Teodelinda Montiel: una musa en el imperio de la exhibición de cine en Nicaragua
12 septiembre, 2019
La presente es una sección fija de Carátula.net en la que se publican semblanzas, entrevistas y (o) perfiles sobre personajes del cine en Nicaragua. Se puede encontrar publicaciones no solo sobre personajes nacionales sino también extranjeros que de una u otra manera han contribuido al desarrollo de la cinematografía en este país. El orden es aleatorio, los protagonistas de la sección pertenecen a todos los tiempos del cine desde la existencia de este arte hasta la actualidad, por lo tanto la secuencia de los artículos no obedece a un orden cronológico.
Teodelinda Montiel figura como la única mujer empresaria y administradora de cines durante los años cuarenta y cincuenta en Nicaragua. Sus compañeros —exhibidores, propietarios y distribuidores— eran todos hombres y juntos formaron la Cámara Cinematográfica Nicaragüense en 1949, en la que ella desempeñaba en su primera junta directiva el cargo de tesorera. Los teatros de su propiedad eran cuarenta y dos en 1942 cuando heredó de su esposo, José Ignacio González, una fortuna que ambos habían trabajado durante treinta y dos años de matrimonio. Ella era propietaria del 80 por ciento de las pantallas del país y facturaba el 70 por ciento de los beneficios que generaba el cine a los empresarios de espectáculos a nivel nacional.
Entre las funciones en la Cámara, su favorita era la de elegir las películas que se iban a exhibir en Nicaragua en los teatros de barrio que estaban esparcidos por todo el país y pertenecían a su cadena de cines llamada Circuito González. Las películas que los distribuidores de cine traían, antes que nada pasaban por dos censuras representativas. La primera era la de los Jueces de Espectáculos, establecidos desde 1927 por el Ministerio de Hacienda a través del Reglamento de Teatros, Espectáculos Públicos y Cinematográficos, y sus Reformas, censura que estaba casi siempre regida bajo términos políticos. La segunda censura estaba ligada a la Iglesia Católica, un grupo de sacerdotes asignado por el arzobispo Alejandro González y Robleto se reunía cada semana para elegir y valorar las películas según el aspecto de la moral. En los periódicos de ese tiempo también había otra clasificación privada, la de la Acción Católica de Señoras, pero esta no tenía la misma influencia que las dos primeras.
Después de las censuras establecidas oficialmente por el Estado de Nicaragua y la Iglesia, seguía la opinión y clasificación de Teodelinda Montiel. Durante los dieciséis años que administró el Circuito González en compañía de su gerente general Aarón Salomón, el cine que vieron millones de nicaragüenses en las pantallas de toda Nicaragua estaba sujeto al gusto y clasificación de ella.
Entre el manejo de fincas cafetaleras, fábricas de hielo, de cervezas, centrales de electricidad y otros, su calendario de trabajo incluía acudir una vez a la semana a mirar películas en un balcón privado de su gran Teatro González, donde se deleitaba en aquel gran hall de mil doscientas butacas rojas, elegantes balcones, alfombras de lujo, esculturas y obras de arte, asistida por sus empleados que le ofrecían toda la comodidad para sentarse horas a decidir frente aquella enorme pantalla, tomando notas con cuaderno en mano. La mayoría del tiempo iba sola, pero en ocasiones a estas proyecciones de trabajo asistían sus amigos de la Cámara Cinematográfica Nicaragüense o algunos empresarios, políticos, senadores y amigos de la familia, a quienes ella invitaba. Cuando eran funciones para niños las prefería ver rodeada de sus nietos que junto con ella llenaban las butacas del balcón familiar llamado “balcón presidencial”. El teatro que había heredado en 1942 se quemó el 16 de agosto de 1945 y el nuevo fue inaugurado el 14 de septiembre de 1953. Esa fue la mayor gloria del negocio de cine cuando no había aun televisión en Nicaragua, siempre lo manejó con mucho éxito y no solamente eso, sino que durante su administración aumentó las salas de exhibición, llegando a inaugurar diez teatros más.
Teodelinda Montiel nació en Diriamba en 1886. El 20 de mayo de 1911 se casó con el médico y empresario cafetalero José Ignacio González en su ciudad e inmediatamente partieron de luna de miel por unos meses a Europa, vía Nueva York. Tanto a la ida como al regreso pasaron por la isla Ellis, donde se registraron y llenaron documentos migratorios, luego estuvieron unos días recorriendo la ciudad. En los archivos del museo de migración de la isla se registra que el viaje de ida lo hicieron el 25 de junio de ese año y pasaron de regreso por allí mismo el 26 de agosto procedentes de Francia.
Tuvieron once hijos: María Teodelinda, Hilda, Bertha Adilia, José Ignacio, Marco Tulio, Elba Ofelia, Nubia, Plutarco Ariel, Vigarny, Heriberto Tulio y Lucila. A su esposo le gustaba el trabajo del campo y ver funcionar la producción de sus fincas de exportación de café, que eran cuatro: Versalles, San Jorge, San Ignacio y La Sicaya. Con el espíritu de ambos, siempre de avanzada, fueron los propietarios del primer automóvil que llegó a Diriamba y otros aparatos interesantes como los gramófonos o la calidad de su clínica médica con equipos modernos de aquella época. Hacían constantes viajes a Nueva York o París. Siendo personas sencillas pese a su poder económico, una excentricidad de José Ignacio, de las pocas que se permitía, era la de dar a hacer retratos de él y su esposa a pintores franceses reconocidos, elegidos cuando iban a recorrer el Museo de Louvre y al caminar por el río Sena. La excentricidad de ella era hacer una fiesta de navidad cada año para los pobres y dar regalos a mil niños de Diriamba y de las comarcas y caseríos rurales de los alrededores. Se ocupaba ella misma de que tuviera cada niño y niña un regalo en sus manos y los entregaba la mañana del 24 de diciembre. También ofrecía los 8 de diciembre una fiesta y los vestidos y trajecitos a niños pobres que recibían la Comunión por la Iglesia Católica.
Para sus múltiples construcciones el matrimonio González Montiel pedía a los ingenieros y arquitectos que tomaran de inspiración las construcciones europeas, como los diseños de los jardines con plantas que mandaban a comprar fuera y sembrar cipreses mediterráneos y pinos. Y así diseñaron todas sus casas, empresas y el Teatro González de Diriamba construido en 1928, inspirado en los teatros neoclásicos europeos, además de hacer un aporte importante al desarrollo y modernización de las ciudades.
Teodelinda ha sido más conocida por la mansión que llevaba su nombre, una construcción que le hizo su esposo en 1934 en la cima de la loma de Tiscapa en Managua. De lejos se miraba como un petit palace, pintada de blanco entre los jardines verdes. Falleció el 5 de mayo de 1959 en Estados Unidos en la Clínica Oschner en Nueva Orleans, a la edad de setenta y cuatro años. Aun no se había retirado de su vida laboral. El Circuito González lo heredó a sus hijos Plutarco Ariel y Vigarny y a sus otros hijos les dejó fincas, la Mansión Teodelinda, el Gran Hotel, compañías eléctricas, sus acciones en Pepsi, las acciones en la cervecería y otras fábricas.
El escritor Alfredo González Holmann, su nieto, en su libro Nuestras raíces familiares / Cómo mis antepasados construyeron una fortuna y cómo fuimos saqueados escribe sobre ellos: “La unión matrimonial de mis abuelos paternos fue de 32 años. Después de la muerte de su esposo, mi abuela—Teodelinda— a la edad de 57 años, dejó de vivir en la casa que había fallecido su marido —propiedad fuera de la ciudad de Diriamba, que fue conocida, primero como Quinta Alicia y luego como Quinta Ariana— adquirida a inicio de la década de 1930 y se trasladó a su antigua residencia en el centro de la ciudad de Diriamba, ubicada del Cine González 200 metros hacia el Oeste”.
El día de su entierro se cerraron todos los teatros del país, y no solamente los de ella sino los de los otros exhibidores amigos suyos, a este silencio en su homenaje se le llamó “Apagón cinematográfico”. Carlos H. Corea leyó unas palabras sobre ella, que se publicaron en el diario La Noticia el 14 de mayo de 1959:
En este caso doña Teodelinda de González, de fisonomía singular en la vida económica, tiene ganada una página esclarecida, ya que ella con su dinamismo excepcional, preparación y actividad en los negocios, no sólo logra mantener el capital que levantara a la par de su esposo, el caballero Dr. José Ignacio González, sino que lo incrementa poniéndolo en acción creadora de trabajo.
[…]
Conocí desde muchacho a esta culta dama; cuando siendo joven, con su belleza fuera motivo de atracción en los círculos sociales, no sólo de Diriamba sino del país.
Managua, 1980.
Comunicadora social con énfasis en prensa escrita y cuenta con postgrados en periodismo online y en marketing. Como periodista ha sido editora de revistas digitales e impresas como La investigación y Espacio Vital Magazine, jefa de sección literaria y de cultura de periódicos universitarios, articulista de suplementos culturales nicaragüenses como La Prensa Literaria, Nuevo Amanecer Cultural y la sección Voces del diario La Prensa.
Como escritora ha publicado poesía y narrativa breve. Ha recibido premios y reconocimientos interuniversitarios por su trabajo literario y un premio de fotografía. También se ha dedicado a la investigación histórica, la crítica y producción cinematográfica y a la gestión y desarrollo de proyectos y consultorías con organismos como Plan Internacional, CINEX, la UNESCO y el Instituto Nicaragüense de Cultura.
Es miembro de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE), del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y de la Junta Directiva de la Fundación para la Cinematografía y la Imagen (FUCINE).
En el año 2012 publicó su libro Cita con Sergio Ramírez. Entrevistas, Artículos, Crónicas (Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México) presentado durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en noviembre de 2012 con su presencia y la de Ramírez, y posteriormente presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad de México en marzo de 2013, y en la Feria Internacional del Libro de Miami de 2013. Además, la obra se encamina a una reedición con Uruk Editores en Costa Rica y traducciones al francés y alemán. Actualmente la autora prepara otros libros de periodismo, historia y narrativa para su pronta publicación.