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El sueño del celta. Mario Vargas Llosa

1 agosto, 2011

En la apoteosis de su gloria, el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa publicó su más reciente novela, un proyecto, según dice, para el cual se documentó por tres años. Empecé a leer la novela El sueño del celta con mucho ánimo, tanto por su contenido histórico, como lo bueno que uno puede esperar de Vargas Llosa. Él ya tiene obras monumentales en la literatura latinoamericana y cada vez que puedo releer sus libros, me da satisfacción pensar que como lector he sido parte de magnificas construcciones literarias, como: La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1965), Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981) o La fiesta del chivo (2000).

Así que en esta su más reciente novela el reto era poder hacer atractiva una historia de la cual ya se sabe cómo fue y sobre todo como finaliza, y donde quizás la ficción de sus personajes no sea la base fundamental como en sus obras anteriores, sino la historia muy apegada (a como el mismo Vargas Llosa dijo), evitando caer en contarla al pie de la letra y sin más matices.

A manera de crónica periodística y biografía novelada, El sueño del celta toma como materia prima la vida del cónsul británico nacido en Irlanda, Roger Casement (1864-1916); al parecer, el primer europeo en denunciar los abusos que los países colonizadores ejercían sobre sus conquistados tanto en el Congo de África, administrado por Leopoldo II, Rey católico de los belgas, como en la Amazonía Sudamericana. A raíz del descubrimiento de este mundo insospechado, donde la iniquidad y la ignominia habían echado pesadas raíces, Casement logra obtener una visión lúcida y acertada de lo que realmente era el colonialismo. Conociendo esto, decide documentarse y enfrentar, de una manera política, pero creo aún más, de una manera moral, al gobierno británico. Tanto así que pasó de ser de un leal defensor de la corona británica, nombrado incluso caballero, a ser uno de sus más acérrimos críticos.

Vargas Llosa nos detalla minuciosamente los indignantes casos de aborígenes congoleses y peruanos que fueron golpeados, torturados, esclavizados humillados, mutilados, violados, castigados o muertos; por los extranjeros que llegaban a sus tierras a explotarlos en busca del caucho.

También se deja ver, en la intimidad, como fue Roger Casement, un personaje múltiple: la publicación de fragmentos de unos diarios, de veracidad dudosa, en los últimos días de su vida, airearon unas escabrosas aventuras homosexuales que le valieron el desprecio de muchos compatriotas. Sus escritos privados, llamados “Diarios negros”, jugaron en su contra, tanto así como el abandono de todos sus amigos.

En El sueño del celta el autor logra rescatar episodios que no debieron pasar, remueve la curiosidad, esa mezcla de espanto y fascinación, que produce el apego del ser humano a la maldad. Esa condición que, a como dijo el modernista uruguayo José Enrique Rodó, “cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes”.

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