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Poemas

20 septiembre, 2019

Selección del poemario La luna y el espejo.


QUEJAS DE ROCINANTE

¡No me digas Quijote que quieres molestar, seguir puyando
tus flacos talones de atascado caballero medieval!
Rocín mala carroña pobre mí desventura, roca pesada,
boluda entraña, arrendado capricho tus pasajes,
páginas memorables que el tiempo cuidará.
Te empecinas madrugar grata pechuga mientras se pudre
mi sueño sin pesebre. Tuya es tu locura, mía la chimadura.
Solo tengo arrastre de tu carga sin pena que no muere,
antigua víctima, lengua cierta, habla limpia que roza el romance.
Roncero caigo en cada atardecer, refunfuño, zumbo
mi parentesco sin valor desde Castilla la Vieja, rastro
sin relincho de animal barato en testimonios.
Mejor hubiese sido garañón en yeguada dándote herencia,
prole fina resoplando aires en pistas con veloces ronzinos,
runcinus mismos y roussinos igual, masticando hierbas sanas
y no magníficas palabras que otros leerán y yo no pruebo.

DARÍO EN SU PESEBRE

El tiempo rediseña imágines posibles que lo tocan.
Las puertas abren y los puertos atracan alborotando
tráfico de voces: filtran signos sobre vaho crepuscular.
Trasiegan ánforas primigenias cosechas colectivas.
¿Ya tiene vida el niño para que se envenene?
Las palabras fracturan el aire de su patria.

Bajo tutela de Jacoba Tellería pellizca sílabas,
afanoso irá a repetirlas frente a Mamá Bernarda.
Ese legado, ese territorio vigilado crecerá inagotable
sobre bulla de minervas en sus noches fatales.
¿Olvida acaso mimos en su génesis peregrino?
¡Hacia Metapa la caravana pasa!

Talla el bardo abundante gracia sobre abanicos de princesas.
¡Japonerías y chinerías, medallones y alejandrinos!
No perdona moza de buena carne ni madame de cuello esbelto.
Si había arremetido nativas palomas y garzas morenas,
ahora satisface académicas españolas, ninfas insulares,
princesas gálicas, tormentosas tribales caribeñas.
¡Su poesía: posesión! Crear, métrica exacta,
armoniosa pasión sobre lecho incandescente.

ELLA ES LA LUNA

La luna desnuda su luz de cuerpo entero.
Distribuye equidad:
amor y muerte para alumbrar el tiempo sucesivo.
Nadie se queja.
Alegre o triste, igual frente a un espejo entrega
amaneceres, fisonomías, temperamentos, sortilegios.
¿Quien niega esplendor?
Su presencia cautiva,
adormece transparente velo seductor sobre grama tersa
o incómodo empedrado.
Tálamo infiel, alcoba encantadora, camastro estorboso,
ardor disperso en la piel dentro de altos muros.
Se escurre por ojivas cardenalicias de falsos cielos,
acude a citas en fuentes milenarias sin premura
y posa su celo sobre la espalda de los sementales.
Ella es la luna.
Todas la noches
retorna con secretos cómplices de locuras,
infidelidades lujuriosas, desengaños.
Algunas veces a media luz se muestra soterrada,
sin cortejo que festeje inquietante penumbra, pero crece
a su paso la hermosura de su rostro: delimitando alcobas,
objetos necesarios tras cuidadas caricias
encendiendo el último suspiro.

Ella es la luna. Travesía marítima de alejados crímenes captados
por el adiós de su silueta. Vuélvese tumbo imprevisto, herida
que cortó la madrugada, rubor aceptable para el romance que huye.
¿Huella y esguince para otra tentación?
¡Amaneciendo ya no está! Desaparece en su lento territorio circular
de albura primeriza.

Ella es la luna. Luminaria gratuita en la soledad, vereda
en el pantano, última chispa sobre el filo de la guillotina.
Celebración del metal, mortaja y ofrenda plateada del suicida.
Despaciosamente viva la observa el astrónomo:
“es la luz mas antigua que podemos ver
como un fantasma pálido en la noche”.
Mientras el poeta a la altura de los llanos lacustres
la imagina como “un queso cinchado en un anillo”.

Puerta entreabierta o pierna suelta. Cansancio diurno,
pasos calculados en la lujuria de los comensales,
capricho preferido aferrado a la axila de la cortesana.
Diosa de la tribu, sacrificio en la piedra, corazón palpitante,
expoliación divina que aplaca la gula de los carroñeros.

Yo nunca me canso de quererla. Duermo con ella.
Las otras que cruzaron mi destino, azar o preferencia,
tiernas fases brotaron alianzas sobre el lecho
cortejando praderas silenciosas
abrazadas por la íntima soledad que me extermina.

GARÚA

La brisa iluminada cae en pelusas sesgando el aire sin atrapar el chorro que la tienta. La noche es un sueño de tormentas. En ráfagas oblicuas la brisa nos besa con rasante rocío. Llovizna refractada en la mirada cubierta de melancolía o húmeda pupila enternecida bajo el alero nos recuerda la niebla espesa que vomita el vaho de la tierra. Esa luz humedecida grita nuestra niñez y vuelve alegrar otra vez la vida naufragante. Pregonero del agua el trueno percute en la noche, diseña dragones en el cielo que espantan inexplicablemente la edad de sus ojos y llantos nada mas. Si la brisa en la noche no se siente, el aire abandonado toca el borde de su boca, esparce humedad de polvo traspasado por soles olorosos a terrón dulce, hojarasca podrida exaltada en la corriente, euforia del vendaval que acabará mañana de crecer en el remanso del río.

LÁMPARA ENCENDIDA

y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.

Rubén Darío

La noche no puede ser olvido, canción de alcoba que duerma parábola y cansancio. Noche almohada que acomoda ilusiones. A estos encantadores lamentos no les creas. Aquí nadie es santa y menos cuando el placer te arruina a besos. Todas vuelven, desaparecen en armoniosas penumbras. Abandónalas cuando acongoje el velo y marchiten flores en sus manos. Si el campanario huele a sepulcro y el tálamo perturba, divaga entre sombras, retrasa la ceremonia del adiós, no te lances desde la roca de Léucade. ¿El incensario resplandece humo primaveral? Cohabita con las columnas rotas del paraíso disuelve tus letras ofrendadas pero deja continuar este romance cargado de fulgor, porque la noche no puede ser un cuarto oscuro, deslinde para disipar ausencias, reposo de amor que no cede ni se ofende de ser sufrimiento. Todas las noches el oído agranda el silencio, quiere escuchar la libertad del perdón. Dulce beso adormecido multiplicado en noches despertando deseoso de su muslo, apenas sometido al susurro del amanecer. ¡Niégame si puedes! Apártame de tu enloquecido pecho, espérame en tu desnudez, deséame en tu alcoba trasnochada que sigo enamorado, encerrado de luz en tus caprichos atrayentes, temeroso de no volver a encontrarte.

FISIOLOGÍA DE LA MELANCOLÍA

Desde hace varios años me recomiendan que beba agua clara de pozo o manantial y renuncie al agua embotellada. Deguste codornices, faisanes, guardatinajas y desprecie carnes rojas y rojizas, o bien, me alimente con pescados de aguas arenosas: lucio, perca, trucha. Me dicen que es importante renueve el aire ralo de la recámara y evite salir en días de tormenta. Practique durante el día la caza, equitación, tenis, ajedrez, y por las noches frecuente bailes, mascaradas. La Anatomía de la melancolía de Burton aconseja estas fórmulas secretas elaboradas en sabias disposiciones. Que me dedique a estudios serios y evite la vigilia. No abra cauce a nuevas pasiones y busque consuelo en la pobreza. Ah!, evite preocupaciones excesivas, insomnio, flatulencia, incordio. Lea las Seis enfermedades del espíritu en la sociedad contemporánea del rumano Noica. Y si le gusta la poesía, satisfágala en compañía de musas o mozas de buen ver. Su tristeza no es ajena a fracasos pendencieros, deudas crónicas, traiciones purulentas e ideologías caníbales. Su tristeza etiquétela como le convenga pero abandone oraciones sanativas, pegamentos balsámicos y burbujeos de gárgaras mañaneras. ¡Usted está vivo, entiéndalo de una vez! Apártese de raros consejos moribundos, haga de esta tarde el amor y por la noche deshágalo o desátelo en las sombras de su segundo encuentro para seguir rehabilitándolo con frescos impulsos de grata compactación.

HEROÍNAS DE FUEGO

Busco una mujer que desnude el infinitum para ilustrar mis textos. Aparecen hembras dotadas de mensajes diversos, incrédulos y aceptables. Los signos encierran la aldea planetaria en múltiples interpretaciones. El medio acarrea inesperada verdad, requiere uso y costumbre de los principiantes a brujos universales. Abro páginas, regateo portales. Google no impacienta, puedo continuar revisando memorables pasajes, corredores, bazares que concluyen en el equilibrio de la luz contra el borde de ciertas nalgas, fragancias de la sombra sujetas al vientre rumoroso que reúne brusquedad del pitecantropus erectus. Modelos de la dicha ¿sus nombres ocultan desnudez? Recuerdo a Prevert: había ido a buscarla al mercado y no pudo encontrarla. Tarde. Cuestión sin relevancia para los profanadores del templo. De los cielos descargo imágenes de vírgenes insurrectas. Deidades embestidas por la franqueza de la lente ante pinturas de Boucher y Modilgiani. Agradezco al zoom que encuentra soledad en las islas. Lunalidad insular. La otra cara del mito navegante abastecen las noches. Encarpeto mis bienes. Servidumbre de satélites ojean la órbita como soplo divino, para ver mujeres desnudas amarradas al palo mayor de homéricos espacios. Mientras descanso las diosas retornaran al cosmos a desafiar caducidad esperada.

MECHA

Hilando el día hasta la noche enciende
tensos aleros para alumbrar el parto.
Hilando forma tejidos, tuerce el cirio
educado en su flama al tacto clamor
de amantes en desvelos.
El pabilo al cabo hace historia, deshace la tinta
en líneas punteadas a la manera de la sangre.
Las antorchas fijas sueñan, cuelgan olvidos
cuando escuchan el canto de los gallos.
El candil reproduce nuevos llantos.
Otra vez la luna vuelve sin aguantar
tiernos respiros que la oxidan.

ÍCARO

Y la ambición del padre chamuscándose
cuando todo ya se había apagado.
¿Ir al sol? ¡Si vive entre nosotros!
Soltar a su hijo, era mandarlo al carajo,
deshacerse del pobre muchacho.
Nosotros sigamos pintando de azul el cielo,
dejemos el trágico negro a la humareda.

EN LA CALLE PALO SOLO VIVE EL POETA

La ubicación es fácil encontrar al pie de sus escritos, poemas, ensayos, discusiones. Y su ser (o estar) goza los días con decisión existencial. Agrada y da placer recordarlas. A sus 93 años poco sale de casa, pero cuando lee regresa al universo de soles y aventuras culturales que acompaña sin prisa. Con fidelidad sobrevive. Ese es él. Nada escapa a su grata revelación de sueños. ¿Imágenes descodifica el aire luminoso? La mañana en su casa entra y sale por la misma puerta. El jardín y el canto de los pájaros. El alero y la lluvia. El viento y la sombra de la tarde. Ese es él. Su hija y sus hijos viven confiados al avance saludable del tiempo, al retorno de la noche estrellada y el nuevo amanecer. Ese es él. Juigalpa y sus entrañas. Chontales y su paisaje. Ese es él. Casa por casa, por mucho tiempo cada acera recorrió de un lado a otro de la calle juntando, construyendo, diseñando con el pueblo nuevas etapas formativas, buscando el color justo y exacto que ascendiera como inmensa flama en la provincia. Ese es él. Ahora y el ayer. Su mismo caminar y su mirada. El mismo poeta. Ese es mi padre.

CIRCO

Mientras las fieras devoran enemigos
el coro ornamenta componendas nupciales.
Representaciones distinguidas eligen payasos
para vírgenes travesuras.
La palabra acarrea, ofrece pensadores
alquilados para próximas ferias.
Los elefantes desconocen su domesticidad.
Los libertos apacientan sobre el jolgorio.
Los premios, los farsas, los mimos callan.
Gratifican a los espectadores por sus llantos.
Se hereda el aplauso.
Licencioso el aire envenena la noche.

PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS

Juzgo infidelidad de caracteres.
Chi Kang (223-262) escribe.
Lin Yutang (1895-1976) interpreta.
Miguel de Hernani (1901-1982) traduce.
Descargan siete reglas insoportables
en la vida de gobierno:
1.- Levantarse temprano.
2.- Ser espiado.
3.- Abstenerse a rascar los piojos.
4.- Leer la correspondencia.
5.- Asistir a funerales.
6.- Aceptar la plebe.
7.- Tolerar actos oficiales.
El resto burocrático oculto queda.
La otra cara de la moneda gastándose
en el desgobierno.
8.- Soportar saqueo
de familiares, amigos y enemigos.

EL GORRIÓN DOMÉSTICO
A Sergio Ramírez Mercado

En el patio de mi casa los gorriones viven el paraíso. Muy enamorados reclaman competencias evolutivas compitiendo elogios desesperados por su hembra. Monógamos gregarios encuentran en el amor su prole; abren el día cantando para honrar su estirpe. Ave canora, tenor de las luciérnagas, pájaro cumplidor del cortejo. En todo momento disponen respiración liviana, calor de sangre y pico córneo para continuar la especie. Vuelan con suavidad sobre el dorso de su compañera para entregarle ternura bendecida por la estación lluviosa y la luz del verano; las machucan con delicadeza complacida, espolvoreándoles rito deseoso, polvo, polvito de oro sobre plumaje en gris mayor. Algunos niños nombran al gorrión doméstico ave de la patria, sin embargo, exigentes tías lo han preferido con agrado como a un ruiseñor, porque ese passer, ese pássaro cuando se para a trinar, complace cualquier alcoba con melodía inacabable. Únicamente en la antártica los gorriones desprecian su libertad, en esos lugares no podrían volar a su antojo, ni coger insectos para satisfacer ligera dieta, hace mucho frío y les haría falta el sol intenso del calor primitivo de los girasoles. En esas gélidas latitudes sus huevos sufrirían mucho, se echarían a perder; necesitarían de una vara o de un báculo para poder pararse – os de Príapo – como tienen los perros esquimales que no necesitan despertar flujo hormonal con anticongelantes. Para los gorriones los árboles y aleros de mi casa son reserva ecológica, allí han encontrado refugio contra púberes tiradores y protección al vuelo de los gavilanes.

CAZA LA PANTORRILLA MÁS QUE EL FILO DE LAS UÑAS
A Francisco Arellano Oviedo

Hiere la garra de la fiera
rasga la zarpa salvaje
aruño de mujer soba
lame su herida mira la cicatriz
se enorgullece corva y filosa aún
a la hora del cortejo igual
que en la repartición de los panes
Nace la garfa arrebatando
de un puño su ración
agarra hasta el codo
empuña la codicia
Lanza suspiros desgaja su cuerpo hasta alcanzar tortura
su reino de matriarca
racimo de sus bienes.
Zarpa entre zarzas y garranchos brinca
entre oscuros cielos de dioses marchitados
trepa de rama a cumbre
cogollo virgen desgarro de la araña
¿Ajetreo núbil grafica arpía dama arrebatos de olvidos?
Puede vuelve regresa reclama muestra grato jarrete
oloroso a tormenta a tormento de rótula rota
¿Patalea vida aireada?
¿estropea pierde el paso de potranca?
Añora su piel
añora sus años
añora su muslo fresco
Una garra es braza sabiéndola soplar
¡Cuero ardiente!
Una garra puede ser pedazo de piel triste envejecida
Una garra siempre es injerto apero puñeta banderilla
arrastre pleito desuello
Ágil trepa desrama sobrevive salta
entrega carácter agradable
No permite padrote chivo semental rufián que la golpee
Alerta vive ante falso gavilán que la levante
Si la zarpa de la fiera hiere
¡Fiero agarrón! no es letal
ELLA
no hurta las caricias no miente en su medida no engañan sus toreos
no pisan sus jalones no da gato por liebre no escribe con tenazas
no es duelo a muerte
el arrastre de sus manos
sobre mi cuerpo.

EL PIJIBAY

En Ciudad México comí pijibayes.
Seis frutos −enlatados Del Monte – compartimos
lejos de nuestros pueblos y costumbres.
Adrián de Santo Tomás (1637) describió
fiestas paganas celebrando sus bondades:
bailan cuando recogen pijibayes,
danzan alegremente la llegada del fruto.
Lo nombran bajía, sitio celestial de hombres
y animales donde encontraron habla terrena;
lenguaje de cayapas, guacamayas y loros bulliciosos
cuando descienden al pie de la pirámide.

Escardo sinonimias regadas por incansables lluvias:
pijibay, pijibaye, chontaduro, jijirre, pijuayo, gasipaes,
supa, tenga, pijiguao, paima, pichiguao, pijivaos.
Lengua vivípara chascando tardes y amaneceres.

Rodrigo de Contreras en Nicaragua (1540)
vio a los indios comer palmito de pijibay,
era diciembre repleto de cadáveres.
Siglos no han pasado a pesar de los siglos.
Los nombres de los dioses son los mismos,
los nombres de la muerte no han cambiado.

RECORDANDO A CIFAR

Pablo Antonio desencaja los huesos mansamente,
su espinazo al sol, la sombra en el costado.
A su Biblia agrega hijos sin notas marginales.
Nada. Su vida clara como el agua
bebe.

El poeta atraviesa los días y moja sus dedos
para escribir sobre la barca los recados de Pedro.
Reconoce la otra orilla del lago Cocibolca,
la cumbre careada del volcán Mombacho,
las fangosas llanuras ganaderas de Chontales,
la nata inmunda del Barrio de los Pescadores.

¡Ojo!, el poeta apunta palabras como dardos.

Pablo Antonio Cuadra sueña cerca de sus pasos.
Cortan sus dedos efímeras espinas.
Espejos rompe. El tiempo encadena silencios.

DE ABOLENGO

En Nicaragua la Colección Somoza ilustró su historia
de terror con detalles costumbristas del insurrecto
analfabeta Pedro Altamirano.
Los cristeros mexicas gozan cuando observan
la cabeza de Miguel Hidalgo colgando del alero.
Ciertos itálicos calcan todavía la decapitación
de Marco Tulio Cicerón por sanguinaria casta de patricios.
En Oriente cualquier tribu ejecuta libre y a pleno pulmón
su letanía, desconociendo que detrás de sus hojas sagradas
se pueden soportar otras palabras mas hermosas y justas.
Nadie disculpa algún diseño ni estilística perdurable alude
espantosas muertes desde cualquier ángulo sentimental.
Pero los engendradores del exterminio jamás desean
que los castren o les den el metódico e imperturbable
tiro de gracia sobre la nuca.

FUROR DÓMINI

Pedrarias Dávila encabestra su sombra
asediado por ronca pena de huertero.
El frío de la muerte
le entrega la cabeza de Vasco Núñez,
la cabeza de Hernández de Córdoba.
¿Cortejan el funeral del cuidador de puercos?
Pedrarias depositaba en las crónicas
la crueldad de sus manos
el colmillo de sus perros
la ardiente vejiga contagiosa
el aliento infernal.
Atento presagiaba el porvenir siniestro.
A su manera besó las nalgas del obispo
aliado en su fortuna.
Lo enterraron en León Viejo, Nicaragua, 1531.
La historia reconoce sus crímenes.

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Juigalpa, Chontales, Nicaragua, 1950.
Ha publicado en periódicos y revistas nacionales y extranjeros; aparece en varias antologías. Ha obtenido entre otros reconocimientos y premios, Mención Honorífica en el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines (Instituto Chiapaneco de Cultura/Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1989); Primer Lugar en el Premio Nacional de Poesía Balún Canan (Instituto Chiapaneco de Cultura y Casa de la Imágenes / San Cristóbal de la Casas, Chiapas, 1992) y Mención Honorífica en los Juegos Florales de la Primavera San Marcos, Chiapas, 1994.

Ha publicado Influencias y confluencias (1976), Otras después de Eva (1991), Hospedaje de la Pirámide (1992), Residencia Cautiva (1995), Vecindad entre ruinas (1996), Somos habitantes de un mismo sueño (1996) y Juigalpan Tierra de caracoles (2010).