Pláticas: El vecino del doctor Tünnermann

20 julio, 2018

Visitamos la casa de Carlos Tünnermann para conocer de cerca algunos detalles del momento actual del país así como su testimonio sobre el diálogo nacional. Es un analista de primer orden en el devenir del país y un observador de la evolución autoritaria de uno de sus vecinos: Daniel Ortega.


Managua 10 de Abril 2018. Dr. Carlos Tünnermann, con su biblioteca donada a la UCA y UPOLI. Foto Uriel Molina/LA PRENSA

Visitamos la casa de Carlos Tünnermann para conocer de cerca algunos detalles del momento actual del país así como su testimonio sobre el diálogo nacional. Es un analista de primer orden en el devenir del país y un observador de la evolución autoritaria de uno de sus vecinos: Daniel Ortega.

Recomendación para el alma en estos días aciagos y llenos de vértigo: Buscar a los veteranos; visitarlos por la tarde en sus casas. Sean abuelos o amigos mayores de larga trayectoria. Escuchar sus voces atemperadas. Mecerse en las abuelitas junto a ellos. Recuperar la calma y hasta sonreír con algún recuerdo. Buscar en el tiempo, en otros tiempos, y hallar que somos parte de una historia por contar. Todos nosotros.

El doctor Tünnermann es uno de los representantes de la sociedad civil en el diálogo. Su trayectoria como jurista, académico e intelectual es intachable. Su compromiso cívico también. Es una de las personas más respetadas en el país por todos los sectores. Ha sido testigo de excepción de la historia del país. Y fue él al único que Daniel Ortega miró a la cara cuando le dijo: “Don Daniel Ortega, su discurso ha sido decepcionante”. Y el doctor elevó la voz, como no suele hacerlo, para demandarle que diera respuesta a lo que los jóvenes allí le estaban pidiendo: el cese de la represión.

Antes, para llegar a la casa del doctor, había que identificarse en un control policial porque está dentro del perímetro de seguridad que vigila la seguridad y los miedos de los Ortega-Murillo. Últimamente, el perímetro se ha ampliado y hay que pasar tres controles.

“Voy donde el doctor Tünnermann”, le digo a uno de los policías fuertemente armado que me interroga con la mirada fija. El policía, muy amable (en estos controles suelen ser amables) me indica cómo debo llegar a la casa del doctor. En qué vuelta girar. Para que no me pierda.

Y allí está. Dentro, en la sala donde me recibe, una mesita llena de retratos y recuerdos familiares. El doctor, como suele hacerlo, viste camisa manga larga, el pelo hacia atrás, impoluto. Se sienta en una mecedora, con la espalda erguida y las dos manos apoyadas en un bastón a modo de ave. Lo he escuchado hablar enérgicamente en el diálogo nacional. No es su tono habitual. Es un hombre de voz suave, mirada serena. Cuesta imaginárselo nervioso y dando gritos. No creo que lo haya hecho nunca.

Ha sido un modelo de civismo y corrección para mucha gente en Nicaragua. Tanto que una amiga suele bromear diciendo que cuando tiene dudas si algo está bien o mal, se pregunta: ¿qué haría el doctor Tünermann?

Hay un ritmo en esta casa de paz, de casa antigua, con pájaros en el patio. El doctor es un memorialista. Cualquier respuesta para él debe empezar por el inicio, como el repaso de una lección. Hablamos de las marchas que se habían sucedido hasta la más multitudinaria del día de las madres. Y recuerda cómo empezó todo, con los golpes a los primeros manifestantes pacíficos, que sufrió, por ejemplo la doctora Quiroz.

– La gente perdió el miedo y recuperó la calle en esas marchas. Pero lo que estamos viviendo es consecuencia de la enorme violencia desproporcionada contra gente que ejercía el derecho constitucional de manifestarse pacíficamente.

– Daniel sabe perfectamente quién soy yo, así como yo sé perfectamente en qué terminó él”

El doctor Tünnermann también participó en la marcha del día de las madres, el pasado 30 de mayo y recuerda cómo mataron a un hijo delante de su madre.

– Eso fue una de las imágenes más impactantes, lo cual me recordó el tiempo de la lucha contra Somoza, cuando la madre de Ayax Delgado fue a recoger el cuerpo de su hijo.

Y de inmediato caemos al diálogo nacional. Yo le suelto la pregunta. Por qué cree que Daniel Ortega se dirigió a él personalmente en el primer diálogo nacional. No lo hizo con nadie más. Cada vez que Ortega tomaba la palabra era en tono de discurso, pero no contestó a nadie y menos aún a la cara de los estudiantes que le exigían el cese de la represión, empezando por Lester Alemán. Ni a ellos ni a los obispos ni a otros representantes del sector privado o la sociedad civil. Pero al doctor Tünermann sí. ¿Por qué?

– Bueno. Resulta que somos vecinos desde hace muchos años. Estamos muy cerca físicamente, aunque muy distanciados en muchos otros aspectos – sonríe-. Además estuvimos juntos durante la lucha contra Somoza. Nos reuníamos frecuentemente. Estuve en el Ministerio de Educación. Luego, fui embajador en Washington. De modo, que él sabe perfectamente quién soy, al igual que yo sé perfectamente en qué terminó él.

Pero de inmediato el doctor Tünnermann vuelve al orden de las cosas, por el principio.

– Los obispos, cuando nos llamaron, tenían muy claro que este diálogo era diferente a otros, como el de Venezuela, por ejemplo, que se estaba dando con grupos políticos de la oposición y la mediación internacional de José Luis Rodríguez Zapatero. Aquí, los obispos llamaron a representantes de estudiantes, académicos, empresarios, campesinos, productores y sociedad civil.

¡Quién lo diría! El gobierno solicitó a la jerarquía de la iglesia católica que fuese mediadora del diálogo. La misma a la que ahora acusa de fomentar el terrorismo.

– El gobierno les había pedido a los obispos que fuesen “garantes” del diálogo – recuerda el doctor Tünnermann -. Pero conociendo a este gobierno, los obispos limitaron su participación a la de mediadores y testigos. “El garante del diálogo será todo el pueblo de Nicaragua”, dijo monseñor Álvarez.

Al gobierno se le exigió previamente una serie de condiciones para el diálogo: que se invitara a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que hiciera una valoración y un informe de recomendaciones, el cese de la represión, el desarme de las fuerzas paramilitares y finalmente, el respeto a la dignidad de los empleados públicos para terminar con la costumbre de obligarlos a ir a las concentraciones partidarias. De esos cuatro puntos, Ortega sólo había cumplido el primero. Sin embargo, los obispos decidieron seguir adelante.

“Los principios del diálogo son la Justicia y la Democratización”

La iglesia respondió a la primera oportunidad de diálogo entre el gobierno y el resto de los sectores. El 16 de mayo, en el Seminario de Managua, pasará a la historia no sólo como el primer día de diálogo entre el gobierno y los sectores de la población que le exigían el cese de la represión, sino como un día de “desahogo”. Por ello, un estudiante, Lester Alemán, se saltó el orden de la palabra y le dijo a Daniel Ortega todo lo que nunca nadie se había atrevido a decirle. Habló con voz de mucho pueblo. Y por ello, tampoco nadie se atrevió a callarle. Ya había decenas de estudiantes muertos en las calles.

-Los dos principios del diálogo -dice Tünnermann- fueron desde el primer momento Justicia y Democratización. Al principio el gobierno estuvo de acuerdo, pero después empezaron a poner la condición de levantar los tranques. A ellos no les preocupaban las dificultades que los tranques imponían para la circulación de las personas, sino los problemas que suponían para la movilización de sus tropas. Frente a esa exigencia nosotros, en la mesa de diálogo, fue el cese total de la represión. A cambio, enviamos un mensaje para que los tranques se flexibilizaran y permitieran la circulación. Y a cambio el gobierno se sentaría a discutir el tema de la democratización.

Pero con la masacre del día de las madres (alrededor de 15 muertos), el diálogo pasó por uno de sus momentos más difíciles.

– Mi lectura de aquel día es que Daniel quiso enviar un mensaje: que no estaba dispuesto a irse, pasara lo que pasara. La represión de las fuerzas gubernamentales se produce frente a los ojos de los observadores internacionales que el gobierno mismo ha invitado, y frente a las cámaras de los medios y de la gente que la sube a redes sociales. Después, empezaron a lanzar mensajes inculpándonos de la violencia y las muertes. Algo increíble.

Es el método del espejo, una comunicación reflejo. Si el gobierno es acusado por crímenes, el gobierno acusa a las víctimas de ser los asesinos. Intentar el juego de la confusión para crear un ambiente de locura.

-El escritor portugués Eça de Querios definió a Nicaragua, a finales del siglo XIX, como “un pequeño país en broma”. Y todavía parece seguir siéndolo. Hay cosas inexplicables. Imaginate que en el diálogo, los representantes del gobierno exigían que hablásemos en términos de “perfeccionamiento de la democracia”. ¡Cómo se puede perfeccionar lo que no existe ni en condiciones mínimas!

La broma se acabó. El gobierno tiene la fuerza armada, policías, paramilitares, le digo al doctor.

-Sí, pero es esa precisamente su debilidad. Y nuestra fuerza es nuestra debilidad, de estar desarmados ante la violencia.

Y ahora busquemos la salida. Por dónde ve el doctor Tünnermann la posible salida?.

-Bueno, ya Ortega dijo que no se va. Pero ahora hay que fortalecer las formas cívicas de protesta. La observación internacional tiene una capacidad muy limitada, sólo de acompañamiento. La presencia de relator de la ONU de Derechos Humanos tiene un valor adicional. Recuerdo ahora que en 1978, Somoza también invitó a la CIDH y aquel informe fue demoledor como lo fue el que emitieron ante la represión actual. Yo creo que se puede esperar más presión internacional. También a nivel de justicia, es de notar que el delito por crímenes de lesa humanidad está incluido en la legislación nicaragüense, aunque el Estado no ha firmado el estatuto de Roma que permitiría llevar el caso de Nicaragua ante la Corte Penal Internacional. Pero a lo que más miedo tiene Ortega es a la presión interna. A perder la calle.

El doctor, que fue profesor universitario y rector de algunos de los que ahora se sentaban en frente de la mesa de diálogo, también es consciente de que el diálogo puede caer en una crisis de debilidad si no arroja resultados concretos.

-Nosotros no hemos sido elegidos ni representamos a partidos políticos. Junto a Azahalea Solís y Luis Sánchez Sancho, somos representantes de la sociedad civil por la trayectoria de cada uno. Algunas personas pueden exigirnos posiciones más radicales. Sin embargo, el hecho de que la democratización estuviese en el punto de agenda es un avance, a pesar de que el gobierno no detuvo las masacres ni la represión.

Las calles de Nicaragua se han vuelto a teñir de sangre y dolor. Y al frente del gobierno vuelve a estar Daniel Ortega, en una deriva autoritaria y perversa de lo que en algún momento fue el Frente Sandinista. ¿Cómo fue el germen de todo esto?, le pregunto al doctor Tünnermann, que lo vivió de cerca.

-Bueno, mirá (dice en esa forma imperativa que aún se conserva en Nicaragua del castellano antiguo)-. Cuando se iba a constituir la primera Junta de Gobierno de la revolución, se pensó en que fuese constituida sólo por civiles, como una medida estratégica. Pero la Dirección Nacional del Frente solicitó incluir uno de sus miembros. Se sabía que Tomás Borge era muy ambicioso. Henry Ruiz y Jaime Wheelock tenían mucho prestigio. Según me han contado después, la elección de Daniel fue por considerarlo el menos carismático, el más opaco y el que menos posibilidades tendría de aprovecharse de la situación para quedarse en el poder. Ya entonces, recuerdo que Rosario Murillo lo acompañaba siempre.

– Al principio entramos en pie de igualdad todos a la Junta de Gobierno, pero a los pocos meses, Daniel consiguió que la Dirección Nacional le nombrara coordinador de la Junta, y además empezó a ser el vocero de la Junta y a darse a conocer en el país con aquellos programas televisivos “De cara al pueblo”. Los demás fuimos cediéndole el espacio y él interpretó el cargo de coordinador como el de un primer ministro o presidente. Esos programas le ayudaron mucho a postularse como candidato a la presidencia en las elecciones del 84.

Hasta las elecciones de 1984, no hubo en Nicaragua un presidente y un vicepresidente. El acuerdo era que los miembros de la Junta tenían todos el rango de jefes de Estado. El doctor Tünnermann nunca se imaginó el grado de perversidad y ambición de poder y riqueza que Ortega ha exhibido en los últimos períodos.

-Al contrario – dice el doctor -. Yo consideraba a Daniel bastante humilde. Me asombra esa metamorfosis de ser un luchador revolucionario, con varios años de prisión, a instaurador de una dictadura dinástica como la que él mismo había enfrentado.

Le pregunto al doctor si recuerda alguna anécdota o algún diálogo que le llamase la atención de su personalidad cuando trabajaron en el gobierno durante los ochenta.

-Recuerdo que cuando le eligieron presidente, dispusieron un despacho con un escritorio en el que nunca se sentó. Prefería trabajar desde un sillón donde le habilitaron una tablilla que se abría a modo de mesita. Lo recuerdo porque algunas veces me recibía allí cuando me hacía venir desde Washington. Y también recuerdo que nunca estaba solo. Siempre tenía mucha gente alrededor, a pesar de que a veces yo tenía que hablar con él temas delicados. Tampoco supo tener una agenda ni llegar puntual.

En las sesiones de gabinete, según supe, no podía estar mucho tiempo sin levantarse. Empezaba la reunión y luego, se levantaba y daba vueltas: “sigan, sigan que yo los voy escuchando”. Y en un momento dado, se acercaba a la puerta y le decía a Sergio Ramírez (vicepresidente entonces): “Sergio, presidí vos”. Y lo dejaba a cargo de todo. De algún modo, ahora pasa algo parecido. Es Rosario Murillo la que parece llevar toda la agenda de trabajo y aún más como vicepresidenta.

Cambiamos de plática y, aprovechando que estoy frente a un experto en Educación, le digo que observo una gran diferencia entre la formación de la generación a la que él pertenece y la de ahora. La gente que se educó en épocas anteriores, le digo, escribe con menos faltas de ortografía. Conozco a antiguos alumnos del Goyena y la educación pública en ese centro fue muy buena.

-Era el mejor instituto público del país. Yo estudiaba en el de los Hermanos Cristianos, que también tenía un gran prestigio entre los privados. Una vez nos retaron a ver quién sacaba la mejor nota en el examen de bachillerato y salimos igual.

Y por último, acabamos hablando de su otra gran pasión: Rubén Darío. Pero todo ello daría para escribir otra entrevista, otras pláticas con las que espero que volvamos a sentarnos aquí con él.

Salgo de allí con el eco aún de la voz pausada y tranquila de un hombre bueno, con las manos sobre su bastón. Y qué suerte que aún le tenga Nicaragua allí, que nos espere aún en su casa por las tardes, para remontar el tiempo, sobrevolar el dolor y que podamos mecernos al ritmo de esas voces para encontrar allí una salida a toda esta historia con el regusto de la paz. Fuera, vuelvo a cruzar los tranques impuestos por la policía que protege aún al vecino del doctor Tünermann.

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.