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El libro de las separaciones

26 noviembre, 2014

Hanzel Lacayo

Hanzel Lacayo (Nicaragua, 1984), poeta, narrador y fotógrafo nicaragüense comparte una selección poética de El libro de las separaciones, precedida por una “Breve auto-reseña” en la que comparte el génesis, producción y reflexión de este nuevo título que, comparado con producciones anteriores, resulta para el autor “un libro a colores, más accesible y elástico. Y aunque hay temas universales que siempre me perseguirán, es grato sentir que los matices puedan jugársela con mayor libertad en un espectro de colores y no únicamente en la escala de grises.”


Breve auto-reseña

Escribí «El libro de las separaciones» entre 2011 y 2013. En aquel entonces, nadaba mucho y creé la mayor parte de los textos bajo el agua. Cuando salía de la piscina, los guardaba en la aplicación de Notas del celular y, al llegar a casa, los pasaba a un documento de Word. Cuando reuní suficientes páginas de versos sueltos, empecé a disponerlos en conglomerados, tomando como directriz su unidad temática y escribiendo a su vez nuevos versos conectores. La idea era construir cada poema como se construiría una imagen, píxel por píxel. Me pareció un método bastante cómodo y gratificante, puesto que surgió del azar y culminó en un ordenamiento más drástico y reflexivo. Escribir así me hizo descubrir una forma para combatir la escritura del poema al ras; y que es muy gozoso seguir la disciplina de la post-producción al cortar y pegar casi cualquier cosa. De la misma manera, siempre me ha parecido difícil seccionar un libro y, a pesar de que El libro de las separaciones comprendía poemas sueltos, no quería tener alrededor de cien poemas regados aleatoriamente. Así, durante el año 2014, pasé corrigiendo mucho y tratando de seccionarlo en vano. Incluso, readapté poemas abandonados en la juventud, y armé dos libros mutuamente excluyentes: El recibimiento y Los adioses, anunciados y abandonados prematuramente porque su justificación no parecía certera. A veces, uno desecha la idea detonante de un libro, pero ésta resucita y nos atormenta en la medida que tratamos de malearla; pero tras meses de lucha,  uno sabe cómo rendirse, regresar al punto de partida y hacer los exactos reajustes; en este sentido, siempre supe que el libro debía partir de la luz hacia las sombras.

Al toparme con el trabajo de Dimetil Triptopia, en cuyo tratamiento digital de sus pinturas vi claramente reflejada la identidad del libro, empecé a reordenar los poemas según la relativa afinidad con las fotopinturas. Así surgieron las «separaciones» (que no secciones). Pienso que lo más satisfactorio de este proceso fue trabajar bajo la noción de que el color y el humor en una pintura carecen de nombre; que no es necesario seccionar un libro porque sí o sí.

En cuanto a su contenido, se me imposibilita generalizar. Creo que es el cuestionamiento más difícil de responder: ¿de qué trata el libro? Lo cual a menudo me preguntan y ante lo que vacilo con firmeza, afirmando que habla de casi cualquier cosa porque escribo sobre cualquier cosa; pero sí, es cierto que se vuelve más hostil con el avance de las páginas. Y es que durante años, he escrito mucha poesía hostil; no necesariamente a través del uso de palabras grotescas, sino a causa de los momentos de disociación, pesimismo, lucha, desengaño, tensión y desesperanza que priman en mis poemas. Pero también es cierto que el libro contiene poemas felices, humorísticos, eróticos y algunos egóticos sobre mi praxis. Incluso, quise sacar a pasear este libro fuera de sí en algunos instantes, excepciones ―sus articulaciones―; por ejemplo: en La tragedia a mitad del libro, el poema refiere a «la tragedia» que sucede a la mitad del libro, en que los roles de un flautista, una víbora y un ángel, salen al revés; o juegos intertextuales de El Credo, A Margarita Debayle, La Bala, entre otros; o instrucciones sobre cómo No escribir un haiku, con haikus dictando lo que no se hará para lograrlo; o aludir a la participación del lector en Todos somos un serbal herido, o referencias de lo que dije en otro libro como en Infierno en la bañera (hace dos libros, /en un poema bañaba a mi madre…) ―por citar algunos juegos.

A pesar de estos placeres culpables, no siento que haya abandonado los oscuros humores de siempre, pero creo que lo he hecho con mayor soltura; y así, esta pupila con que veo el mundo ya no sólo es negra y densa, sino transparente, acercando con mayor libertad lo conceptualmente distante a una realidad más posible. Por ejemplo, si pienso en el mundo de la Biología, de la Física, de la praxis poética, éstas son disciplinas que distan mucho de lo que podría suceder en una cocina o mi habitación; he querido, pues, amalgamar tantos temas como el carbón y los metales en un cierto «acero», que a veces es muy suave o muy rígido, pero que siempre sostiene. Y es que uno hace de equilibrista caminando sobre esa varilla que se tensa sobre verdades ya dichas que son un gran vacío (la tradición literaria, la memoria histórica de las corrientes, el vicio fonético de una palabra «modernista», la confrontación con los propios métodos de creación), un vacío sobre el cual el sudor precipita con miedo: la libertad de mantenerse constantemente trabajando, consciente de no repetirse y, a su vez, poder aspirar a tener una doble voz, los dos extremos que no son punto de llegada ni partida.

Comparado con Hasta el fin, veo El libro de las separaciones como un libro a colores, más accesible y elástico. Y aunque hay temas universales que siempre me perseguirán, es grato sentir que los matices puedan jugársela con mayor libertad en un espectro de colores y no únicamente en la escala de grises.

*El libro de las separaciones, publicado por Cereza Negra Editores, puede ser leído y descargado gratuitamente a través de: http://www.hanzellacayo.com


 Selección de poemas

 Obsequio particular

 Te lo regalo, pero tiene un agujero.
Lo que hay en él es lo de menos.

Espera y crecerá.
Y como todo buen vino
presidiendo siete noches bajo el corcho,
estoy seguro de que te ayudará a brindar
por los claros días y los malos tiempos
―a pesar del agujero―.

 El amor más ciego

 ¡Cómo nadie hubiera pensado
que amaría por encima de la verdad
y la mentira que lo tañen!

Encegueciste el ojo único del Cíclope,
los varios ojos de la araña, terceros ojos
y los ojos miles de una bola de cristal.

El infierno del amor
tiene miradas incontables,
y cada una, cien veces centuplicable.

Extraigamos nuestros ojos
y raspemos las cuencas
para que no nos confundamos. 

Falible

Es posible ser muchas cosas.
Es posible sostener dos caprichos.

Hoy te escuchan hablar sobre un paisaje.
(Y está bien, porque el paisaje se seca).

Pero cuando empieces
a hablar sobre las cosas permanentes,
no podrás extraerles la muela
y exclamar: ¡es la perla!

A una dama que perdió algo

 Cuando aparezca recurrente el día
y como pueda que no acepte, señora:
compartiré tres cuartas partes
de mi catre tras las rejas.

No habrá cárcel entonces.
Y así podrá estar solícita,
apartada de sí misma,
escuchando cómo desentumecen
mil silencios su confinamiento.

Las sombras de los barrotes
le den una idea de la libertad del sol.
Pero usted mejor ignorará,
que sólo las sombras en la oscuridad,
son libres de cuerpo y de alma.

Estudie, pues, todo lo que puedan contener.
De amores enfriados queden,
como prueba de que pasó por mi cárcel,
en la desertitud de mi pocillo y resonantes:
mil lágrimas batávicas.

A punto de pan y agua, los ácaros 

No codicio que cada noche
sea distinta tras tus cortinas;
que tu sombra deje de variar
peinada por diez párpados anónimos;
el aliento de lascivos adversarios
que desplomas en primera línea.

Renuncia a la carne mi paladar.

Yo sólo quiero tu pan
—tu pecho inflamado—,
que es un bollo de centeno,
un estuche donde privas
de lector a esta metáfora,
ignorando que los gramos de mi piel
yacen escondidos en las muescas
del asfalto, e imploran.

Un hombre escala una montaña transparente

 Esperáis que escriba una montaña,
pero estás enraizados ya en ella.

Así, ¿cómo avanzar?
¿Y qué montaña necesita ser escalada?

¡Despegaos ya mismo!

Los zapatos siguen por defecto caminando,
y hace mucho que flotan los pies.

¿Estáis volando o acaso escaláis
una montaña transparente?

La oscuridad del esperma

 Como una descorazonante partícula
nadando descorazonada
allá donde la belleza también es la mitad…

¡Pensar en todo el peligro
que pueden ser los flagelos!

Los misteriosos desdenes,
la viscosa progenie
de esos torpes duendecillos.

Los numerosos caminos ejecutados
conducen a la ignorancia de la trompeta
mientras afuera serrucha mi mentada
tu arco de luna por espalda baja.

Por una colmena
compuesta sólo por zánganos,
muera en otra calidad el esperma.

Por fin has oído

El primer sentido
que pierde el poder es el oído.

Juré no volver a escuchar más a la vida,
pero hoy llamaste a la puerta
y tu cara morena tenía su voz.

Ante tan hosca confirmación:
¿cómo vencer?

Universo paralelo

Luminosos deseos se transportan
a través de los intestinos
de un gusano cósmico
que salta de un universo a otro.

Esto que no tiene remedio en la Tierra
quizás allí no sea triste;
tal vez la herida se trate sólo de un poema
en lo que para sus falanges lastimadas
signifique un poema,
comunicando cataclismos
con bizarros eufemismos,
haciendo cosas para las cuales
no existen verbos.

Acaso el movimiento sea quedarse quieto.
Sonreír, el espejo del sufrimiento.
Nada a qué temer repentino,
y todo camino, innecesario seguir.

Tal vez nuestro ciclo dura
sólo siete segundos
de enloquecedora y violenta experiencia;
cinco de los cuales nos toma aquí exclamar:

Si tan sólo existiéramos en universos paralelos…

Como tus horas,
en ese vacío absoluto de nuestras vidas,
ahí dónde no yaga la expansión,
pueda que haya un átomo rebelde
que justifique tu ausencia en el poema.

 Diálogo con el Señor Muerte

 Usted devoraba ostras en la costa.
Yo desvelaba la distancia en el puerto
desde mi ventana dorada
en mi casa de arena lacada, y lo vi:
Se acercó, iluminó mi puerta, y abrí.

—¿Quién llama?
—Soy el Señor Muerte.
—No tengo tiempo para sus flores secas.
—No he venido a discutir ninguno
de mis pistilos.
—¿Vendría en otro monumento?
—No puedo ser más inadecuado que esto.
—¿Podría esperarme hasta el cansancio?
—He sido labrado para deshojar
el tiempo que convenga.
—¿Cuáles son sus pretensiones?
—Significar todo para usted.
—¿Por qué su empeño?
—Mi pureza mortal es la más leal
de las purezas.
—¡No ve que hace mucho calor!
—He traído unas escarchas para el receso.
—Si le dejo entrar, ¿me dejaría verlas?
—Desde ya puede tomarlas.
—No me las creo.
—Tiene que pasar por el otoño primero.
—No dispongo de mucho tiempo.
—Trae eternidad para probárselo.
—Veré qué pasa entonces.
—Déjeme pasar y lo verá.
—Adelante; comencemos.

 

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