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El ruido de las cosas al caer. Pláticas con Juan Gabriel Vásquez (Premio Alfaguara)

1 junio, 2011

Un hombre joven ve llorar a otro mientras escucha poesía. Luego ambos se encuentran en una mesa de billar y poco a poco, las cosas que le ocurrieron al que lloraba pasan a formar parte del que observa. Es la historia de una extraña conexión en la que se cuestiona la memoria y la infancia en un país sembrado por la violencia del narcotráfico. Hechos como el de la cacería de un hipopótamo escapado de la antigua hacienda de Pablo Escobar, o el del hallazgo de la caja negra de un avión accidentado algunos años atrás, permiten que las conexiones con la memoria conformen la historia. Y en medio de todo, están las preguntas. Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), residente en Barcelona, compone sus novelas en base a grandes preguntas, como las que aparecían en su anterior libro, Historia secreta de Costaguana.  El ruido de las cosas al caer, premio Alfaguara 2011, es una historia muy íntima de la Colombia de los años ochenta, la de las bombas y del auge del narcotráfico. Carátula conversó con Juan Gabriel en plena promoción de la novela.


SM: Juan Gabriel, nacimos en el mismo año, 1973, y quizá por eso me llamó la atención que el narrador, de una edad parecida a la nuestra, empieza a preguntarse muchas cosas acerca de la década de los ochenta, cuando nos tocó ser niños y adolescentes. Utilizas varias veces en la novela la palabra “generación”. ¿Se trata entonces de una novela generacional?

JGV: Esa intención no estaba al principio de la novela, porque yo no suelo escribir partiendo de ideas abstractas, sino de imágenes que se me quedan en la memoria y que después voy persiguiendo. Después me hago preguntas sobre esas imágenes que siempre tienen que ver con un personaje y con los sucesos que le ocurren.

SM: Háblanos de ese personaje y de esas imágenes.

JGV: Pues se trata de un recuerdo de cuando yo estudiaba Derecho en Bogotá. Ya había decidido que lo mío era la Literatura, así que las clases me aburrían tanto que me iba a escapar a los billares.

SM: Igual que el narrador de tu novela (Antonio Yammara). Esa parte, entonces es real.

JGV: Esa parte es real.

SM: Los billares en Centroamérica, por ejemplo, no suelen tener buena fama

JGV: ¿Por qué?

SM: Se asocian, injustamente, a jóvenes delincuentes, vagos, etc.

JGV: Pues en Bogotá son toda una tradición para estudiantes ilustres que no se toman en serio sus estudios. Después de los billares, yo me iba a escuchar poesía a la casa del poeta Silva.

SM: También el narrador de tu novela lo hacía.

JGV: Sí, también. Y la casa existe en el barrio de La Candelaria, de Bogotá. Es un centro cultural que se estableció en el antiguo domicilio del poeta José Asunción Silva que dispone de una biblioteca y una sala con sillones y audífonos donde uno se sienta a escuchar poesía.

SM: Colombia siempre sorprende por el fomento de la cultura que no se ve en muchos países de América Latina, ¿verdad?

JGV: Sí. Se pueden llenar estadios de gente para escuchar poesía. Pero como te iba contando, estando en una de esas tardes en la casa del poeta Silva, vi a un hombre que escuchaba poesía y lloraba como un niño. Esa imagen me impresionó muchísimo. Después, con el tiempo, fui construyendo una historia inventada sobre él, pero se quedaba sólo en una historia personal. No hallaba lo que había detrás de todo eso, a qué preguntas me llevaría. Mis novelas parten de algo pequeño, pero en algún momento se construyen sobre grandes preguntas. Con este personaje, las preguntas no aparecían hasta que mataron al hipopótamo de Pablo Escobar.

SM: Es lo primero que el narrador cuenta en la novela.

JGV: Sí, un hipopótamo que mataron durante los años noventa y cuya cacería retransmitieron en televisión. Se trataba de uno de los que había estado en el zoológico construido por Pablo Escobar, un lugar que se volvió legendario en Colombia. Yo estuve allí, de chico, sin el permiso de mis padres. Al ver al hipopótamo hice la conexión y en un segundo empecé a recordar cómo fue crecer en Colombia durante los años ochenta con los atentados dirigidos por Pablo Escobar. Empecé a preguntarme que implicaba para mi generación haber sido contemporánea del desarrollo del narcotráfico de Pablo Escobar y cómo me afectaba a mí, como individuo de aquella generación.

SM:  Una hipótesis. ¿Y si te hubieras quedado sólo con la historia personal del personaje de Ricardo Laverde, el nombre que le diste al tipo que viste llorar un día mientras escuchaba poesía? Es decir, ¿hubiera podido ser una buena novela si hubieses renunciado a vincularla a la historia de Colombia?  

JGV: No lo sé, pero creo que en cualquier caso, estas ideas la enriquecieron. Si hubiera sido sólo un testimonio de la vida de otro, sin contar con las consecuencias que sufre el narrador, creo que entonces habría sido una novela más pobre.

SM: Sin embargo, en esta novela, como en tu anterior Historia secreta de Costaguana, hay momentos en los que ese esfuerzo de vincular las dos historias, la del narrador con la de la historia de los demás personajes, así como con la del país, puede resultar un tanto artificioso.

JGV: (algo sorprendido) ¿Ah sí? ¿Qué elemento te parece artificioso? ¿Que el ruido de un avión que se accidentó pase a formar parte de la memoria del narrador?

(El avión del que habla Juan Gabriel existió y sufrió un accidente real ocurrido en los años noventa, y en el que él sitúa a la esposa del personaje principal, que resultará una víctima más. La grabación de la caja negra, obtenida por el narrador, pasa a formar parte de la memoria de este último como algo propio)

SM: Sí, pero también que el narrador se sienta tan estrechamente vinculado a la hija del personaje principal, sólo por ser de la misma generación. Creo que vivieron situaciones muy diferentes. No sé. Pero son lecturas diversas que admite la novela. Hay otros momentos que aparecen algunos de tus personajes recurrentes. Por ejemplo, Conrad, al que mencionas por su obra La línea de sombra. Lo haces para hablar de lo que significa hacerse adulto.

JGV: Sí, porque la novela habla de lo que significa haberse hecho adulto en la Colombia en la que yo viví y que ha tenido tanto impacto por su violencia.

SM: Yo creo que en el libro se plantean las preguntas que nos hacemos muchos de la misma generación y que hemos vivido en otros países. De hecho, el párrafo final está lleno de preguntas.  

JGV: Sí. De tres preguntas.

SM: No digamos cuáles son ahora, pero sí anticipemos que en la novela se camina mucho por Bogotá.

JGV: Por lo menos, están los lugares que yo recuerdo de Bogotá, aunque a lo mejor no sean muy precisos, geográficamente hablando.

SM: Siempre presente el barrio de la Candelaria, ese lugar de arquitectura colonial tan entrañable, de Universidades y rincones donde beber cervezas.

JGV: Y donde jugar billar y escuchar poesía…

SM: También es una novela que hace un recorrido muy claro a través de la historia del tráfico de drogas en el país. Mediante el personaje de un piloto de avionetas, como Ricardo Laverde (el hombre que lloraba) asistimos a ese proceso que arranca con el comercio de marihuana y desemboca en el de la Coca.

JGV: Sí, la droga ha cambiado todo en mi país. Hasta la manera de pensar de los colombianos, sobre lo que se puede y lo que no se puede hacer. Ha cambiado hasta la definición de corrupción. Mientras haya narcotráfico habrá violencia, con lo que la única solución posible es la que no va a suceder: la legalización. Así que de momento hay pocas salidas.

SM: Hay un personaje que llama poderosamente la atención, se trata de Elaine, la pasajera de ese vuelo accidentado y la que deja viudo a Laverde. Ella había sido una norteamericana, voluntaria de los cuerpos de paz que, sin embargo, se casa con un tipo que entra al narcotráfico. Parece un poco contradictorio que alguien tan idealista y comprometida como ella se una conscientemente a un piloto de los narcos, ¿no te parece? ¿Es verosímil?

JGV: Y tanto. Ha pasado muchas veces. Esa relación no es especulativa. Me baso en muchas declaraciones que aún no han sido recogidas en los libros de historia sobre la participación de voluntarios norteamericanos en el desarrollo del narcotráfico.

SM: El otro gran tema que tratas en la novela es la necesidad de que los hijos no reciban esta herencia de violencia.

JGV: Sí, más bien, el narrador busca cómo proteger a los que quiere, y de eso toma conciencia al tener una hija y los miedos que eso conlleva. La novela está embebida de vulnerabilidad, y de la ansiedad de nuestro tiempo. Su temática es colombiana, pero está escrita en España, hoy. Yo creo que eso también influye.

SM: Hablando de Colombia, Elaine le escribe a su abuelo y le cuenta que está leyendo Cien años de soledad, una novela que considera insoportablemente cursi y “melodramática, lo peor que ha leído en mucho tiempo”. ¡Guau!, a veces un autor utiliza a personajes para decir lo que él piensa, ¿no?

JGV: No, no. Yo en realidad admiro mucho a García Márquez y Cien años de soledad. Pero tenía que vengarme de lo mucho que me impactó y sacarme un poco su fantasma, así que en ese sentido sí utilicé al personaje.

SM: Si uno observa a otros autores, como Vallejo, Héctor Abad, o Laura Restrepo, todos colombianos, sus novelas están marcadas por la violencia. También la tuya.

JGV: Hay otros autores jóvenes que no escriben sobre eso, pero sí, es algo que nos marca.

SM: ¿Por eso te viniste a España?

JGV: Lo mío fue más por razones literarias. En eso seguí el modelo de Vargas Llosa.

SM: ¿Piensas volver?

JGV: Quizá por un par de años. No me gusta estar mucho tiempo en un mismo sitio. Ya llevo en Barcelona catorce años.

SM: ¿Este premio, tan importante a nivel económico y en otros sentidos, crees que te puede marear un poco? ¿Estás escribiendo algo actualmente?

JGV: No. Estaba trabajando en una novela cuando de repente se me cruzó esta otra con lo que a lo mejor no me entusiasmaba mucho lo que estaba escribiendo. Veré qué puedo hacer con ella. Aparte tengo otros muchos proyectos, de los que nunca me canso.

SM: Aparte de la escritura, ¿con qué te ganas la vida?

JGV: Hago mucho periodismo y doy una clase sobre cultura española para jóvenes universitarios norteamericanos que vienen a estudiar a España.

SM: Gracias por tu tiempo y suerte con la promoción.

JGV: Un saludo a todos.

A partir de esta entrevista, Juan Gabriel comienza la promoción de su novela premiada por varios países de América Latina.

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.