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Joan Margarit, premio Cervantes 2019

29 noviembre, 2019

El País-Cultura

– El poeta obtiene el premio por una obra confesional donde conviven catalán y castellano. “No voy a renunciar a las dos lenguas digan lo que digan los políticos”, asegura. 


Joan Margarit, Premio Cervantes 2019

Casi una veintena de premios —entre ellos, el Nacional de Poesía y el de Literatura de la Generalitat (2008), el Iberoamericano de poesía Pablo Neruda (2017) o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (hace seis meses)— y una treintena de libros —donde sobresalen Estació de França (1999), Càlcul d’estructures (2006), Casa de Misericòrdia (2007), Un hivern fascinant (2017)— después, Margarit es rotundo: “Una es materna; la otra es adquirida y la quiero: no voy a renunciar a las dos lenguas, digan lo que digan los políticos”.

Margarit elude la posible lectura de su elección como guiño a la tensión sociopolítica entre Cataluña y España, en el marco de unos Premios Nacionales de Cultura más descentralizados que nunca: tres ganadores valencianos (Cómic, Ilustración y Diseño), dos gallegos (Poesía y Ensayo), un asturiano (Poesía Joven), tres vascos (Letras y dos de Música: interpretación y composición) y una catalana (Historia). “Siempre he preferido colaborar que clavar cuchilladas: tengo un oficio público como poeta, pero la poesía no es un servicio público”. Tampoco quiso pronunciarse sobre su supuesta simpatía por el independentismo. “Esto sólo se arregla hablando y con cultura: si no podemos sustituir represión por educación, sólo nos queda la vía de las dictaduras de derechas tipo Un mundo feliz de Huxley”.

¿No le influye, pues, la situación como poeta? “Claro, pero la labor política no entra en mi poesía; esta ha de salir de mirarme a mí mismo y sacar alguna cosa de mí que consuele a una persona que está a 5.000 kilómetros o que le sirva cuando tenga 18, 45, 60 y 80 años siendo como se es personas distintas; si está bien hecho, en un poema hay mil poemas”.

  1. Con los años, los versos de Margarit se han hecho más descarnados, contundentes: la reconciliación consigo mismo no la ha hecho con medias verdades. “La mentira puede consolar, pero engañar no es consolar; se consuela diciendo la verdad, no la mentira”. Quizá por eso recomienda a quien no ha entrado nunca en su obra Joana (2002), donde refleja la muerte de su hija. “Es la única vez que me he enfrentado a la poesía: nunca hay que escribir en caliente, pero lo hice porque pensé que si en ese momento la poesía no me servía, no escribiría ya nunca más”. Ese título le llevó a vender hoy unos 10.000 ejemplares, cifra lo de novelista de éxito en Cataluña. La poesía, total, le sirvió a él y a sus lectores.

 

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