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El mundo interior en la escultura de Ernesto Cardenal

1 agosto, 2014

Cada escultura de Ernesto Cardenal es un epigrama: un objeto de la creación que se convierte en una interpretación de Dios y, por lo tanto, en una explicación del cosmos. La escultura de Ernesto Cardenal es primitiva pero también moderna, es popular y responde a una sensibilidad particular que se conecta con el sentir de su pueblo; la humildad, la naturaleza, la vida campesina de los nicaragüenses.


Su obra es la evidencia física de la espiritualidad forjada por un religioso entregado a la meditación, el mundo interior y la soledad. Uno puede ver en sus obras cómo un simple trozo de madera se convierte en una garza y cómo un molde de yeso desemboca en la figura curva de un pez, un loro, un delfín, un pato, un zanate, un conejo o un tigre. Cardenal es simple y complejo a la vez. Esta simplicidad es el arte de expresar formas complicadas a través de mundos esenciales. Y se podría decir que toda la obra escultórica de Cardenal es una esencia, en conjunto, una síntesis; la sustancia de un hombre que es capaz de extraer lo sublime de todo aquello que toca su espíritu.

Ernesto Cardenal puede convertir lo inerte en algo animado, la materia prima en algo vivo que regresa al mundo desde un metal fundido que antes pudo ser chatarra. Y luego le agrega color y lo llena de movimiento para que sus piezas no dejen de existir, interactuar con el espectador, respirar. Sus esculturas palpitan. Sus obras son una forma original de concebir el espacio a partir de la experiencia de un monje cuyas representaciones de la realidad son nuevas formas de mirar.

Se podría decir que la obra de Cardenal es la lectura abstracta de una realidad figurativa. Cada escultura suya es un verso, una estrofa, un poema que no termina de escribirse porque empieza a materializarse. En su escultura encontramos economía de lenguaje plástico, concentración, austeridad, purismo estructural, orden, geometría elemental curvilínea, reducción, protagonismo de lo mental, resumen y concretismo. Encontramos piezas religiosas, animales inspirados en antiguas esculturas precolombinas de pueblos ancestrales, pencas, cactus, unicornios, dinosaurios, siluetas estilizadas de tiburones y pingüinos, Cristos, Nacimientos, Vírgenes, entre otros.

Ernesto Cardenal es capaz de describir la maternidad por medio de una escultura casi monolítica, cuya esencia se rescata en el seno de la madre, la redondez de su rostro y el óvalo de la cabeza del tierno; todo esto en un mismo bloque blanco y puro como el espíritu del artista. Y esta es otra cualidad de la escultura de Ernesto Cardenal, su capacidad de mezclar tres esencias en un solo espacio: espíritu, arte y ciencia. El espíritu en la inspiración mística, el arte en la estética minimalista y la ciencia en su técnica llena de texturas lisas, onduladas y brillantes.

Se podría decir, en un sentido más profundo, que cada escultura de Ernesto Cardenal es un aforismo, una alegoría de la creación, un poema-objeto. Y lo más extraordinario de su propuesta es que la simplicidad plástica que representa se resbala por el ojo humano hasta caer al fondo del cerebro sin mayor dificultad para el entendimiento humano.

Nicaragua le debe desde Solentiname hasta San Juan de Oriente, no sólo una obra moderna y arriesgada, sincera y profunda: hay en su obra también una propuesta social contundente. Cardenal desea ser entendido. Se ha esmerado en esculpir, sobre todo, una obra que se entienda. Sin adornos. Sin excesos. Sin barroquismos. Siempre en la línea de Brancusi, Giacometti, Henry Moore o Jean Arp, encontramos en las esculturas de Ernesto Cardenal ecos de lo universal.

En el fondo nuestro artista no es más que un niño que empezó jugando con figuras en la arena del mar y siguió modelando el barro mojado en el Colegio Centroamérica de Granada, tras los grandes aguaceros de invierno. Y en ese roce material donde sus manos se tocaron con el arte de la escultura, Dios lo encontró creando.

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William Grigsby Vergara. 1985. Managua, Nicaragua. Maestro en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México y Licenciado en Diseño Gráfico por la Universidad del Valle de Managua. Colaborador de la Revista Envío de la Universidad Centroamericana (UCA) y catedrático de la misma en la Facultad de Humanidades. Mención de Honor en el Concurso Internacional de Poesía Joven Ernesto Cardenal 2005. Ha publicado cuatro libros hasta la fecha: Versos al óleo (Poesía, INC, 2008), Canciones para Stephanie (Poesía, CNE, 2010), Notas de un sobreviviente (Narrativa, CNE, 2012) y La mecánica del espíritu (Novela, Anamá, 2015).