Entre paréntesis. Ensayos, artículos y discursos (1998-2003), Roberto Bolaño

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Conozco a todos los escritores nicaragüenses de mi generación. Unos doscientos, talvez más, nada exagerado. La mayoría poetas, nada raro. Anoche supe que existe una cosa llamada Grupo de Diarios de Centroamérica, algo que sí se me antoja extraño; uno lee los periódicos de Nicaragua y las noticias sobre los demás países de la región siempre vienen firmadas por alguna agencia internacional: no hay corresponsales propios, personas reales que firmen una nota. Miento. Sí hay corresponsales en Costa Rica, lo cual no desdice totalmente lo anterior; de hecho, según recuerdo, no había ningún diario costarricense en ese grupo. Igual, esto no es algo que inquiete en general a los escritores nicaragüenses de mi generación. ¿Generación?

Nunca había leído a Bolaño, nada raro: soy un lector rezagado, mi desconfianza se agudiza donde la aceptación común empieza; pero sé que algunos de los escritores nicaragüenses de mi generación adoran a Bolaño, le han construido templos entre sorbo y sorbo y entre polvo y polvo, nada exagerado. Los escritores nicaragüenses de mi generación no siempre escriben, hay algunos que nunca lo han hecho, y hay otros que lo hacen sin ningún afán literario. Cualquiera en mi país puede escribir. Una periodista nada guapa pero muy atractiva —ahora está en televisión—, según me contó un muy buen narrador de mi generación —especie rara—, escribe cuentos nada malos. Cualquiera escribe aquí. Yo los conozco a todos.

Sí, mi generación. Puedo decir esa frase a como puedo escribir Centroamérica sin que nada ocurra. Sin que ese Grupo de Diarios de Centroamérica sea en verdad un grupo de diarios centroamericanos. Puedo también decir «mi generación» sin que eso cambie la proporción de lo que un Grupo de Diarios de Centroamérica significa; a saber, una cámara de empresarios que buscan privilegios mayores en un mercado global. No miento, de las declaraciones del presidente o director de este singular gremio pueden deducirse sus verdaderas intenciones: (más o menos) venderse. ¿Vender Centroamérica? ¿Por qué no? La historia los avala.

Pero ¿qué tiene que ver esto con Entre paréntesis? [Siendo, además, que este libro de Bolaño, un chileno que estuvo la mayor parte de su vida fuera de Chile, está editado por Anagrama, editorial obviamente no radicada en lo que llamamos Latinoamérica] Pues todo. Fijémonos bien: Yo nunca había leído a Roberto Bolaño (escribo esto en enero de 2011), a pesar de Los detectives y a pesar de 2666 (a pesar, sobre todo, del gran despliegue mediático que ha habido en torno suyo); y vengo a conocerlo justo en su modalidad aparentemente menos literaria, en esta edición —por lo demás muy buena— de su prosa no ficcional, en donde, por conferencias, crónicas, columnas perdiodísticas y alguna entrevista, se le puede ver quizá más humano, quizá más intestinal, quizá igual que siempre; y uno, si cree en eso de que un buen libro siempre implica transformaciones, lo que empieza a pensar es eso: Un país, una región, víctimas y victimarios, escritores que no lo son o que no se terminan de asumir como tales, interacciones mínimas que siempre benefician a los mismos, lecturas rezagadas y extravíos editoriales en una Centroamérica que no se sabe, que no se ha visto nunca al espejo, que está con una mordaza tonta y un mecate inútil atándole su ser. Conozco a todos los escritores nicaragüenses de mi generación, y sólo a dos o cinco de los centroamericanos de mi generación. Y en ninguno confío. Me incluyo. [Cualquiera escribe].