Horacio Castellanos Moya – El Salvador: Identidad Y Herida.
29 marzo, 2019
Pocos conocen la literatura centroamericana, a pesar que Rubén Dario fuera el máximo poeta del Modernismo, que el guatemalteco Miguel Ángel Asturias fuera Premio Nobel, que el escritor nicaragüense Sergio Ramírez obtuviera el premio Cervantes, que existan Helen Umaña, Roque Dalton, Ernesto Cardenal, Magón y Carmen Lyra. La cultura Centroamericana tiene sus perfiles y sus claro-oscuros, descubrirlos es apasionante…
Pocos conocen la literatura centroamericana, a pesar que Rubén Dario fuera el máximo poeta del Modernismo, que el guatemalteco Miguel Ángel Asturias fuera Premio Nobel, que el escritor nicaragüense Sergio Ramírez obtuviera el premio Cervantes, que existan Helen Umaña, Roque Dalton, Ernesto Cardenal, Magón y Carmen Lyra. La cultura Centroamericana tiene sus perfiles y sus claro-oscuros, descubrirlos es apasionante.
Y es apasionante adentrarse en el mundo obsesivo de uno de los escritores mas escépticos y mordaces de Latinoamérica: Horacio Castellanos Moya, que forma parte del círculo de “escribir con bilis”, junto a Celine y Thomas Bernhard. A Moya le duele El Salvador como le dolía a su compatriota Roque Dalton, y a Miguel de Unamuno, España. Su crítica a El Salvador y a los países latinoamericanos es fuerte, revela el machismo latino, la discriminación hispana frente a lo que ignora, su baja responsabilidad pero también es crítico frente a la sociedad Americana, controladora, puritana, consumista y desapegada afectivamente.
Nacido en 1957 en Tegucigalpa, Honduras, de muy niño se traslada a El Salvador, donde cursa estudios en la Universidad de Literatura. En 1979, va a estudiar a Toronto, Canadá, luego a Costa Rica y finalmente se instala en México. En la capital azteca desarrolla su actividad periodística en la Agencia Salvadoreña de Prensa (Salpress), cubriendo la Guerra Civil del Salvador y luego como corresponsal de La Opinión de Los Angeles, California. En España vive durante 1999, después de publicada su novela “El Asco: Thomas Bernhard en San Salvador” que le valió amenazas.
Escritor de varios escenarios vivió también en Frankfort entre 2004-2006 cumpliendo el Programa Cities of Assylum, luego fue invitado por la Universidad de Tokio. Actualmente es profesor de Literatura en la Universidad de IOWA
Ha sido varias veces premiado, recibió el galardón Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas de manos de la presidenta Michelle Bachelet, y es jurado de varios concursos literarios.
Su obra narrativa es considerable: La diáspora (1988), Baile con serpientes (1996), El Asco: Thomas Bernhard en San Salvador (1997), La diabla en el espejo, finalista Premio Rómulo Gallegos. Insensatez de 2004, la primer novela traducida al inglés, La sirvienta y el luchador (2011), El sueño del retorno (2013) y la actual publicación, Moronga (2018, Random House), una novela psicológico-policial de final semi-abierto.
Ha escrito poemas, cuentos y ensayos, entre ellos destacamos: Breves palabras impúdicas: un ensayo y cuatro conferencias (2010), donde trata el tema de lo político en la novela latinoamericana.
Su temática aborda la violencia, la relación amor-odio a su tierra, los conflictos de Centroamérica, el caracter latino y la identidad nacional.
Moya es nervioso, observador, fue periodista y me pregunta, luego busca un lugar no ruidoso para conversar. Entonces, (me) cuenta.
HCM: Yo vivo la identidad como un estado de tensión permanente, como un estado que oscila entre la pertenencia a partir de mis experiencias de vida personal y un movimiento por el mundo, hay un estado de tensión permanente entre esos dos mundos. Yo nací en Tegucigalpa, que es la capital de Honduras, de padre salvadoreño y madre hondureña, y mi trasladaron a los 4 años a El Salvador, Alli, me eduqué, me formé, allí, tuve mis amistades, las experiencias mas definitorias de mi vida. De donde soy. La cuestión es que yo salgo de El Salvador a los veintitantos años, me voy a estudiar a Canadá, a México y paso toda la Guerra Civil del El Salvador, fuera de mi país. Luego regreso al Salvador y vivo 6 años: del 91 al 97 y ya no regreso a vivir sino para visitarlo. Si hago un recuento de mi vida adulta, he vivido 13 años en México, 12 en Estados Unidos y 7 en El Salvador y en otros lugares, pero los años de mi infancia y juventud fueron los años formativos, los definitorios en mi vida.
AB: EL tema de la guerra aparece en casi toda su obra literaria, sin duda, impacto a toda su generación … a usted también…
HCM: La Guerra civil fue muy intensa, fueron 10 años de Guerra civil y en un país tan pequeño, permea todo, repercutió en la sociedad. Con 21.000 kilometros cuadrados, con una densidad poblacional de las mas altas del continente; un estallido de esa naturaleza y tan largo,con tal virulencia, todos son víctimas. Hay gente que trató de no comprometerse pero fueron arrastrados. Hubo gente que entró en la guerrilla por una ideología, pero otros entraron por la pura acción. En los 90, se terminó la Guerra en Centro América, ahora tenemos las pandillas. Cuando la guerrilla se convirtió en poder político, la ideología se acabó.
AB: En una de sus primeras obras El Asco, remeda a un escritor nihilista, Thomas Bernhard…
HCM: El Asco es un libro sobre El Salvador y es un ejercicio de estilo. Mi personaje se expresa de la misma forma que Thomas Bernhard que habla mal de Austria, con el mismo modelo estilístico basado en el concepto musical de la fuga y contrafuga (él era músico),mi personaje, tomando el estilo bernhardiano, habla mal de El Salvador, todo le parece horrible.
AB: Hay aspectos autobiográficos en El Asco?
HCM: No, es pura ficción, yo no escribo cosas autobiográficas, no me gusta la autobiografía, me gusta crear personaje, claro, apoyado en la realidad …
AB: Su libro Insensatez, cómo surge?
HCM: Sucede en Guatemala, el personaje es un corrector de estilo que trabaja la edición del Informe sobre Derechos Humanos de la Iglesia Católica. Cuando mataron al Arzobispo Gerardi, yo, como periodista fui a Guatemala y me impresionó mucho, estuve muy cerca de la gente que trabajaba en el Informe. Seis años después saqué mi cuaderno de notas donde yo había escrito la frases mas llamativas del Informe, con los testimonios de los indígenas y con éso, cree un personaje, el corrector del Informe, que no es guatemalteco, no esta comprometido con el Informe lo hace como trabajo, por dinero, pero va enloqueciendo en la medida que va leyendo y corrigiendo el Informe, con tanta violencia. Es una especie de Quijote, que lee las novelas de caballeria y entra en estado de delirio, producto de la palabra escrita…igual el corrector va leyendo, corrigiendo y delirando.
AB: En La diabla y el espejo, también aparece el tema de la violencia.
HCM: Es el monólogo de una mujer, de clase acomodada, salvadoreña que cuenta el asesinato de su mejor amiga. Es una violencia entre las mismas clases dominantes, se matan entre ellos. En el libro hay toda una sospecha de quien la mandó a matar. El atractivo del libro, es la voz de la mujer porque todo es en primera persona. Es un monólogo donde la mujer le cuenta al espejo. Se hizo en teatro, en Paris. El tema de la violencia es el tema de la vida, la vida es violencia…
AB: Creo que la vida es energía y amor, pero hay sociedades que entran en la violencia.
HCM: Si.si…Yo hablo de mis novelas, por suerte no todas las sociedades son violentas…pero en mi obra, mis personajes se mueven en un mundo donde la violencia es el aire…Yo me refería a Centroamérica. Mire, el conflicto fue la culminación de algo que venía de antes. Había una violencia acumulada por todos los factores institucionales que no funcionan, la extrema pobreza, la corrupción y la seguridad pública…
AB: América Latina sufre un mal que viene desde la conquista española, heredamos una visión medievalista, autoritaria, monopolista…
HCM: Si, hay una reproducción de modelos culturales. Lo paradójico es que sea tan difícil, para las sociedades latinoamericanas, remontar ese modelo inicial, solo con algunas excepciones. Ya pasaron siglos y no logramos encaminarnos. Hay como una inviabilidad histórica a partir de una autodestrucción muy inconsciente.
AB: Es verdad, no se logra remontar… (nos quedamos callados) Cómo actua el lenguaje dentro de su técnica creativa?
HCM: El estilo responde al tipo de personaje que estoy escribiendo. En la novela La sirvienta y el luchador uso la tercera persona, pero tengo otras novelas en primera persona, Moronga son dos monólogos con dos personajes distintos: Zeledón y Aragón y los dos se expresan distintos. Si escribo novelas de acción como El arma y el hombre o El baile de la serpiente, las frases son cortas, pero cuando la novela sucede dentro de la mente del personaje, Insensatez o El sueño del retorno, o Moronga, entonces uso parágrafos extensos. El Asco no tiene párrafo, es una verborragia, como la fuga y la contrafuga.
AB: Cuál es su método de trabajo para concebir una novela?
ACM: Yo no escribo una novela a partir de una trama, eso lo puedo definir después. Yo necesito encontrar la voz del personaje y cómo el personaje percibe el mundo… En la novela Moronga, los dos protagonistas son: Zeledón y Aragón, Moronga es el personaje que une a las dos partes.
AB: El tema de la comunicación y de los controles, aparece en sus novelas. La incomunicación le preocupa? Hay también una descripción muy precisa de la realidad.
HCM: Yo no tomo el personaje de la realidad. Puedo ser muy concreto en cuanto a la descripción del lugar donde sucede la novela pero solo se conciben en relación con las ncesidades del personaje y en medio de esa trama. Zeledón es un ex guerrillero, y percibe los detalles, Aragón, es profesor, deja fluir su mente y cuenta lo que ve pero sin esa precisión. En cuanto a la comunicación, me preocupa mas el concepto de control. La vigilancia de nuestro tiempo es el aire que se respira. Vivimos en sociedades paranoicas, bajo vigilancia en todos los niveles de la vida.
AB: He notado una crítica fuerte a los latinos y a la sociedad nortamericana.
HCM: Si, mis personajes son latinos y son críticos porque no se integran. El mundo latino y el mundo puritano anglosajón no se integran y como no pueden integrarse esos personajes hispanos tiene una actitud crítica, lo que no es como ellos, lo critican pero esa actitud desaparece en la generación que nace aquí, ésa, ya se integra.
AB: En Moronga aparece, casi como un personaje, Roque Dalton, el poeta salvadoreño asesinado por la izquierda, nuevamente la violencia, aunque su muerte es emblemática, Dalton es casi un mito.
HCM: Aragón esta investigando sobre su muerte y Dalton toma importancia en la narración. Tengo dos novela donde se habla de Dalton, ésta y La diáspora.
Fue el escritor mas importante de El Salvador, es una obsesión nacional porque lo asesinaron sus camaradas por traidor, éso crea un trauma nacional. Hay un trauma de los escritores salvadoreños por la herencia de Dalton…Es como que le maten el padre a uno…Y claro, Dalton se convierte en mito…
AB: Cómo ve la literatura Latinoamericana, después del Boom y el Post-boom?
HCM: Es una literatura donde florecen muchas y diversas tendencias, muchas temáticas y estilos diversos, no responden a un patrón tan definido como fue el del Boom, que era una generación de escritores que puso la literatura latinoamericana en el universo, fue un movimiento internacional, fue como un “Siglo de oro”. Ahora, la literatura latinoamericana tiene un lugar.
AB: Cómo maneja su posición de profesor y de escritor. Hay una interrelación?
HCM: Yo no escribo cuando doy clase. No tengo la habilidad para vivir en dos mundos al mismo tiempo. Cuando escribo, escribo y cuando doy clases, doy clases. Tengo etapas donde no doy clase y allí es donde empiezo a ver…Dar clases es un trabajo que hago lo mejor posible, he tomado algunas cosas para mis personajes, en Moronga, Aragón, es profesor. Soy un hombre formado al llegar a la Universidad, mi mundo viene de muy atras, con experiencias diversas, no corro el riesgos de quedarme en una burbuja como le pasa algunos escritores profesores…
Si hubiera empezado a dar clases a los 25 años, no hubiera escrito lo que escribí.
Conocida artísticamente como Adrianita es periodista y actriz de cine, radio y teatro que nació en Argentina, país en el cual cuando era niña realizó su carrera como actriz.
En 1950 fue seleccionada para trabajar en la obra Un angelito diabólico en el Teatro Astral y en 1952 debutó en cine La melodía perdida, por la que fue galardonada por "destacada labor infantil" con una mención especial de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina.
En 1953 se destacó en el policial La niña del gato, actuación por la cual recibió el Cóndor de Plata a la mejor actriz de reparto otorgado por la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina y en 1955 retornó al teatro para interpretar el demoníaco personaje de La mala semilla. Ya adolescente finalizó su carrera en el cine con El primer beso y Mientras haya un circo, ambas de 1958, si bien retornó brevemente para un doblaje de El ojo que espía (1966).
En 1967 participó en la representación de la obra Así es la vida de Arnaldo Malfatti y Nicolás de las Llanderas, dirigida por Pedro Escudero en el teatro Astral en un elenco en el que además figuraban Vicente Ariño, Ricardo Bauleo, Rey Charol, María Esther Gamas, Beto Gianola, Juan Carlos Lima, Mecha Ortiz, Angélica López Gamio, Eddie Pequenino, Delma Ricci, Jorge de la Riestra, Luis Sandrini, Perla Santalla, Héctor Sturman, con escenografía de Raúl Soldi.
En 1968 trabajó junto a Catalina Speroni, Cristina Murta, Antonio Martiánez, Leonor Benedetto, Héctor Biuchet, Ivonne Fournery y José María Vilches en la obra de Juan Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa, dirigida por Manuel Benítez Sánchez Cortés con escenografía de Saulo Benavente en el Museo de Arte Español Enrique Larreta.
Trabajó en Radio El Mundo en 1954 y 1955 junto a Osvaldo Canónico y Elcira Olivera Garcés en el programa ¡Qué mundo de juguete!, con libretos de Abel Santa Cruz.
Retirada de la actuación se radicó en Estados Unidos para trabajar de periodista.