Derrama solar
1 junio, 2008
Doctor Atl
¿Por qué Doctor Agua pintas
rosados y amarillos que encandilan,
cumbres, cielos, riscos, ramas
rojedades y azuluras?
Te llaman las altas rocas como a la nieve
cuando eres agua helada
y entonces escarchas de leche al volcán hembra
y pintas de hielo sordo al monte antorcha.
En algún profundo cráter se te obsequió gran tesoro:
talento que ardiendo mana.
¿Pero en qué peyote o promiscua retina encontraste
tan ácidos paisajes, que me entibian rostro y pecho?
Son magnéticos celajes, a los que si logro entrar de lleno,
quemarán mis cejas, boca
y toda la labia.
Derrama solar II
Un aullido de lava, el sol sobre Reforma,
¿bendice a mi patria?
Cobre pulido.
Ámbar, avispa.
Tibieza que refulge como una orden de adoración.
Sobre las nalgas de la Diana: la luz de las seis.
Un cielo de melón hipnótico no me deja desviar la mirada.
Si ese bronce que simula carne, fuera mármol,
podría suceder que ella echara a andar
rumbo al Bosque de Chapultepec.
Frutal
Higos, uvas o duraznos de mayo.
La primavera madura
y la fruta adquiere carne.
Si me traes cerezas en un pañuelo,
te daré besos en la boca.
Cristo de El Greco I
Negros cortinajes el cielo.
La luz está abriéndose paso en hachazos lentos.
Mis ojos se detienen en esa gota de sangre
que baja despacio por el madero desde sus bellos pies.
Y esa mandíbula larga…
y esos ojos latos,
de laguna oscura.
Es buena la solemnidad, sólo si viene del pincel de El Greco.
No es suplicio, pero duele:
Cristo nacido hace milenios,
pintado hace siglos,
que viene a morírseme en este preciso
nublado
instante.
Estrepitario
Estalla y se esquirla un tonel.
Supimos de Atocha donde murió en espantoso retumbo la paz.
La perforadora
pulveriza la espalda de aquel obrero ya sin riñones.
El grito de una mujer violada se pierde para siempre en el fragor;
en esa monstruosidad devoradora de sí misma,
que tiene el ruido de un vómito descomunal,
que bate cacerolas,
que patea poetas
y parte infantes .
Después los verás convertidos en tragafuegos.
Fulgurantes carrocerías irán prontas a atropellar hombres delgadísimos.
Trabajadores por túneles
van al encuentro de patrones sin cara.
Madres anémicas
atan bien su cría con el rebozo a falta de fuerza en los brazos.
El humo procede de donde el ruido.
La sordera no llega, la música ha renunciado.
El caos es precipitación de absurdos.
Los poseedores de delicadas palabras
están llorando lagartos.
Nadie vendrá a mi seno
Nadie vendrá a mi seno porque es oscuro.
No entristeceré a quien desearía existir para alegrarme.
Mis pechos son los dichosos del Apocalipsis.
Me niego a entregarles al gran ejecutante o al líder de la urgente paz.
No lo merecen.
Ciertos días y en horas inciertas,
negadas están mis manos para sostener;
tienen una artrosis de metal que no cede.
Alimento a los gatos de mi hombre porque es distraído,
pero no más.
Yo sería esa mujer que arrojó a su niño a la suerte del río
de haber sabido que ese hijo recibiría el mandato
de amar sólo lo ignoto
y que le llamarían Moisés.
Prefiero ser la orilla, los juncos, la suave corriente,
incluso la rescatadora
Fértil, mas estéril
pues mi madre me heredó esta bella oquedad,
un segundo útero.
se localiza bajo mi teta izquierda, detrás de los huesos,
entre el cielo y el barro:
corazón de huérfana.
Plácido
Plácido el estante con polvo de anteayer,
quietecita la máquina italiana de hacer café.
Hace medio siglo que existe y hoy hizo dos expresos.
“Tienda de regalos”
¡pero quién regala prendedores?, ¿quién los usa?
Señor, ¿me muestra aquello? , ¿para qué sirve?
(¿a quién hace feliz una cajita barroca pintada de coral?).
En Zacatlán de las manzanas – licores – dulces – terregal,
mi corazón de pulpa de ciruela agradece el descanso en el viaje.
Nadie había pisado el bienvenidos desde la última plaga de turistas,
Ninguno se ha detenido a escuchar historias de inmigración, reumas y nietos.
Gracias por su visita.
Campanilla.
Poca intención de volver.
Mi fantasma
Mi fantasma se aparece en aquella propiedad, y aún no he muerto.
Las casas serán siempre de quien las ama.
Yo no me arranco de mi arraigo
porque me queda el recuerdo aquí
y esas paredes impregnadas están del perfume de mí
Estoy todavía en aquel escondite de cuando niña,
el jardín me presiente,
la flama de la vela tiembla contenta a mi paso.
La tierra sabe de quién es;
nuestro limonero y el hueledenoche insisten.
No hay mayor despojo que el que padecen las indefensas cosas que no se mueven.]
No hay consuelo más completo
que regresar adonde has sido feliz.
Para saber más de la autora:María de Guerra. México D.F.,1970. Muestras de su trabajo poético han sido publicadas en diversas revistas literarias. Es egresada de la carrera de Ciencias y Técnicas de la Información. Ganó de los Juegos Florales Nacionales de Lagos de Moreno en 2004, en la categoría de Poesía, con el título: Los Poderes de un helecho. Actualmente es editora en jefe de una revista de comunicación interna para una cadena hotelera.
Ciudad de México, México, 1970.
Escritora, editora y maestra. Es autora del libro de poemas Fervores (Conaculta, 2011). Muestras del mismo género han sido publicadas en revistas literarias como: La pájara pinta (de España), Carátula (de Nicaragua), Solar (de Chihuahua), o las editadas en la Ciudad de México: Alforja, El Perro y Tierra Adentro. También ha publicado reseñas, entrevistas y ensayos en Este País y Replicante. Resultó ganadora de los Juegos Florales de Lagos de Moreno, Jalisco, en la categoría de poesía, en su edición 2004. Paralelamente a su trabajo literario, realiza tareas de edición, redacción, corrección de estilo e investigación documental para particulares. Entre estos trabajos se destaca la encomienda del editor Fernando Fernández para transcripción de extensas entrevistas al escritor y erudito Gerardo Deniz. Actualmente dirige el taller Herramientas de escritura académica e imparte la materia de diseño de investigación en la universidad Westhill, y de redacción, en la Escuela de Escritores de México. En temas de literatura y pensamiento, se considera autodidacta permanente.