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El Sergio Pitol de «Viajes y sueños»: una mirada de Jorge Bustamante

1 febrero, 2014

El atractivo itinerario sobre influjos escriturales del narrador mexicano Sergio Pitol propuesto por Jorge Bustamante García, poeta ensayista y traductor colombiano, radicado en Morelia, México, en su libro El viaje y los sueños (un ensayo vagabundo), es reconocido, en un vistazo a flor de sensibilidad que nos entrega Corea Torres en este texto, donde además se develan otras vertientes de magisterio literario que nos llevan al Cáucaso, donde abrevaron del paisaje los grandes escritores rusos.


Cuando Platón filosofa, después de tomar como objeto a reflexionar el fenómeno de la creación poética, arriba a la idea de que la Poesía tiene su origen en lo divino, por lo tanto su hacedor se torna vínculo entre esa concepción altísima y lo terrenal, es decir, el poeta es, de facto: el hermeneuta de la divinidad y desde ahí traduce sus quehaceres hacia los mortales.

Con este inicio pretendo establecer una suerte de hermanaje en la mirada del poeta, traductor  y ensayista colombiano Jorge Bustamante García, expresada en el libro El viaje y los sueños (UN ENSAYO VAGABUNDO) con respecto a la obra de Sergio Pitol, pues tanto Jorge como Sergio profesan, a la vista de todos, una amorosa querencia con la creación literaria rusa, que en este caso, para validar en cierta medida la pretensión, sería la divinidad.

El proceso de encantación y apoderamiento de la literatura rusa por Bustamante y Pitol deviene, con referencia a este último, desde la infancia. Después que su abuela le regaló un manual de lectura, Pitol vio en una página el rostro infantil de un niño ataviado con un gorro de piel cuya inscripción al pie de la imagen decía: “Iván, niño ruso”, el impacto fue de tal naturaleza que cuando caminaba por un ingenio cercano a su domicilio “se encontró por allí a un chico un poco mayor que lo primero que le preguntó fue cómo se llamaba:

-Iván -respondió el niño Sergio.
-¿Iván qué?
-Iván, niño ruso.”

Estaba visto que la imaginación de Sergio Pitol, desde tierna edad ya traspasaba las fronteras de su terruño y volaba a ese país antípoda que tanto influjo ha causado en su escritura, aunque vale agregar, según nos refiere Bustamante, al escritor poblano-veracruzano también lo traspasaron otros hechizos: por principio de cuentas el hecho de que a los escritores rusos los abraza la pasión por la naturaleza, expuesta en todo su esplendor en la región del Cáucaso: el culto por la tierra, los elementos del paisaje, los bosques de abedules y álamos, el viento la nieve, y eso los impulsaba, a buena parte de ellos, a emprender el viaje a través del vasto territorio, porque quizá, así lo pensaban, les prodigaba el encuentro con el don creativo, de tal manera que se les “convirtió en una suerte de imperativo literario” (pág. 110, El viaje y los sueños…). Tanto Tólstoi, como Mijail Lérmontov, Pushkin, Osip Mandelstan, Velemir Jlébnikov e Isaac Babel, quizá otros más, abrevaron del paisaje caucasiano.

Así también Pitol obtiene vivencias en el Cáucaso austral durante su estadía por esos rumbos allá del 1986 y lo cuenta en su libro El viaje, relatando además que, en ese sitio -esta referencia la hace Bustamante en el capítulo 17 pág. 115-: “definió la ambientación y el personaje principal de su próxima novela, allí se movieron todos los resortes que condujeron al escritor a la estructura y al título de Domar a la divina garza”. No es ocioso agregar: Sergio Pitol perteneció al Servicio Exterior mexicano desde 1960, para el que ha trabajado como agregado cultural en ParísVarsoviaBudapestMoscú y Praga. Es evidente que su estadía en Moscú y Praga le impregnó su espíritu y acrecentó su filia a tan portentosos lugares, y claro el apasionamiento hacia sus creadores artísticos, como también a ese constante peregrinar por territorios tan disímbolos de su génesis, que le fue conformando un alma explorativa, aventurera, degustadora de costumbres lejanas a las suyas, pero que sin embargo le arraigaba en su memoria el ejercicio de la nostalgia, el encuentro consigo mismo, prodigándole, por si fuera poco con inusitada potencia, la veta de la inspiración escritural, de la ficción narrativa, de los mundos imaginarios con los cuales representaba todo aquello que le llegaba a sus ojos.

En lo que respecta a Jorge Bustamante García, el encantamiento le sobreviene mientras permanece en Moscú durante sus estudios con grados más allá de la licenciatura en Geología en la Universidad Patricio Lumumba, estancia que le permite escudriñar con más detenimiento las letras de ese país que lo acogía con toda su carga cultural, de usos y de costumbres, pero sobre todo que le abre las puertas para entrar al espíritu literario de sus creadores, desnudo de ataduras estéticas y con ello valorar con nuevos ojos una obra que según ya tenía por leída, sólo que ahora observada atentamente, regodeándose en autores que le ofrecían descubrimientos y re- velaciones insospechadas.

El viaje y los sueños (UN ENSAYO VAGABUNDO) es un libro que pregona su médula ensayística pero que Bustamante además, lo califica de vagabundo. El género ensayo está más que claro, por cuanto el autor se manifiesta de manera personalísima, fundamentando la idea de un Sergio Pitol imbuido del alma rusa, mientras que el término vagabundo quisiera entenderlo por un lado como viajero, mas no de un territorio físico –que por cierto sí lo ejerce-, terráqueo, sino más bien itinerante, así lo presumo, de la geografía humana: personajes, seres reales comunes y corrientes, escritores, artistas en general son puestos a la vista pública a través de este rosario de intérpretes dedicados a la indagación de la literatura rusa, vean ustedes: Estructurado en 22 capítulos El viaje y los sueños (UN ENSAYO VAGABUNDO) es desarrollado a través de varias miradas, que lleva al lector en sus principios  a la presencia del fenómeno físico de la decantación, dejando para otros textos, quizá, autores que sin dejar de reconocerles su valía, centra sus potencia sobre aquellos considerados influjo y magisterio de Pitol, sobre todo de los que con su obra cimentaron el edificio narrativo de Domar a la divina garza y El viaje, los dos libros que aquí más se mencionan, sin apartar Nocturno de Bujara.  Sólo un poco después de este proceso penetra a otro de mayor meticulosidad, que yo llamaría de destilación fraccionada, es decir focalizando la atención en los divinos.

Inicialmente encontramos la voz del alter ego de Bustamante: Miguel Triestes,  quien le cuenta anécdotas, episodios y hasta reflexiones, tanto de Pitol como de los autores literarios en general, con preeminencia de los rusos, claro. Sigue la voz de Jorge, como guía nos conduce al centro de la emoción creativa pitoleana, y desde esa trinidad narrativa, llegamos al núcleo de los autores de esa enorme y vasta región, es entonces cuando aparecen los Pushkin, los Tólstoi, Chéjov, Gógol, Turgueniev, Isaac Babel, Tsvietáieva, Brodski, Dostoievski, Ajmátova, y de ahí los descubrimientos de anécdotas, aprendizajes, que ambos escritores: Pitol y Bustamante hacen para establecer una suerte de ars narrativo pitoleano, ahí se desprende la fascinación de Pitol por Gógol y Chéjov, influjo que el mejicano no escamotea, en cambio lo pregona y agradece, Bustamante lo refiere en el capítulo 18: “En relatos, ensayos, conferencias y entrevistas Pitol ha vuelto una y otra vez a los escritores rusos. Escribió densamente sobre ellos en De la realidad a la literatura y en La casa de la tribu. Le gusta deambular por las casas de sus escritores preferidos”.

Personalmente veo el influjo de Chéjov, desde sus inicios cuando escribió Infierno de todos prefiguraba los rasgos estéticos de su creación y aún no conocía directamente a los escritores rusos, la fragilidad de los seres humanos cuando se enfrentan a vectores externos, la simplicidad de los sucesos abordados pero bañados por la complejidad. Pitol sin embargo considera los cuentos inscritos en Infierno para todos como torpes, dice él mismo “almidonados en su perversidad y susceptibles a cualquier descalificación que se les pudiera adjudicar, revelan, sin embargo, algunas constantes que sostienen lo que pomposamente podría designar como mi Ars Poética. El tono, la trama, el diseño de los personajes son obra del lenguaje. Mi acercamiento a los fenómenos es parsimoniosamente oblicuo, sin que a fin de cuentas logre despejar del todo la incógnita propuesta. En el acercamiento a una oquedad existente en medio del relato, en las vueltas que la palabra da en torno a ella, se realiza la función de mi literatura”, esta expresión pareciera derivada de aquellas consejas chejovianas cuando el buen Anton da algunas pautas sobre la descripción literaria a los incipientes narradores. Sería injusto no mencionar otros magisterios reconocidos por Pitol -en El sueño de lo real, texto con el cual abre Infierno de todos– aun cuando no aparecen determinados con énfasis en este libro de Bustamante: H. Bustos Domecq y Witold Gombrowitz a quienes llama junto con Nikolai Gógol sus “dioses tutelares”.

Regresando a nuestro tronco común, que es el libro de Bustamante García El viaje y los sueños, permite reconciliarse con la narrativa siempre compleja y sugerente de Sergio Pitol, porque merced al planteo narrativo de los motivos, de las búsquedas, del anecdotario y del periplo por los sitios visitados, ya por Sergio o Jorge, se torna tan atractivo que su influjo es inevitable, paralelamente re-establece los nexos con esa otra literatura que de pronto olvidamos y que ha dado al mundo mucho más de lo que imaginamos, la creación literaria rusa. 

Como quiera que sea El viaje y los sueños (UN ENSAYO VAGABUNDO) se constituye, y así puede aseverarse después de su lectura, en un sentido homenaje que Jorge Bustamante hace a la obra de Pitol –lo deja ver desde el guiño del título tomado del libro El viaje, pero a su vez a los escritores rusos que los han marcado en su vida y en su escritura, manifestado hondamente en la “pasión lectora y en la sincera admiración” que Jorge le guarda a ese narrador “extraño” del Olimpo literario mexicano que es Sergio Pitol.   

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).