El hombre rebelde

1 junio, 2007

A propósito de la versión de “El Güegüence”, escrita por María López Vigil.


“El Güegüence o Macho Ratón” se titula la primera obra teatral de denuncia en América. Denuncia el soborno en tiempos de la Colonia por parte del Capitán Alguacil Mayor contra el Güegüence, personaje principal de la obra. También denuncia el nepotismo en el poder, pues el Señor Gobernador Tastuanes y el Capitán Alguacil Mayor trabajaban juntos, siendo el segundo, hijo del Gobernador.

Actualmente se desconoce quién escribió “El Güegüence”. Por otra parte, se considera fue escrita en Nicaragua en los primeros diez años del siglo XVIII. Una de las características de esta obra es que no tiene monólogos, no hay separaciones de escenas y la acción es continua. Esta obra celebra la admiración por la inteligencia del Güegüence, que significa “respetable anciano”. Respetable porque pertenecía a los “Señores Principales”, que era la nobleza indígena ya mestiza en ese momento. Por supuesto que para el Señor Gobernador Tastuanes, representante de la Corona española, este “viejito” no tenía nada de respetable y por eso en la obra quiere aprovecharse de su trabajo, cobrándole así los impuestos sobre su mercadería.

A casi tres siglos de haberse escrito “El Güegüence”, esta obra ha sido finalmente declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial o Intangible, valorada a su vez como una de las más significativas expresiones latinoamericanas de la época de la Colonia.  A un año y medio de este decreto, la escritora nicaragüense María López Vigil vuelve a reeditar la “Historia del muy bandido, igualado, rebelde, astuto, pícaro y siempre bailador Güeguence”, una versión de “El Güegüence”, más pícara y con mucho más humor que la versión escrita en tiempos de la Colonia. Además, acompañada con ilustraciones de Nivio López Vigil, que muestran una gran elocuencia por sí misma.

En esta nueva versión, la descripción del Señor Gobernador Tastuanes es mucho más amplia y arquetípica de los dictadores del siglo actual. Vigil nos presenta a un Gobernador prepotente y “autoritario”, que cuando grita y da ordenes le “charchalea el güergüero”. Por supuesto que en esta caracterización y en este humor hay siempre una exageración, en El Güegüence (de la Colonia) no dice nada, por ejemplo, de que los indígenas se burlaron del Capitán Alguacil Mayor cuando éste fue a cobrarle los impuestos y a ordenar que “pararan las fiestas” y los bailes”. Sin embargo, López Vigil prefiere desorientar a la “policía” (o cobradores de impuestos) al punto que el mismo Capitán Alguacil Mayor  regresa burlado, “hecho paste y echando el titil por la boca”, escribe Vigil.

A diferencia del “El Güegüence”, de la Colonia, donde el Señor Gobernador Tastuanes llama al personaje como “consentidor, afrentador y charlatán”, en la nueva versión López Vigil utiliza el hipérbaton para convertir al “charlatán” en un “rebelde”. López Vigil se permite también caracterizar al Güegüence en palabras del Gobernador y el Capitán Alguacil Mayor como “el más taimado, guatucero, el más necio, el grandísimo cabrón, conspirador, viejo cuentisto, viejo lépero, viejo zángano, indio chúcaro, igualado cachipuco cara de barro, pata de perro rebelde y fiestero”. Una retahíla contra un indígena que se “penquea” diario y a veces en sus tiempos de nostalgia cuando recuerda que una vez fue libre (los tiempos del hilo azul), le da por bailar aquella música barroca traída desde Europa a través de las Antillas.

María López no deja de sorprendernos también con el uso del lenguaje. Con afirmante pulso la escritora emplea a veces la estructura castellana poética del siglo de la conquista: “cierto es” responde Forsico, por ejemplo, cuando su Padre le pregunta si es cierto que él (el Güegüence) está bien achacoso. Lo que intento acentuar es que mientras el texto anónimo de “El Güegüence” celebra la unión entre el castellano y el náhuatl hablado por lo Nicaraos que llegaron desde México en el año 1200 d.c, la versión de López Vigil celebra la unión de estas dos lenguas, y además, la lengua que ha sido transmitida por medio de la literatura desde el inicio del lirismo barroco español y también los matices del habla coloquial nicaragüense que no sólo provienen del náhuatl y el castellano, sino también de la lengua africana como acertadamente anota Sergio Ramírez en su próximo libro “Tambor Olvidado”.

Algo más sobre el personaje del Güegüence, este sigue aparentando ser sordo en la obra: cuando el Capitán Alguacil Mayor dice “Señoría”, el Güegüence escucha “Tiranía” (para ironizar), escucha “curvina salada” por propina acordada (para no pagar), escucha “bacinicas de lata” por moneditas de plata (para seguir despistando), escucha “quesos duros” por pesos duros (y sigue desorientando a la policía para no pagar). El Güegüence se disculpa porque según él “tiene las orejas taqueadas”. El “Güegüence” se hace el sordo, se rebela y se niega a pagar al Gobernador, porque mientras él recorre grandes territorios vendiendo mercadería, el Gobernador está en la quiebra esperando sacarle provecho a los sobornos.

Esta actitud de rebeldía del Güegüence es su mejor mecanismo de inteligencia contra el poder español. Esto es precisamente lo que debe celebrarse en la obra “El Güegüence”. Y en esta nueva versión de López Vigil, una verdadera comedia, bien vale recordar que la rebelión llega al desafío contra el poder y la autoridad como sugiere la “Historia del muy bandido, igualado, rebelde, astuto, pícaro y siempre bailador Güegüense”.

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Estelí, Nicaragua 1977 - Managua, 31 de diciembre de 2010.
Realizó estudios de poesía bajo la tutela de su mentora, la poeta nicaragüense Claribel Alegría, discípula del Nobel español Juan Ramón Jiménez.

Ha publicado el poemario “Alguien me ve llorar en un sueño” (Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven 2005). También publicó “Retrato de poeta con joven errante”, antología poética de su generación con prólogo de Gioconda Belli. Su poesía aparece en las antologías “La poesía del siglo XX en Nicaragua” (Editorial Visor, España 2010); Antología de poesía nicaragüense: Los hijos del minotauro (1950-2008) (Revista TRILCE, 2009) y en la Antología del IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (Trilce, Villahermosa, 2008). Poemas suyos aparecen además publicados en las revistas “Karavan” (Suecia, 2006); Revista Oliverio (Argentina, 2005); Revista Maga (Panamá, 2005); Revista “Lichtunten” (Alemania, 2009); Revista Nómada dirigida por Jorge Boccanera (Argentina, 2008); Revista Prometeo (Medellín, Colombia, 2008) y en la memoria poética del Encuentro “El vértigo de los aires”: Poesía Iberoamericana (México, 2009) y las memorias del I, II, III, IV y V Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua).

Asistió como invitado a diversos Encuentros y Festivales poéticos internacionales, entre los que figuran: V Festival “La poesía tiene la palabra”, Casa de América (Madrid, España, 2005); IV Festival Internacional de Poesía de El Salvador (San Salvador, 2005); XXII Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba, 2007); Fiesta Literaria de Porto de Galinhas, Estado de Pernambuco (Brasil, 2007); XVIII Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2008); IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (Villahermosa, México, 2008); Festival Internacional de Poesía de Costa Rica (San José, Costa Rica, 2009); Encuentro Iberoamericano de poetas en el Centro Histórico 2009: El vértigo de los Aires (México, 2009); VII Festival Internacional de Poesía de Granada (España, 2010).

Su poesía ha sido elogiada por célebres poetas y escritores como Jorge Boccanera, Waldo Leyva, Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal. Según el crítico peruano Julio Ortega, Ruiz Udiel se cierne como uno de los herederos de la poética latinoamericana y según el crítico francés Norbert-Bertrand Barbe, "de todos los nuevos poetas de Nicaragua, Udiel es sin duda uno de los que tiene mayor voz propia".

En 2004, junto al escritor nicaragüense Ulises Juárez Polanco, fundó Leteo Ediciones, proyecto sin fines de lucro que promueve la literatura joven de su país. Entre las publicaciones como co-editor se encuentran: Memoria poética: Poetas, pequeños Dioses (Managua, 2006); Sergio Ramírez: Perdón y olvido, Antología de cuentos (1960-2009), (Managua, 2009); Claribel Alegría: Ars Poética (Managua, 2007); Missael Duarte Somoza: Líricos instantes (Managua, 2007) y Víctor Ruiz: La vigilia perpetua (Managua, 2008).

Antes de su prematura muerte trabajó como editor de Caratula, revista cultural centroamericana dirigida por Sergio Ramírez.

También era periodista colaborador de la sección Variedades de El Nuevo Diario, de Nicaragua, y laboró como relacionista público del Centro Nicaragüense de Escritores.

Era miembro de la Red Nicaragüense de Escritores y Escritoras (RENIES); miembro de la Red Internacional de Editores y Proyectos Alternativos (RIEPA) y miembro del PEN INTERNACIONAL por el capítulo de Nicaragua.