceará, Brasil, el 5 de junio del 2010, en el cual ganaron Alcázar y Catania, como decíamos, el premio al mejor actor. Luego, el filme se presentó comercialmente en Nicaragua y Costa Rica. En este último país, el filme fue considerado el mejor del bienio 2009-2010, y obtuvo el premio VIVA, del periódico La Nación.

La crítica y el público también aplaudieron este filme sobre la condición humana, los sueños y utopías por los que luchan los hombres y mujeres, y el desencanto que la Revolución sandinista, en concreto, produjo en muchos de sus protagonistas.

El dvd de El último comandante estará listo en abril de este año 2011, con lo que pretendemos que el filme tenga una mayor difusión. ¡Lo merece!

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Historiadora del cine costarricense y centroamericano, catedrática de la Universidad de Costa Rica, investigadora de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y directora de CINERGIA. Fondo de fomento al audiovisual de Centroamérica y el Caribe, el cual ha recibido el premio Pepe Escriche 2011, del Festival de Huesca, España.

Fue directora de la primera escuela centroamericana de Cine y Televisión fundada en Costa Rica (Universidad Veritas) y del Centro Costarricense de Producción Cinematográfica. Ha ganado el Premio Joaquín García Monge, en difusión cultural y dos veces el Premio de Ensayo Aquileo J. Echeverría, por los libros Amor y traición, cine y literatura en América Latina (1999) y La pantalla rota. Cien años de cine en Centroamérica (2005). Por este último libro, recibió el premio honorífico “Ezequiel Martínez Estrada” otorgado por la Casa de las Américas (Cuba) al mejor ensayo publicado del año (2005). En este momento prepara una investigación sobre García Márquez y el cine y sobre la obra textual de Silvio Rodriguez. Ha sidjo jurado en festivales de cine en Francia, Holanda, Cuba y México, donde también ha dado charlas y talleres. El Gobierno de la República de Francia le ha otorgado el grado de Caballero de la Orden de Honor al Mérito (2005).