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Vidaluz Meneses: Leer el pasado en comunidad y en voz alta

28 enero, 2020

La lucha es el más alto de los cantos es el título del diario elaborado por Vidaluz Meneses durante su viaje a una zona de guerra como integrante de la Brigada Cultural “Leonel Rugama”, en 1983.


Vidaluz Meneses (q.e.p.d)

La lucha es el más alto de los cantos es el título del diario elaborado por Vidaluz Meneses durante su viaje a una zona de guerra como integrante de la Brigada Cultural “Leonel Rugama”, en 1983. El título del diario recupera un verso del poema El precio de una patria, de Fernando Gordillo, poeta, ensayista y líder estudiantil miembro de La Generación de la Autonomía.[1] En las primeras páginas del diario está inserta una fotografía tomada con seguridad minutos antes de subir al camión IFA que trasladó a los y las brigadistas a territorio de guerra. En la fotografía veo a Meneses, con su sonrisa crecida en optimismo, camiseta color verde, pantalón y botas de uso militar. Le acompañan compañeros y compañeras de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC), tal vez dos decenas de personas, todas con rostros juveniles. Cual multitud, arengan y despiden como héroes a los brigadistas con aplausos, gritos y canciones.

A pesar de llevar las conocidas indumentarias militares, los brigadistas tenían una misión cultural. En lugar de cargar armas, llevaban trajes de folklore, guitarras, papel para pintar y libros de poesía. Veamos cómo Meneses recuerda este momento:

El viernes 20 de mayo, salimos eufóricamente despedidos alrededor de las diez y media de la mañana, en un camión IFA del Ejército Popular Sandinista (EPS). Lo abordamos vestidos con ropa militar, llevábamos mochilas, sacos militares de cuyos bordes sobresalían los vuelos blancos con trencilla roja de los trajes folklóricos, guitarras, blocks de papel de los pintores, la Antología de poesía nicaragüense, mis poemarios y la libreta para los apuntes del diario que me había sido encomendado. (Meneses 2006, 13)

Especial mención merece en este inventario una libreta, asignada a Meneses para elaborar un diario que documentara el día a día de la misión. El propósito de la brigada no era combatir en las zonas de guerra sino animar y ‘levantar la moral’ de quienes, en palabras de la poeta, “estaban llevando la peor y más arriesgada parte de la lucha armada en defensa del proyecto revolucionario” (Meneses 2006, 13).

Leer los 80 desde el siglo XXI

Llamativamente, Meneses publicó el diario hasta 2006, más de veinte años después de su elaboración y en una Nicaragua postrevolución. Antes de publicar el diario convocó a sus compañeros y compañeras brigadistas a leerlo junto a ella, permitiéndose además comentar el documento y reflexionar sobre asuntos seleccionados, haciendo así adiciones al texto original. Esto último indica que, sumado a la revisión del documento, Meneses consideró valioso visitar el pasado vivido de manera comprometida, no hacerlo en soledad sino en comunidad, y darse la oportunidad de leer sus sentidos y sinsentidos a la luz del primer quinquenio del siglo XXI.

Retomar el diario indica que el pasado en él contenido seguía teniendo importancia a pesar del paso de los años y de los cambios vividos en el país. Siguiendo la voz poética de Meneses, “el tumultuoso tiempo de la revolución” (2002, 35) aún era un significante que ordenaba y daba sentido. Si bien la revolución no existía como presente, sí lo hacía como un pasado-aún-presente en los afectos de “apasionada entrega, día sin horas / tiempo lleno de contenido” (2002, 35). El pasado se prolongaba en el deseo poético de “no ahogar la memoria”, ni olvidar las “voces que claman por el reino / que no hemos podido construir” (Meneses 2016, 262), para decirlo con los versos del poema Muro de lamentaciones, escrito al calor de la derrota electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en las elecciones de febrero de 1990. Una derrota que, si bien fue política, caló profundo en las estructuras emocionales de la sociedad.

La decisión de ‘no ahogar la memoria’ simbolizó no enterrar el pasado modélico de la revolución sino empujarlo hacia el futuro, manteniéndolo vivo. Retomar el diario–como epítome del ‘tiempo lleno de contenido’–décadas después de su elaboración, fue una forma de recuperarlo y actualizarlo al calor de los nuevos tiempos. Regresar al diario es disponer los sentidos para abrir un paréntesis en la Nica-libre, nombre que el cineasta Félix Zurita dio a la Nicaragua de los años noventa e inicios del dos mil. El propósito fue escuchar “la furia de los impotentes”, como Meneses verbaliza en el poema ya citado Muro de lamentaciones. Regresar es re-vivir esa furia con la mirada y sensibilidad del tiempo presente. Qué acertado es Michael Pollack cuando dice: “el presente tiñe el pasado” (2006, 24).

Leer como acto de memoria

“[El diario] recoge día a día esa intensa experiencia en la vida de todas y cada una de las personas que integramos la brigada, que la vivimos junto a miles de heroicos y generosos combatientes” (Meneses 2006, n. Pág.).

En su artículo, Lectura y subjetividad, Silvana Rabinovich afirma que “la lectura es siempre acto de memoria” (2008, 199). Su postulado ilumina el ejercicio de Meneses de leer su diario como acción detonante de un viaje al ‘día a día de esa intensa experiencia’, como señala en la cita de arriba. La propuesta de Meneses fue leer su diario en comunidad y en voz alta. Así, citando nuevamente a Pollack, 2006 representa una “coyuntura favorable para las memorias” (2006, 24). Estos fueron los y las exbrigadistas invitadas por Meneses para leer el diario estuvieron las siguientes personas:

Arnoldo Guillén, pintor; Rosa María Matute y Juan Ramón Padilla, teatristas; Juana y Patricia Ruiz, artistas de la danza folklórica; el ex capitán del EPS, escritor e historiador, Roberto Sánchez y el periodista Sergio De Castro ex corresponsal del diario Barricada, quienes fueron citados por mi persona para que con sus recuerdos alimentaran las notas del Diario de Brigada que yo tenía transcritas, lo cual hicieron y les agradezco. (Meneses 2006, n. Pág.)

El grupo de exbrigadistas recrea la heterogénea composición artística de la brigada de 1983, al conformarse por artistas plásticos, teatristas, miembros de grupo de danza folklórica, un excorresponsal del entonces diario oficial del sandinismo y un exmilitar e historiador. Considero a este grupo de exbrigadistas como una comunidad afectiva de memoria, al compartir un pasado en común y converger en su activación interpretativa a través de la lectura del diario.

Además de constituirse en una comunidad interpretativa, su acción subraya el carácter intersubjetivo y plural de las memorias. Si bien Meneses decide visitar su pasado a través de una lectura activa de las notas de su diario, toma en cuenta el carácter grupal y colectivo de su experiencia. Aunque es un diario firmado a título individual, las notas que lo componen están entrelazadas a un marco social. Cómo no recordar, al respecto, la afirmación de Elizabeth Jelin: “las memorias individuales siempre están enmarcadas socialmente” (2002, 20).

La invitación de Meneses a rememorar en comunidad y en voz alta es también una manera de validar sus notas y, por ende, también sus recuerdos. Cito nuevamente a Jelin cuando afirma que, “quienes tienen memoria y recuerdan son seres humanos, individuos, siempre ubicados en contextos grupales y sociales específicos” (Jelin 2002, 20). Esta cita ilustra oportunamente la decisión de Meneses. Ella encuentra una ‘coyuntura favorable’ para regresar a su diario y convertirlo en un vehículo de rememoración. Pero lo hace ubicándose en marcos sociales y grupales más amplios. Uno de estos marcos sociales es su brigada cultural, los y las artistas que la conformaron. Otro es la atmósfera social de intensificación de la guerra y militarización de la nación y de la población civil, proceso que se vivía agudamente en 1983 y sin el cual es difícil comprender, como ya señalamos, que artistas, intelectuales y trabajadores de la cultura hayan decidido movilizarse a los territorios de guerra, regirse bajo la disciplina militar y convertirse en activos militares.

Al convocar a una lectura colectiva con sus compañeros y compañeras exbrigadistas, Meneses activó un pasado relevante no solo para ella sino para un país entero. Continúo apoyándome en Jelin cuando afirma que los procesos de activación del pasado “[…] ocurren en individuos insertos en redes de relaciones sociales, en grupos, instituciones y culturas” (2002, 19). Siguiendo la cita de la intelectual argentina, identifico a Meneses como miembro activa del campo cultural e intelectual revolucionario. Antes vimos que, a pesar de que señala nunca haber sido militante sandinista, a lo largo de la década revolucionaria tuvo diversos cargos en el sector de cultura, en particular en el Ministerio de Cultura. Sumemos como dato importante de ubicación su posicionamiento como cristiana en la revolución. Si bien su trabajo sobre el pasado es individual, lo hace como parte de estas redes, grupos y comunidades, asunto que subraya el carácter intersubjetivo y relacional de las memorias.

Pero aún estas redes y comunidades de memorias están vinculadas a marcos sociales más amplios. Es preciso enmarcar las memorias de Meneses en el contexto de los cambios políticos y culturales trascendentales que se produjeron en Nicaragua entre la fecha de elaboración del diario, 1983, y la de su publicación, 2006. Entre estos cambios es fundamental mencionar la desmovilización de la Resistencia Nicaragüense acordada en 1989 y la ya mencionada derrota del FSLN en las elecciones de 1990. Ambos pusieron término a una guerra que cobró miles de vidas humanas, dejando una herida devastadora y perenne hasta hoy. Estos hechos también marcaron el final del “tumultuoso tiempo de la revolución” (Meneses 2002, 34), el proceso social en que Meneses elaboró su diario. El tiempo del “día sin horas”, “tiempo lleno de contendido” de la revolución (Meneses 2002, 34) dio paso al “tiempo de llorar” de la postrevolución (Meneses 2016, 262).

¿Para qué activar el pasado?

Los estados anímicos, los afectos y sentimientos también marcan el cambio político. El hecho que disparó el “tiempo de llorar” en Meneses significó un triunfo político para otro sector del país. Con la victoria de Violeta Barrios de Chamorro, candidata por la Unión Nacional Opositora (UNO), inició una transición política que produjo significativas transformaciones a nivel político, económico y cultural. Además de la administración de Barrios de Chamorro, dos más de similar signo ideológico siguieron en los siguientes dos quinquenios: la dirigida por Arnoldo Alemán (1996-2001), y por Enrique Bolaños (2002-2006), ambos en representación del Partido Liberal Constitucionalista (PLC).

El paso de los años y el giro político-cultural de la sociedad nicaragüense favoreció que, en la introducción del diario escrita previo a su publicación, Meneses escriba desde otros lugares afectivos. En el 90, la tristeza profunda da cuenta del cambio político. La consigna es residual y dicta permitirse llorar sin contención. La pregunta punzante es: ¿Para qué tanto sacrificio? En 2006, en cambio, su tono es de reflexividad distanciada y hasta cierta asepsia hacia la revolución. Su deseo está centrado en la no repetición de la guerra. La revolución sandinista pasó a ser un “fenómeno histórico”. Es pasado, no presente y, en sus palabras, “como toda experiencia humana está llena de luces y sombras” (Meneses 2006, n. Pág.). Sin embargo, ese pasado que ya forma parte de la historia también contiene experiencias meritorias de ser legadas al futuro. Para Meneses, ese lugar es ocupado por la vida de quienes murieron en nombre de la revolución. Es a ellos y ellas a quienes rinde homenaje con la publicación de su diario. Así lo argumenta:

A veintisiete años de haberse instalado el primer gobierno revolucionario en Nicaragua, decidí publicar este Diario de Campaña de la Brigada Cultural Leonel Rugama, en homenaje a los miles de hombres y mujeres muertos que generosamente dieron su sangre por lo que consideraron justo y de beneficio para Nicaragua y a quienes sobreviven y me los encuentro en las nuevas batallas ciudadanas tratando de preservar los ideales que nos unieron sin distingos políticos, bajo la bandera y el ejemplo del General de Hombres Libres, Augusto C. Sandino y la soberanía cultural instaurada por el poeta Rubén Darío. (Meneses 2006, n. Pág)

Como queda claro en esta cita, Meneses no rinde homenaje a la revolución como ‘fenómeno histórico’ sino a ‘miles de hombres y mujeres’ que dieron sus vidas por lo que ‘consideraron justo y de beneficio para Nicaragua’. El hilo narrativo con el que el presente ‘tiñe el pasado’, recordando a Pollack, no es la identidad granítica de La Revolución –en mayúscula y singular. Tampoco lo es el FSLN. Son las personas y, específicamente, la gesta sacrificial de quienes dieron su vida por una causa que consideraron justa –“las voces que claman por el reino”. Son estas las voces dignas de transmitir y proyectar al futuro. Este es el sentido del pasado que para Meneses interesa activar y preservar.

Además de rendir homenaje a quienes generosamente ofrendaron sus vidas en el pasado, en la cita Meneses construye un puente intersubjetivo entre quienes ofrendaron sus vidas y los sobrevivientes que, en el nuevo siglo, libran ‘nuevas batallas’. Así, en su homenaje, Meneses conecta las luchas del pasado de la revolución con las de la postrevolución. Las primeras se realizan en clave insurreccional y militar. Las segundas en clave de ciudadanía. Las primeras se realizan bajo la bandera del FSLN y al calor de la polarización extrema. Las segundas se califican sin distingo partidario, bajo la sombrilla de la memoria larga de Sandino y Darío. La bandera que cobija a estas ciudadanías ya no es la de la Patria/Revolución de los ochenta. Es la de un pasado común más lejano: el de la libertad, representada en Sandino, y la soberanía cultural, representada en Darío. La revolución ya no es el principal referente de inteligibilidad de las luchas sociales.

La activación del pasado de los ochenta en clave interpretativa sirvió como un homenaje a la vida entregada por miles de hombres y mujeres, a sus ideales de justicia y bienestar, así como a quienes siguen manteniendo estos ideales y los persiguen como ciudadanos y ciudadanas. La experiencia transmisible es la vida entregada, a título individual y por una causa común, pero no subordinada o inteligible en el marco de una vanguardia política. Es la entrega y sacrificio de la vida lo que vale la pena seleccionar del pasado para traer al presente. Llama la atención que no califica como víctimas de la violencia política o de la guerra a quienes murieron. Se trata por entero de una entrega generosa de la vida. Ello impide que en el discurso de Meneses aparezcan conceptos como responsabilidad, derechos humanos, justicia, y que el imperativo de no repetición de la guerra civil se elabore en un registro exclusivamente moral. Veamos:

Fuimos una generación enfrentada con nuestros propios hermanos y hermanas, yo diría que ambas partes nos enfrascamos en una lucha, defendiendo lo que creíamos mejor para Nicaragua. Ojalá que esto, nunca más se repita en nuestra historia. (Meneses 2006, n. Pág)

A diferencia de la calificación de la guerra de los ochenta como una guerra de agresión y defensa de la Patria/Revolución, en la introducción a su diario escrita en 2006, Meneses consideró la guerra como un enfrentamiento entre iguales, hermanos y hermanas nicaragüenses que defendían proyectos contendientes. Hay aquí un reconocimiento y validación de adversarios inexistente en el discurso oficial de los ochenta, como argumenta extensamente Agudelo en su libro Contramemorias (2017). Sin embargo, con respecto al imperativo de la no repetición, parece bastar su conjuración para garantizar que no se repita.


Bibliografía

Agudelo Builes, Irene. 2017. Contramemorias. Discursos e imágenes sobre/desde La Contra, Nicaragua (1979-1989). Managua: IHNCA-UCA.

Jelin, Elizabeth. 2002. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo Veintiuno Editores.

Meneses, Vidaluz. 2002. Todo es igual y distinto. Poemas 1992-2001. Managua: Centro Nacional de Escritores.

—–. 2006. La lucha es el más alto de los cantos. Managua: Anamá Ediciones.

Pollack, Michael. 2006. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite. Buenos Aires: Ediciones Al margen.

Zurita, Félix. 1997. Nica-libre.

[1] El poema de Gordillo se titula El precio de una patria. Lo copio completo a continuación: 3 000 000 es el precio de una Patria / si alguien quiere venderla. / Y hubo quien quiso y la vendió. / Más tarde dijeron que sus hijos / nacieron para cantarla. / Como si la lucha no es el más alto / de los cantos, / y la muerte el más grande.

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Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Universidad Centroamericana (UCA) y Maestría en Ciencias Sociales por el Programa Centroamericano de Postgrado de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).

Actualmente es investigador y profesor del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, Universidad Centroamericana (IHNCA-UCA).