Entrevista a Alberto Chimal
1 agosto, 2023
“Lo que compartimos con otros seres humanos es lo que da sentido a la literatura”.
Alberto Chimal
El volver a los libros siempre ha sido una manera de viajar, y recordar, los contextos políticos y sociales que se trasladan de forma contextual y simbólica a la escritura. Como en un capítulo llamado “Los fines y los comienzos (1992)”, de La torre y el jardín (2012) escrita por Alberto Chimal, cada historia puede llevarnos a interiorizar el flujo de las vidas que, como él señala, tiene por siempre su verdad, su dolor y su goce presentes. No obstante, en un universo que siempre se destruye y se renueva, los sentimientos compartidos en la obra de Chimal no han sido solo los conectados al placer, sino a ese picor súbito de la realidad, aquella que se oculta en los espacios cerrados, como las casas, o que se calla en el silencio de ciertas semblanzas. Chimal demoró ocho años en escribir su primera novela y su segunda, La visitante (2022), salió diez años después, mientras que la memoria se trasladaba desde las palabras, las frases claves, el habla de aquellos que parecían entender el mundo, hacia la inquietud y el miedo que ciertas tramas literarias transponen en los libros. Otros textos, como las historias breves de sus cuentos, los pequeños retos de escritura en sus redes e, incluso, sus imágenes fotográficas, también logran motivar en los lectores un éxtasis curioso sobre lo que sucede actualmente y lo que vendrá en un futuro no muy lejano.
– Cuando nos aproximamos a la lectura de su propuesta, muchos de sus textos nos atrapan de manera inmediata. Manos de lumbre (2018) me permitió, a través de las historias de ficción, diluir las fronteras, especialmente entre México y Estados Unidos. ¿Su obra podría ser definida como un relato de la existencia fronteriza más allá de cualquier límite?
– Me gusta esa definición. Nunca se me había ocurrido pensar mi trabajo en esos términos, pero creo que sí: algo que siempre me interesa es poner a prueba los límites que pueda encontrar y ver qué definen al tratar de cerrarnos el paso hacia otra cosa: qué es lo que se supone que no podemos pensar ni siquiera concebir. Y hacer esto puede tener consecuencias en todos los niveles de la experiencia humana: la imaginación puede servirnos para escapar a mundos imaginados y también para concebir otras maneras de existir y de actuar en este mundo.
– En una conversación que tuve con su traductor al inglés, el reconocido George Henson, percibimos que su escritura parte de una identidad de las raíces. ¿No cree usted que cada obra crea – o recrea- una identidad múltiple? ¿En sus libros los juegos de palabras no terminan siendo únicos y perteneciendo más a una “chimalidad” que a una “mexicanidad?
– Tal vez sí, porque mi propia noción de identidad es mexicana (no podría no serlo), pero al mismo tiempo es rara. O quizá la palabra adecuada sea reticente: en mi contexto, así como en el idioma que aprendí de niño y que escucho cambiar a mi alrededor, está todo lo que escribo, por supuesto. No puede estar en ninguna otra parte. Pero la mayoría de los lugares comunes de la “mexicanidad”, desde el machismo desbordado hasta el futbol, me repelen: no son parte de mi vida diaria y no me interesan en absoluto como tema de escritura. Yo sé que en esto hay una terquedad enorme y a veces perjudicial: nunca he sido capaz de resignarme a repetir lo que “se supone” que debe escribir alguien de mi generación. Siempre quiero encontrar otras ventanas para asomarme a esa realidad compartida: otros puntos de vista desde los que compartirla.
– Me mudo ahora para La torre y el jardín. Allí hay un texto dentro de otro texto; recuadros, cursivas, diálogos fragmentados, que iluminan cada una de las páginas, y que nos permiten viajar más allá del contenido. ¿Podemos decir que hay movilidad en su escritura que nos lleva a un desplazamiento futurista de nuestro entorno propio?
– Claro que sí. Esa novela acaba contando algo que parece un destino prefijado: una historia que antes de empezar podría estar ya contada, completa, en el proverbial libro mágico. Pero incluso si este fuera el caso (tanto en el libro, en el libro dentro del libro, o en la realidad), la experiencia del tiempo de los seres humanos nunca va a ser total, perfecta y absolutamente abarcadora, y en nuestra época, menos todavía. Y tampoco lo será la experiencia del espacio, que se fragmenta y se cierra de la misma manera en que se fragmentan y se cierran las diferentes posibilidades de nuestro ser en el mundo digital que nos cae encima a todas horas. Como es un libro gordo, puede que La torre y el jardín parezca una novela de aspiración moderna, totalizante, como muchas del siglo pasado. Pero acaba por ser menos un continente que un archipiélago, muchos estratos y voces diferentes ligados entre sí e incluso señalando a otros de mis textos, como hipervínculos.
– En Los atacantes (2015), nos movimos hacia el pánico en los avances de la tecnología, de la ciencia, de las imperfecciones que se multiplican a cada instante. ¿Podemos los lectores hacer la catarsis necesaria ante el horror real de nuestro propio futuro tecnológico?
– Espero que sí. Entre el año en que se publicaron esos cuentos y el presente, hemos visto en la realidad varios horrores que en mi libro son pura metáfora: depredadores en línea que sobrepujan de las mentes de sus víctimas, ambientes paranoicos que contaminan a quienes se aventuran en ellos, la destrucción y la crueldad sin sentido vistas como entretenimiento o como justa venganza. Ahora estamos viendo grandes potencias que se autodestruyen poco a poco y el auge de una serie de comportamientos patológicos a escala global, todo propiciado y amplificado por la tecnología. No podemos darnos el lujo de esperar al juicio de la Historia, si es que llega a escribirse alguna. Necesitamos ver qué hacemos ahora con esta vida real que se escapa de nuestro entendimiento.
– ¿Cree usted que nos aproximamos cada vez más a una autoría colectiva? ¿Podemos sus lectores llegar a ser parte de una misma obra, plural e ilimitada?
– Creo que, de cierta manera, hasta el texto más bobo y superficial tiene el potencial de ser una obra plural e ilimitada, porque ningún escrito llega a existir del todo si no es leído. Además, todos leemos de maneras diferentes, y cada fragmento del sentido que se propone en una frase puede sesgarse y ramificarse de maneras impredecibles. Pero sí que me interesa, y mucho, poder hacer de esa experiencia algo más visible y más claro. Nabokov pensaba los problemas de ajedrez podían ser una especie de arte, porque una persona muy compenetrada en el juego (como él) podría encontrar en esos breves textos y diagramas belleza y sentido más allá de las “instrucciones” para armar una partida o el reto intelectual de resolverla. A partir de esa idea, se me ocurre que el “ejercicio de escritura” podría ser una especie de género literario en sí mismo, a través del cual las personas que quieren escribir pueden encontrar, además, esa otra posibilidad de creación y participación.
– Cuando leí su columna “Autoficción” me conmovió lo que conlleva siempre a un viaje al estar consigo mismo. En este breve texto, mencionó que su único intento de hacer “autoficción” o “autobiografía” vino de un momento ante la enfermedad.
– Sí. Me parece totalmente cierto. De hecho, diría que es un artículo de fe para mí, como debe serlo para muchas otras escritoras y escritores. Lo que compartimos con otros seres humanos es lo que da sentido a la literatura. ¿Qué caso tendría hacerla, si no?
Licenciada en Comunicación Social, Mención Periodismo Humanístico y Magister Scientiae en Literatura Latinoamericana y del Caribe. Por más de 20 años, ha dictado cursos sobre la escritura en Venezuela, en el Departamento de Comunicación Social de la Universidad de Los Andes (ULA) y en el Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar (USB). Con el apoyo de Erasmus Mundus (PRECIoSA) fue Profesora Invitada del Departamento de Filología en la Universidad de Salamanca Ha sido directora de la revista académica Estudios. Revista de Investigación Literaria y Cultural (USB) y como Encargada de Medios formó parte del Equipo Editorial fundador de la revista Latin American Literature Today, del Departamento de Lenguas Modernas, Literaturas y Lingüísticas de la Universidad de Oklahoma (OU). Actualmente, es profesora en el Departamento de Lengua y Literatura de Oklahoma State University (OSU). Ha publicado libros sobre crítica literaria, diversos ensayos teóricos sobre la literatura contemporánea, y entrevistas a escritores de la literatura actual.