«A nosotros no se nos ha muerto la esperanza»

8 julio, 2018

En estos días tan cruciales que vive Nicaragua, cuando a veces parece no haber salida y otras veces nos llenamos de esperanza, nos parece pertinente traer a la memoria estos apuntes de la conferencia del P. Fernando Cardenal, S.J. (q.e.p.d) en el Foro “La educación popular ante la educación formal y los nuevos desafíos” realizado en Nicaragua los días 5, 6, 7 de Febrero 2004)



La Esperanza

En su libro “El final de la historia”, Francis Fucuyama afirma que ya pasó la etapa de las utopías, que se llegó al final de la historia; ya sólo habrán pequeñas variantes de un mismo sistema capitalista hasta el final. El filósofo italiano Giulio Girardi comenta la obra de Fucuyama diciendo que lo que este autor afirma es una tesis histórica y por lo tanto no se puede probar a priori; hay que esperar que pase la historia para ver si se confirma o no; el creer que la sociedad puede cambiar hacia un sistema más justo y más humano, dice Guilio Girardi,  es también una hipótesis histórica; no se puede probar con argumentos teóricos. Pero el seguir la hipótesis de Fucuyama da oportunidad para que salgan de nuestro interior las actitudes más egoístas y menos nobles de nuestra naturaleza, y por el contrario, si yo sigo la segunda hipótesis, brota de mi naturaleza el espíritu de servicio, de solidaridad, de fraternidad y toda una serie de valores éticos de los más nobles y bellos.

Vale  apuntarse a la posibilidad del cambio; a los sueños, a la utopía. La esperanza es absolutamente necesaria en nuestras vidas. Sin ella no hay compromiso. Sería estúpido entregarme a trabajar por un cambio de la sociedad, si yo creo que ésta no puede cambiar.

Yo me veo muy reflejado en una frase del Obispo Pedro Casaldáliga, quien desde la selva del río Araguaia, junto a los indios brasileños, nos dice: “Somos soldados derrotados de una causa invencible”. ¿Quién más que yo puede sentirse derrotado, totalmente derrotado si, después de 22 años de militancia, la revolución sandinista fue hecha fracasar por la corrupción de una parte de sus altos dirigentes?. Pero estamos inscritos en una causa invencible: es la causa del amor, es la causa de la justicia y es la causa de Jesús, es su proyecto. Es el sueño de Dios cuando creó este mundo y a nosotros en él. Por eso me identifico también con Paulo Freire cuando dice que la verdadera esperanza a veces se cansa, pero jamás fenece.

Actualmente nos encontramos en América Latina en un ambiente  de apatía y de falta de esperanza. La causa más común de muchas desesperanzas fue la caída de los regímenes socialistas de Europa del Este. Pero es importante comprender que fracasó, no la nueva sociedad, sino un proyecto concreto de sociedad con muchos elementos positivos, pero también con muchos defectos y errores.

El tipo de sociedad de Europa del Este tenía muchos errores. Aunque quedará para siempre en  la historia el ejemplo de  la maravillosa solidaridad que desarrollaron con los pueblos más pobres.

Decía mi hermano Ernesto en una conferencia en España: “El socialismo fracasó porque no se realizó; el capitalismo ha fracasado porque se ha realizado”.

Y yo añado esta reflexión: cuando cayó el muro de Berlín, el Presidente George Bush, padre de George Walker, afirmó: “Sólo nosotros hemos quedado”. Fue una gran verdad. Se había destruido la Unión Soviética. Sólo quedaba Estados Unidos y el capitalismo. Catorce años después, lo que reina en el planeta es la guerra, el hambre, la desnutrición y la miseria. Tres mil millones de personas en el planeta viven (o mueren) con menos de 1 dólar diario. Eso no es  culpa de los soviéticos. Eso se acabó. Sólo ellos quedaron, los capitalistas.

Precisamente por eso a pesar de la confusión y desaliento reinante, afirmamos: Es la hora de la Utopía, es la hora de los sueños.

Cuando nos reunimos a finales de mayo de 1992, los del Comité Ejecutivo del CEAAL en Sao Paulo, fuimos a visitar en su casa a Paulo Freire. Lo encontramos lleno de vitalidad, escribiendo un nuevo libro sobre la esperanza, y nos decía  que en América Latina estábamos en la hora de la Utopía, la hora de la esperanza, porque los latinoamericanos tenemos ahora la ventaja de poder crear  el sistema económico y político que queramos; el que sea necesario para nosotros; mientras que en Europa se introdujo un socialismo ajeno a esos pueblos; todos sabemos que allí fue impuesto ese sistema por el Ejército Rojo; no se hizo a la polaca, ni a la alemana, sino a la soviética, y no a la soviética según Lenin, sino según Stalin.

Pero además yo tengo otras muchas razones para seguir lleno de sueños, esperanzas y utopías. Y fundamentalmente mi esperanza se funda en haber visto a miles y miles de jóvenes en la Nicaragua de las décadas 60, 70 y 80, entregados a transformar la sociedad en la que estábamos viviendo, llenos de solidaridad, llenos de heroísmo, llenos de amor hasta exponer sus vidas y hasta entregar sus vidas; en la lucha contra la dictadura, en la Cruzada Nacional de Alfabetización, en las cosechas de café y algodón; en todo evento que en el país exigiera la participación de los jóvenes ahí estaban ellos. No sólo los jóvenes, también a los no tan jóvenes; los vi entregarse con heroísmo cuando trabajaba en el Ministerio de Educación. A mi no me cuentan cuentos, son cosas que yo he visto. Por esa experiencia personal es que estoy absolutamente convencido de la inmensa fuerza interior que tiene el ser humano para entregarse al amor y a la solidaridad, para construir una nueva sociedad. No son deducciones teóricas abstractas, son vidas  concretas que yo conocí personalmente. Esa es mi experiencia, de allí surge fuerte mi esperanza.

El Foro Social Mundial que se venía celebrando en Porto Alegre con más de 100 mil participantes, se trasladó hace pocas semanas a Bombay y se reunieron 125 mil personas de todo el mundo, afirmando todos ellos con fuerza que: “otro mundo mejor es posible”.

Con un grupo de antiguos Brigadistas y Dirigentes de la Cruzada Nacional de Alfabetización, nos estamos preparando para una gran celebración el 23 de agosto del 2005, cuando se cumplen los 25 años de la Cruzada. Nicaragua está medio destruida social, política, económica, moral y ecológicamente, pero en Nicaragua hay personas que también creemos que otro mundo mejor es posible. Queremos con esa celebración demostrarle a los jóvenes  que el ser humano no sólo produce individualismo, consumismo, corrupción. Nuestros jóvenes están creciendo con la creencia de que todo lo malo que ven en la sociedad es lo natural del ser humano, y así como la fábrica de zapatos produce zapatos, la naturaleza humana produce toda esa basura que estamos observando en los dirigentes de la sociedad nicaragüense.

Con las vidas de los brigadistas de la Cruzada de Alfabetización del año 80 queremos inspirar a nuestra gente, sobre todo a los jóvenes.  Con vidas, no con teorías, queremos demostrarles que el ser humano es capaz de trascender su egoísmo, es capaz de servir a los demás, de tener un amor a la gente que llegue hasta  exponer sus vidas. La lección que queremos dar es sencilla: “Si ellos pudieron, por qué no vas a poder vos”. También queremos poner en la agenda nacional el tema de la Educación. No podemos conformarnos con que en este país, los nicaragüense sirvamos sólo como peones analfabetos, como mano de obra barata en la maquila y para emigrar a Costa Rica y a Estados Unidos. Llevamos varios meses trabajando en este aniversario, a pesar de que todos estamos sobrecargados con mil tareas, pero nos comprometemos porque tenemos esperanza de que se pueda hacer esta celebración con los objetivos que estamos planeando y porque tenemos esperanza de que una Nicaragua mejor es posible.

Me decía Carmelo Angulo, el anterior Representante de las Naciones Unidas en Nicaragua, que por su cargo había visitado todo el país, y que en todas partes encontró grupos trabajando por mejorar la salud de la población, trabajando en Educación Popular, en proyectos ecológicos; grupos de mujeres, grupos de jóvenes, grupos de las iglesias, grupos de indígenas etc, todos trabajando con gran ilusión, aunque sin ninguna coordinación entre ellos. Me decía: “Nicaragua no es un cementerio”. Yo personalmente tengo mucha esperanza de que en un momento en que tengamos una coyuntura  propicia, todos estos grupos que son como células independientes se unirán en un solo organismo; saldrán a la calle y traerán soluciones a nuestra patria.

Quiero terminar mi exposición diciendo que  ¡A nosotros no se nos ha muerto la Esperanza!”

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