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El mundo de Cuxi (cuento)

26 noviembre, 2014

Gloria Elena Espinoza de Tercero

La escritora nicaragüense Gloria Elena de Espinoza de Tercero publicó en noviembre de 2011 el libro de cuentos El mundo de Cuxi (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en León), cuyo tiraje se encuentra totalmente agotado. De este libro publicamos ahora en Carátula el cuento homónimo.


A Nidia Burgos
A Nydia Palacios

Soy Livia. Suelo obedecer llamadas de la muñeca. Hoy al despertar dijo: ¡Resucitá esa basura! ¡Recogé antes de irte las migajas para el papel!, así quedarás limpia para alzar vuelo.

Tengo ganas de dibujar un mar de noche, agitado, sin luna. Un barco que se hunde como yo me hundí hasta flotar en este lugar. No oigo gritos. No. Nunca grité. Así fue mi madre. No supo que me enseñaba a gritar por dentro.

En Cuxi se vive sin molestias. En cuanto llegás cantás y bailás. Caminás en contra de las agujas del reloj para que no se vaya el tiempo. Los magos en su esfera encantada te inventan otra cara, así sos otra. Desde entonces escribo en lenguaje cuxi, porque vivo en Cuxi.

También dibujo. Eso me gusta. Me queda lindo.

Ya sé, nadie escucha. ¿No les dije? Soy muda.

Mejor dibujo la casa de mis padres. Así puedo gritar dentro del dibujo. Primero el techo. Tejas marrones. Una por una. Mar tempestuoso en otra página.

Me veo… Era una niña. Nadie hubiera pensado que yo pensara y entendiera lo que no debía entender. Pude entrar en el alma de mi madre y sentí su dolor, su soledad.

En un principio estaba en el aire. Aquella voz que me habló por primera vez me dio miedo. Me aferré a la muñeca. Pero de ella salía la voz. Era como aquella película…

Todo aquí es como la televisión. ¿Lo dije? No. Pues me miró con sus ojos celestes y sonrió. La tiré. Ella flotó. Volvió a sonreír. Ya no me causó disgusto ni miedo.

Desde ese momento me acompañaría siempre. No era como la de la película de horror. Más bien como la del lugar donde todo es encantado. Ella me llevó para que el mago cambiara y fuera otra. Ya dije. Me mostró la verdad detrás de una nube. Seguí escuchando. Mis pocos años de vida aumentaron porque la muñeca me hizo entender cosas más allá de la nube.

Otro día. Sí, mejor otro día.

La casa de mis padres es bonita. Mejor dibujo la casa. Me corto el pelo y lo pego al papel ahora que vivo en Cuxi.

Mi tío Fulvio era hermano de mi papa, pero no tenía la misma pasta. El mejor ingrediente en su pastel era mi tía Pastora, su esposa. La torturadora perfecta que aplastaba mi dignidad. A la vista de todo el mundo era simpática y generosa. ¡Qué don más especial!

Al principio creía que me quería. ¿No les digo?, don especial. Y hasta que vine a Cuxi me di cuenta de que cuando das amor a alguien, no tiene obligación de quererte. ¡Ahí está la cuestión!

Pero el otro asunto es que si no te quiere, que no te lastime, no te humille ni desprecie. ¡Esa es la otra cuestión!

El otro punto es que te nuble tanto el coco que no pongás atención a lo importante. En este caso era yo: la hija de mi papa.

Solo quien hable cuxi puede leer lo que escribo. A ver…: Taratatatata, tereteté, piripipipí. ¡Correcto!

La tía Pastora enseñó a mis primos a ser arrogantes. Se daba cuenta de sus trampas, mentiras, robos, estafas. Se burlaban de sus víctimas. Para ella, todo lo que hacían era bueno. Su único fin era el dinero y vencer.

Aprendí a soportarlos para sobrevivir. Esa fue la habilidad heredada de mi madre. No lo pude aprender completamente y me afectó. Creo que a mi madre también y por eso…

Con el tiempo mis nervios se convirtieron en cartón. Maltraté el contorno de mis uñas hasta sangrar y corté mi pelo una y otra vez.

Aquí celeste. Bonito queda el celeste con café. Mi pelo antes se veía bonito. No debo verme bonita. Es malo. Soy mala cuando no estoy en Cuxi. En Cuxi Jesús sonríe siempre.

Llena de miedo, mi corazón se transformó en algo desconocido. Mi mente se trasladó a lugares en donde unos seres me acogieron. Mundo extraño parecido al del televisor. En Cuxi lo único que se puede escuchar es el televisor. El televisor canta y baila. Ya dije.

Primero no me reconocí porque soy transparente. Después vi sometida con tuercas y alambres a la niña que apenas comenzaron a formar mis bondadosos padres. Una canción de cuna me sosegaba. Bueno, también en Cuxi escucho la canción.

Las tejas se van viendo bonitas. Bonitas se van viendo las tejas. Se van viendo bonitas las tejas. Bonitas las tejas se van viendo. Carcajada. Las voy a delinear con lápiz negro. Cuando recuerdo a la tía empuño el lápiz y me sale más fuerte el trazo, queda demasiado marcado el color.

La justicia divina se manifiesta en el tiempo de Dios, dijo un sacerdote que venía al manicomio. Aquí en Cuxi todos son justos, hasta los árboles. Mi resentimiento se disipaba a medida que escuchaba su voz contando cuentos de Jesús. Jesús vive en Cuxi, ya dije. Antes de su prédica pensé que Dios nada tenía que ver conmigo porque nunca había querido verme. Pero el cura dijo: Dios es amor. Eso me gustó; los cuxianos nos amamos.

Creo que solo yo entendí. Alasmil contaba plumas y Periscopio miraba el fondo del barril donde nadaban los clavos de zancudos. Al final el cura preguntó mi nombre. No lo dije. Soy muda. Vi una imagen de Jesús colgada en un cuadro en la pared y me animó. ¿Cómo? No lo puedo explicar. Tampoco puedo explicar lo que escribo. Por eso también dibujo, para que mi cuento sea ilustrado. Eso a una habitante de Cuxi le basta para ser feliz.

Celestito claro. Suavecito, así como sobadito el color queda bonito.

Mi mama era una mujer muy linda. Lo sé aunque se me borran sus facciones. Cierro los ojos y siento su ternura. A pesar de que la gocé muy poco y muchos son los años que han pasado desde entonces.

Mi papa la adoraba. Que la tía Pastora hiciera lo que quisiera con ella es otro asunto. Mi mama debía callar. Se podía molestar la tía Pastora. Silencio.

Fulvio era el hermano menor de mi padre y debía protegerlo. Era como su papa.

No me entiendo, a veces… solo recuerdo y dibujo. Para todos estoy loca. Ya dije. ¿Lo estoy? En Cuxi soy igual a Alasmil, a Periscopio a… todos. ¿Qué es ser loca? ¿Mi locura? Tal vez no capto el equilibrio de los cuerdos. No entiendo por qué debemos comprenderlos siempre. Y a mi mama y a mí, ¿quién nos comprendía? Por eso me fui a Cuxi. En Cuxi me disuelvo en el aire, me hago arena si no quiero que me vean, brinco, camino y doy vueltas para encontrarme. Carcajada. Me expreso con otra lógica inventada por el mundo inverso que está en un lugar desconocido, donde balancearse es ganarle a la noche, mirar un punto es abarcar el universo con todas sus estrellas y agarrarlo todo en la palma de la mano hasta devolverlo a su lugar de un solo tiro. Otras veces soportar el peso del mundo no me deja caminar. Así es Cuxi, lugar encantado. Me siento bien en Cuxi.

Estas hojas verdes de diferentes tonos… palmeras con semillas rojas, helecho de Alemania brotando de la juntura de esos ladrillos…

¿Y el miedo? Lo sentí cuando vivía en el mundo de doña Pastora. Era un monstruo. Usted imagine, me dejó muda. Desde que me trajeron no aparece; menos en Cuxi. Carcajada. Como el miedo me apagó la lengua, se encendió un bombillo en mi cabeza. Ya todo iluminado, aprovecho para pintar y escribir. Voy a ver qué sucede: Uno, dos, tres. En Cuxi se prende el sol cuando una quiere.

Me río sola y a carcajadas. Todos me ven. No, ya no me ponen atención. Están acostumbrados a mis carcajadas, especialmente cuando dibujo para que se vea lindo el relato. Ese es el momento de resucitar mi vida entre los cuerdos. Los no locos que no conocen Cuxi.

La enfermera me dio lápiz y cuaderno. Muchos lápices de colores, bonitos y suaves. ¿Le gustarán mis dibujos? ¿Será que alguien leerá? Mama me enseñó su letra; mi manita torpe la dibujaba fascinada. Se empeñó en que aprendiera como si presintiera su muerte y supiera que aunque mi padre tuviera mucho dinero, sería precisamente eso el origen de mi infortunio.

¡Escribir fue hermoso!

La enfermera está mirando mi dibujo y mi relato. Carcajada. Se va donde el que dibuja alas. Le encantan las alas a… ¿cómo se llama? Se me olvidó… Necesito preguntarle cómo se llama. ¿Sabrá cuxi?

Vi llorar a mi papa cuando llegó el momento de despedir a mi mama para siempre. No se separó de su lado. Me apretaba y miraba con sus ojos rojos, hinchados. Desde ese instante mis días fueron más tristes. Carcajada.

Se llama Alasmil. Ya me acordé. Se llama Alasmil el que dibuja alas. Debe ser ángel, seguro es un ángel de Cuxi. Él dice que de Mixipixi.

Fui al entierro. Al frente de la caravana iba el carro fúnebre. Mi mama no respiraba. El silencio dejaba oír los pasos de la gente. Mi papa los arrastraba; aún me parece escucharlo resbalando las suelas por el polvo… la arena… Era una rama débil, quebradiza. Pobrecito, después de todo, la quería. ¿Cómo no iba a quererla si era tan comprensiva?  Pero recuerdo que si alguna vez se quejaba de Fulvio, de su mama o de la cuñada, él le contestaba que no hiciera caso. Carcajada. La amaba, eso sí, de esa manera tan cómoda para él.

Me llevaba de la mano. Yo iba de vestido blanco con una cinta de mantequilla que ceñía la cintura con un lazo. Mis zapatos blancos, sucios por el polvo que al caminar se levantaba.

Me gustan las flores de colores fuertes, brillantes. Voy a rellenar este pétalo de rojo. Ladrillo azul y pétalos amarillos. La ventana con cortina. Pétalo rojo…

La gente venía detrás, lentamente. Los parientes también vinieron. Carcajada.

No pensaba en jugar sino en ese paso entre lozas polvorientas… entre los muertos, por el camino triste, con recuerdos de mi madre. Gritaba y me lastimaba entre los sepulcros con las piedras y las lozas y las cruces. Terminaba herida, con moretones, tirada en la tierra, cubierta con polvo y hojas y flores marchitas.

En Cuxi no hay esos lugares. Solo en el rumbo del Enecurquimirquipir donde van los magos. Su magia convierte las lozas en dulces o lo que una quiera.

Dicen que Enecurquimirquipir es un lugar maravilloso. Tal vez un día pueda ir. Queda cerca de Cuxi y de Mixipixi.

Creo que desde ese día caminé hacia Cuxi. Leí todos los libros de Cuxi, sin guía ni censor. Así viví la vida. Todas las vidas. Carcajada.

El pétalo quedó rojo rojo. Se ve a través de la cortina transparente. La cortina es como yo. Carcajada.

Un ángel blanco con moho negro se elevaba en la cumbre de una capilla. Entramos, y en el espacio penumbroso había un hoyo oscuro donde nos detuvimos. Un sacerdote dijo oraciones y tiró agua sobre la caja. Varios hombres la bajaron dentro del hoyo. Mi papa me cargó y besó muchas veces. Echamos una rosa cada uno por donde bajaba mi mama para siempre. Lloré mucho al verlo sufrir. Lloré también porque nunca volvería a ver a mi mama. Pero ella ya no gritaría en silencio. Yo la miro cada vez que voy al cielo.

La rosa blanca no se ve. Le doy y le doy con el lápiz blanco y no se ve la rosa blanca. No sé por qué hay lápices blancos. No se ven. No, no se ven los trazos con lápiz blanco. Ya lo rompí. ¡Ya lo rompí! ¡Mi dibujo con mi relato se rompieron con el lápiz, por darle tan fuerte! Por darle tan fuerte se rompió. Se rompió por darle tan fuerte. Pero está bonito. Va bonito el dibujo y el relato. ¿A ver cómo dice?: Tatatatata… tarararararararara… papapa… mmmm. ¡Perfecto! En cuxi las palabras suenan más bonitas.

Mejor lo dejo así y después lo pego por detrás con un adhesivo para que no se note. Es chiquita la rotura. No. Se puede ver feo. Voy a comenzar otro. Todavía recuerdo como la gente normal. ¿Qué es un loco? No, una loca. Yo soy loca: me restriego las manos toda la mañana. Me lavo muchas veces los dientes. Eso dicen que es ser loca. Si me dan miedo los humanos, soy loca. En Cuxi somos transparentes.

Vi a mi mama entre su caja durante la vela. La gente entraba a la casa y abrazaba a mi papa, me daba un beso en la mejilla y con sus ojos lánguidos susurraban algo… Ella no se movía, no respiraba. Sus ojos permanecían cerrados y sus manos tiesas, igual que cuando murió un zanate en el jardín de mi casa.

¿Ves?, ahora va mejor, pero no resalta el color blanco. La voy a delinear con lápiz negro, y sí se va a ver la rosa blanca… Ya está. Ahora sí se ve la rosa blanca. Va igual, igualito al otro con todo y relato. ¡Perfecto!

Mis tíos iban en la procesión con sus caras tristes, llorosas, como si en verdad sufrieran. Y yo, así chiquita como era, me daba cuenta de todo, no creí en sus lágrimas ni en su tristeza… Si mi papa hubiera sabido entender… si hubiera sospechado siquiera… ¡Pobre mi papa! ¿Será que no quería ver ni creer hasta donde podían llegar? Así son los cuerdos, de sintaxis retorcida. Mejor sería decir: indu qui, ene curru nayi. Curqui mirqui pir.

Mi papa aceptó que me llevaran a su casa, a la del tío Fulvio. Supuestamente mi ausencia le ayudaría a soportar su pena.

No entiendo la lógica de los cuerdos, pero cedió como siempre. Creo que la muerte de mi mama lo aturdió más; lo debilitó como si fuera víctima de un conjuro. Sí. Él vivió en el mundo de mi madre muerta, en una comunión con espíritus que viven en el aire y se esconden entre los cementerios. Se le pegaron cuando dejamos a mi mama.

La rosa roja quedó tan bonita que quiero otra. Cuando termine se lo voy a regalar al cura porque deshizo mis cadenas con el nombre de Jesús. Yo las vi cuando se deshacían como cuando borro en mi dibujo.  El cura viene a Cuxi y se vuelve transparente.

Mis primos eran caprichosos. La tía Pastora los dejaba hacer lo que quisieran. Ellos le robaban para salir a vagar. Si por casualidad llegaba Olga, su hija mayor que estaba estudiando en la universidad, se lo decía. Pero la tía Pastora reía celebrando su astucia. Olga le advertía que criaba cuervos y que un día le sacarían los ojos. La tía Pastora lloraba ofendida. Olga se daba por vencida y se iba con sentimiento de culpa. La tía era especialista en chantaje y en endilgar culpas a los demás. Es mejor mi mundo Cuxi. Alasmil dibuja alas y sonríe porque vuela al cielo y mira todo bonito. Me dijo: Ene cuxi mixi pix.

Las cadenas me hablaban. Me hablaban las cadenas. Cadenas me hablaban. No es malo eso. Una se acostumbra. Se acostumbra una. Carcajada. Pero cuando llega a Cuxi y se deshacen, es más bonito.

Los tíos me llevaban a visitar a mi papa y se comportaban diferente de como eran. Nunca me dejaban sola con él. Me decían Leavy, en vez de Livia. El cura preguntó mi nombre, me dijo que Dios lo escucharía. Y cuando tuve las estrellas en mi mano, me mandó a decir con una de ellas que le gustó mi nombre. Cuando las devolví me regaló un cometa y anduve paseando por donde anduvo Alasmil. Jesús ahora es mi amigo. Le cuento mis cosas.

¿Qué estoy dibujando? ¿La casa de mis padres o el cortejo fúnebre de mi mama? Las dos cosas. Son una sola: la casa y el cortejo. Creo que se mete el mar tempestuoso en un rincón de la casa. Todo junto. Esa soy yo. Es un retrato mejor que si me lo hiciera un pintor. ¡Cuánto detalle! El dibujo está quedando con mucho detalle y el relato muy bien, muy bien… ¿A ver?: tarará  tatatatatá… tururú rururrú… ¡Perfecto!

Mis tíos tenían fama de caritativos y ayudaban a repartir la comunión durante la misa. Carcajada. Nadie sabía que del capital heredado por el abuelo nada les quedaba. Vivían de la apariencia. Los humanos son tan cuerdos que falsifican el alma. El alma de los humanos se llama dinero. Dinero se llama el alma de los humanos. Se llama dinero el alma de los humanos. En Cuxi el dinero no existe. Carcajada. Curru curru nayi. Carcajada.

Incomodó a la enfermera. Me queda viendo como lo hacía la tía Pastora. ¡Qué me importa! ¡Estoy loca! A una loca se le permiten las carcajadas. Es relajante carcajearse. Relajante es. Quita el estrés. Uno, dos, tres. Hay que reír mucho para quitar el estrés. Si lo dice una loca, haga caso exprés.  Mixi pix.

A la tía Pastora le encantaba lucir sus  joyas en las frecuentes tertulias de su casa. A sus hijos los mantenía con los bolsillos llenos para que no la molestaran. Presumían ante sus compañeros. Pero la mina de oro tuvo fin.

Los humanos cuerdos tienen la facultad de encadenarse solos.

Ahora me voy a mecer. De adelante para atrás. De atrás para adelante. Quita el estrés, exprés… Carcajada.

Siempre los escuchaba cuchicheando sobre la manera de obtener por cualquier medio la fortuna de mi papa. El plan todavía no lograban precisarlo. Ella le decía que tuviera paciencia. La vida les daría oportunidad para aplastarlo y salir gananciosos: dos pájaros de un tiro. Su viudez estaba reciente; por lo menos ya me tenían en su poder.

Convinieron aconsejarle un viaje.

Yo viajo en el cometa. Fuuuuuuuuuú… Alasmil vuela con las alas que dibuja, enenene curqui.

Pensé que mi papa me llevaría. No fue así. Con voz amelcochada le propusieron que se diera unas vacaciones para que se distrajera y no me incluyeron. Incluyeron no. Yo lo miraba triste… Tal vez así, ciertamente podría distraerse y atenuar un poco su duelo, pensé.

Ahora ni me importa. Viajo en cometa. Fuuuuuuú. Carcajada.

La teja quedó bonita… Paredes claras, cortinas rojas, transparentes. Se roza nada más el lápiz para que salga así. El piano de mama, sus adornos y cuadros…

Al poco tiempo aceptó. Olvidar era imposible, pero quizás el sufrimiento se apaciguaba. Al haber vivido la muerte tan cerca, también admitió como una posibilidad que a él le podría ocurrir igual en cualquier momento. Inteligente mi papa, previsor. Depositó a nombre de mis tíos una buena suma de dinero en el banco para mi manutención mientras él estuviera fuera, y me dejó bajo el cuidado de ellos. ¡Mirqui pir!

Mejor viajo en cometa. No necesito dinero. Carcajada. Esta vez con balanceo. Balancearse con ritmo. Sí, se siente bien. Al Bujía le gusta balancearse. Vive para eso. Se enciende cuando va oscureciendo. Yo veo al Bujía encendido.

Antes de partir mandó llamar a su abogado. En mi presencia y la de mis tíos le pidió que hiciera un papel. En él quedó escrito que si moría, su hermano y su cuñada serían mis custodios. ¡Mirqui pir!

Los humanos son malos por gusto. Los locos malos son malos a disgusto. Eso me dijo Puño, que pegaba porque su puño se movía con fuerza, y que a él no le gustaba que se moviera. Una vez le dio muchos a un hombre. Quedó muerto. Le dije a Puño que cambiara su nombre y así su puño no mataría. Me dijo que sí. Un día me contó que ahora se llama Sombra. Y me enseñó la bonita sombra de su cuerpo en el piso. De noche Sombra no existe, solo si le da la luz del Bujía. Sombra desde que cambió su nombre no pega. No pega desde que cambió su nombre, enenene cur.

Mi padre regresó más pronto de lo que hubieran deseado; pero por algo que les favoreció: comenzó a sufrir horrendas pesadillas. Yo dejé de soñar que vivía entre los sepulcros y que me lastimaba con las piedras y con las lozas y con las cruces. Mi sueño se trasladó a la noche de mi papa.

Comenzó a desmejorar por sus pesadillas. El doctor le indicó reposo y medicinas. Con más razón debía quedarme con mis tíos que se hacían los locos para lograr sus fines.

Y es que los locos tenemos permiso de hacer muchas cosas. Mis tíos quisieron tener ese privilegio. Pero no es para cualquiera ser loco. Es un mundo que se vive con la piel, el pelo, los ojos, los oídos, transparente como yo. Los no locos no se pueden meter en un aguacero ni en las gotas ni cruzar dentro de la tierra, donde las hormigas y los conejos y las serpientes. Jamás se puede vivir eso en el mundo de los cuerdos. Estar loco es estar muerto; es decir, vivir fuera de los humanos, porque los que se dicen cuerdos viven una mentira. Los locos sacamos vida de la muerte. Los cuerdos viven muriendo cada día porque mienten para poder vivir. Induqui curru currux.

Mi papa continuaba con las pesadillas que lo horrorizaban. Ese fue el gran motivo de mis tíos para trasladarse de su casa a la nuestra, que era de dos pisos. Tuvieron el excelente pretexto de cuidarlo y que se sintiera acompañado.

Mi papa se dejaba hacer. ¡Y a mí que me comieran los perros! Todavía no era muda, pero como si lo fuera. Carcajada. Quita el estrés la carcajada. Curqui mir.

Cuando entré con ellos a mi casa, escuché el taconeo de la tía y el pleito de mis primos por los cuartos.

Mi papa ni siquiera se levantó del sofá donde estaba con la mirada ida. Ni me miró.

Sentí la inmensa casa hueca, triste, muerta; aunque llena de gente, no revivió.

Hubo un momento que pude acercarme a mi papa, me senté sobre sus piernas y quise decirle que mis tíos… Pero me llenó de besos y se puso a llorar. Me devolvió al suelo y se encerró en su cuarto.

Los humanos buenos son tan sensibles que los humanos malos se aprovechan de su debilidad, la fomentan y están listos para atacar. Está en su naturaleza como la del alacrán.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, papa solo habló para decir que había sido buena idea que se trasladaran mis tíos y primos a la casa, porque me tenía cerca. Cuando lo escucharon se tiraron ojitos y una sonrisa: se habían dado cuenta de que yo no representaba peligro alguno, de que le recordaba a mi mama y prácticamente huía de mí. Desde ese día la tía Pastora se convirtió en señora de la casa, y mandaba con ínfulas. ¡Mixi pixi!

El traslado a nuestra casa les cayó muy bien, porque habían perdido la suya por deudas. Lo supe, porque de pronto mi luz se encendía y podía entender todo… Era como si entrara a sus retorcidas mentes con las antenas, cables y tuercas de mi cabeza…

Eso también es ser loco: ver más allá de lo que los cuerdos ven, pensar por ellos antes de que actúen. Aunque de nada sirve, es un placer excepcional. No sé explicarlo. Creo que ya comenzaba a visitar Cuxi. Alguien de ese planeta me mandaba mensajes, y mi muñeca los transmitía. Desde ese momento las ondas pasaban hasta Cuxi. Ene curqui mir.

No se sorprenda por el desajuste del tiempo. Los locos vivimos en uno ni para allá ni para acá, un tiempo ondulante. Ondulante es el tiempo mental. Carcajada.

Fulvio fue sigiloso con su pérdida. ¡Claro!, tenía capacidad para conservar su rostro cínico con una sonrisa. En ese momento estaba arruinado pero con la solución de sus problemas en las manos: mi papa.

Ya estaban acostumbrados a ser el centro del mundo, por lo que no les fue difícil adueñarse de lo que faltaba del nuestro.

El sendero lo voy a pintar en café claro porque es de polvo. De polvo es el sendero. El polvo es polvo siempre. Siempre el polvo es polvo. Todo se convierte en polvo. Así queda. ¡Prám!

Pasó el tiempo. Las pesadillas de mi papa acrecentaron a pesar del tratamiento… Gritaba que miraba un mar tempestuoso y oscuro; en medio surgía mi madre atemorizada por algo desconocido que lo señalaba a él y a mí; después desaparecía…

Por eso quiero dibujar el mar tempestuoso. ¡Otro día! No. ¡Ya!, si ya lo dibujé, está en este rincón de la casa. ¿Así es el mar?

Pero en la segunda parte de la pesadilla brotaban su hermano y su cuñada desde las olas embravecidas y lo perseguían con una vela en el aire. Corría hasta la playa, entre rocas que lo desgarraban hasta que caía por el despeñadero. Despertaba a veces cerca de la cama, otras en el pasillo. Salía a verlo siempre que sucedía. Lloraba. También miraba a los tíos que en lugar de calmarlo, más bien alentaban su horror. In duc quin duc quin duc qui qui.

Una vela. Debo dibujar la vela. La vela y el mar tempestuoso. Temblorosa la vela. Vela temblorosa. Rojo, anaranjado, amarillo, blanco, negro…

La casa silenciosa se estremecía al escuchar su grito. Después solo quedaba mi sollozo apagado debajo de la sábana, con la que me embozaba para esconderme del desamparo. Era cuando lloraba. No había aprendido a balancearme ni a reír a carcajadas. Me calmaba el susurro del canto de cuna. Yo buscaba entre la oscuridad, pero estaba dentro de mí… Todo resucita.

Pero en Cuxi no tengo esa tortura, por eso lo escribo aquí sin dolor. Alguien debe conocer el idioma. Carcajada. Curru curru nayi yi.

Mi papa comenzó a tomar pastillas y café para no dormir. La tía Pastora lo consentía. Desde que adoptó esa costumbre puso una cafetera siempre llena, de modo que mi papa solo tenía que servirse.

Otras carcajadas. Quitan el estrés las carcajadas. Las carcajadas quitan el estrés, exprés, como el café, exprés. Eso es. ¡Prám!

Imposibilitado de trabajar, le confió la empresa al tío Fulvio: su otro triunfo.  Que sigan las carcajadas, estrés, exprés, eso es.

Se desvivían por atenderlo y procuraban alejar al médico… Aleccionaron a sus hijos para que me trataran bien. Querían mostrarle a mi papa un panorama de amor jamás existido. Ene leque cur.

Aquí el balanceo es mejor. Me siento mejor con el balanceo. Pero con el balanceo no puedo pintar. Un ratito más de balanceo. El balanceo quita el estrés. Quita el estrés el balanceo.

Cada día lo miraba más ojeroso y trastornado. La casa se volvió fantasmal porque a pesar de que abría las ventanas para que entrara la luz, al rato le molestaba. Pasaba cerrándolas y abriéndolas, de tal suerte que su vida se sumió en la penumbra. La mía en una gran incertidumbre. Mi presente era como el polvo del cementerio. Mi futuro… ­en esa época no pensaba en eso, ahora tampoco. Miro hacia atrás para darme cuenta de que quizás tuve alguna esperanza… se cumplió cuando el cura preguntó mi nombre en el manicomio, escuché paz y amor… Con eso se relaja el alma. El alma se relaja… ¡Qué relajo! Carcajada.

La empleada era haragana, me dejaba hasta sin comer ni beber por pasar acostada todo el tiempo. Al levantarse tenía el carácter más agrio que la propia tía Pastora, y yo no tenía valor de acusarla. Al descuido salía conmigo a su casa. Me encerraba en su cuartucho y se acostaba con el novio. Yo me tragaba todo lo que hacía y a ella no le importaba porque me tenía amenazada. Yo en ese entonces vivía con ¡MIEDO!

Balanceo. El balanceo quita el estrés. Quita el estrés el balanceo. ¡No puedo pintar si me balanceo!

Mis tíos parecían fieras al acecho, esperando dar el zarpazo a mi papa. Yo era solo una cosa que se movía y respiraba.

Sus hijos permanecían en la secundaria y luego iban a pasear con sus amigos. Y si estaban en casa, hacían el papel beatífico conmigo y se sentaban frente al televisor. Mi lugar favorito era debajo de la sábana.

A nadie le hacía falta. A la hora de comer, la tía Pastora ponía cara preocupada porque decía que yo era tan apocada… y mandaba a la empleada a buscarme. Me vestía con lo primero que sacaba. Nada como el primor de mi mama. Era la luz de sus ojos, decía mi mama. Ahora era una cosa más de la casa.

Mi papa solo vivía para sus pesadillas, el insomnio y la penumbra. Si me le acercaba, lloraba, me cubría de besos y al instante me dejaba sola. Mixi pix.

Mi mama insistía en aparecerse en sus sueños. Ella también me ignoraba, pensaba yo, porque nunca la soñaba.

Carcajada. La carcajada quita el estrés. Moví la raya, moví la raya, moví la raya… La carcajada me hizo mover la raya. El retrato aún va quedando perfecto y el relato, mejor. Escribo perfecto cuxi. Ene curqui mirqui pir.

Mi tío Fulvio y su Pastora se hacían los desentendidos; conocían el problema y le ofrecían las pastillas y el café que pedía para no dormir. No llamaban al médico que lo suponía mejor. Por eso mi papa desmejoró; le observaba temblor en sus manos y flojera al caminar. Sus pesadillas eran persistentes. Gritaba y corría. Ya no se sabía si estaba dormido o despierto. No deseaba conciliar el sueño, pero la vigilia también le resultaba desesperante.

Un día mis circuitos me dejaron ver que los tíos concibieron la idea de aprovechar esos arrebatos para deshacerse de mi papa. Es la fórmula perfecta y esperada para culminar nuestros planes, dijeron. Yo traté de acercarme a él y alertarlo. Pero ellos le ordenaron a la empleada que me tuviera fuera de la casa. ¡Ene cuxi!

Mis primos se fueron de excursión durante una semana. A media noche, mi papa se levantó gritando como siempre. Fui al pasillo y vi a mis tíos en pijama con los brazos extendidos hacia él, sus rostros con una mueca espantosa y entre sus manos una vela encendida. Él corría por el pasillo. La luz de la vela titilaba y formaba sombras en la pared. Enmudecí de miedo.

Balanceo. El balanceo quita el estrés. Quita el estrés el balanceo. Si hubiera conocido  a Sombra antes de eso, no hubiera tenido miedo.

Mi papa cayó cerca de la escalera. Cuando quiso levantarse pisó en falso y rodó hasta el primer piso. Ninguno se movió para evitarlo. El tío Fulvio encendió la luz. La tía Pastora apagó la veladora, abrió una ventana y entró el aire. Yo temblaba. Llamaron a la Cruz Roja, pero ya nada había que hacer. Mirqui pir…

Cuando la policía los interrogó, aparentaron sufrir la pérdida. Relataron lo de sus pesadillas y hasta mostraron sus pastillas. Explicaron que siempre salían para cuidarlo cuando le sucedían los ataques, pero que en esa ocasión no les dio tiempo…

Nadie se percató de mi presencia. Ni siquiera tomaron en cuenta que señalaba a mis tíos. La tía Pastora al verme me chineó como si le hubiera echado los brazos para que lo hiciera y fuera a consolarme. Yo estaba muda. Así quedé para siempre. En ese momento me di cuenta cual fue su plan. Yo sabía todo.

Balanceo. Balancearse quita el estrés. El balanceo lo quita. Quita el estrés el balanceo. Mini cuxi.

Otra vez un funeral. Tío Fulvio y su Pastora quedaron ante todos como hermanos y tíos ejemplares. El mismo sendero polvoso, el mismo vestido, pero con mis zapatos ya sucios, no del polvo que levantaba al caminar, sino porque desde antes no estaban blancos. Ya se iban haciendo polvo. Entré a la capilla. Hubo el mismo ritual del sacerdote con el agua. Miré bajar la caja en donde mi papa iba sin respirar, sin moverse, tieso. Ya no volvería a verlo. Le tiré un beso a la profundidad oscura.

A la vuelta miré otra vez las cruces, sentí el olor a polvo y a flores marchitas. Todo ahí es marchito. Miré los remolinos que levantaba el viento, los sentí en mi cara y en mi pelo enredado. Toda yo era como una de esas estatuas de ángeles, vírgenes y santos, nada más que respiraba, miraba, oía y caminaba, pero estaba muda, quería quedarme en uno de esos hoyos, con el olor a flores marchitas y el polvo, pero cerca de ellos, de mi mama y de mi papa, aunque estuvieran tiesos y no respiraran. Enenene cur.

Previendo que yo pudiera decir algo que los inculpara inventaron que él me traspasó su mundo de  pesadillas sin que ellos pudieran impedirlo. Si yo hubiera dicho algo inapropiado, todos pensarían que era por eso. Pero no era necesario: había quedado muda completamente, aunque todavía no se habían dado cuenta.

Ellos tendrían la potestad sobre ese dinero como albaceas.

No solo pudieron deshacerse de mi papa, sino que con todo el poder otorgado, vendieron la casa y se trasladaron a otra ciudad en donde nadie supiera que yo era su sobrina carnal, y tampoco imaginaran siquiera que el dinero del que gozaban era mi herencia.

Al año siguiente pagaron a un abogado que se prestó a que me la robaran.

¿Quién podría dudar de personas que ya se habían hecho notar en su nuevo ambiente por su prestigio, solvencia, generosidad y colaboración con la iglesia? Eso está en la naturaleza de los humanos, como en el alacrán.

Desde entonces viví de su caridad. Me dejaron viva porque no encontraron modo de eliminarme y me convirtieron prácticamente en su esclava. Las empleadas de servicio tenían mejores condiciones.

Me fui acostumbrando a sus humillaciones que terminaron por doblegar mi carácter. Mi autoestima quizás algún día nació, pero no logró crecer. A través de los años yo parecía enferma mental y estaba muda. Mixi pix.

En efecto, me destruyeron. Seres diferentes me acogieron. El mundo que se parecía más a lo que miraba por la pantalla del televisor que a la realidad. Y la mujer transparente ante mis ojos, con su cabeza de tuercas, alambres, electricidad se encontró en Cuxi.

Una vez llegaron los hijos de Olga, mi prima distante, a quienes me encomendaron cuidar. Los niños pasaban viendo programas de transformers.

Me gustaba acompañarlos. Sentía dar ternura parecida a la que recibí de mi madre. Y en un programa me fijé en un transformer que me observaba desde la pantalla cuando terminaba su justiciera jornada en contra de los malos: me fascinó y desde entonces fue mi amigo.

No duró mucho la estadía de Olga. Solo por imperiosa necesidad los había dejado en casa de los abuelos, porque no le gustaba su mala influencia.

Durante su estadía mis tíos aparentaron buen trato, hasta me compraron ropa y me incluyeron en la mesa de comer. Lo que no sabía Olga es que yo aparenté ser bien tratada porque me amenazaron con dejarme perdida en un lugar lejano, y pensé que sería lejos de Cuxi.

Me gustó cuidar a niños tan buenos como jamás había conocido, y que ponían la serie televisiva en donde salía el transformer al que llegué a amar entrañablemente.

A los meses hubo otra visita y como siempre me dieron la tarea de cuidarlos con la misma amenaza si los descubría. Durante el tiempo que estuvieron volví a ser bien tratada y miré al transformer por la televisión. Además, los niños tenían uno de verdad, me lo prestaban y lo llevaba a mi cuarto. Debajo de la sábana le contaba lo mismo que escribo ahora…

Cuando se fueron me dieron un cariñoso adiós desde el automóvil sin imaginar mi desamparo. Me quedé sin el transformer. Lloré. Me hicieron tanta falta que enfermé. Permanecía ida. Nadie en esa casa estaba dispuesto a cuidarme.

Comencé a balancearme… quita el estrés… aunque no sea exprés.

Para no gastar ni un centavo, me internaron aquí, donde me dejaron para nunca volverme a ver. Ya no les importaba: tenían mi herencia. Mixi pir.

Pero para mí fue el logro más grande de mi vida porque era el verdadero Cuxi, donde había un aparato de televisión en una pequeña terraza. ¡Encontré al transformer!

Balanceo… uno, dos, tres… Sé contar… días… los años ondulados… Balanceo quita el estrés…

Ahí viene mi primo Bosco… Uno… Bosco viene aquí. Ahí viene. Dos. Es como yo. Pero tiene los ojos desorbitados. Tres. ¡Qué ojos los de Bosco! Me dan miedo. ¿Por qué vino a Cuxi? No quiero a Bosco aquí. ¡No!, que se vaya Bosco, grito y grito…

Me sujetan. Es la primera vez que me sujetan. Yo pinto y escribo. No hago cosas malas. Balanceo… el balanceo quita el estrés como el café, exprés. Me llevaron a otro lugar. Estrés. Es feo. La electricidad suspende mi cuerpo. Exprés. Me voy entre la electricidad. Ya la conozco. Es la misma que llega al televisor, pero es su otra cara: la mala, la del dolor. Me alejaron de Cuxi. Estoy cerca del infierno de los malos. El sol se apaga. Ene ne…

Despierto y todo está tranquilo. El sol llegó. Ilumina mi libro de pintura. Ahí está Sombra junto al Bujía. Pero ahí está mi primo Bosco. No voy a gritar otra vez. Si grito me llevan lejos de Cuxi donde me hacen daño. Yo no hago daño.

Bosco habla… Sí, habla. ¿Qué dice Bosco? ¿Me acerco? Uno, dos tres. Tiene los ojos desorbitados, jadea y murmura:

―De la pantalla salió un transformer, con un rayo mató a mis padres y a mi hermano… Me salvé porque estaba largo de ahí en ese momento. El rayo no me alcanzó a mí ni a mis sobrinos…

Llora, patalea. Grita. Se llevan a Bosco al infierno. Uno, dos, tres. Exprés.

Yo pinto y escribo. No hago cosas malas. Balanceo… el balanceo quita el estrés como el café, exprés.

Bosco regresa del infierno. Dice otra vez que sus padres quedaron con los ojos desorbitados y la boca abierta.

Me balanceo… El balanceo quita el estrés, exprés. Uno, dos, tres.

―Tenían una expresión horrorosa― sigue diciendo.

Balanceo. El balanceo quita el estrés, exprés. No grito.

―Murieron de terror― dice espantado.

Bosco tiene miedo horrible en sus ojos. Bosco tiene el peor miedo que haya visto. Así vive, con miedo.

Dicen que Bosco está loco como yo. Pero él no pinta ni escribe, ni ve televisión como yo. Solo se le ven los ojos desorbitados. Bosco no vive en Cuxi, solo entra un rato, como ahora. Mixi pixi.

Balanceo. El balanceo quita el estrés, exprés.

Voy a enseñarle a Bosco la televisión, mis dibujos y mis escritos. Ahí viene. Uno. Susurra lo de siempre. No sabe quien soy. Dos. Está angustiado. Su miedo es tan grande que ahora lo lleva en una carreta. El Bujía ya la vio. También Sombra la conoce. Me dijo que no quiere ser sombra de Bosco ni de su carreta. Alasmil dice que sus alas sienten repelo al acercarse. Las alas de Alasmil no soportan el miedo. Puño no se le acerca porque su puño, no más se va acercando el ruido de la carreta comienza a temblar, se pone colorado y se mueve con fuerza. Puño se aleja hasta el fondo del patio hasta que deja de escuchar el ruido de la carreta donde Bosco lleva su miedo. A Puño le revive su otro nombre. A Puño no le gusta revivirlo. Él se llama Sombra, Sombra nada más.

Llevo a Bosco de la mano hasta el televisor. Tardamos un poco porque cada día aumenta su miedo y por eso su carreta pesa más, hace ruido que espanta a los habitantes de Cuxi. Sombra se aparta hasta el otro lado del patio. Cur qui mir.

Bosco con el dedo apunta la pantalla y muestra el transformer que es mi amigo. En ese momento salva con su rayo a una joven. Uno, dos, tres. Pero al mismo tiempo, Bosco grita y cae muerto. Bosco está muerto con los ojos desorbitados. Tres. Bosco está muerto en el suelo, tieso, sin respirar, sin moverse.

Todos en Cuxi ríen, bailan, saltan. Uno, dos, tres. Se tiran al suelo para verlo mejor. Ya la carreta de miedo no se ve ni se oye. Sombra regresa al escuchar el griterío. Uno de ellos inventa el aplauso y todos lo siguen. Alasmil vuela y aplaude con sus alas. Yo también aplaudo. Bosco está en el suelo. ¡Bosco está muerto! El Bujía se enciende y aplaude. Yo aplaudo y aplaudo. Aplaudir quita el estrés como el café, exprés. Es bueno aplaudir para quitar el estrés, exprés. Uno, dos, tres. Ene cuxi mixi pix.

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Es licenciada en Humanidades. Ejerció la docencia secundaria durante 15 años. Actriz, dirigió varias obras teatrales. Finalista en el Primer Festival de la Canción de Nicaragua en 1977. En 1988 recibió el Premio Nacional “June Beer”, en el VIII Certamen de Artes Plásticas, por su obra La costurera. Ha publicado ensayos: Breve historia de la Plástica Leonesa (1996), El ritual de las presentaciones (2023) y novelas: La casa de los Mondragón (1998), El sueño del ángel (2001), Túnica de lobos (2005), Conspiración (2007), Aurora del Ocaso (2009) y El Sinnombre (2018). También libros de cuentos: El mundo de Cuxi (2011) y teatro: Gritos en silencio (2006), Stradivarius (2007), Noche encantada (2008), Sangre atávica (2009) y Loa al inmortal (2015). En 2018 publicó Teatro reunido. Es fundadora de la Asociación Nicaragüenses de Escritoras (ANIDE), Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua y Miembro Correspondiente en Nicaragua, de la Real Academia Española.