“Los están vergueando, Maje”, decían mirándose los unos a los otros ya fuera de sí
28 julio, 2018
Todo ocurrió como un “rayo caído de un cielo sereno, condenado por unos… y aceptado por otros…pero contemplado por todos con asombro y por nadie comprendido” (Marx, 18 Brumario).
Todo ocurrió como un “rayo caído de un cielo sereno, condenado por unos… y aceptado por otros…pero contemplado por todos con asombro y por nadie comprendido” (Marx, 18 Brumario)¹. A todos nos tomó por sorpresa y nos dejó estupefactos la rapidez con la que del miércoles 11 al 18 de abril del año en curso, 2018, se sucedieron los incidentes. Todo empezó el miércoles 11, con una semana de protestas por el incendio en la reserva forestal Indio Maíz que culminó con la del 18 en Camino de Oriente cuando los estudiantes fueron agredidos por la Juventud Sandinista y pandilleros. ¿Cómo era posible que una manifestación pacífica de un puñado de universitarios fuera rodeada por un conjunto de atacantes en motocicleta, con cascos que escondían sus rostros y armados de tubos?
Ese fue el error, la contingencia, la gota de agua que rompió el dique. Antes, esas mismas tácticas habían dado resultados y por eso las repitieron: se acercaron a los manifestantes, los empujaron, ultrajaron, golpearon. Pero la agresión no paró ahí: al día siguiente cayeron los primeros muertos — caritas de ángel como las de Alvaro Conrado que tenía solo quince años, cursaba el cuarto de secundaria y lo mataron cuando llevaba agua a los refugiados en la catedral. Luego se perdió el conteo e hicieron acto de presencia los desaparecidos. Nicaragua ya no sería la misma: en palabras de Humberto Ortega a Andrés Oppenheimer:
“aquí hay un antes y un después. Este gobierno no puede regresar a como estaba antes de esta crisis, a la forma de gobierno tan monopólica y autoritaria que venía ejerciendo… la pareja presidencial (como se refieren los nicaragüenses al presidente y su poderosa esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo) no tiene perspectivas, como tampoco las tiene la oposición. La única forma de salir de esta crisis será mediante una concertación nacional que comience con el diálogo mediado por la Iglesia².
De todo lo acontecido en el país inmediatamente anterior a dicho incidente, el punto más agravante era el incendio de la reserva Indio Maíz que vino a subanotar la reforma al Seguro Social que impulsó la protesta. Se trataba de mermar las ya escasas pensiones de los asegurados, centavos indispensables que no se pueden escatimar; se trataba de alzar las cuotas a los aseguradores y la empresa privada del país tendría que pagar más por sus asegurados y eso no lo iba a permitir. Les dije a los chicos: ¿se dan cuenta que los intereses de ustedes coinciden con los de la empresa privada? Pregunta retórica: claro que no era lo mismo pero sobre esa raya se alineaban todos.
La convergencia me daba mal pálpito; me hacía recordar El 18 Brumario de Napoleón Bonaparte de Carlos Marx, el mejor análisis de coyuntura que se haya escrito y en el que uno puede aprender a leer cómo se articulan, mueven, juntan, separan las fuerzas sociales. Mal pálpito me daba esa convergencia de intereses pero el entusiasmo social, el desborde de masas, los kilómetros recorridos en marchas a pleno sol, dos de la tarde, 44 grados a plomo en la ciudad de Managua en el mes de abril, me dejó muda. En la calle, ríos de azul y blanco: la gente portaba los colores de la bandera nacional. Todo había cambiado; todo era diferente.
Enardecidos, los locutores de televisión gritaban, pontificaban, advertían. Toda la población cayó en estado febril de anticipación, de participación, de especulación. Los primeros análisis no se hicieron esperar pero de ahí en adelante abundaron y todos eran convergentes. El consenso de las calles y el consenso en el análisis era cosa de maravilla.
Y si en su primer momento, todo parecía improvisado, provisional, los estudiantes, la empresa privada, la Juventud Sandinista, las motocicletas que como caballos de la conquista arremetieron contra ellos, después la mayor protesta cívica, democrática de la historia reciente de Nicaragua, la insurgencia civil empezó a coger forma, a articulares.
Las fuerzas se hicieron discernibles y se coligaron con los estudiantes: iglesia, empresa privada, sociedad civil, campesinos, madres de mártires y desaparecidos, transportistas, sindicalistas, mercaderes hasta llegar a los últimos que son los estudiantes de secundaria.
Del otro lado estaba el Gobierno—presidencia y vice-presidencia, asamblea nacional, policía, ejército De ahí en adelante, se palpaba con todos los sentidos, la formación del bloque popular nacional.
La estrategia emergió con la toma de la Universidad Politécnica (UPOLI) y fue seguida de marchas multitudinarias, pintura de monumentos, derribación de ‘árboles de la vida,’ bloqueo de carreteras, tranques, huelga de taxistas. Del otro lado hubo quema de negocios y gasolineras, ataque a alcaldías, a las universidades, búsqueda selectiva de estudiantes en los barrios casa por casa, utilización de pandilleros, pegarle fuego a tramos del mercado oriental, establecimiento de la ‘Comisión de la Verdad del Gobierno,’ llamada ‘Comisión de la mentira,’ y repudiada puesto que “ellos no podían investigarse a sí mismo”—igual sucedió con los falsos procesos judiciales para esclarecer la represión.
Luego vino la idea del diálogo y de ahí, el nombramiento de los representanes y después el rechazo de uno de los pocos rectores de universidades que había hecho oir su voz. Y enseguida los debates en torno a las agendas y, más tarde, la reunión.
¿Alrededor de qué se había formado el consenso? Cada quien daba su respuesta: el agua había llegado al borde, la corrupción era intolerable, la falta de libertad no se aguantaba. En privado algunos estudiantes opinaron que no querían vivir gobernados por un partido político al cual uno debía de pertenecer si es que quería obtener trabajo. A mi ver, el disparador fueron los muertos. No es posible admitir que jóvenes-niños, algunos apenas salidos de la pubertad, apenas entrados en la mayoría de edad, inermes, con solo su garganta para gritar consignas—‘no somos delicuentes, somos estudiantes’—con solo la fuerza de su voluntad y su entusiasmo pudieran ser cercenados por grupos de antimotines y paramilitares, por pandilleros sueltos, armados primero con tubos y garrotes pero luego con armas de fuego de gran calibre que tiraban a matar — “le tiraron a la cabeza,” decía la gente, “le dieron en pleno corazón,” decían otros, como seña contundente de que los querían muertos. El niño mártir, como llaman a Conrado, pedía que no lo dejaran dormirse, por favor, porque si se dormía no podría ya despertarse. La gente oyó su llamado y sobre esos “muertos, nuestros muertos” despertó la gente y se empezó a tejer el consenso.
El presidente de la república dio la cara tres días después—¡tres días después! Pero antes la vice-presidenta había hablado con disgusto y comparado a los manifestantes con vampiros que se alimentan de sangre — claro, se refería a lo que ella llamaba ‘fuerzas externas,’ organización de fuera que impulsaba a los estudiantes. ¡Mala idea y peor metáfora! Luego llamó a los estudiantes delincuentes y su actitud alimentó el agravio y echo sal a la herida. Con esta intervención y las ausencias del jefe supremo de gobierno, las cosas se agravaron y para el lunes 23 de abril, el Consejo Superior de la Empresa Privada convocó una marcha que desbordó sus cauces.
Alguien dijo que la gente secuestró la marcha al conducirla hacia la Universidad Politécnica (UPOLI) donde estaban atrincherados los estudiantes. En esta marcha pasó algo impresionante: 7 km de personas, desfilaron durante tres horas frente al complejo Policial Faustino Ruiz. De las gargantas salía el grito: ¡ASESINOS, ASESINOS! Los policías que resguardaban el Complejo parecían estatuas de sal frente a la multitud enardecida. El grito quedó estampado en pintura roja sobre los muros perimetrales del complejo y el rótulo principal de la entrada. Una marcha de 7 kilómetros de largo, como se comentó, pone a gran parte de la población de Managua en la calle.
A esta se sucedieron otras dos marchas multitudinarias, la segunda el sábado 28 de abril, convocada por la iglesia. En la primera marcha, la consigna más radical, que luego vino a ser la consigna, fue; “QUE SE VAYAN,” refiriéndose a la pareja presidencial, aunque también se gritaba: “ORTEGA Y SOMOZA SON LA MISMA COSA,” “ZOBACO PELUDO, TE VAS CON EL TROMPUDO,” “ERAN ESTUDIANTES, NO ERAN DELINCUENTES” “PUEBLO UNETE.’ La segunda marcha pedía a la Virgen María protección y se pronunciaba por la paz. Fue una marcha sin consignas, solo con rosarios, pitoretas y banderas. Algunas parroquias entraron a la catedral con canciones de La Purísima. Ese día, lo más espectacular fue la entrada de los campesinos por la carretera norte y la recepción que les dio la población, haciéndole valla en las calles. La tercera marcha, el miércoles 9 de mayo, salió de catedral, pasó por la llamada Plaza de las Victoria por el gobierno, y se dirigió a la Rotonda Cristo Rey. La rotonda se desbordó y la marcha siguió su rumbo hacia metrocentro.
Parece que ha pasado ya un siglo desde que el movimiento estudiantil sorprendiera a una desprevenida sociedad, sobre todo a aquellos que han pedido disculpa a los estudiantes por llamarlos apáticos. Parece mentira también cómo los símbolos se llenan de contenidos diferentes y aún si las protestas sociales no pueden sacar su poesía del pasado, sino del provenir, la consigna que se oía alto y fuerte era “el pueblo, unido, jamás será vencido,” y las bandanas con el verso del poeta Leonel Rugama, “que se rinda tu madre.” Si al principio no se sabía hacia dónde iba la insurrección cívica, ni quienes, con quienes, ni porqués, a medida que la gente se fue uniendo a los estudiantes, motor indiscutible de esta insólita protesta cívica y democrática, se fueron aclarando y agrandando las agendas. Se llegó así a la idea del diálogo que tenía dos precondiciones, una, la entrada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA para establecer la justicia, averiguar quiénes eran responsables de las muertes y hacer a un lado la “Comisión de la Verdad/Mentira” organizada desde el gobierno y una fiscalía que no iba a averiguar ningún crímen sino a taparlo’; y dos, el cese a la represión. Lo primero se logró, lo segundo, no.
Se abre así una nueva época. Este 19 de abril del año 2018, los jóvenes de Nicaragua pasaron al frente de la escena política y su movimiento se colocó en primer plano. Para que se obtengan los resultados esperados es menester que cuenten siempre con el respaldo y la efervescencia civil de la población en general y que no se dividan; es menester que la gente no abandone las calles para que las responsabilidades se repartan por igual a lo largo de toda la superficie social. Estamos frente a experimentos cívicos inéditos en Nicaragua, con un movimiento que desea transformar la gobernabilidad.
El 17 de mayo, un mes después de iniciada la insurgencia cívica, entró la CIDH al país. El 16 de mayo se abrió el diálogo y el 18 fue la segunda reunión. El primer encuentro fue televisado; el segundo, no. Con ello se instaló un malestar. No obstante, el consenso nacional-popular continúa. La toma de las calles es muestra de convicción, resistencia, y compromiso. Yo pienso en los estudiantes, el grupo más vulnerable porque no tienen nada, porque lo arriesgan todo, porque son ellos los que han puesto los muertos, y vuelvo al 18 Brumario que explica cómo se articulan las fuerzas sociales y cómo el cambio puede ser de repente escamoteado por una voltereta de un jugador tramposo que haga al Estado volver a su forma más antigua, “a la dominación desvergonzadamente simple del sable y la sotana” (18 Brumario) y que luego se unan todos y empujen a los estudiantes al fondo del escenario. Se espera que la pareja gobernante Ortega-Murillo no logre estigmatizar la insurrección y definir la protesta cívica como subversión al régimen constitucional para así hacer triunfar a su ‘partido del orden’ y mantenerse en el poder.
Las metas son a) justicia: que la Comisión Interamericana determine quienes son los culpables de los crímenes cometidos y que se castiguen; y b) que haya una salida constitucional para adelantar las elecciones. Los llamados a Daniel Ortega a la cordura abundan; la advertencia al ejército que no se inmiscuya en la situación, se reitera con fuerza, pero toda posibilidad está abierta y sobre ello debaten, especulan y previenen inteligentemente politólogos conocedores del país.
EPILOGO. Hace ya más de dos meses que yo escribí este artículo al calor de los primeros enfrentamientos. Hoy lo releeo con nostalgia. El 9 de Julio, los obispos fueron atacados inmisericordemente. Las fuerzas del caos y la destrucción entraron a la iglesia. Por primera vez supe lo que era una profanación. En Nicaragua todos nos preguntamos cuánto tiempo durará esta situación y qué quedará del país cuando todo esto termine. Amén.
2 Andrés Oppenheimer. “Ortega cada vez más solo en Nicaragua. https://elperiodico.com.gt/opinion/opiniones-de-hoy/2018/05/11/ortega-cada-vez-mas-solo-en-nicaragua/
Jinotepe, Nicaragua. Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. BA. Philosophy and Ph.D. en Literatura Hispánica de la Universidad de California, San Diego La Jolla, California,es profesora en The Ohio State University donde ejerce como Humanities Distinguished Professor of Spanish. Sus áreas de especialización son la Literatura y Cultura Latinoamericana, la Teoría Postcolonial, los Estudios Feministas y Subalternos con énfasis en Literatura Centroamericana y del Caribe.
Su último libro publicado se titula Hombres de empresa, saber y poder en Centroamérica: Identidades regionales/Modernidades periféricas: Managua: IHNCA, 2011. Títulos anteriores son:Debates Culturales y Agendas de Campo: Estudios Culturales, Postcoloniales, Subalternos, Transatlánticos, Transoceánicos(Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2011).
Es autora de Liberalism at its Limits: Illegitimacy and Criminality at the Heart of the Latin American Cultural Text.(University of Pittsburgh Press, 2009); Transatlantic Topographies: Island, Highlands, Jungle. (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 2005); Women, Guerrillas, and Love: Understanding War in Central America (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 1996);House/Garden/Nation: Space, Gender, and Ethnicity in Post-Colonia Latin American Literatures by Women (Durham: London: Duke University Press 1994); Registradas en la historia: 10 años del quehacer feminista en Nicaragua (Managua: Editorial Vanguardia, 1990); Primer inventario del invasor (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1984).
Ha editado los volúmenesEstudios Transatlánticos: Narrativas Comando/ Sistemas Mundos: Colonialidad/ Modernidad. With Josebe Martínez. (Barcelona: Anthropos, 2010); Convergencia de tiempos: Estudios Subalternos/Contextos Latinoamericanos—Estado, Cultura, Subalternidad(Amsterdam: Rodopi, 2001); Latin American Subaltern Studies Reader ( Durham: Duke University Press, 2001); Cánones literarios masculinos y relecturas transculturales. Lo trans-femenino/masculino/queer (Barcelona: Anthropos, 2001); Process of Unity in Caribbean Society: Ideologies and Literature (con Marc Zimmerman. Minneapolis: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1983); Nicaragua in Revolution: The Poets Speak. Nicaragua en Revolución: Los poetas hablan (con Bridget Aldaraca, Edward Baker, and Marc Zimmerman. 2nd ed. Minneapolis: Marxist Educational Press, 1981); Marxism and New Left Ideology (con William L. Rowe, Studies in Marxism. 1 Minneapolis: Marxist Educational Press, 1977). En la actualidad trabaja sobre abuso—en particular incesto, pedofilia y violación—tal como estos casos son reportados en los medios de comunicación.